viernes, 8 de mayo de 2015

TAPAS Y BARRAS, El arte de Bolonia ./ UN PAIS PARA COMERSELO, El Womad de los mirones ,.

Los creadores posando ayer junto a su obra en la explanada de Filosofía y Letras. :: lorenzo corderoTÍTULO: TAPAS Y BARRAS, EL arte de Bolonia,.

Carla Carmona y seis alumnos de la UEx inauguran una escultura - foto,.

Durante los meses de junio y julio, con el curso acabado, por las tardes, con calor y sin el premio de un miserable crédito, seis alumnos de la Universidad de Extremadura participaron el año pasado en un seminario novedoso sobre la filosofía y el arte contemporáneo. El resultado se plasmó ayer en la explanada de la facultad de Filosofía, donde se inauguró un montaje artístico de diez piezas semejantes, de un metro de altura en acero corten, cuya única diferencia es una frase minimalista relacionada con un artista especializado en naturaleza muerta y bodegones.
Esas frases han sido ideadas por Aldara Carreño, Aida Fernández, Sara Nogales, Fran Pavón, Leticia Puerta y Pamela Vázquez, los seis alumnos participantes en el seminario. Pero detrás de esas frases y de ese montaje late no solo un estudio de la estética y del lenguaje del arte, sino toda una filosofía del aprendizaje. Podríamos decir que la obra artística inaugurada ayer es un producto del plan Bolonia bien entendido.
«Es que se aprende más investigando por tu cuenta que aprendiendo de memoria. Eso debería ser siempre Bolonia, no solo estudiar temas y más temas. Hemos trabajado con gusto y nos hemos motivado. Lo que hemos aprendido de Van Gogh, de Arcimboldo, de Fernando Botero o de Frida Kahlo ya no lo olvidaremos nunca», exponen con pasión Aldara, Sara y Pamela, alumnas participantes en el proyecto.
Detrás de este empeño está la profesora de Filosofía de la UEx Carla Carmona (Sevilla, 1982), que ha diseñado con Manuel Ortiz (Sevilla, 1962) la intervención escultórica. Carla organizó el seminario de Filosofía y arte contemporáneo que motivó a estos seis alumnos a estudiar a diferentes autores especializados en bodegones. Investigaron a los artistas, pensaron frases sencillas que resumieran la esencia de su obra y las plasmaron en la escultura que realza desde ayer el espacio entre la Biblioteca Central y la facultad de Filosofía y Letras.
Aldara es de Don Benito y tiene 23 años. Tras acabar un ciclo de Animación, se matriculó en Geografía y ordenación del territorio. Estudia segundo. Trabajó sobre Van Gogh, Cézanne y Arcimboldo. Suya es una frase que quedará para siempre en la intervención artística: «A la embriaguez del amarillo de Van Gogh».
Pamela baja cada mañana a la facultad desde su piso de estudiantes en la Madrila Alta. Tiene 19 años, es de Villafranca de los Barros y estudia segundo curso del grado de Historia del arte. «Me imaginaba la universidad más formal, con más interés por parte de los profesores y de los alumnos, pero para la mayoría es como si siguiéramos en el instituto... Es lo que yo veo», confiesa su desilusión. Aunque Pamela también ha visto el detallismo en los bodegones de Arellano y de Van der Hamen y ha descubierto en el seminario que hay profesores que ponen todo el interés del mundo en que el alumno aprenda.
«Hay profesores que ponen corazón y otros que no», sentencia Sara, 19 años, natural de Don Benito, estudiante de Historia del arte y convertida, tras este seminario, en conocedora de la obra de Botero, Kahlo y Arcimboldo. Le ha encantado trabajar con el arte desde el primero gracias a este seminario. En la explanada de Filosofía, una frase suya queda grabada para la posteridad: «Al surrealismo anticipado de Arcimboldo».
El trabajo de estos alumnos y de su profesora está plasmado en el blog 'Pensar en el arte actual'. La doctora Carla Carmona planea dedicar futuros seminarios, con escultura incluida, a la memoria histórica y a la corrupción política. Y está contenta: sus alumnos tendrán, por fin, un crédito por el trabajo realizado.

