Cuando se habla de cubanas a menudo viene a la cabeza esa imagen manida de la voluptuosa mulata enfundada en prendas apretadas y de llamativos colores, a veces rayando en la chabacanería. Pero, evidentemente, en Cuba, como en todas partes, hay algunas mujeres que cumplen el esterotipo y muchas otras que lo alejan. foto,
Jacqueline Fumero es una diseñadora de las que rompe moldes, una Coco Chanel caribeña sin infancia desgraciada pero con similar sentido de la elegancia, el tesón y la sutil belleza de la creadora francesa. Fumero se nutre de la cubanía para actualizar batas -mezcla de guayabera y camisero- en tejidos nobles y confeccionar vestidos de algodón y lino con técnicas artesanales como el deshilado y el pintado a mano, así como trajes de noche elaborados en seda, muselina o gasa. Sus vestidos de alta costura (ella los llama «de gran vestir» porque cree que la alta costura tiene más requisitos) los ha presentado en Francia, México y Canadá.
Pero su espíritu emprendedor la ha llevado a fusionar en el corazón de Cuba la moda y la gastronomía. Hace año y medio abrió un exitoso café-boutique, muy chic y de aires parisinos, en una plazoleta de la Habana Vieja. Para que no quede duda, la especialidad son las ensaladas y las crepes (los comensales recomiendan vivamente la de champiñón y pollo con queso gratinado) y los mojitos que se pueden degustar admirando sus colecciones de vestidos, pareos o collares. El perfecto dos por uno.
Pese a que el salario medio cubano es de 20 euros, su clientela va en aumento y le pueden pagar hasta 500 euros por un traje de gala con su firma. Claro que sus diseños exclusivos son relativamente baratos comparados con los precios europeos (por 200 euros se puede comprar un vestido de cóctel de seda salvaje). Por cierto que en su local se aceptan las tarjetas de crédito, una 'cortesía' que en Cuba solo disponen los establecimientos estatales. «No está prohibido -dice-, pero tuve que mandar muchas cartas y moverme mucho. Otros a la primera negativa se rinden. Yo no. Yo le dedico mi vida a esto, no tengo ni domingo ni lunes, es terrible. Por suerte mi esposo es muy comprensivo».
Llegar hasta donde ella ha llegado no le ha resultado fácil. Nacida en el seno de una familia de militares y médicos, se convirtió en 1991 en doctora. Quería estudiar Dermatología para poder trabajar como cosmetóloga, pero no logró especializarse. Entonces colgó la bata blanca como 'doctora Fumero'. «Yo, en realidad, era artista desde niña... y uno nunca cambia de profesión».
Diseñadora por carambola
Casada con un empresario canadiense, Jacqueline fue ama de casa antes de convertirse en diseñadora por carambola. «Soy muy penosa (vergonzosa), no sé bailar, no sé nada». Buscando que su hija -ahora la modelo fotográfica de sus colecciones- no fuera como ella, la inscribió en un curso de modelaje de la Federación de Mujeres Cubanas. La niña desfilaba con atuendos de otros diseñadores... hasta que un día empezó a diseñarle ella misma los trajes.
Sus creaciones gustaron a la modista Nancy Pelegrín, que le pidió que trabajara con ella. Entonces se inscribió en la Asociación Cubana de Artesanos-Artistas. Fumero recuerda que el presidente de este colectivo le preguntó una mañana si estaba lista para presentar una colección en 27 días. Y le contestó que sí: «Estuve 72 horas sin dormir, pero presenté mi primera colección». Aquello ocurrió en 2003. Desde entonces no ha parado. Diseña ropa para verano, para invierno, de niños, de playa, bañadores, pareos... «El tema de la moda, como en todos los países con escasez, es limitado. La dificultad para encontrar materias primas la venzo visitando todas las tiendas y a veces, donde menos te lo esperas, encuentras telas estupendas. No hay mercado mayorista, pero como ya me conocen, muchas dependientas me llaman, sabiendo de antemano que me interesan el chifón, la microfibra, o el tafetán. Aquí hay que saber buscar».
Compra saris de seda de la India, corta las cenefas, combina los colores... y crea vestidos únicos de los que manufactura, como mucho, dos iguales. Aunque ella insiste en que es más diseñadora que modista. Las clientas que le visitan eligen la tela y le cuentan la idea que traen en la cabeza. Jacqueline la plasma sobre el papel y una modista corta y cose los tejidos. También diseña ropa a medida y complementos: collares (emplea corales, turquesas, perlas, nácar, plata, cristal...), bolsos y sandalias. «Soy como Penélope, paso la noche -duerme muy poco- haciendo collares y los deshago por el día porque no me gustan. Así hasta que yo entiendo que están perfectos». Con la gastronomía que ofrece en su local (Cafe&Boutique Jacqueline Fumero, se llama) adopta la misma actitud. «Soy muy perfeccionista y cambio de carta con cada estación».
