El larguero La Ser ,.
El larguero es un programa deportivo radiofónico español, dedicado en su mayoría al fútbol, que se emite en la Cadena SER todos los días, a partir de las 23:30 horas. Su director y presentador principal es Manu Carreño.1 El programa es presentado los viernes y sábados por Yago de Vega, y excepcionalmente lo presenta Francisco José Delgado o Álvaro Benito en ausencia de ambos., etc.
El Transistor Onda Cero ,.
El Transistor es el programa deportivo creado y dirigido por José Ramón de la Morena. Inició su primera emisión el 4 de septiembre de 2016.
Su horario es de lunes a domingo a partir de las 23.30 horas.
José Ramón de la Morena inicia esta andadura deportiva en Onda Cero con colaboradores de su anterior etapa en el Larguero de la Ser: Carlos Bustillo, David Alonso, Eduardo Pidal, Ana María Rodríguez, Aitor Gómez , Ángel Rubiano, Jorge Valdano, el ciclista Perico Delgado, el ex subdirector de As Juanma Trueba, Sebastián Álvaro Lomba , el alpinista que creó y dirigió en TVE Al filo de lo imposible, los doctores José González y Antonio Escribano ., etc.
EL PLASENCIA SE RINDE ANTE LA LOGICA.
Otra vez sin sus dos americanos, perdió en Gijón en un final de infarto y se queda casi sin opciones de playoffs,.
Lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible. Hazañas deportivas hay una, pero no dos seguidas. Ni tres ni cuatro, que es lo que le exigían al Extremadura Plasencia para disputar el playoff de ascenso a la LEB Oro. Se tendrá que conformar con jugar el playoff por el descenso a partir del 23 de febrero.
75
GIJÓN
72
PLASENCIA
- Círculo Gijón
- Davy Baltus, Saúl Blanco (27), Nelson Yengue (6), Robert Swift (10), Shane Osayande (6) -cinco inicial-, Álex Rubiera (4), Nemanja Djordjevic, Javier Menéndez (4), Rubén Suárez, Martyce Kimbrough (8) y Daniel Prinsloo (10).
- Extremadura Plasencia
- Deng Mayot (17), Arturo Fernández (5), Diego Gallardo (18), Mario Álvarez (4), José Antonio Medina (18) -cinco inicial-, Pablo Villarejo (7), Germán Martínez (3) y Javier Cardito.
- Parciales
- 20-21, 38-36, 57-54 y 75-72.
- Árbitros
- Juan Alberto Pinela García y Laura Piñeiro Amondaray.
- Incidencias
- Pabellón Presidente Adolfo Suárez.
A pesar de ser un partido de niños contra hombres (el Gijón repartió 11 tapones y cogió 15 rebotes más), los de Rafa Sanz tiraron de raza e inteligencia para intercambiar alternancias ante un fuera de clase como Saúl Blanco, que se fue a casa con 27 puntos. Con 32-34 se llegó al descanso, aunque el Plasencia tuvo una máxima de ocho (13-21).
Mantenerse a flote
El Plasencia tiró de triples para mantenerse a flote. Y también de un digno Deng Mayot, que hizo lo que pudo ante Swift, Prinsloo o Menéndez. Cuando el partido parecía sentenciado con el 71-56 a seis minutos para el final, llegó la reacción placentina. La remontada estuvo a punto de materializarse, pero Medina, en dos triples muy forzados, no acertó con el aro.TITULO: Al filo de lo imposible - No hay luz al final del túnel,.
No hay luz al final del túnel,.
foto / Inquietantes las esculturas que Nagato Iwasaki planta en bosques, caminos desiertos, carreteras... Hechas con las maderas que llegan a las playas de Japón, nos trasladan al fin del mundo,.
