domingo, 5 de marzo de 2017

EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - DESDENES FECUNDOS,. / DESAYUNO - CENA - MARTES - MIERCOLES - Orlando Ortega tropieza en Belgrado,.

TITULO: EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA- DESDENES FECUNDOS,.

foto- El Lazarillo Tormes.

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Muchas veces, a lo largo y ancho de la vida, hemos recibido desdenes de gentes vanas o altivas que no se han detenido a considerar nuestras propuestas, que las han rechazado sin prestarles siquiera atención, de la forma más indecorosa y humillante; y esos desdenes se nos han enquistado en el alma, ensuciándonos de resentimiento, o envileciéndonos con una conciencia de esterilidad y fracaso. De tal modo que, a la postre, mucho más daño que el desdén nos lo causan el encono y resquemor que ese desdén siembra en nuestro corazón.
Pero tal vez los desdenes que hemos sufrido en la vida hayan sido oportunidades que la Providencia nos concedió, para cambiar nuestra suerte. Basta recordar el caso de Miguel de Cervantes, que después de haber sufrido el mordisco de la pólvora, largo cautiverio y un copioso rosario de infortunios, se dirigió al Consejo de Indias, en solicitud de algún puesto vacante de corregidor en el Nuevo Mundo. Para que su petición fuese bien pertrechada, Cervantes preparó un exhaustivo memorial, en donde se detallaban sus servicios al Rey, sus padecimientos en Argel, así como una relación de sus méritos, con testimonios y recomendaciones de gentes notables. Y todo este memorial lo encabezaba Cervantes con una carta en la que «pide y suplica humildemente» que se le permita «acabar su vida como lo han hecho sus antepasados». Pero el memorial cayó en manos de un relator displicente, de nombre Núñez Morquecho, que ni siquiera se molestó en desatar el cordel con el que Cervantes lo había atado; y se limitó a escribir en un margen una frase tan majadera como lacónica: «Busque por acá donde se le haga merced». Para que el desdén fuese aún más humillante, el Consejo de Indias no devolvió a Cervantes el memorial, que se quedó olvidado en sus archivos, criando ácaros y polvo, hasta que a comienzos del siglo XIX un erudito logró exhumarlo. Así se desvelaron muchos pasadizos de la triste y vapuleada vida de Cervantes que hasta entonces se desconocían. Y así supimos el nombre de uno de los más discretos benefactores de la Humanidad, el relator Núñez Morquecho, cuya displicencia impidió que Cervantes cruzara el charco. Y, al no poder cruzar el charco, no tuvo que enfangarse en cuestiones de gobierno que lo hubiesen apartado de su vocación, impidiéndole escribir el Quijote. De modo que el desdén del relator Núñez Morquecho fue, a la postre, el agente provocador que Cervantes necesitaba para prestar a su patria un servicio infinitamente más valioso que el que hubiese podido prestar ejerciendo de corregidor en el Nuevo Mundo.
Otro gran escritor que probó el desdén fue Marcel Proust, que mandó a la editorial Gallimard el manuscrito de Por el camino de Swan, el primer volumen de En busca del tiempo perdido, muy primorosamente anudado con un cordel que él mismo había elegido. En Gallimard entonces ejercía de mandamás el también célebre André Gide, que rechazó la novela, alegando que su editorial sólo publicaba «obras serias» y no podía ensuciar su catálogo incluyendo «mera literatura de un dandy mundano». La frasecita delata al cretino que sin duda Gide era por entonces; pues sólo un cretino concluye que la «mera literatura» no puede deparar «obras serias». El caso es que Gide devolvió la novela atada con el mismo cordel que Proust había empleado para enviarla; prueba inequívoca de que no se había dignado leerla. «Me juzgó conforme a la idea que se había formado de mi vida, de mis hábitos mundanos -comentaría más tarde Proust-. Mi camelia en el ojal seguramente les había incitado a él y a sus amigos a pensar que yo era un inútil». Sin embargo, la bajeza de Gide, lejos de desanimarlo o instilarle el veneno del rencor, lo acicateó en su búsqueda de editor, que acabaría encontrando. Y, cuando su novela se convirtió en un éxito, Gallimard regañó por su desidia o falta de gusto a Gide, que sin embargo aún negó durante varios años que hubiese devuelto Por el camino de Swan sin siquiera posar los ojos sobre ella. Tuvo que ser Proust quien, temeroso de abandonar este mundo sin hacer las paces con el desdeñoso Gide, le escribiese una carta, invitándolo a hacer las paces. Y así pudo Gide acogerse al perdón del desdeñado Proust, que demostró ser mucho más magnánimo que él.
No hay que dejarse intimidar por los desdenes de los prejuiciosos y los fatuos, no hay que dejar que la ruindad del desdeñoso nos manche de resentimiento. Hay que hacer de los desdenes el providencial acicate de nuestro tesón, el revulsivo de nuestro genio, el estímulo de nuestra magnanimidad.

