Pero Teresa es una monja del siglo XXI, intelectual, comprometida y, como muchas, indignada ante las injusticias. A los que la conocen les impresiona su facilidad de palabra, la solidez de su pensamiento y su honestidad. Llena plazas, auditorios, firma autógrafos, se pasea por los platós de televisión, tiene un club de fans y miles de seguidores en las redes sociales. Entre sus admiradores está la actriz Mia Farrow, que recientemente en su cuenta de Facebook la consideró una de las líderes del sur de Europa más impresionantes y atípicas.
Ahora, está de nuevo en el ojo del huracán porque ha dado un salto a la política impulsando un movimiento catalán que busca un cambio de modelo social y económico. Para ella, ser monja y tener un activismo político no está reñido, porque “la política con mayúsculas es preocuparse por el bien común”. No piensa presentarse como candidata a ningún partido, pero ha puesto su popularidad al servicio de una iniciativa que pretende una mayor justicia social. Su celebridad no la ha apartado de su vocación religiosa. Teresa comparte su vida espiritual con 40 hermanas de clausura en la montaña de Montserrat y saca tiempo entre los rezos y las misas para responder los cientos de e-mails que recibe a diario. Sus opiniones han traspasado fronteras y ha concedido entrevistas a prestigios medios como The Guardian y la BBC. El periodista de esta cadena Matt Wells, que en verano la siguió varias semanas, dijo: “Acabo de ver al personaje político con más talento natural desde Bill Clinton hablando a una multitud de gente en un pueblo catalán. Es una monja benedictina”. Nada de esto sería posible sin el apoyo de la madre abadesa, que ha cumplido las bodas de oro como religiosa y para quien Teresa Forcades, lejos de ser una monja incómoda, les ha abierto a todas nuevos horizontes.
TÍTULO: QUE HAY DE NUEVO, LAS RISAS DE CLARA,.
Su mirada intensa ha sido el centro de muchos dramas. Ahora, -foto-Clara Lago explota sus vis cómica en la delirante ¿Quién mató a Bambi?.
Su mirada intensa ha sido el centro de muchos dramas. Ahora, Clara Lago explota sus vis cómica en la delirante ¿Quién mató a Bambi?
A los 12 años la nominaron al Goya por “El viaje de Carol”. Y, desde entonces, no deja de sorprendernos. Ahora estrena “¿Quién mató a Bambi?” (en cartelera), su segunda comedia después de “Primos” Nos lo cuenta todo en esta entrevista. Y parece que le ha gustado eso de hacer reír: pronto repetirá con “Ocho apellidos vascos”.
La fórmula. “Además del repartazo que tiene (Quim Gutiérrez, Ernesto Alterio...), me reí tanto leyendo el guión que quise participar desde el principio. Es una comedia muy disparatada y frenética. De hecho, todo ocurre en apenas 24 horas. Recuerda
a “Un pez llamado Wanda” porque tiene ese punto loco y en algunas secuencias donde hay violencia casi te sientes mal por reírte, ¡pero no lo puedes evitar!”.
La receta de la comedia. “Es un género maravilloso, aunque difícil: si te pasas ya te lo has cargado. Es como hacer un ali-oli a mano”.
Anecdotario. “Un día, apareció de la nada un coche a toda velocidad, perseguido por la Policía. Todo el mundo se quedó a cuadros porque, precisamente, estábamos rodando una persecución”.
Hacia Rusia con amor. “Resulta que “Tengo ganas de ti” fue un exitazo en Rusia, y me llamaron para hacer un pequeño papel en una película. El recibimiento fue tal que creí que se habían confundido. Fue divertido”.
Crecer en pantalla. “Ya empiezan a llegarme papeles que no son de adolescentes. Eso está muy bien, pero no tengo prisa. Por la cara “baby” que tengo, puedo pasar todavía por una chica de 18 años. Y es positivo para mi trabajo que mi rango de edad sea amplio”.
