La autopista a Nápoles tiene un desvío al infierno saliendo
a la altura de Caserta. Ha sido una tierra bendita para la agricultura
durante siglos, y aquí levantaron los Borbones su Versalles napolitano,
la Reggia de Caserta. Pero ahora el paisaje está dominado por extrañas
hogueras y columnas de humo negro en el horizonte. En algunos lugares se
respira pura peste, con tos y picor de ojos. Es una combustión infinita
desde hace más de veinte años. Es la Tierra de los Fuegos, un nombre
provocador que ya tiene diez años, aunque solo ahora se ha puesto de
moda. Es un escándalo apocalíptico silenciado: lo que arde es
simplemente basura tóxica y peligrosa... y también residuos nucleares.
La Camorra, la mafia de Nápoles y su región, Campania, lleva desde 1988
envenenando su propia tierra, en un egoísmo primitivo y suicida. El mal
aflora ahora, por ejemplo, en forma de tumores. Según el Instituto
Pascale, en dos décadas la tasa de mortalidad por tumores ha aumentado
un 47% en hombres y un 40% en mujeres en la comarca, mientras en el
resto del país permanecen estables.
El primer 'arrepentido' de la Camorra que reveló el secreto
fue Nunzio Perrella, en 1988. Confesó a un fiscal que nada de droga, el
verdadero negocio era la basura: «A munnezza è oro». Los Casalesi, los
clanes de Caserta -Bidognetti, Schiavone, Zagaria, Perrella-, crearon
sociedades tapadera de gestión de residuos especiales. Para las empresas
deshacerse de ellos supone un dineral, pero las compañías mafiosas
empezaron a ofrecer precios imbatibles y se hicieron con los contratos.
Incluida la gestión de fangos radiactivos de energía nuclear, procedente
de Alemania, Austria o Suiza, porque en Italia no hay centrales. Su
oferta era la mejor porque no tenía apenas coste: se limitaban a
descargar los camiones por ahí. En un prado o una fosa. A veces les
prendían fuego.
Las sucesivas investigaciones calculan que 443 empresas de
toda Italia, sobre todo del norte, más rico e industrializado, se han
librado así de 10 millones de toneladas de basura tóxica, como mínimo.
Son más de 400.000 camiones. Con cualquier basura imaginable: escoria
metalúrgica, polvo industrial, desechos petroquímicos, desperdicios de
hospital, amianto. En febrero una comisión parlamentaria de
investigación concluyó trágicamente: «Se trata de daños incalculables
que pesarán sobre las futuras generaciones. El daño ambiental está
destinado, por desgracia, a producir sus efectos de forma amplificada y
progresiva en los próximos años con una punta que se alcanzará dentro de
unos cincuenta años». Medio siglo de condena a muerte. O más, como dice
una pericia aterradora entregada el año pasado a la Fiscalía Antimafia
sobre un vertedero de 22 hectáreas en Giugliano: «La falda acuífera de
Nápoles está irremediablemente dañada hasta 2080 con riesgo para la
agricultura y la salud humana». El término que se está usando en Italia
para describir este envenenamiento de masa es 'ecocidio'.
En el triángulo infernal que se delinea entre Nápoles,
Caserta y Nola han convivido siempre con esto con la habitual fatalidad
del sur de Italia. Eran cosas de la Camorra. Por supuesto, con la
complicidad de empresas, políticos y funcionarios. «Es una sociedad
intrínsecamente mafiosa», ha denunciado esta semana el escritor Roberto
Saviano, autor del 'best seller' 'Gomorra', que en 2006 ya contaba todo.
Dos años después lo hizo la película basada en el libro, premiada en
Cannes. Pero no pasó gran cosa.
De repente, el escándalo de la Tierra de los Fuegos ha
explotado en los últimos meses. Partió de la movilización popular. En
Acerra el auge de los tumores en niños era asombroso. La media es de uno
entre un millón y en el pueblo surgieron cuatro en pocos meses. El
símbolo fue Tonia de Sena, de 6 años, con un tumor cerebral, que
falleció en agosto. La gente se echó a la calle en una manifestación.
También Vincenza Maisto, de 16 años, con un tumor óseo desde los 12,
empezó a colgar fotos en Internet para denunciar la Tierra de los
Fuegos. Ha muerto esta semana. En los municipios malditos todo el mundo
conoce alguien con cáncer. Los ocho más contaminados son Acerra, Aversa,
Bacoli, Caivano, Castelvolturno, Giugliano, Marcianise y Villaricca.
Los medios ya denunciaban el tema con reportajes
sobrecogedores. Además de los hospitales, otro lugar de terror son los
cultivos, donde pimientos, berenjenas y frutas crecen junto a
descampados llenos de basura indescifrable. Los agentes forestales
cuentan que en algunos campos el uniforme se deforma, por los vapores de
ácido. Ha cundido la paranoia sobre el destino de esos productos y toda
la región, no solo esa zona, está pagando el miedo a todo lo que venga
de allí. Por ejemplo, ingredientes clásicos de la dieta italiana, como
el tomate, la 'mozzarella' de búfala y el vino.
