lunes, 27 de marzo de 2017

EL HORMIGUERO VIERNES -31- MARZO - El periodismo en la maleta - Mónica García Prieto,./ PESADILLA EN LA COCINA -JUEVES -30- MARZO - Una lectura profana,. una lectura profana,.

TITULO: EL HORMIGUERO VIERNES -31- MARZO -El periodismo en la maleta -Mónica García Prieto,.

El periodismo en la maleta,.

La reportera extremeña conversa con un militar, en uno de los conflictos que ha cubierto. :: archivo personal de mónica garcía prieto
-foto, La reportera extremeña conversa con un militar, en uno de los conflictos que ha cubierto. 
  • Mónica García Prieto ha ido escribiendo un currículum que sugiere alergia a los despachos y adicción al periodismo,.

    Cuando tenía diecinueve años, Mónica García Prieto (Badajoz, 1974) se fue a Chiapas (México) y se quedó allí un mes y medio. Y dos años después se marchó a Italia. Y luego se fue a Rusia. Y después a Oriente Próximo... Así ha ido escribiendo un currículum que sugiere alergia a los despachos y adicción al periodismo. Al reporterismo, en concreto. Más aún: al que se ejerce en zonas del mundo donde la vida suele cotizar a la baja. A ese oficio en su esencia, al que se ejerce lejos de las sillas con reposabrazos y cerca de la gente que sufre, es a lo que la periodista extremeña lleva dedicada 21 años. O sea, media vida.
    Ese guion de su vida profesional empezó a esbozarse en este diario. Se presentó en la redacción de HOY en Badajoz ya avanzado el verano, a ver si le dejaban hacer prácticas. «Menuda de cuerpo, de cabellos lacios, aparentemente fría y distante, pero con una personalidad muy marcada», escribía el periodista José Joaquín Rodríguez Lara en septiembre de 2004. Ella recuerda bien aquella experiencia. «Había un gran ambiente de trabajo, era puro periodismo», explica por correo electrónico. «El director (Teresiano Rodríguez) era un periodista entusiasta -continúa- y estaba muy presente en la redacción, dialogando con todos. Los correctores eran verdaderas figuras respetadas por todos, y entre los compañeros se discutían con verdadera pasión no solo los titulares, sino también los enfoques y los textos». En resumen, fue «una época de aprendizaje concentrado en pocos meses».
    Trabajando y estudiando
    No tardó en marcharse de España, pese a que aún no había terminado su etapa universitaria. Las últimas asignaturas de la carrera las estudió mientras trabajaba en Italia, «temario en mano y con la ayuda de compañeros que seguían las clases», rememora Mónica García, que ahora vive en Bangkok y ejerce como corresponsal en el Sureste Asiático. Antes lo fue en Roma, Moscú (Rusia), Jerusalén (Israel) y Beirut (Líbano). En todas estas experiencias, sus coberturas se han centrado en denunciar la falta de respeto a los derechos humanos en tiempos de guerra y en defender a los civiles.
    Este interés por situar el foco en la población, que siempre es víctima, ha marcado sus trabajos en los numerosos conflictos que ha vivido a pie de obra. Entre ellos, los de Chiapas, Chechenia, Georgia, Macedonia, Afganistán -allí fue asesinado en el año 2001 Julio Fuentes, que era su marido-, Irak, Gaza, Líbano o Siria. En este último país permaneció secuestrado durante 194 días Javier Espinosa, uno de los corresponsales de guerra más reconocidos de España y actual pareja de Mónica García.
    La reportera de Badajoz empezó su carrera profesional en la emisora de radio Onda Cero, aunque pronto comenzó a escribir crónicas para el diario El Mundo, primero como 'freelance' (autónoma) y más tarde integrada en la plantilla. En el año 2005 volvió a establecerse por libre en Oriente Próximo, al principio en Jerusalén y dos años después en Beirut, donde vivió durante siete años. Desde allí, García Prieto cubrió informativamente otro hecho clave de la historia contemporánea: las revoluciones árabes. En el verano del año 2014 dejó Oriente Próximo y se marchó al Sureste Asiático, donde en la actualidad ejerce como corresponsal para El Mundo, Periodismo Humano y otros medios de comunicación.
    En el año 2005 ganó el premio de periodismo Darío D'Angelo, y en 2006 fue finalista del Kurt Schork Awards of International Journalism. Le concedieron el José María Porquet de periodismo digital en 2011, el mismo año en que fue finalista del Cirilo Rodríguez. Y en 2013 le entregaron el premio José Couso. Por último, el año pasado recogió el premio Julio Anguita Parrado, el certamen que recuerda al corresponsal de guerra asesinado en Irak en el año 2003, y que también fue compañero de trabajo de García Prieto.
    La reportera extremeña ha ido de acá para allá, siguiendo el ritmo que le marcaba su profesión. Ese oficio que aún le deja un hueco para regresar al sitio en el que nació y en el que sigue viviendo su familia. «Vuelvo a Extremadura una vez al año, porque la distancia desde Bangkok -explica- es muy grande, y mi familia suele acudir a verme cuando tengo que pasar por Madrid». Así, entre viajes largos, lleva desde los 19 años. Desde aquel primero a Chiapas. Más de dos décadas con el periodismo como brújula, tirando de ella y de su maleta.

