Los adoquines de la París-Roubaix y de la quinta etapa del
próximo Tour de Francia están llenos de historias, miedos, sudor y
sangre. Por encima de las baldosas de pavés corren los ciclistas, sus
leyendas; por debajo gatean los mineros que cada mañana pisaban los
adoquines camino del agujero por donde se sumergían en la tierra. Las
aldeas cercanas a Aremberg se llenaron de polacos, mano de obra para
excavar en busca del mineral. El hijo de uno de ellos, Jan Stablinski,
ya francés, llegó a ser campeón del mundo de ciclismo (1962) y descubrió
para la París-Roubaix alguno de sus míticos tramos adoquinados. Los
conocía bien. Los había recorrido camino de la galería. Decía Stablinski
que entrar al pavés es como bajar a la mina: nunca se sabe si vas a
salir. De ahí el miedo de los ciclistas a que esa carretera antigua se
les venga encima. Terror al derrumbe. Y por eso todos los candidatos al
Tour acuden ya a palpar ese campo minado. Como ha hecho Alberto
Contador.
Un día después de ganar la Vuelta al País Vasco voló a
Bruselas. Vio en el hotel la París-Roubaix y, tras una noche a pierna
suelta, acudió al escenario de piedra. El 9 de julio le esperan nueve
tramos empedrados en los 75 kilómetros finales de la quinta etapa, con
meta en Aremberg. Es el día del Tour más temido. «No vas a ganar ahí la
carrera, pero sí puedes perderla», repite Contador. Conoce el suelo que
pedaleará. En el Tour 2010, Armstrong le amenazó con montar una
«carnicería». En el cuarto tramo, Cancellera, señor de las piedras,
aceleró. Se subió a la chepa a los hermanos Schleck. Andy le siguió;
Frank se cayó y se partió una clavícula. Contador, pese a que con sus 62
kilos no tiene la inercia sobre ese camino horizontal de colosos como
Cancellara empujados por 20 kilos más, se defendió. El tropezón de
Schleck le hizo poner pie a tierra. Se rehizo y rodó mejor que Wiggins y
Armstrong. Contador sobrevivió mejor de ese mundo mineral.
Contador, que no digiere mal las piedras, ha repasado lo
que le espera. Se metió en la mina solo, con los consejos del preparador
Steven de Jongh. Botó sobre el filo de los adoquines a 47 kilómetros
por hora. Probó las ruedas, la presión de los neumáticos... «Lo más
complicado será entrar en cabeza», sabe. «Hay arena y la bici patina»,
constata al salir de la mina. En julio entrará de nuevo y ya hasta
abajo.
TÍTULO; LA CENA DEL DOMINGO, SUIZA COLONIZA MONTECARLO,.
El suizo Roger Federer, número cuatro del mundo, jugará por
cuarta vez en su carrera la final del Masters 1.000 de Montecarlo, en
la que se enfrentará a su compatriota Stanislas Wawrinka, que alcanza
por primera el partido por el título en el Principado y cuyo estado de
forma es extraordinario. Federer ganó ayer al serbio Novak Djokovic
(N.2), defensor del título y mermado por una lesión, en dos mangas, por
7-5 y 6-2. Antes, Wawrinka (N.3) eliminó al español David Ferrer (N.6),
también en dos sets, por 6-1 y 7-6 (7/3). De esta forma la ATP vivirá su
primera final suiza desde que el propio Federer se enfrentara a Marc
Rosset en el año 2000 en el Torneo de Marsella.
En la primera semifinal Wawrinka derrotó con autoridad a
Ferrer y se ganó la oportunidad de lograr su primer torneo de categoría
Masters 1.000 tras haberse impuesto en el Abierto de Australia en enero.
El alicantino había dado la gran sorpresa el viernes al eliminar a
Nadal, ganador en Montecarlo en ocho ocasiones consecutivas (2005-2012) y
finalista el año pasado ante Djokovic. Pero ayer Ferrer se encontró con
un Wawrinka soberbio, que le sometió con la potencia de sus golpes. En
el primer set el suizo 'disparó' con la rotundidad que le llevó a ganar
el primer 'grande' del año, derrotando en la final a Nadal. Fue un
torbellino el de Lausana, con un revés portentoso a una mano y moviendo
sin cesar a su oponente.
«Stan (Wawrinka) ha comenzado jugando increíblemente bien
hoy (por ayer). En el segundo set ha cometido algunos errores y yo he
golpeado más duro con la derecha, pero él ha sido el mejor, ha movido la
bola mejor que yo, con más potencia en cada golpe», reconoció el
tenista de Jávea al término del partido. El juego del número tres
mundial fue menos brillante en el segundo set y esto le concedió alguna
opción a Ferrer, que llegó a disputar el 'tie break', donde fue otra vez
superior Wawrinka. «Intenté cansarle, pero fue difícil, él fue más
agresivo. Sin embargo ha sido una buena semana, he jugado bien y ahora
me concentraré en mi próximo torneo en Barcelona», añadió el español.
El acierto del suizo -logró 31 golpes ganadores por tan
sólo 8 del alicantino- fue demasiado para un Ferrer al que esta vez no
le sirvió con su enorme capacidad defensiva. Y es que los golpes del
helvético hacían imposible cualquier intento de recuperación. Tras
perder dos finales de Masters 1.000, en 2008 en Roma y en 2013 en
Madrid, si Wawrinka se impone hoy confirmará su amenaza de acabar con el
demoninado 'Big Four' del tenis mundial, compuesto por Nadal, Djokovic,
Federer y el británico Andy Murray, que se han repartido 34 de los
últimos 36 Masters 1.000.
La jerarquía
Defenderá la jerarquía en el tenis mundial del brillante
cuarteto Federer, que ayer derrotó con autoridad a un Djokovic lejos de
su mejor nivel, sobre todo en un segundo set, debido a los problemas en
la muñeca derecha. El serbio, defensor del título, se ha visto lastrado
por esta lesión toda la semana. Lo que comenzó por una simple banda
protectora en el primer partido se convirtió en una aparatosa venda que
le cubría ayer todo el brazo. De hecho, minutos antes de comenzar el
encuentro ya se sabía que el balcánico saltaría a la pista central de
Montecarlo con importantes problemas físicos y que eso condicionaría
sobremanera el devenir de la semifinal.
Ante este panorama Federer se lanzó al ataque y Djokovic se
fue derrumbando según pasaban los minutos, con gestos frecuentes de que
no podía competir al máximo de sus posibilidades. Suiza ha colonizado
Montecarlo.
- Reparto
- Daniel Craig, Rachel Weisz, Naomi Watts, Marton Csokas, Elias Koteas, Jane Alexander, Rachel G. Fox, Taylor Geare, Claire Geare, Brian Murray, Mark Wilson,.
- Will Atenton (Daniel Craig) deja su brillante carrera de editor en Nueva York y se traslada con su mujer Libby (Rachel Weisz) y sus dos hijas a un pequeño pueblo de Nueva Inglaterra, pero pronto descubre que la casa que habitan fue el escenario de una terrible tragedia. Mientras investiga el caso, conoce a Ann Paterson (Naomi Watts), una vecina que había conocido a los anteriores propietarios.
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