Familia y cine. “Mi padre empezó en el departamento de Arte del cine. Y mi madre era actriz de doblaje. Así que mi familia ya tenía relación con esta profesión. Siempre me apoyan. Mi padre es muy objetivo, me fío de su criterio y siempre le pido opinión sobre los guiones. De mi madre también me fío, pero es poco crítica [Risas]. Cuando se estrenó “El viaje de Carol”, empezó a llorar en
cuanto salió mi nombre en pantalla”.
TÍTULO; QUE HAY DE NUEVO,50 AÑOS SIN JFK,.
JFK: el mito cumple 50 años
En
la CBS se estaba emitiendo una telenovela hasta que un avance
informativo cortaba la emisión para emitir el siguiente comunicado “En Dallas, Texas, se han hecho tres disparos contra la caravana del presidente Kennedy en el centro de Dallas. Los primeros informes dicen que el presidente Kennedy ha resultado gravemente herido”.
Durante horas el público norteamericano contuvo el aliento entre una
sensación de inseguridad y estupor hasta que Walter Cronkite,
presentador estrella de CBS News, en mangas de camisa, con unas gruesas
gafas de pasta negra y tratando de mantener la entereza, daba al país la
noticia, que, dada por él, tenía un marchamo de absoluta veracidad: “Les habla Walter Cronkite. Acabamos de recibir un reporte de nuestro corresponsal Dan Rather en Dallas, que confirma que el Presidente Kennedy… ha muerto”.
Así culminaba hace 50
años una de los momentos más repetidos en la historia de la televisión y
quizás de mayor impacto de la historia reciente, el asesinato del
trigésimo quinto presidente de los EEUU. 50 años… Parece que fue ayer
dirán algunos que lo vivieron. Lo cierto es que la figura del presidente
Kennedy se ha convertido, por derecho propio, en un auténtico mito.
Pero incluso los mitos tienen que superar el juicio de la historia y desde luego, 50 años es un margen más que suficiente para realizarlo así que Hagamos Memoria
y veamos la ejecutoria de este presidente en sus apenas tres años de
mandato para contemplar lo que este supuso para los EEUU y el mundo.
¿Cómo apareció el mito Kennedy?
En realidad habría que plantearse si era posible evitar que surgiese;
joven, de buena familia, con una atractiva mujer y una influyente
familia, héroe de guerra… era un producto perfecto para encarnar al
presidente ideal. A todo lo anterior habría que añadirle el momento
concreto en el que alcanzó la presidencia, con unos EEUU en la cresta de
la ola, en pleno desarrollo económico, convertidos en la indiscutible
primera potencia del mundo Occidental. Políticamente Kennedy sucedía,
tras una ajustada, televisiva y vibrante campaña electoral, a un gris y
anciano presidente como fue Eisenhower con el que contrastó fuertemente
la juventud del nuevo inquilino del Despacho Oval. Además nada más
llegar a la Casa Blanca, se rodeó de un grupo de jóvenes, ambiciosos e
idealistas consejeros provenientes de las mejores universidades creando
una especie de corte de Camelot fantástica. Si a todo lo anterior le
añadimos que los siguientes presidentes (Johnson, Nixon, Ford y Carter) o
no tuvieron mandatos largos o acabaron sus presidencias con indudables
fracasos o escándalos, tenemos todos los ingredientes para que la
presidencia Kennedy pasase a la historia en cualquier caso.
Sin embargo, lo cierto es que los tres años de presidencia de Kennedy fueron bastante estériles en lo que se refiere al gobierno del país.
