domingo, 19 de febrero de 2017

REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - ¡ ATENCION Y OBRAS ! CINE - GABRIELLE, EL SECRETO MEJOR GUARDADO DE BENOIT HANON,./ EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA -EL MOMENTO DE LA VERDAD,.

TITULO: REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - ¡ ATENCION Y OBRAS ! CINE - GABRIELLE, EL SECRETO MEJOR GUARDADO DE BENOIT HANON,.

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 ¡Atención y obras! es un programa semanal que, en La 2, aborda la cultura en su sentido más amplio, con especial atención a las artes escénicas, la música, los viernes a las 20:00 presentado por Cayetana Guillén Cuervo, etc, foto,.

 

 REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - GABRIELLE, EL SECRETO MEJOR GUARDADO DE BENOIT HANON,.

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Se ha convertido por sorpresa en el candidato socialista a la presidencia francesa: apenas conocido fuera de su país, su vida privada es aún más misteriosa. Tanto que su pareja va camino de convertirse en cuestión de estado… lea, lea.

Benoît Hamon, xlsemanal

Quién le iba a decir a Benoît Hamon, candidato socialista a la Presidencia de Francia, que su encantadora esposa, Gabrielle Guallar, que es la discreción personificada y con un currículum soberbio, ¿podría convertirse en su talón de Aquiles? Sorpresas te da la vida…

A Hamon lo comparan con el británico Jeremy Corbyn. Él prefiere compararse con su ídolo, el boxeador Mohamed Ali, por su capacidad para encajar golpes… y devolverlos

El primer embolado al que se enfrenta Hamon, en vísperas de la campaña, lo tiene en casa. El político proyecta una imagen de joven rebelde, aunque ya no es tan joven (49 años). Es el renegado que se enfrenta al aparato, aunque siempre formó parte del mismo. El utópico que pone sobre la mesa la renta mínima universal: 750 euros al mes para cada francés, «porque el trabajo es un bien escaso y cada vez lo será más». El radical que quiere devolver a la socialdemocracia a sus olvidadas esencias proletarias, pero con un toque hipster.

La oposición de Hamon a los recortes del Gobierno de Hollande y su consiguiente dimisión como ministro le dieron popularidad entre las bases socialistas. El candidato participando en una vendimia
Hamon se presenta así como la gran esperanza de los bohemios burgueses -los bobos-, jóvenes urbanos que en el futuro deberán competir con los robots por sus empleos. [Sí, Hamon también prepara un impuesto especial para los robots]. Y legalizará la marihuana y aprobará la eutanasia… Pero Gabrielle Guallar, que jamás ha ido a un mitin de su marido ni ha puesto un pie en su distrito electoral, es una alta ejecutiva de LVMH -siglas de Louis Vuitton Moët Hennessy-, el gigante francés del lujo, un conglomerado de 60 marcas no aptas para todos los bolsillos.
¿Qué tenemos aquí? Una versión francesa de La dama y el vagabundo? Más bien es una reedición de La costilla de Adán, aquella inolvidable película en la que Spencer Tracy y Katherine Hepburn interpretan a un matrimonio de abogados que se enfrentan en un juicio, rivalidad profesional que termina por afectar a la convivencia doméstica.

Aquellos maravillosos años

Hamon y Guallar son pareja de hecho con dos hijas de 9 y 5 años, y poco más se sabe de su relación. Él es bretón, hijo de un ingeniero naval y de una secretaria. Su vida está ligada a ciudades portuarias con astilleros militares… Creció en Brest, pero pasó los mejores momentos de su infancia, de los 9 a los 13 años, en Dakar (Senegal), adonde su padre fue destinado. Aquellos años africanos le marcaron. Recuerda con nostalgia que iba corriendo por la playa al colegio de los maristas, donde estudiaba, cada vez que perdía el autobús. Los baños con sus hermanos en el mar, en los que se dejaban llevar por la corriente y esquivaban medusas subidos a un neumático. Sus primeros amores, dos hermanas gemelas, Françoise e Ingrid, con las que jugaba a la petanca.

Hamon y su mujer se han llegado a enfrentar por los horarios de cierre de los centros comerciales para los que ella trabaja

El impaciente profesor de Matemáticas que acababa tirándole la tiza a la cabeza. «Menos mal que se me daba bien el latín -bromea-. Solo tengo recuerdos extraordinarios de los hermanos maristas. Y de ese colegio; de mis compañeros negros, árabes, libaneses… Me ‘vacunó’ contra el racismo». Reconoce también que la religión «es una riqueza» que siempre aportará algo positivo a su vida. De vuelta a Francia, se licenció en Historia. No fue un estudiante ejemplar, pero las luchas estudiantiles forjaron su ideología. A los 19 años se afilió al Partido Socialista. Se convirtió en el primer presidente de las Juventudes Socialistas en los noventa. Y fue subiendo en el escalafón hasta llegar a ministro.

