Barry Watson-fotos. cuponazo loteria,.
Barry Watson | |
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Nombre real | Michael Barrett Watson |
Nacimiento | Traverse City, Míchigan, Estados Unidos 23 de abril de 1974 (39 años) |
Ocupación | Actor |
Características físicas | |
Estatura | 1,84 m (6 pies 0 pulg) |
Familia | |
Cónyuge |
Laura Payne-Gabriel (1996 - 2002) Tracy Hudson (2006 - 2011) |
Pareja | Natasha Gregson Wagner (2012-actualidad) |
Hijo/s | 3 |
Ficha en IMDb |
Biografía
Watson nació en Traverse, Míchigan. Su familia se mudó a Dallas, Texas cuando él tenía 8 años; y unos años más tarde consiguió un trabajo de modelo. Cuando tuvo 15 años, se mudó a Burbank, California, encontrando un trabajo en la ópera llamada Días de Nuestras Vidas. Luego, volvió a Texas en donde se graduó de la Secundaria Richardson en 1992.Cuando cumplió 19, Watson volvió de nuevo a Los Ángeles, donde trabajó en el estacionamiento en el nightclub La casa del Blues, más adelante tuvo un papel de menor importancia en la serie Malibu Shores.
Watson interpretó a Brian Davis en What About Brian (serie de la cadena ABC) entre abril de 2006 - marzo de 2007.
Vida personal
En mayo de 2002, se le diagnosticó la Enfermedad de Hodgkin, por lo cual tuvo un receso en la serie 7th Heaven por el tiempo que tomara su tratamiento; en abril de 2003, en el capítulo 150 reapareció en la misma. Él y su novia Tracy Hutson, tenían su primer niño, Oliver, nacido el 2 de mayo de 2005. Barry y Tracy se casaron el 14 de julio de 2006. Barry y Tracy tuvieron a su segundo hijo, Felix, el 13 de noviembre de 2007. El 5 de junio nació su hija con su actual pareja Natasha Wagner la niña se llama Clover Clementyne Watson.TÍTULO: EL TELEFONO MOVIL, MI HIJO ME PEGA,.
EL TELEFONO MOVIL,foto,.
- Comienza con insultos, sigue con amenazas y acaba en violencia física. Esa es la secuencia de la agresión filio-parental, un problema cada ...SOCIEDAD
«Mi hijo me pega»
Las denuncias por estas agresiones se multiplican por cuatro en cinco años hasta suponer el 16,6% de los expedientes de la Fiscalía de Menores
Comienza con insultos, sigue con amenazas y acaba en violencia física. Esa es la secuencia de la agresión filio-parental, un problema cada vez más extendido en la sociedad y que afecta a más progenitores. «Es un tema tabú. Silenciado. Pero que va a más», explicó ayer el psicólogo y exdefensor del menor de la Comunidad de Madrid Javier Urra. Y es que las denuncias por agresiones de hijos a padres se han multiplicado por cuatro en los últimos cinco años. En concreto, en 2012 se registraron 4.936 casos de este tipo en la Fiscalía de Menores, lo que supone el 16,6% del total de procedimientos abiertos. Sin embargo, los expertos advierten de que estos datos están muy por debajo de la realidad, ya que en muchos casos los padres no denuncian porque tienen vergüenza de reconocer que sus hijos les pegan.Para tratar de dar a conocer y concienciar a la sociedad sobre este problema se ha constituido la Sociedad Española para el Estudio de la Violencia Filio-Parental (Sevifip), en la que participan diversas organizaciones sociales. Entre sus objetivos se encuentran «promover estudios y las investigaciones» sobre este tipo de violencias, compartir los resultados de dichos trabajos y la realización de jornadas técnicas.Un 3,2% de los menores entre 13 y 17 años admiten haber agredido físicamente a sus padres más de seis veces en el último año. La cifra aumenta hasta el 14% en los casos de violencia psicológica (insultos y amenazas), según los datos recabados por el centro Euskarri en Vizcaya. «Los chicos recurren más a la violencia física y las chicas a la psicológica. Además, se agrede más a las madres que a los padres porque están más implicadas en la educación de los hijos», aseguró Roberto Pereira, director de Euskarri.Una de las mayores dificultades para detectar este tipo de violencia es la tardanza de los progenitores en denunciar. «Si hay algo difícil es poner una denuncia a un hijo», reconoció Francisco Romero, del equipo técnico de la Fiscalía de Menores. A eso hay que unir la vergüenza que sienten al tener que reconocer esa realidad. Así, no es extraño que los padres maltratados tarden una media de 18 meses en denunciarlo judicialmente desde el primer momento de agresión, según datos de la Fiscalía. En este sentido, los expertos insistieron en la importancia de que los progenitores den el paso de acudir a la justicia para marcar un límite a los agresores. «Nosotros les animamos siempre a que denuncien. Los menores deben saber que existe una consecuencia a sus actos», explicó el responsable de Amalgama-7, Jordi Royo. También insistió en la importancia de que los padres no devuelvan la agresión, «o el problema se complicará todavía mucho más».Los expertos recuerdan que esta violencia se da en todo tipo de familias (monoparentales, divorciadas, homosexuales...). Tampoco influyen demasiado las clases sociales ni el nivel cultural. «En el 60% de las familias uno de los dos progenitores son licenciados universitarios», afirmó Royo. Para este experto, las familias se dividen en cuatro tipos en función de la educación y el comportamiento que tienen con los hijos. De esta forma estarían las familias superprotectoras (aquellas que siempre dan la razón al menor en cualquier cosa), las negativas (delegan la responsabilidad en las autoridades, ya sean policías, jueces de menores, etc), las permisivas (pretenden ser amigos de sus hijos) y las corresponsables (los progenitores dejan claro a los hijos cual es el rol de cada uno en la familia siempre desde el respeto). Para Royo, los tres primeros tipos tienen más posibilidades de sufrir una violencia de este tipo.Perfil de los agresoresPor su parte, los aspectos comunes de los menores que protagonizan estar agresiones suelen responder a la idea de «lo veo, lo quiero, lo tengo». Según Royo, son jóvenes con un «rendimiento académico por debajo de su capacidad» que no saben gestionar su tiempo libre ni el dinero con el que cuentan. Además, entre un 60% o 70% de estos adolescentes maltratadores consume alcohol y cannabis.Para tratar de solucionar este problema es necesario la colaboración de los padres. «Nosotros trabajamos con los chicos, pero también con las familias», declaró María José Ridauro de la Fundación Amigó, una organización sin ánimo de lucro con 18 centros donde trabajan por la reinserción de menores conflictivos. En su opinión, la violencia paterno-filial «tiene solución» porque es un comportamiento «adquirido» por los menores que puede ser corregido. También destacó la importante labor que deben realizar las escuelas. «Hace falta que el profesor les muestre confianza. Pero también debe establecer una disciplina e imponer normas en las clases», aseguró Ridauro.
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