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ATLETISMO,.

Orlando Ortega tropieza en Belgrado,.

Orlando Ortega se retira de la pista decepcionado tras la final de 60 vallas. / Alberto Pozas.
Orlando Ortega se retira de la pista decepcionado tras la final de 60 vallas. 
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  • «Me tocó perder a mí», lamentó el subcampeón olímpico de 110 metros vallas, séptimo en la final de 60 en el Europeo en pista cubierta,.

    Resultado de imagen de sandwich de pollo Unos ganan y otros pierden, y esta vez me tocó perder a mí». Orlando Ortega cruzó la zona mixta visiblemente decepcionado, mirando al suelo y parándose para hablar con la prensa prácticamente por contrato. El subcampeón olímpico de 110 metros vallas terminó séptimo en la final de los 60 metros del Europeo en pista cubierta de Belgrado, muy por detrás de sus rivales y a un mundo de la lucha por las medallas: «No fue el día, no estoy contento, pero hay que seguir», aseguraba apenas unos minutos después.

    Por norma general, a Orlando Ortega le cuestan bastante las primeras vallas, pero tiene una aceleración imparable que le han valido una plata olímpica y un récord de España de pista cubierta de 7.48 segundos. Pero el Orlando de Belgrado no era el Orlando de siempre, y cuando debería haber empezado a remontar para subir al podio se quedó en una triste séptima posición con una marca de 7.64.
    Rechaza culpar a la pista o a los roces: «No es de mis pistas favoritas, pero no me afectó. Es la misma para todos los atletas; no hay excusas». A decir verdad, ningún corredor fue especialmente rápido en la final de vallas: ganó el favorito, el británico Andy Pozzi (7.51). Segundo fue el francés Pascal Martinot-Lagarde (7.52) y tercero el checo Petr Svoboda (7.53). Una décima por detrás entraba Orlando, que se quedaba un rato apoyado en la colchoneta del fondo contra la que los demás habían rebotado por la potencia: «Pensaba qué pudo ir mal. Estoy decepcionado».
    Le ganaron rivales que este año no le habían podido seguir: los franceses Martinot-Lagarde y Darien. La decepción por no haber abierto el medallero en el primer día de competición en estos Campeonatos de Europa de pista cubierta se trasladó a la sección española de la grada, con el deseo de ganar un metal en vallas diez años después del último también muerto. O «apagado», como dice él. Pero Orlando Ortega es optimista. «Hay que pensar en lo que viene y dejar esta mala imagen atrás, seguir mejorando», apunta. Su gran objetivo: el Mundial de Londres y casi el doble de vallas para poder remontar como él sabe.
    Ruth Beitia, lanzada a por el oro
    La derrota de Ortega cerró la jornada de este viernes y dio paso al apagado de focos, pero no todo fue malo en el primer día para la selección española: diez españoles, encabezados por Ruth Beitia, sacaban billete para sus respectivas finales.
    «Me encanta competir». Con su habitual sonrisa de oreja a oreja, la campeona olímpica daba dos saltos y se marchaba al vestuario, clasificada con 1,90 metros para la final de salto de altura. «Cada competición es un regalo, y esta pista me ha encantado», afirmaba la saltadora cántabra ya en zona mixta. Su máxima rival, la lituana Airine Palsyte, estuvo bastante más floja, aunque también estará en la final. La polaca Kamila Licwinko, otra de sus grandes rivales, no estuvo a la altura y no peleará por las medallas: todo está a favor para que Ruth Beitia busque este sábado su quinto título de campeona de Europa.
    Espoleados por la mejor atleta de la historia del deporte nacional, los españoles rindieron al mejor nivel para intentar pensar en un medallero decente en los próximos dos días, pasando a sus respectivas finales: Lo hicieron Carlos Mayo, Adel Mechaal, Nuria Fernández y Ana Lozano en los 3.000 metros; Samu García y Lucas Bua en los 400 metros; y Pablo Torrijos y Ana Peleteiro en el triple salto. Especialmente celebrado fue el pase de Peleteiro. Con un salto de 14,20 en su último intento, la discípula de Iván Pedroso se coló en la final cuando su título de campeona mundial júnior iba a cumplir cinco años. «Llevo años con esa barrera que no me dejaba ser feliz», dijo la gallega, que además de entrar en la final como una de las favoritas batió su récord nacional sub-23.
    Sí hubo problemas en las semifinales de 1.500 metros, con el catalán Llorenç Sales clasificado por tiempos para la final y con Marc Alcalá pendiente de una reclamación hasta última hora de la noche: el disparo de salida sonó dos veces en su semifinal, y el atleta del FC Barcelona se frenó.

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