Una catalana en el Elíseo

Gabrielle Guallar, por su parte, es de origen catalán y danés. Habla cinco idiomas. francés, inglés, danés, español y catalán. Y sus credenciales académicas no pueden ser más brillantes. Se diplomó en el muy selecto Instituto de Estudios Políticos de París (Sciences Po) como primera de su promoción. Luego hizo un máster en el Colegio de Europa de Brujas (Bélgica). Ha trabajado como consejera de relaciones europeas en el Centro Nacional del Cine y también en KEA European Affaires, una consultora de la industria cultural y artística con sede en Bruselas. Una carrera profesional con una clara vocación europeísta, vocación que su marido no parece compartir, teniendo en cuenta sus ideas proteccionistas y que votó en contra de la Constitución Europea en 2005.

Los años que Hamon pasó de niño en Senegal lo marcaron. Dice que lo ‘vacunaron’ contra el racismo y también le hicieron valorar la religión

No es la única discrepancia entre ambos. Guallar defendió ante el Senado en 2015, representando los intereses de LVMH, la ley que liberalizaba la apertura de las tiendas los domingos y la extensión de los horarios comerciales. Por el contrario, Hamon se opuso frontalmente al texto, a pesar de que lo presentaba su colega Emmanuel Macron. LVMH es propietario de la cadena de tiendas de cosméticos Sephora. Uno de sus locales, el emblemático de los Campos Elíseos, había sido obligado a cerrar sus puertas a las nueve de la noche, cuando el 20 por ciento de sus ventas la realizan a partir de esa hora. Así que no es difícil imaginar a Hamon y Guallar desayunando en plan Tracy y Hepburn, cada uno con su periódico y sin dirigirse la palabra…

Guallar y Hamon tienen dos hijas. Pese a su aversión por la vida pública, ella es una alta ejecutiva de LVMH, encargada de las relaciones públicas de la multinacional

Esto no quita para que Hamon saque pecho cada vez que menciona a su señora. «Estoy muy orgulloso de que mi mujer me dé cien vueltas en cuestión de diplomas y que tenga un trabajo muy bueno, pero esto no lo ha conseguido gracias a mí», puntualiza Hamon. Sin embargo, hay quien duda de esta afirmación.
Guallar trabaja como encargada de asuntos públicos en la secretaría general de LVMH. Hablando en plata, es una lobista. Y su jefe es Marc-Antoine Jamet, un histórico del socialismo francés que utilizó la puerta giratoria para entrar en el imperio del magnate Bernard Arnault. Jamet, además, pertenece a unos cuantos consejos de administración, entre ellos el del Centro Nacional de Educación a Distancia, que está bajo la tutela del Ministerio de Educación. ¿Adivina quién era el ministro cuando Jamet fichó a Guallar? En efecto, era Hamon. ¿Casualidad?

El negocio LVMH es un conglomerado de empresas -entre ellas, Louis Vuitton, Dior y Kenzo- con 120.000 empleados en plantilla y una facturación de 35.000 millones de euros en 2015

Por cierto, que el paso de Hamon por el ministerio fue fugaz. Apenas cuatro meses. Dimitió porque no estaba de acuerdo con los recortes. Y lejos de convertirse en un cadáver político, ganó prestigio entre las bases del partido.

Una vida privada blindada

Hamon y Guallar querían preservar su vida privada a toda costa. A él le gusta la playa; a ella, la montaña. Así que reparten las vacaciones entre la costa de Bretaña y los Pirineos franceses, con una excursión obligada a la cumbre del monte Canigó, una montaña sagrada para los catalanes. «Ella toca el piano para mí a menudo, es lo que más me tranquiliza», concedió Hamon en una entrevista. Les encanta el jazz. Y hasta ahí lo que se sabe de su ocio. Pare usted de contar.
Benoît Hamon, xlsemanal
Las esposas de los candidatos a la Presidencia francesa han cobrado relevancia desde que se supo que Penelope Fillon, mujer del candidato de la derecha, François Fillon, obtuvo 900.000 euros gracias a contratos como asistente parlamentaria de su marido. Aunque el caso está siendo investigado, no está claro que esos contratos respondiesen a trabajos efectivos
De hecho, el candidato renunció a ir a uno de los programas estrella de la televisión francesa: Une ambition intime (‘Una ambición íntima’), por el que sí han pasado sus dos grandes rivales, el conservador François Fillon y la ‘ultra’ Marine Le Pen, más que dispuestos a desvelar detalles personales de sus vidas. «Soltar unas lagrimillas y revelar una parte de mi intimidad no dice nada de mi capacidad para escuchar las preocupaciones de mis compatriotas», se excusó Hamon. Pero la cadena tiene otra versión y no dudó en hacerla pública. No quiso ir para mantener a su mujer fuera de los focos, «pues no encaja con su discurso político».
Indignado, Hamon anunció que presentaría a su mujer en público si ganaba las primarias. Pero ahora falta que ella esté dispuesta. Y no está claro. Por una cuestión de principios y porque la intimidad familiar lo es todo para ambos… «Que yo sea político no significa que tenga que imponer una vida pública a mi mujer y a mis dos hijas», dijo Hamon en su momento. Pero la presión aumenta. Y más desde que se destapó que Penelope Fillon, la esposa del candidato de la derecha, también en un segundo plano, había cobrado 900.000 euros por un trabajo como asistente de su marido.
Y como Hamon remolonea, la prensa gala ya ha empezado a escarbar, y no se va a conformar con el perfil de Linkedin de Guallar. Como mujer del aspirante a César, van a examinar con lupa su apariencia.