Adentrándome en el conducto, me asaltaron las palabras de Isaías que memoricé hace siglos, cuando el apocalipsis era para el resto poco más que un tema recurrente en series de televisión, mientras yo me obsesionaba con las señales y los demás reían... «Los hombres se meterán en las cuevas de las rocas, y en las grietas del suelo, ante el terror del Señor y el esplendor de su majestad, cuando él se levante para hacer temblar la tierra». Así me introduje yo en aquel agujero indeseable, esperando que el Señor, comoquiera que fuese, me concediera un respiro.
Parecía tranquilo. Mis pisadas rebotaban contra las paredes mojadas y me eran devueltas amplificadas y repetidas... Por momentos miré hacia atrás esperando divisar lo que no quería ver. Pero continué para darme cuenta de que lo tenía delante. La primera me sorprendió pensando en todo lo ocurrido tiempo atrás... Al principio habían sido las manchas avisándome desde la visión periférica; después, los mensajes en la pared. Más tarde, los comportamientos extraños, hasta que finalmente...
Uno de los focos iluminaba directamente su rostro, que miraba hacia arriba como esperando algo. Fue como si me dieran un puñetazo en el estómago, y me acurruqué a un lado en el suelo, notando cómo el agua encharcada mojaba mis pantalones. Pasaron varios minutos hasta que me cercioré de su inmovilidad y me atreví a incorporarme. Paso a paso me fui acercando para descubrir que había muchos más. Por fin llegué hasta... ¿cómo explicarlo? Uno de los entes. Y, aún no sé bien por qué, estiré mi mano para tocarlo, sabiendo que con ello todo se pondría en marcha, como en una mala cinta de terror. Pero no podía evitarlo. No pasó nada.
No entendía quién podía haberlas plantado allí, con todo lo sucedido. Quién tendría el humor y el tiempo necesarios para colocar tal tinglado a sabiendas de que la amenaza podía aparecer en cualquier momento. Solo un loco. Esculturas imitando a personas, mejor dicho, a restos de personas, harapos de hombres y mujeres elaborados con lo que parecían huesos pero de cerca se revelaban como maderas resecas y huecas, esas que se acumulaban en las playas cuando el plástico aún no había devorado todo lo demás. El tacto era suave, tan agradable... A veces solas, otras por parejas, todas mirando a un cielo que les estaba negado, empezaron a convertirse en aliadas, en compañeras de viaje que echaría de menos cuando dejase el túnel protector y tuviera que adentrarme de nuevo en los bosques abiertos, con numerosos frentes que atender.
Pronto percibí el resplandor del día. Incluso noté el calor que rompía la sensación de humedad. Agua corriendo se oía de fondo. Hasta que mis ojos se acostumbraron, no las vi. Las figuras seguían el curso del río, ya sin cabeza, hundidas sus extremidades inferiores en el cauce, y todo eso volvió a funcionar como un mal presagio. Y lo peor de todo, no conseguía descifrar el mensaje. Seguí la senda que constituían las presencias. Nada parecía avisar del monstruo en que se había convertido el mundo que una vez conocí.
Empecé a desgustar el sabor de la sal en el aire poco antes de descubrir la choza. En la puerta, letras esbozadas en tiza: 'Nagato Iwasaki. Torso'. Unos golpes rítmicos se escuchaban en el interior; habiendo llegado hasta allí, nada que me hiciera desistir de abrir la puerta.
Me miró con ojos rasgados y asintió como dándome permiso. Siguió con su labor y me pareció insultante esa tranquilidad. Rodeado de sus 'humanos', parecía trabajar en algo diferente. Intuyendo mi estupor, se alzó y cogió mi mano sin decir palabra. Caminamos sobre las agujas de los pinos oyendo el mar acercándose. De pronto, la playa. Y los vi. Tres caballos galopaban inmóviles por la arena. El cielo estaba increíblemente azul, el oceáno, en calma. El hombre no apartaba su vista de ellos. Y yo sentí algo extraño en los músculos de la cara cuando, por primera vez en mucho tiempo, sonreí.
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