     TITULO: PESADILLA EN LA COCINA -JUEVES -30- MARZO - Una lectura profana,. una lectura profana,.
    PESADILLA EN LA COCINA -JUEVES -30- MARZO ,.

     Pesadilla en la Cocina es un programa de televisión español de telerrealidad culinaria, presentado por el chef Alberto Chicote, emitido habitualmente los jueves a las 22:30 en La Sexta.
    Alberto Chicote con Pesadilla en la cocina recorre los restaurantes de toda España para intentar solucionar los problemas de negocios al borde de la quiebra.,etc.

     Una lectura profana,. una lectura profana,.

      Una lectura profana,. una lectura profana,.

    LA VIDA PROFANA Y SU MEMORIA. UNA LECTURA DE LA OBRA CASA VIUDA DE DORIS SALCEDO, foto.

    La casa enviudó en silencio. Donde antes bullía la vida hoy reina la decrepitud de los sepulcros habitados. En la sala, a pesar del vacío, una mecedora un tanto destartalada oscila con el viento. No sé por qué, pero imagino que alguna vez fue el regalo de un padre a su hija recién parida. O que quizás sirvió de juguete a los niños pequeños de la casa que acostumbraban balancearse en su estructura de madera fantaseando aventuras a lomo de caballo. La mecedora, como la casa misma, también terminará por sucumbir a la maligna tiranía del silencio. La miro y no puedo evitar un estremecimiento.
    La que en otro tiempo fuera una edificación digna, hoy es un despojo. Esta casa, como el resto del pueblo, fue forzada al abandono, nada le queda, ni techo ni ventanas ni puertas. Es como un cadáver profanado, imposible de recoger, demasiado grande para ser sepultado. La intimidad que ventanas y puertas protegían se rompió, lo que antes fue privado hoy es público testimonio del miedo. La violencia, cínica perpetradora, violó el espacio sagrado del hogar. ¿Será por pudor que el persistente verde de las malas hierbas se empeña en tragárselo todo?