Así, no se cambiaron los elementos más notoriamente injustos de la
sociedad americana (como el sistema sanitario), ni se abordó el problema
de los derechos civiles, pese a la oportunidad que a JFK se le presentó
al coincidir con otro coloso del siglo pasado como fue Martin Luther
King. No, esos laureles se los llevó el sucesor de Kennedy, el denostado
Lyndon B. Johnson, el presidente sureño que no dudó en recurrir a la
Guardia Nacional para conseguir la inclusión de la población negra en
las escuelas del Sur e imponer la igualdad de derechos civiles; fue
Johnson también quien creó las bases del sistema sanitario
norteamericano (porque sí, en EEUU antes de Obama ya existía una
seguridad social con un seguro sanitario, el medicare, que cubre a todos
los ciudadanos de la Unión la asistencia básica). Es más, Johnson se
embarcó en un gran programa, la Great Society, que pretendía
introducir el europeo estado del bienestar en los EEUU; pero el
descrédito a raíz de la Guerra de Vietnam arruinó la reputación de este
presidente malhadado y con ello los posibles ecos de su política para la
posteridad.
Podrá decirse que
Kennedy sólo gobernó tres años y quizás en un hipotético segundo mandato
hubiese emprendido profundas reformas; pura hipótesis porque lo que si
sabemos es que con Kennedy la administración de los EEUU multiplicó su
deuda (la primera vez que eso ocurría sin estar el país en guerra) y que
los gastos militares se dispararon ya que, a diferencia de
Eisenhower que confiaba sobre todo en la disuasión de las armas
nucleares, Kennedy aumentó el armamento convencional del país (la
respuesta flexible) creciendo el número de divisiones del Ejército (de
11 a 26), de aviones bombarderos (de 16 escuadrillas a 23) y
multiplicando por dos la flota de portaviones de la Marina. Ignoramos si
hubiese planteado grandes reformas (que sólo había esbozado en su
conocido discurso de la Nueva Frontera) aunque lo que sí sabemos es que
no tuvo el valor de plantearlas en su primer mandato. Quizás lo que legó
para la posteridad fue su decidida apuesta por la carrera espacial
pero hoy día parece que esa parte de su legado está completamente
arrumbada en una esquina ante otras necesidades presupuestarias más
acuciantes.
Como ocurre con otros muchos mandatarios americanos o mundiales, Kennedy es sin duda más conocido por su política exterior.
En plena Guerra Fría su presidencia vio como el mundo estuvo más cerca
que nunca del enfrentamiento directo entre las dos superpotencias.
Cierto es que enfrente tenía a un Kruschev lanzado y que creía que podía
manejar al joven nuevo presidente de los EEUU pero no es menos cierto
que el carácter de Kennedy hizo mucho por el aumento de la tensión
internacional. Durante la campaña electoral frente al Richard Nixon
los republicanos habían utilizado en su contra el argumento que sería
blando con los comunistas con lo que dio la sensación que durante su
mandato el presidente siempre trató de desprenderse de esa imagen que se
había generado de él. Por si fuera poco a una parte de la sociedad
norteamericana Kennedy les evocaba la figura del senador Joseph Kennedy
(su padre) uno de los más firmes partidarios del apaciguamiento de los
años 30 con Hitler y los nazis con lo que algunos temían que el hijo
siguiese los erráticos caminos de su padre.
Pero sobre todo Kennedy
dio un giro muy importante a la forma de enfrentarse a los desafíos
planteados por los soviéticos. Al contrario que Eisenhower Kennedy
siempre recurrió a hacer una demostración de fuerza y después, tras
lograr una posición de dominio, utilizar la diplomacia. Este método le
reportaba una imagen de dureza y sirvió para dar la imagen que se
imponía a sus rivales pero, en la práctica condujo al mundo a dos crisis
realmente angustiosas. Así, en la crisis de Berlín cuando
levantaron los rusos el tristemente célebre muro, Kennedy mandó una
brigada mecanizada que atravesó toda la Alemania Oriental hasta Berlín y
movilizó unos 150.000 reservistas antes de visitar la ciudad, dar su
célebre discurso de “Soy un berlinés” y sentarse a pactar. En la crisis de Cuba,
ante el despliegue de 46 misiles soviéticos, Kennedy ordenó un bloqueo
naval, continuos reconocimientos aéreos, preparó un ejército en Florida
para invadir la isla y situó 156 misiles balísticos listos para ser
disparados antes de negociar un estatuto desnuclearizado de la isla. La
utilidad final de esta táctica es muy discutible en ambos casos; en una
no logró evitar la existencia del muro y en la otra, si bien evitó la
instalación de misiles soviéticos en Cuba, se vio obligado a desmontar
los suyos ubicados en Turquía.
