lunes, 2 de enero de 2017

DESAYUNO - CENA - MARTES - MIERCOLES - WIKIPEDIA Y SINUHE EL EGIPCIO,./ REVISTA FARMACIA -Música acuática en Oliva .

TITULO: DESAYUNO - CENA - MARTES - MIERCOLES - WIKIPEDIA Y SINUHE EL EGIPCIO,.

DESAYUNO - CENA - MARTES - MIERCOLES - WIKIPEDIA Y SINUHE EL EGIPCIO, fotos.
 
Resultat d'imatges de revista xl semanalCada día transcurrido, cada página leída, cada frase cazada al paso, es una lección interesante, incluso cuando llevas 65 tacos de almanaque deshojados en la mochila. Y más si no perteneces al grupo de los recolectores, sino de los cazadores, y caminas por la vida con los ojos y el zurrón abiertos y la escopeta lista, en esa tensión especial que permite apropiarse de todo cuanto se pone a tiro, para luego sacarle punta. Incluso nimiedades aparentes dan buen juego, si las destripas bien. Pensaba hoy en eso, después de leer algo en internet, en uno de esos blogs modestos, casi personales, poco seguidos, pero que a menudo contienen material interesante, impresiones, ideas que hacen reflexionar. Y éste es el caso, porque el bloguero -joven, sin duda-, mencionando de pasada y en tono afectuoso una novela mía, la última, apuntaba a modo de elogio: «En el trabajo de documentación, se nota que Pérez-Reverte sabe moverse muy bien por Wikipedia».

Resultat d'imatges de cafe con pan piña
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La frase es simpática, y no puedes menos que agradecer la buena intención. La amistosa ingenuidad. Luego echas un vistazo a las otras entradas del blog, consultas la escueta biografía del autor, confirmas su juventud y atas cabos, lo que te lleva a una conclusión inevitable y en cierto modo triste, no sobre ese bloguero en particular, sino sobre cierta manera cada vez más frecuente de abordar el asunto; sobre la idea que poco a poco se va asentando en las nuevas generaciones de lo que es documentar algo; sobre cómo y por dónde acceder a los conocimientos que actuarán como mecanismos de comprensión y análisis a la hora de plantearse un artefacto narrativo, una mirada histórica, un hecho cultural o intelectual. Lo estremecedoramente fácil que resulta, hoy, contentarse con una mirada superficial, con un resumen apresurado hecho por desconocidos, con simples referencias no siempre contrastadas, no siempre rigurosas, no siempre minuciosas, no siempre fiables. Carentes de la autoridad que el tiempo y el rigor, los autores de prestigio y el aplauso de lectores cualificados, dan a las grandes e imprescindibles obras.
Bien pensado, el asunto inquieta. Yo mismo, cuando trabajo en una novela, recurro con frecuencia a internet. Por supuesto. Pero ésa es sólo una pequeña parte del conjunto, y sé que hay cosas que debo hallar en otra parte. Sin embargo, para muchos jóvenes con inquietudes, con buena voluntad, documentar una novela o un libro cualquiera, acudir a la Historia o a la Ciencia como material de trabajo, significa exclusivamente acudir a Wikipedia. A internet, y punto. Esa fuente documental parece lo más natural del mundo. Y eso se ve fomentado por un sistema educativo que cada vez depende más del teléfono móvil, de la tableta o la enseñanza digital, y desprecia las fuentes clásicas y tradicionales, negando a los jóvenes el hábito de moverse con soltura en fuentes más serias; de familiarizarse con textos solventes, anotar, marcar, comparar, completar. Cada vez queda más lejos, no sólo de la intención, sino de la imaginación, adquirir o consultar libros, trabajar en hemerotecas y bibliotecas, visitar escenarios reales. Ni pasa por la cabeza otra cosa que ir a lo fácil. Para qué consultar el Espasa, la Encyclopaedia Britannica, el Summa Artis, la colección completa de Blanco y Negro o el Diccionario Biográfico de la Academia de la Historia; para qué leer a Galdós, Valle-Inclán, Baroja o Clarín, si con un teclazo lo tienes todo resumido en medio folio. Para qué visitar un museo, para qué viajar a una ciudad con un antiguo mapa y un bloc de notas, pudiendo teclear en el buscador de internet y hasta pasear virtualmente por las calles de Osaka o San Petersburgo.
La consecuencia de todo esto es que, cada vez más, quienes de esta forma limitan su propio conocimiento aplicarán esos límites a cuanto se les ponga delante. Juzgarán el mundo no por lo que éste tiene y ofrece, sino por la reducida visión que de él tendrán ellos. Y aquí no puedo menos que recordar al querido José Luis Sampedro, economista y escritor, que una tarde en la Real Academia Española, mientras charlábamos con Antonio Mingote y Gregorio Salvador, lamentó, con bondadosa e irónica resignación, que cierto crítico literario hubiera encontrado en su novela La vieja sirena presuntas influencias del best-seller de Mika Waltari Sinuhé el egipcio: «Te pasas la vida leyendo a Homero, Herodoto, Jenofonte o Plutarco, y luego empleas dos o tres años de tu vida en trabajar con todos esos libros abiertos alrededor, para que al final juzgue tu obra un pobre hombre que sólo ha leído Sinuhé el egipcio».