    Casa viuda, pienso al contemplar las paredes agrietadas, que se mantiene en pie casi por milagro. Casa viuda como la que la artista plástica Doris Salcedo recreó ensu instalación del mismo nombre a principio de los noventas1. El arte, pienso frente a la evidencia, posee el terrible don de la anticipación. Mientras ella exponía su trabajo en la White Cube Gallery de Londres en 1995, nada extraordinario pasaba aún en Las Palmas, Bolívar. La gente no se sentía especialmente amenazada: nacía, crecía, se reproducía y al final encontraba la muerte en su lecho. En esa época, esta casa que hoy contemplo con pena, estaba habitada. Todo lo que en ella existía, u ocurría, pertenecía a sus dueños. Era una casa llena de historias y de vida. Pero el sosiego no duró para siempre. A finales de los noventas, se consolidó el control paramilitar en la zona y sus víctimas empezaron a formar parte de la cotidianidad2. Los velorios prematuros se hicieron corrientes. Nadie estaba a salvo. El golpe final lo dieron las AUC asaltando el pueblo el 28 de septiembre de 19993. Murieron cuatro vecinos y la tragedia terminaría por expulsar al pueblo entero. En Las Palmas habitaban casi cinco mil personas. Hoy, los re-tornados no pasan de cien. La escuela que un día tuvo cuatrocientos cincuenta niños apenas recibe una media docena.
    La obra Casa viuda de Doris Salcedo, sin hablar directamente de este caso —no es necesario, pues a la instalación la actualiza la realidad—, dialoga con presentes y ausentes. Ella pareciera darles voz, como se la ha dado a otras miles de tragedias colombianas que pasan, en la mayoría de los casos, inadvertidas. Cada masacre, cada desplazamiento sepulta un drama anterior. ¿Acaso habremos contraído los colombianos la enfermedad del insomnio de la que habla Cien años de soledad, sucumbiendo, sin percatarnos, a la pérdida de la memoria? Quizá, pero no es una situación sin remedio.
    Lo más interesante en el caso de Doris Salcedo es su aparente distanciamiento de la obra creada: “No ocupo el centro de mi trabajo, porque a mí, como artista, no me está ocurriendo nada significativo: los eventos significativos que definen nuestro marco social y cultural le están sucediendo a otras personas”, enfatiza. Sus palabras recuerdan un fragmento del poema “Réquiem” de Anna Ajmátova4:
    No, no soy yo, es otra la que sufre. Yo no podría. Que ensombrezcan lo ocurrido negros velos y retiren los faroles… Noche.
    No es para nada casual que en los últimos años la artista plástica haya adelantado un interesante trabajo de campo. Son frecuentes sus traslados hasta los más diversos escenarios de la violencia colombiana para dialogar cara a cara con los sobrevivientes e interactuar con los objetos que pertenecían a las víctimas. Ella se hace a un lado con humildad para permitir que su obra hable por los otros ya sea asesinados o desaparecidos, viudas o huérfanos, o todos ellos entrelazados en un coro estremecedor. El mensaje es nítido; Salcedo consigue romper el silencio, lo inanimado habla con elocuencia de sus dueños.
    Su obra, a pesar de los temas que aborda, escapa del carácter panfletario de denuncia social en el que podría caer fácilmente, y supongo que es este logro uno de los motivos que la han llevado a convertirse en una de nuestras artistas contemporáneas más reconocidas y representativas. Cuando en el 2010 le fue otorgado en España el Premio Velázquez de Artes Plásticas5 —uno de los galardones más prestigiosos de la escena internacional—, el jurado, presidido por Ángeles Albert, destacó en el acta de premiación “el rigor de su propuesta, tanto en la dimensión formal como en cuanto a su compromiso social y político”. Sobre la Casa viuda su creadora diría: “La Casa viuda hace una utilización precaria del espacio, lo que Smithson denominó un no-lugar (nonsite), es decir un lugar de paso, imposible de habitar”.
    En Casa viuda VI se aprecia una silla infantil no muy distinta a la que yo vi abandonada en Las Palmas. Ésta, más pequeña y pintada de negro, se conecta con otros tres elementos. El primero, dos costillas humanas que reemplazan la natural rigidez de las patas para convertirla en mecedora. Los huesos podrían conferir un aire siniestro a la obra, pero al final el efecto es simplemente humanizador. Después tenemos una pieza negra tubular de escuetas formas redondeadas que, siendo ajena a la silla, sirve de puente entre ésta y el otro elemento relevante: un par de puertas de madera. Sobre la primera reposa la silla y la segunda hace de barrera frontal. Al combinarse, estos dos elementos forman un perfecto ángulo recto.
    El conjunto es especialmente inquietante, y no sólo por los huesos humanos. Al observarlo la sensación que experimenté fue la de estar frente a una tumba, la presencia en la sala de dos conjuntos idénticos de puertas refuerza esa sensación. La mecedora representaría un cadáver expuesto, y las puertas, la bóveda y la lápida, respectivamente. La puerta horizontal daría entrada al mundo de los muertos, mientras que la vertical simbolizaría la vida terrena y su profanación. La artista consigue lo que se propone: la recreación simbólica de un lugar imposible de habitar.

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