¿Qué técnica es la más adecuada para reducir el estrés?-foto.
Es cierto que la gente, en este siglo XXl, ya no
ejecuta sus tareas de una en una, sino que, de pronto, se encuentra
hablando por teléfono con su hija en Nueva York mientras paga una
factura atrasada de albañilería en la casa; o, a pesar de los peligros
del tráfico, no tiene más remedio que conducir mientras su mujer le lee
la lista de la compra. La verdad es que la tecnología le
permite hoy en día dividir sus acciones en pequeños pedacitos de
información que antes requerían el cuerpo y la mente de una sola
persona.
A lo anterior los americanos lo denominan ser capaz de acometer tareas multitask; es decir, hacer varias cosas a la vez. Es algo que hemos aprendido desde pequeñitos. Pero, paradójicamente, no hemos sabido tomar nota del diseño de la ejecución que comporta hacer varias cosas a la vez. Hemos aprendido antes el desarrollo intuitivo de las diversas tareas encomendadas que la ejecución concreta de cómo hacerlo.
Me viene al recuerdo un gran sabio y científico que vive la mayor parte de su tiempo en el Tíbet cuando intentaba explicarme cómo fijar la atención al abordar varias tareas; no debía descuidarse ni un segundo para poder llevar a la práctica actividades que no tenían nada en común: ahondar en el corazón de las cosas, dejar que la mente no pensase en nada y aislarse del resto del mundo. Lo que yo no sabía era que todo eso lo iba a hacer «mirando fijamente la punta de su nariz en busca del secreto».
Lo que estaba sugiriendo uno de los mejores biólogos del mundo es que se puede pensar en todo y en nada al mismo tiempo. En este sencillo ejercicio están las bases de las llamadas 'técnicas mentales para reducir el estrés' (mindfulness-based stress reduction o MBSR), que tienen miles de seguidores en todo el mundo. Para hacer frente a las múltiples distracciones que caracterizan nuestra vida cotidiana, no cabe duda de que la contemplación incluida, por supuesto, la meditación es la respuesta y la salida a la crisis permanente en la que vivimos.
A los que miramos los ejercicios de contemplación o de meditación por primera vez, nos sorprende la ausencia del recurso a la espiritualidad. Al contrario, el sentido cumún es el primer paso indispensable para ayudar a pensar. El segundo paso tiene más que ver con la divulgación científica que con las ciencias del espíritu. Es, precisamente, la divulgación científica aplicada a los resultados de la nueva moda de la contemplación la que ya ha demostrado el poder inconmensurable de la voluntad individual para alterar conductas y propuestas.
Los expertos enumeran cinco pasos bien diferenciados, cinco escalones que conducen a la contemplación y meditación. En primer lugar, adoptar una postura de descanso. En segundo lugar, respirar profundamente gracias a una absorción moderada de aire y su consiguiente exhalación. En tercer lugar, dejar que el organismo supere el acto de respirar profundamente para acariciar, muy brevemente, los pensamientos a los que se renuncia. En cuarto lugar, tomar nota de que el acto de respirar fue interrumpido por algún pensamiento para volver cuanto antes al proceso respiratorio. Basta con repetir durante diez minutos cada día lo anterior y ese es el quinto paso para constatar que ha mejorado la focalización de la atención.
Es difícil no sacar partido de lo anterior. Es improbable que se equivoquen tantos científicos que han demostrado que las técnicas MBSR mejoran la atención en un mundo cada vez más pormenorizado y diverso. A mí me gustaría comprobarlo examinando los resultados de este sencillo ejercicio de meditación-contemplación, en lugar de dejarlo al solo criterios de Silicon Valley. ¿Por qué no lo ensayamos todos mis amigos en Facebook, que ya sobrepasan el millón?
A lo anterior los americanos lo denominan ser capaz de acometer tareas multitask; es decir, hacer varias cosas a la vez. Es algo que hemos aprendido desde pequeñitos. Pero, paradójicamente, no hemos sabido tomar nota del diseño de la ejecución que comporta hacer varias cosas a la vez. Hemos aprendido antes el desarrollo intuitivo de las diversas tareas encomendadas que la ejecución concreta de cómo hacerlo.
Me viene al recuerdo un gran sabio y científico que vive la mayor parte de su tiempo en el Tíbet cuando intentaba explicarme cómo fijar la atención al abordar varias tareas; no debía descuidarse ni un segundo para poder llevar a la práctica actividades que no tenían nada en común: ahondar en el corazón de las cosas, dejar que la mente no pensase en nada y aislarse del resto del mundo. Lo que yo no sabía era que todo eso lo iba a hacer «mirando fijamente la punta de su nariz en busca del secreto».