 TITULO:  REVISTA FARMACIA -Música acuática en Oliva .

Música acuática en Oliva,  foto.

  • Somos herederos de una cultura milenaria que bendice el agua,.

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Ya viene la lluvia, anuncian los hombres del tiempo y las aplicaciones de Internet. La pedía 'el Perigallo' el sábado en su carta al director. La titulaba 'Música' porque contaba el caso de un vecino de dehesa, Ramón, que disfrutaba escuchando el soniquete del agua en las latas y latones. Ramón colocaba sus artilugios bajo los canalones y se dormía con una sinfonía acuática y «latosa».
Un antecesor suyo, Händel, también compuso una 'Música Acuática', pero aquello era menos espontáneo e imprevisible. La estrenó en el verano de 1717 en el Támesis, interpretada por 50 músicos que navegaban en una barcaza en paralelo a la embarcación del rey Jorge I.
La música del agua de Ramón era otra cosa. Para empezar, solo sonaba si llovía y en estos días tan secos del invierno extremeño, en el campo, hay más preocupación que sinfonías. Ramón y 'el Perigallo' adivinan la llegada de la lluvia porque la precede el viento del Atlántico y eso, en Oliva de la Frontera, es chaparrón seguro. El resto la adivinamos porque la 'app' Tiempo Radar pronostica que mañana martes, en Badajoz, hay un 70% de probabilidades de que llueva. ¿Es más fiable una 'app' o los latones de Ramón?
Hoy, la lluvia molesta en una Extremadura que acumula más de la mitad de su población en 15 ciudades, pero la soportamos y la bendecimos con la boca chica porque somos hijos de una cultura milenaria en la que la comida dependía del agua. En la 'Geografía de Extremadura' de Gonzalo Barrientos, se explica cómo estas lluvias de otoño y del primer invierno influían en los resultados ganaderos del año en Extremadura y marcaban la economía de la región. Por eso nos alegramos de que llueva, aunque maldigamos un agua que nos altera y que desnuda nuestra torpeza para andar por las aceras con paraguas. Los extremeños solo cantamos bajo la lluvia en el campo. En la ciudad, soltamos juramentos y palabrotas.
En el tiempo en que Ramón empezó a poner latas bajo los canalones, en Oliva de la Frontera vivían 6.000 personas en el pueblo y 6.000 personas en el campo. Oliva tiene una dehesa comunal de 11.000 hectáreas que da gloria pasearla. Son tierras pegadas a Encinasola y Barrancos, una dehesa rayana que se entregó al pueblo para que las guerras con Portugal no despoblaran la comarca. En esa dehesa, vivía en chozos la mitad de la población del municipio.
Si llovía, bien, buena cosecha y alegría. Si el año venía seco, no quedaba otra que el contrabando. Cientos de vecinos pasando café y tres cuarteles de la Guardia Civil vigilando: una casa cuartel en la dehesa, que se llamaba Lanzarote, otra, camino de la Rivera, de nombre Cortegana, y una tercera en la carretera de Valencita, que se restauró hace unos años y la llaman La Venta.
Si llueve mañana, como mandan las 'app', las gentes de Oliva se recluirán en sus casas y los mayores, entre la novela y el Telediario, recordarán historias de mochileros tan diestros como el abuelo del 'Perigallo', al que su nieto llama el Ronaldo del contrabando por lo bien que regateaba a la Guardia Civil en sus viajes en burro hasta Monesterio: llevaba café y traía comida.
Antes de la emigración de los 60, cuando medio pueblo se marcha a Barcelona o Alemania (5.403 habitantes quedan en Oliva según el censo de 2015), la economía dependía del contrabando y de la lluvia, pero se sustentaba en la figura del recovero y en la práctica del trueque. El recovero recorría Campoliva con su burrino y cambiaba lo que allí no había (bacalao, arroz, vino) por lo que allí tenían: huevos, quesos, aves y caza. El dinero no se estilaba.
Hoy, el dinero lo es todo y las tierras de Campoliva se quedan solas y sin brazos. Si llueve, todos diremos que es bueno para el campo, que ya iba siendo hora y en esa frase haremos un homenaje a nuestros abuelos, a nuestros padres y a Ramón y su música acuática. Después, saldremos a la calle y maldeciremos.

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