jueves, 19 de diciembre de 2013

MENSAJE DE AMOR REAL, NEFERTARI ,./ EL RELATO DE EVA, .

TÍTULO: MENSAJE DE AMOR REAL, NEFERTARI ,.

La bellísima NEFERTARI había tocado el corazón del faraón,
RAMSÉS II . A ninguna de sus esposas la amó tanto como a ella.
Por eso decidio hacerle el mejor regalo que se le ocurriera. No
servía una piramide ni una esfinge gigantesca. Debía ser algo
único. El resultado fueron los impresionantes frescos del Valle de
las Reínas dedicados a la memoría de la amada NEFERTARI.

Por la belleza de sus colores y la calidad de los
materiales empleados, los expertos consideran
la tumba de NEFERTARI una obra maestra del
arte pictórico del Antíguo Egipto. Desde hace 38
siglos las fastuosas pinturas, realizadas sobre
roca con gama arábiga pigmentada,
permanecieron prácticamente inalteradas,
desafíando el paso del tiempo como el
mísmisimo RAMSÉS II hubíera deseado para su esposa,.

Pero lo que no pudieron hacer más de 3000 años lo lograron
unas cuantas décadas de modernidad. Cuando a principios de
este síglo el arquitecto ítaliano Ernesto Schaparellí descubrió la
tumba de NEFERTARI mientras excavaba en Set Neferu ( el solar
de la hermosura), únicamente los saqueadores de centurías
pasadas habían osado perturbar la belleza de la tumba. Los
Frescos habían perdido parte de su esplendor natural, pero
seguían conservando una belleza casí intacta. Sin embargo, ya
en 1940 las cosas habían cambiado mucho.

TÍTULO:  EL RELATO DE EVA, .

¡No me mires de esa forma! Bastante buena, ya, la que se ha liado.
  Sí, sonríe…yo de ti, también, sonreiría. ¡38 años cuidándote! Sintiéndome víctima y culpable.
-¡Anda…cierra la boca…qué dejas todo babeado! ¡Y no te toques! Todas las primaveras lo mismo. Llega marzo y tu alma de niño, de niño retrasado,  es vencida por las exigencias de tu virilidad, aunque, claro, tienes a quien parecerte.  ¡Si, hijo, sí!…Bueno, hijo…ya no puedo llamarte, aunque siga sintiéndote tan mío.
¡La que se ha liado! Tu padre, que ya no es tu padre, pero sigue siendo mi marido, estará mordiéndose los nudillos. ¡Ahí es nada: Enfermo, descubierto y burlado! ¡Pobre diablo!…y de la misa sabe la mitad, porque la misa entera solo la sé yo…
Lo que es el miedo a la muerte. El pobre viejo necesitaba un transplante, de esos que se hacen ahora que mejor resultan si son de donación familiar, y ahí empezó todo. Que tenga una amante no está bien, que la deje embarazada… ¡ya es desgracia!, pero que coincida la fecha de mi embarazo y el nacimiento de mi primer hijo con el hijo de esa pelandusca… ¡es para morirse! Y ahí no se acaba, que a ese borrico de hombre solo se le ocurre que al hijo de esa mujer le siente más suyo que al que tuvo conmigo… ¡y toma cambiazo de niños! Lo que son las influencias y el dinero, que, de eso, a mi marido no le faltan. Sí, hijo que ya no eres mi hijo. Tú eres el hijo de una  pelandusca, y…no, no eres hijo de la mala bestia de mi marido, de ése tampoco.
El bruto de mi marido no era el único con influencias; la vida quiso hacer coincidir otro nacimiento con los vuestros, con otros intereses, con otros engaños…con otras vergüenzas.
Sí, en ese momento, la vida se entrecruzó con la muerte, como siempre pasa. Nació muerto el hijo de la otra. La ignorancia de esa mujer, la ausencia de mi marido velando mi parto, las circunstancias de la época, y los intereses creados por otra pareja imperfecta, unida por la urgencia del deseo y la cobardía, quiso que la muerte de un inocente se convirtiera en entierro de una infamia.  El cadáver del otro hijo de mi marido fue sustituido por el fruto aparentemente sano e imperceptiblemente enfermo de esa pareja desparejada.  Mi marido, sin conocer los hechos, tras mi parto, conspiró para que el hijo de su amante, tan deseado, conviviera con él…cambiando mi hijo por el suyo, pero…el mal acto se quedó en intención. Ya no era su hijo el que trajo a esta casa, sino a ti, fruto desdichado y recuerdo vital de una relación que te lego su imperfección y suerte. Otro infante: tú,  sustituyó el cadáver del otro hijo de mi marido. La vida, en conjunción con la muerte, equilibró la balanza de la justicia; y el destino, por azar, quiso que tu padre se desviviera y avergonzará, hasta hace tres meses, por el fruto inmaduro de otra relación torcida, aún más sórdida y ruin que la suya, y, por completo, ajena a su biología: Tú.
Poco después, el tiempo implacable quiso que el niño que esa mujer criaba  –mi  pequeño- muriese. Conocedora de la relación extramarital, celosa por la existencia de ese hijo sano que amplificaba tu desgracia y mi desdicha… e ignorante de los hechos… ¡Cuánto me alegró su pérdida! Durante 37 años, día tras día, sin saberlo, celebre la muerte de mi propio hijo.
Hace tres meses se descubrió todo. Mi marido asustado por la idea de su propia muerte, y a pesar de la vergüenza por la oscuridad de tus células -que creía suyas- recurrió a tu biología. Los resultados de los análisis no admitieron dudas: Tú no eras su hijo. La desesperación ante la muerte, la ira ante el engaño de su amante -su gran amor- hizo que la verdad emergiera de la oscuridad,  y ahí conocí la primera parte de la historia, de tu historia.
Cuántos años de desamor y derrota. Cada día amanecía con el despertar de las sombras, y mi corazón atormentado buscó consuelo y guía. Primero, en los consejos de mi confesor… y con el tiempo… en sus brazos.  La vida quiso que mi vientre fértil devolviera la infamia a mi marido…y tuve una hija: tu hermana. La similitud contigo, su salud desfavorecida y sus imperfecciones iguales a las tuyas, me hicieron odiar cada día mi enferma fecundidad. Odiaba el fracaso de mi vida, la mentira de mi matrimonio y vuestra existencia. No había día que no me sintiera vacía, vencida por mi incapacidad de perpetuar una vida sana que diera sentido a la mía.
Hace tres meses descubrí la verdad. Todo fue una mentira que nos saltó a la cara. Mi marido no entiende como la vida caprichosa le hizo responsable  padre de dos disminuidos de tan distinta procedencia. Por ahí anda enloqueciendo, maldiciendo su suerte, sin superar la traición de su amante– ¡pobrecilla!- y lamentando sus errores. No me importa, en mi egoísmo disfruto, por vez primera, de paz; eximida de la responsabilidad de vuestras deficiencias… y esta vez seré, yo, la que calle.
Tú y tu hermana sí sois hermanos, así se lo hice saber a tu padre biológico en secreto de confesión…. ¡Sí, hijo, sí…Ése que os negaba la comunión habiéndoos dado la vida! ¿Y sabes? No sois los únicos. En el pueblo, por lo menos, tenéis tres hermanos más. Sí, los conoces, son compañeros vuestros en el colegio especial de la capital.
Ahora solo me queda perdonarme y sonreír al  recordar ese tiempo en que nuestro pueblo se preguntaba qué mal viento, qué sombra negra sembraba de imperfección y desgracia su vida y esperanza futura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario