¡Salve!
¿Quién ha dicho miedo?
yo soy indomable
si quiero, puedo
No hay opiniones despreciables
solo matices a la hora de expresar
alguna duda razonable
¡Salve!
todos hacen trampas,
solo son amables
cuando se estampan
No hay opiniones despreciables
solo matices a la hora de expresar
alguna duda razonable
¡Salve!
esto está que arde,
que ni dios se salva
y esa es la clave
No hay opiniones despreciables
solo matices a la hora de expresar
alguna duda razonable
Y están a la espera
de nadar en la abundancia,.
- Hace unas semanas, el papa fue por primera vez a Asís. Su visita atrajo a miles de jóvenes de la región. Incluso las chicas que viven conmigo ...Hace unas semanas, el papa fue por primera vez a Asís. Su visita atrajo a miles de jóvenes de la región. Incluso las chicas que viven conmigo se acercaron. A decir verdad, estaba algo preocupada por esta escapada inusual. Salieron a las seis; su vuelta estaba prevista para pasadas las 10 de la noche. ¿No sería demasiado para ellas, con tanta gente y tantas horas de espera de pie junto a la carretera? Traté de localizarlas en la televisión, pero el río de personas era realmente oceánico. Hacia las 10, les mandé un mensaje al móvil: “¿Cómo va?”. Respuesta: “Nunca hemos sido tan felices”. Este pontífice, con su profunda sencillez, está abriendo increíbles espacios de esperanza en la vida de los demás. En sus gestos y palabras, el Evangelio se convierte en algo visible para todos. “¿Cuál ha sido el momento más emocionante?”, les pregunté al día siguiente a las chicas. “Cuando lo vimos abrazar a un niño con una grave discapacidad”, dijeron.
En un mundo atrapado en la soledad de la comunicación virtual, el baño de multitudes (abiertas, en continua búsqueda, deseosas de nuevos horizontes para la mente y el corazón) ha supuesto para muchos una gran noticia. El cristianismo, que había estado proscrito para tanta gente, ha vuelto a representar una visión del mundo capaz de ofrecer respuestas concretas a la desesperación contemporánea. El papa Francisco está llevando a cabo una valiente renovación de las cavernas de la curia y del poder clerical, que, realmente, no han tenido nada que ver con la hondura y la libertad de las palabras de Cristo. Así, muchos ojos se están abriendo a una dimensión que se creía arrumbada para siempre. Y gracias a él, estoy segura, vendrá también una histórica apertura a las mujeres. De hecho, el gran poder femenino del Evangelio ni siquiera ha empezado a manifestarse. En la machista Palestina de hace 2.000 años, Jesús vivía rodeado de mujeres, de amigas, de seguidoras. Fueron ellas (y no los discípulos varones, que huyeron) quienes permanecieron junto a Él en la Pasión. A las mujeres, antes que a los apóstoles, se presentó una vez resucitado.
El papa Francisco ha venido para recordarnos que la esencia del cristianismo radica precisamente en esta feminidad. Una fe que antepone la misericordia (esto es, el vientre materno) a lo demás. Todo en la naturaleza se rige por un equilibrio que contiene una parte masculina y otra femenina. ¿Y no ha sido, de hecho, esta ausencia de uno de los polos la que ha propiciado muchas de las injusticias e intransigencias de la Iglesia hasta hoy? Es verdad que hay mujeres en la Iglesia, pero, siempre relegadas a funciones marginales y de servicio, no participan en las decisiones importantes del Vaticano. Y en estos papeles subalternos, muy a menudo se marchitan. Es por esto quizá (como manifestó el pontífice en Asís) por lo que con frecuencia las sonrisas de las monjas recuerdan a las de las “azafatas de vuelo” y rara vez transmiten ese brillo gozoso de quien vive plenamente la libertad del Evangelio.
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