Jaqueline valora los pequeños giros económicos que se han ido introduciendo en la isla. «Son beneficiosos, pero faltan muchas cosas... a ver si poco a poco. Quizá no previeron que tanta gente en Cuba quisiera emprender negocios privados». Cuando se le pregunta por cambiar Cuba por otro país, deja escapar un puñado de lágrimas. Se siente «cubana ciento por ciento» y solo de pensar en vivir fuera le hace llorar. Aunque es consciente de que «para Cuba estoy corriendo, pero para el mundo estoy gateando». Y eso es lo que está determinada a cambiar.
CREPES Y MOJITOS
De 7 a 11 euros Jacqueline Fumero ha abierto en la Habana Vieja un bar-boutique que está haciendo furor tanto por su menú de crepes y mojitos (de entre siete y once euros, bastante asequible para los turistas) como por la posibilidad de ver, probarse y comprar los modelos de alta costura de esta diseñadora cubana, así como su colección de collares y bolsos que hacen las delicias de las clientas.
El desayuno, galletas con cafe con leche,.
Hay algo mucho peor que una suegra quisquillosa. Se llama Club de Fans. Es la lección que acaba de aprender La China Suárez en su visita a España para acompañar unos días a su novio, David Bisbal, y conocer a su hija Ella. Las fans militantes suelen ser peores que una madre hiperprotectora y celosa y Bisbal las tiene a millones. La actriz argentina-foto- Eugenia Suárez (La China) llegó a Almería proclamado: «¡Qué arte la gente andaluza!» y se ha debido de marchar pensando para sus adentros: «¡Ché, que éstas me comen!». Le bastó con subir a la red un inocente comentario sobre su chico para que la cosieran a puyazos. «Con mucho respeto a tus fans, yo soy tu fan número 1», escribió Eugenia, y lo ilustró con una foto de David en pleno concierto... Para qué quiso más. Las acérrimas seguidoras del cantante almeriense (fan viene de fanática) la han castigado con más 'partidos sin jugar' que la Fifa al otro Suárez, el del mordisco.
Ése qué es? ¿El chiste del día? Pues no me ha hecho gracia», replicaba una de ellas. «Fan número 1 es algo muy grande y tú pierdes puntos cada vez que hablas, niñata», le espetó otra (muy a lo Belén Esteban). «Ese puesto es para su familia que lo han apoyado desde el principio. Discreción», le recomendó una tercera; por no decirle 'calladita estás más guapa'. Con razón le duran tan poco las novias a 'Bisbi'. No solo está el filtro de su protectora y, según dicen, controladora familia (Eugenia parece haberlo pasado, porque ha congeniado muy bien con la hermana de David), es que luego está el de la 'famiglia' de las fans, un grupo de poder dispuesto a practicar el 'perrohortelanismo' (ni como ni dejo comer) hasta sus últimas consecuencias. Arrimarse al cantante de los tirabuzones y presumir de ello en la red es meterse en un peligroso bucle que desata las iras de sus más agresivas seguidoras. Que se lo digan si no a La China Suárez, que en eso acaba de ver las orejas al 'lobby'.
No es fácil pastorear a una enfervorecida hinchada. Enrique Iglesias, que suele ser un maestro en la relación con sus fans (a veces hasta las sube al escenario y las besa), acaba de tener una experiencia amarga en El Cairo por un exceso de celo de los 'seguratas'. Los espectadores de las primeras filas denuncian que los fustigaron con cinturones de cuero para mantenerlos a raya. Y al fan el espíritu de sacrificio se le supone, pero el masoquismo no. Por suerte para Enrique, sus fans hace mucho que han metabolizado a Kournikova.
A Bisbal le va a llevar todavía un rato que asimilen a su Eugenia. El almeriense y la argentina se conocieron en abril en un videoclip y se tomaron con tal realismo sus respectivos papeles que al terminar la grabación ya estaban colados el uno por el otro. 'La China', de apodo tanguero y borgiano, es toda una celebridad en su tierra como protagonista de culebrones juveniles. «Ya no tengo carácter de mierda, maduré», proclama en su cuenta de Twitter, muy sutil ella, mientras exhibe una foto en la que muestra un tatuaje en la espalda que reza: 'Japanese Blood' (sangre japonesa) en homenaje a su abuela de origen nipón. A sus 22 años muy vividos, esta resuelta porteña se declara «mamá enamorada perdidamente de Rufina», la hija que tiene del actor Nicolás Cabré. Dice Bisbal que él y Eugenia poseen «una personalidad parecida», que de ella le enamora el sentido del humor y el que «siempre está agradeciendo». A las soliviantadas fans La China les aclaró que lo de considerarse la número uno fue «una humorada». Pero también les advierte: «Sigo queriendo más a los perros que a las personas».
La cena bocadillo de calamares con tomate, postre melón,.
cuánto dinero habrá gastado el empresario canadiense para que le publiquen a la doctora (que dice que es diseñadora) esta cantidad de mentiras
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