 TÍTULO : UN PAIS PARA COMERSELO, El Womad de los mirones,.

El festival es ya tan previsible como la Semana Santa o la feria,.foto,.

Puestos de venta del festival Womad en el paseo de Cánovas. :: hoyEl Womad no es un festival. Tampoco es un sentimiento. El Womad no es más que una emoción, un arrepío, un estado de ánimo que llega a Cáceres a principios de mayo, la lleva al trance y luego se va dejándola sumida en sus cuitas antiguas y narcotizantes. Las emociones, como el Womad, son intensas, pasajeras, locas, desbocadas e indomeñables. Pero como vienen, se van.
En Cáceres, la cordura y la sensatez, o sea, el antes y el después del Womad, nos llevan a la comida como placer permitido, al rentismo como forma de economía prudente, casi cobarde, y a la devoción como único devaneo emocional santificado y autorizado.
A mí me gustaría vivir en un Cáceres actual, novedoso, vanguardista y a la última, una especie de Amsterdam de secano o Nueva York de granito y alcornoque. Pero hace tiempo que dejé de soñar con tonterías y me resigno a la realidad que sugerían las emisoras de radio el pasado fin de semana, cuando anunciaban a los cacereños que Badajoz abría el domingo sus tiendas y ofertaba diversiones al consumidor, mientras Cáceres ofertaba devoción a su Virgen. En Badajoz, también había romería mariana, pero allí parecía primar la obligación de vender antes que la devoción.
Cáceres es así, qué le vamos a hacer. Por eso, aparentemente, el Womad contrasta tanto. La mística se paraliza, la concatedral se cierra y hay bula para algún pecadillo de modernidad que, al acabar el fin de semana, es reconducido hacia los convenientes apartaderos de la penitencia.
Algunos se toman muy en serio el Womad y se ponen transcendentes comentando los mensajes de las músicas. Los músicos repiten sus ruedas de prensa año tras año. Pero nada deja poso.
¿Cómo tomarse en serio un carnaval, un caramelo, un accidente? El Womad llega, estalla, muere y lo que queda es esa ciudad de propietarios de locales a los que se les bajan los impuestos, funcionarios sin mucha necesidad de que nada cambie, ¿para qué?, y sentimientos, no emociones, más místicos y atávicos que racionales y con perspectiva.
Cáceres, ciudad de rentistas y cofrades, paseantes y espectadores. Ciudad de curiosos sin ambiciones, que observamos el Womad como quien observa el paso de una comitiva de madrileñas disfrazadas para una despedida de soltera, con la única pretensión de comentar lo que nos sorprende, pero sin ninguna intención de tomar nota, aprender y reaccionar. Cáceres, ciudad de mirones.
Vuelve el Womad como retornan las solemnidades del santoral: la Semana Santa, San Jorge, la Virgen... Retorna como una hoja más del calendario de festejos tradicionales: las romerías de invierno, las ferias de primavera, el aburrimiento del verano, la música del otoño y la sensiblería navideña. Se ha convertido ya en algo tan previsible y repetido que lo hemos asumido y asimilado hasta el punto de que ni estimula ni asusta. ¡Ay aquellos Womad que escandalizaban y eran capaces de cargarse a un alcalde!
Esta ciudad necesita un revulsivo que la despierte, que cree polémica, que la divida entre partidarios y detractores, como sucedió en tiempos con el Womad. De esas diatribas siempre surgen cambios y miradas vivas. Pero nada nuevo nos sorprende. Pasamos del capuchón a la mantilla y de la falda de mil colores al traje de sevillana como quien pasa del postre al café: por pura costumbre.
El Womad, domesticado y previsible, ya no irrita ni inspira. Necesitamos un arreón que nos sacuda, algo intenso, polémico y distinto. Ya nos anestesian igual la saeta y el ritmo afrocubano. Lo más excitante que nos pasa es ir a comprar a El Faro. Que alguien nos dé caña. Por favor.

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