Y entonces llegó su asesinato en Dallas.
Como a todo personaje mítico su final no podía ser convencional. Desde
el dramatismo de las imágenes de televisión con el impacto de bala en la
cabeza de Kennedy, pasando por Jackie subida en el capó pidiendo ayuda y
recogiendo parte de los sesos que habían salido disparados, hasta la
imagen de su entierro con el hijo pequeño haciendo un infantil e ingenuo
saludo militar. Después surgieron las más variopintas teorías de la conspiración
para explicar su muerte porque para muchos la idea de que un asesino
solitario como Lee Harvey Oswald hubiese actuado sin ayuda, hacía agua
por todos lados. Así aparecieron sospechosos como la mafia (para
vengarse de las investigaciones del fiscal de Estado Robert Kennedy y
que se sentía traicionada después, como afirmaban las malas lenguas, de
haberle ayudado de forma decisiva en la campaña presidencial), Fidel
Castro o una conspiración en la que estarían implicados empresarios y
militares deseosos de un presidente más enérgico y dispuesto a favorecer
al denominado por Eisenhower complejo militar industrial.
Sinceramente este gusto por la especulación y las explicaciones oscuras dan mucho juego pero tienen notables debilidades.
Por ejemplo se olvida que el fiscal general era Robert Kennedy y me
cuesta imaginar que su propio hermano tapase las irregularidades del
magnicidio cuando las anodinas y vapuleadas explicaciones de la comisión
Warren sin embargo resultaban razonables y posibles. O que, como hemos
visto, Kennedy no era precisamente un blando en política exterior por lo
que resulta difícil creer que hubiese asistido impasible a la caída de
Vietnam del Sur en manos del comunismo sin intervenir militarmente para
evitarlo. Muchos olvidan que Kennedy en Dallas iba a dar un discurso
cuyo texto se conserva y que desde luego, al leerlo, ni sugería que
estaba dispuesto a poner fin a la Guerra Fría ni a consentir la
extensión del comunismo si EEUU podía evitarlo (y su creciente apuesta
por el armamento convencional le podía animar a intentarlo). Esa imagen
de un malvado grupo de empresarios militaristas conspirando para
liquidar a Kennedy para aupar a un blando e intervencionista
vicepresidente como Lyndon B. Johnson a veces debería tener en cuenta
ciertos hechos históricos contrastados.
De una forma o de otra su muerte trágica
ayudó a cimentar el mito Kennedy. Al igual que otros personajes de esta
época como Martin Luther King, Malcolm X, James Dean, Natalie Wood o
Robert Kennedy que murieron de forma dramática e inesperada, la muerte
de Kennedy sembró la desolación entre una sociedad americana que
empezaba a despertar dramáticamente del sueño de la sociedad ideal y de
gran superpotencia. Todavía le quedaba por sufrir la pesadilla militar
de Vietnam e institucional del Watergate en menos de 10 años. Kennedy
casi tuvo la fortuna histórica de morir pronto ya que su imagen no se
vio ligada a la decadencia de una forma utópica de entender su propio
país. Walter Cronkite, el periodista que años después introduciría a
través de sus informativos los horrores de la Guerra de Vietnam en los
hogares de la clase media norteamericana, al anunciar la muerte de JFK
en realidad lo estaba subiendo a unos altares de la Historia que
posiblemente no le correspondían.
TÍTULO; 7 DIAS CITAS,.
- Sabado-16- Africanas de documental
- Domingo-17- Cosecha de diseño,.
- Lunes-----18-Turismo Literario,.
- Martes---19-El sonido de una chica de oro,.
- Miércoles-20-La fotógrafa ante el objetivo,.
- Jueves-----21-Duelo de damas estilo clásico,.
- Viernes----22- ¡ Mamma mia, de cine!
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