Lo que estaba sugiriendo uno de los mejores biólogos del mundo es que se puede pensar en todo y en nada al mismo tiempo. En este sencillo ejercicio están las bases de las llamadas 'técnicas mentales para reducir el estrés' (mindfulness-based stress reduction o MBSR), que tienen miles de seguidores en todo el mundo. Para hacer frente a las múltiples distracciones que caracterizan nuestra vida cotidiana, no cabe duda de que la contemplación incluida, por supuesto, la meditación es la respuesta y la salida a la crisis permanente en la que vivimos.
A los que miramos los ejercicios de contemplación o de meditación por primera vez, nos sorprende la ausencia del recurso a la espiritualidad. Al contrario, el sentido cumún es el primer paso indispensable para ayudar a pensar. El segundo paso tiene más que ver con la divulgación científica que con las ciencias del espíritu. Es, precisamente, la divulgación científica aplicada a los resultados de la nueva moda de la contemplación la que ya ha demostrado el poder inconmensurable de la voluntad individual para alterar conductas y propuestas.
Los expertos enumeran cinco pasos bien diferenciados, cinco escalones que conducen a la contemplación y meditación. En primer lugar, adoptar una postura de descanso. En segundo lugar, respirar profundamente gracias a una absorción moderada de aire y su consiguiente exhalación. En tercer lugar, dejar que el organismo supere el acto de respirar profundamente para acariciar, muy brevemente, los pensamientos a los que se renuncia. En cuarto lugar, tomar nota de que el acto de respirar fue interrumpido por algún pensamiento para volver cuanto antes al proceso respiratorio. Basta con repetir durante diez minutos cada día lo anterior y ese es el quinto paso para constatar que ha mejorado la focalización de la atención.
Es difícil no sacar partido de lo anterior. Es improbable que se equivoquen tantos científicos que han demostrado que las técnicas MBSR mejoran la atención en un mundo cada vez más pormenorizado y diverso. A mí me gustaría comprobarlo examinando los resultados de este sencillo ejercicio de meditación-contemplación, en lugar de dejarlo al solo criterios de Silicon Valley. ¿Por qué no lo ensayamos todos mis amigos en Facebook, que ya sobrepasan el millón?
TÍTULO: EN EL PRIMER PLANO, PABLO CUSI, EL JUGADOR DE POKER QUE ASOMBRA AL MUNDO,.
El campanazo lo dieron en el último Estrellas Póker Tour de ... En primer plano ... Pablo Cusí, un jugador de póker que asombra al mundo.-fotos
El jugador de póker que asombra al mundo
Se pasa el día rodeado de estadísticas,
tiene dos carreras con premio extraordi nario, fue asociado de un gran
bufete y participa en cuatro empresas... de momento. A Pablo Cusí es
difícil pararlo. Es una de las mentes más maravillosas de nuestro
país y pelea contra una distrofia que le paraliza todo el cuerpo,
excepto la cabeza y un dedo. Autoexigente, su último reto es jugar al
póker. Va a los torneos con su hermano, quien ejecuta las jugadas que él
dicta. «Odio que me tengan compasión», asegura. Esta es su historia.
Pablo pone la mente, idea las jugadas; y Javier (1986) pone las manos, las ejecuta. Han
sido bautizados como el Team Cusí por los aficionados. El campanazo lo
dieron en el último Estrellas Póker Tour de Barcelona, en noviembre. Ha
sido el torneo con más jugadores celebrado en Europa. Un total
de 1800 de todo el mundo rivalizando por entrar en la mesa final, donde
Pablo consiguió colarse, para quedar sexto. El Team Cusí se embolsó
53.000 euros y la admiración de cientos de jugadores tras 36 horas
jugando durante dos días y medio. Pablo lo hizo casi sin descanso, sin
comer ni apenas ir al baño, ya que no le da tiempo en las pausas que
ofrecen en los torneos. No en vano en las redes sociales se da a conocer como Extremhard, 'extremadamente duro'.
