jueves, 10 de enero de 2019

¿Dónde está Wally? - ME RESBALA - Si mi voz muriera en tierra,./ ¡ QUE GRANDE ES EL CINE ! - AQUEMARROPA - ¡ QUE TIEMPO TAN FELIZ ! - Juan de Mairena,.

TITULO: ¿Dónde está Wally? - ME RESBALA - Si mi voz muriera en tierra,.
¿Dónde está Wally? - ME RESBALA - Si mi voz muriera en tierra , fotos.


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Resultat d'imatges de ME RESBALASi mi voz muriera en tierra
llevadla al nivel del mar
y dejadla en la ribera.

Llevadla al nivel del mar
y nombardla capitana
de un blanco bajel de guerra.

¡Oh mi voz condecorada
con la insignia marinera:
sobre el corazón un ancla
y sobre el ancla una estrella
y sobre la estrella el viento
y sobre el viento la vela!


Rafael Alberti, Marinero en tierra (1924)


  • Tema:
Resultat d'imatges de ¿Dónde está Wally?Este poema nos muestra el tema central de todo el libro: elogio del mar y su deseo de estar siempre junto a él. A parte de de hablar de eso tambèn habla del amor de un ancla a un humano #risas
  • Descripción:
El "yo poético" muestra su deseo de no morir lejos del mar, la voz es su representación, la de su alma.
  • Código poético:
Vocabulario referente al mar y a todo lo que lo representa. Anáfora que empieza en el cuarto verso de la tercera estrofa.


  TITULO: ¡ QUE GRANDE ES EL CINE !  - AQUEMARROPA - ¡ QUE TIEMPO TAN FELIZ ! -   Juan de Mairena,.
 

  ¡ QUE GRANDE ES EL CINE ! ,.

 ¡Qué grande es el cine! fue un programa de cine dirigido por José Luis Garci y emitido por Televisión Española por su cadena La 2.
El programa comenzaba con una presentación de la película que se emitía esa noche, posteriormente esta película se emitía y acababa con una tertulia entre Garci y los invitados del día sobre ella.1​ El programa comenzó a llevarse a cabo en enero de 1995 y comenzó sus emisiones el 13 de febrero del mismo año., etc.


  AQUEMARROPA - ¡ QUE TIEMPO TAN FELIZ ! -  Juan de Mairena,.

Resultat d'imatges de juan de mairenaJuan de Mairena,.

foto / Juan de Mairena (sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo) es una obra escrita por Antonio Machado y publicada, por primera vez, en el año 1936. El protagonista de la misma, ficticio poeta y docente, heterónimo del autor sevillano, se dedica a meditar con sus alumnos sobre la sociedad, el arte, la cultura, la literatura, la política y la filosofía, temas que son planteados con una encomiable variedad formal y una insobornable originalidad esencial. El desarrollo y estructura de las reflexiones es inclasificable, pues éstas van desde el más clásico aforismo, hasta la más somera sentencia, pasando por el diálogo, la introspección, el comentario erudito o el análisis del refrán popular. Hablamos, por tanto, de un variopinto escaparate de ideas de todo viso y carácter que, al estar expuestas con ironía, ingenio, preclara inteligencia y buen humor, apelan con hondura a nuestra facultad de inteligir y, no menos, a nuestra capacidad de reír y burlarnos sanamente del ser humano, sus creaciones teóricas y su comportamiento moral y político. Así, el libro está vertebrado por una sopesada y sutil vertiente crítica que fija una incisiva distancia respecto a lo que sabemos, lo que creemos saber, lo que hacemos y lo que consideramos que debemos hacer; nos sitúa en una atalaya desde la que observar(nos) con quietud y retranca.
No podemos introducir la cuidadosa selección de textos de este volumen que hemos llevado a cabo sin afirmar una diáfana verdad que, con frecuencia, solemos rehuir; a saber: en España se hace- y se ha hecho- filosofía de muchos quilates. El volumen que nos ocupa es una excelente muestra de esa reivindicable realidad. Pasen, lean -sin prisa- y disfruten:
– Vivimos en un mundo esencialmente apócrifo, en un cosmos o poema de nuestro pensar, ordenado o construido todo él sobre supuestos indemostrables, postulados de nuestra razón, que llaman principios de la lógica, los cuales, reducidos al principio de identidad que los resume y reasume a todos, constituyen un solo y magnífico supuesto: el que afirma que todas las cosas, por el mero hecho de ser pensadas, permanecen inmutables, ancladas, por decirlo así, en el río de Heráclito. Lo apócrifo de nuestro mundo se prueba por la existencia de la lógica, por la necesidad de poner el pensamiento de acuerdo consigo mismo, de forzarlo en cierto modo, a que sólo vea lo supuesto o puesto por él, con exclusión de todo lo demás. Y el hecho – digámoslo de pasada- de que nuestro mundo esté todo él cimentado sobre un supuesto que pudiera ser falso, es algo terrible, o consolador. Según se mire. Pero de esto hablaremos otro día.

-Nadie debe asustarse de lo que piensa, aunque su pensar aparezca en pugna con las leyes más elementales de la lógica. Porque todo ha de ser pensado por alguien, y el mayor desatino puede ser un punto de vista de lo real. Que dos y dos sean necesariamente cuatro, es una opinión que muchos compartimos. Pero si alguien sinceramente piensa otra cosa, que lo diga. Aquí no nos asombramos de nada. Ni siquiera hemos de exigirle la prueba de su aserto, porque ello equivaldría a obligarle a aceptar las normas de nuestro pensamiento, en las cuales habría de fundarse los argumentos que nos convencieran. Pero estas normas y estos argumentos sólo pueden probar nuestra tesis; de ningún modo la suya. Cuando se llega a una profunda disparidad de pareceres, el onus probandi no incumbe realmente a nadie.

– Al fin sofistas, somos fieles en cierto modo al principio de Protágoras: “el hombre es la medida de todas las cosas”. Acaso diríamos mejor: el hombre es la medida que se mide a sí misma o que pretende medir las cosas al medirse a sí misma, un medidor entre inconmensurabilidades. Porque lo específicamente humano, más que la medida, es el afán de medir. El hombre es el que todo lo mide, pobre hijo ciego del que todo lo ve, noble sombra del que todo lo sabe.

-La vida, en cambio, no es- fuera de los laboratorios- una idea, sino un objeto de conciencia inmediata, una turbia evidencia. Lo que explica el optimismo del irlandés del cuento, quien, lanzado al espacio desde la altura de un quinto piso, se iba diciendo, en su fácil y acelerado descenso hacia las losas de la calle, por el camino más breve: “Hasta ahora voy bien”.

Uno de los medios más eficaces para que las cosas no cambien nunca por dentro es renovarlas -o removerlas- constantemente por fuera. Por eso – decía mi maestro- los originales ahorcarían si pudieran a los novedosos, y los novedosos apedrean cuando pueden sañudamente a los originales.

– Aprendió tantas cosas -escribía mi maestro, a la muerte de un amigo erudito-, que no tuvo tiempo para pensar en ninguna de ellas.

– Cuando los hombres acuden a las armas, la retórica ha terminado su misión. Porque ya no se trata de convencer, sino de vencer y abatir al adversario. Sin embargo, no hay guerra sin retórica. Y lo característico de la retórica guerrera consiste en ser ella la misma para los dos beligerantes, como si ambos comulgasen en las mismas razones y hubiesen llegado a un previo acuerdo sobre las mismas verdades. De aquí deducía mi maestro la irracionalidad de la guerra, por un lado, y de la retórica, por otro.

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