La puntilla al escándalo llegó hace un mes cuando la Cámara
de los Diputados, con una decisión inédita, levantó el secreto sobre la
declaración de un capo de los Casalesi, Carmine Schiavone, otro
importante 'arrepentido' que en 1997 dijo a una comisión de
investigación: «Con todo lo que hemos tirado aquí, los habitantes de
Caserta estarán todos muertos dentro de veinte años. No hay esperanza
para ellos». Se sabía, pero nadie ha hecho nada. Es más, divulgar esa
información secreta podía costar de 3 a 24 años de cárcel. El mismo día
que salió la noticia en la prensa, el 1 de noviembre, los bomberos
apagaron 15 fuegos en la zona tóxica. No ha cambiado nada. Del 1 de
enero de 2012 al 31 de agosto de 2013 se han registrado más de 6.000
incendios de este tipo.
Un popular programa de televisión, 'Le Iene', emitido el 19
de noviembre, entrevistó a Schiavone y volvió a contar a las cámaras
todo lo que sabía. Confirmó: «La gente vive sobre residuos nucleares,
encima de ellos construyen casas, cultivan verduras y pastan las
búfalas. A las empresas les costaba 2.000 euros cada lote, pero nosotros
les cobrábamos 200». Parece que era imposible resistirse a esa oferta.
«En los 106 municipios de la provincia de Caserta los alcaldes los
poníamos nosotros, de cualquier partido», añade.
Informe demoledor de EE UU
Un reportero del programa fue a los lugares que señalaba y
comprobó que estaban cubiertos de cultivos. Un campesino, preguntado al
respecto, respondió: «Cuando como esto, rezo al Señor para que lo
purifique». Schiavone relató que cualquier agujero era bueno, e incluso
arrojaron residuos a los lagos de la zona. Por ejemplo, al lago del
Averno, en Pozzuoli, la entrada a los infiernos de la mitología. Pero el
infierno está fuera. En las playas sacaban arena para fabricar
hormigón, en las obras que los clanes ganaban por concurso, también
tirando los precios, y rellenaban los socavones con basura. Construían
carreteras y autopistas sobre desechos. Hasta el campo de fútbol de
Casal de Principe descansa sobre tierra venenosa. Ahora se empieza a
excavar y a sacar porquería tóxica. Los puntos contaminados ascendían a
5.281 en 2011.
A falta de la verdad oficial, ha salido a la luz en la
prensa un insólito informe del Ejército de Estados Unidos. La base
napolitana de la US Navy, donde viven más de 3.000 soldados y sus
familias, decidió hacer un estudio serio sobre el problema en 2007. Se
ha gastado 30 millones de dólares para averiguar si es peligroso vivir
ahí, en las 543 casas y diez bases de sus hombres. Las conclusiones son
demoledoras: aconseja no tocar el agua en toda la región, ni para
lavarse los dientes. El 92% de los pozos privados y el 57% de los grifos
del centro de la ciudad suponen «un riesgo inaceptable» para la salud. Y
han encontrado uranio en uno de cada veinte pozos en niveles peligrosos
para la salud. Prácticamente prohíben vivir en Casal di Principe, Villa
Literna, Marcianiese, Casoria y Arzano. El alcalde de Nápoles, Luigi De
Magistris, ha denunciado a 'L'Espresso', la revista que lo ha
publicado, y asegura que el agua de la ciudad es «la más controlada de
Italia».
También ahora se ha sabido que una investigación policial
de 1996 ya descubrió todo, pero el informe quedó en un cajón. Roberto
Mancini, de 53 años, el agente que lo escribió, aún no se lo explica:
«Quizá Italia no estaba preparada para afrontar la verdad, pero entonces
habríamos ganado tiempo». También él ha contraído un tumor durante sus
investigaciones.
En 1988 el clan de los Casalesi de la Camorra descubrió el
mercado de la gestión de residuos peligrosos. Ofrecía los precios más
bajos a las empresas, pero lo único que hacía era tirar la basura en
descampados y agujeros.
De 1991 a 2013 ha habido 82 investigaciones sobre la Mafia y
las basuras, con 443 empresas implicadas. Muchas se han quedado en
nada, y solo en 2001 se creó un delito de tráfico organizado de
residuos.
Un capo de los Casalesi, Carmine Schiavone, se 'arrepintió'
y en 1997 declaró en el Parlamento que también se habían enterrado
residuos nucleares. «En 20 años estarán todos muertos», vaticinó. Su
declaración ha sido desclasificada hace un mes.
El Ejército de Estados Unidos hizo un estudio por la salud
de sus hombres. Ha salido a la luz ahora y es demoledor: prohíbe el
consumo de agua en toda la región de Campania, incluso para lavarse los
dientes.
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