 TITULO:  EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - EL MOMENTO DE LA VERDAD,.

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Escribía Borges, en su cuento Biografía de Tadeo Isidoro Cruz, que «cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es». Sospecho que a todos se nos brinda ese momento en algún pasaje de nuestra vida; pero no siempre acertamos a distinguirlo, y con frecuencia nos morimos sin saber quiénes somos verdaderamente, sepultados entre una hojarasca de convenciones sociales y sobornos admitidos. Algunas personas tienen la desgracia de descubrir quiénes son de forma traumática: el día en que se quedan sin trabajo, el día en que entierran a una persona muy querida o sufren una traición, el día en que les diagnostican una enfermedad incurable. Otras, por el contrario, tienen la fortuna de saber quiénes son de forma jubilosa: el día en que alumbran una nueva vida, el día en que al fin se liberan de una carga opresora, el día en que cambia su suerte y pueden desprenderse de los simulacros y servidumbres que atenazaban sus días. Las más de las veces, ese ‘momento de la verdad’ se produce en nuestras postrimerías: de repente, ante la muerte igualadora, todas las máscaras caen y asumimos al fin -a veces con serenidad, a veces con angustia- lo que somos.
Pero, para asumir quiénes somos, necesitamos despojarnos y echar a barato todas las prevenciones que nos mantienen apegados a las comodidades de una vida falsa o impostada. Y, puesto que vivimos en una época de falsedades e imposturas, el espectáculo de un hombre «que sabe para siempre quién es» se torna cada vez más raro y escandaloso. Son demasiados los respetos humanos, demasiados los cálculos de conveniencia, demasiados los miedos a pisar callos o a desafiar el espíritu de nuestro tiempo; y ese amasijo de miedos, cálculos y respetos humanos ha cuajado en una argamasa tan espesa que resulta casi imposible salirse de ella, salirnos de ella para mostrar quiénes somos. Todo esto ocurre, misteriosamente, en una época en que se nos dice que somos más libres y se nos invita a ser más ‘auténticos’ que en ninguna otra época de la historia; pero lo cierto es que sólo se acepta como ‘auténtico’ lo que nuestra época ha canonizado o establecido como normativo. Y así, el desfile de ‘autenticidades’ se ha convertido en una tediosa exhibición de conductas promovidas y auspiciadas por quienes mueven los hilos, desde cambiar de cónyuge hasta cambiar de sexo, pasando por la tediosa salida de un armario cuya puerta acabó con los goznes desencajados, de tanto trajín. Pero todas estas ‘autenticidades’, tan aplaudidas y uniformes, nada tienen que ver con ese ‘momento de la verdad’ al que me refiero.
Porque ese ‘momento de la verdad’ exige romper todos los hilos y mandar a la mierda a quienes los mueven, que es exactamente lo contrario de lo que hacen los ‘auténticos’ de nuestro tiempo, tan capaditos y sumisos. Ese ‘momento de la verdad’ exige el despojo y la gallardía que uno ya sólo tiene cuando le ha perdido el miedo a la muerte y, sobre todo, el miedo a la vida; cuando nada tiene que perder ni ganar, cuando ha espantado todas las zozobras y ha renunciado a todas las consolaciones, venciéndose a sí mismo y peleando con Dios durante toda la noche. En estos días, he reflexionado mucho sobre la dificultad y la necesidad de asumir este ‘momento de la verdad’ leyendo a Léon Bloy, un escritor maldito que logró coleccionar el odio de todos los hombres de su tiempo y vivió en matrimonio perpetuo con la pobreza más extrema, despotricando contra todo bicho viviente y ladrando su desconsuelo a Dios, imprecándolo e impetrando su auxilio, como si a un mismo tiempo quisiera retarlo a duelo y requerirlo en amores. Acojona leer a un escritor así, tan carente de cálculo, tan invulnerable al miedo, tan desdeñoso de los respetos humanos, místico y panfletario en cada libro, santo y blasfemo en cada párrafo, mendigo en cada línea del amor divino y de la ira divina, aullante de dolor y de rabia en cada palabra, sudando sangre como Cristo en Getsemaní y escupiendo sangre sobre sus contemporáneos y sobre toda la posteridad, mientras lo vemos morir ante nuestros ojos, haciendo -en fin- de cada instante de su vida el ‘momento de la verdad’.
Tiene que ser agotador vivir así noche y día, noche tras noche y día tras día, en este perpetuo “momento de la verdad”, como vivió el heroico y sufriente Bloy. Pero yo quisiera, ya que no he tenido el valor de vivir como Bloy, poder al menos morir como él, odiado por el mundo después de haberlo vencido y amado por Dios, con quien tantas veces me peleé sin conseguir vencerlo, sin conseguir nunca ganarme su odio.

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