Todo empezó al cumplir 4 años. Sus padres dudaban si se podría escolarizar en el colegio de su pueblo. «Eran los ochenta explica su hermano Javier. Mis padres eran muy jóvenes... e iban muy perdidos. La discapacidad no se trataba en esa época como ahora. No sabían si tenía que ir a un colegio especial o podría ir a uno normal por su enfermedad». En aquel momento comenzó a dejar muestras de la pasta de la que estaba hecho. «Mi madre fue al colegio a hablar con la directora recuerda Pablo. En la reunión, la directora me dio un papel, lo típico que le das a un niño para que se entretenga y pinte, y yo me puse a escribir. Claro, vieron que un niño que nunca había ido a la escuela sabía ya escribir y la directora no tuvo dudas y dijo: 'Este niño no solo tiene que ir a esta escuela, sino que va a entrar directamente en segundo'. Y me salté un curso». A esa edad, los médicos ya le habían diagnosticado distrofia muscular de Duchenne, una enfermedad degenerativa que no tiene cura. Pero Pablo no le da muchas vueltas. Prefiere usar su tiempo en trabajar, en sus empresas, y en su gran pasión, el Athletic de Bilbao. Varios escudos de los leones adornan su silla, y en su habitación tiene todo tipo de fetiches del equipo, incluido un trozo de césped del antiguo San Mamés. «Es raro encontrar un valenciano que sea del Athletic, pero ellos representan esfuerzo y sacrificio, y me siento identificado con esos valores». De hecho, uno de sus planes futuros es ir a Bilbao a hacerse socio del club.
Pablo dispone ya de nacimiento de una mente y un espíritu privilegiados, pero no se conforma con eso; sabe que los debe entrenar día a día. El espíritu, a base de encarar y superar retos, es su filosofía vital. «Yo funciono por objetivos, por retos. Me pongo a mí mismo objetivos complicados pero realistas, y me levanto cada día con la motivación de conseguirlos. Cuando lo logro, pues surge otro. Y después, otro más. Siempre hay algún objetivo motivador por el que darlo todo». Y la mente la entrena a base de horas de trabajo. Desprecia el conformismo y es militante de «la disciplina y la cultura del esfuerzo». La suma de estos ingredientes con una buena dosis de determinación y optimismo es la que ha plagado su vida de éxitos. En su casa, nunca lo han considerado un enfermo. «Yo no pienso en lo que no puedo hacer, sino en cómo puedo hacer lo que sí quiero hacer. Soy inconformista por naturaleza. Siempre quiero más», sentencia.
El bachillerato, con matrícula. Sus primeros logros los alcanzó en los estudios. A los 17 años, un año antes de lo normal, acabó el bachillerato con matrícula de honor. Iba a las clases con una persona que lo asistía: «en los exámenes, yo le iba dictando lo que quería poner y ella lo escribía. En inglés lo tenía que hacer letra a letra», recuerda Pablo entre risas.
Ese mismo año empieza la universidad. Todos los días se desplazaba 40 kilómetros para asistir a las clases. En cuatro años se licencia en ADE con premio extraordinario. «Entonces, me propusieron hacer el segundo ciclo de Económicas, que eran dos años más. A mí no me apetecía, yo quería trabajar ya. Al final tomé la decisión de hacerlo, pero solo en un año. Ciento y pico créditos en un año. La administrativa de secretaría no me dejaba matricularme de tanto ríe Pablo mientras lo recuerda. Pero lo conseguí, y con un segundo premio extraordinario».Los retos surgían cada vez más rápido, pero cada vez también eran más complicados. La entrada en el mundo laboral era uno de sus grandes objetivos. Fue entonces cuando logró entrar como becario en la firma Garrigues, un importante bufete de ámbito internacional. «Acababa la carrera el 25 de junio, y ellos me dijeron que querían contar conmigo como becario y que nos veríamos en septiembre. ¿En septiembre? Les pregunté. Les dije que yo me plantaba allí el 1 de julio. Ellos se miraban alucinando y me decían que descansara el verano. Yo les contesté que hasta el 1 de julio ya tenía cinco días para descansar. Y lo conseguí. Fui a tope para demostrar que podría trabajar allí. Me contrataron en octubre»
Su carrera en Garrigues. Su ascenso en Garrigues fue meteórico. Año a año. «Tuve muy buenos clientes, como Air Nostrum o Lehman Brothers. Si yo contara lo que sé...». Lo que quizá nunca supieron en el despacho fue la dedicación de Pablo. Cuando acababa su jornada laboral, él tenía que seguir dedicándole horas, ya que lo que otros escriben en un minuto a él le cuesta cinco veces más. Incluso en casa le dictaba a sus padres los informes, y ellos, sin tener ni idea de lo que escribían, lo transcribían. «En lo físico soy dependiente, pero no en otros aspectos, como el económico o la toma de decisiones. No me gusta dar explicaciones, pero si soy lo que soy es gracias a mi familia».De esta manera llegó a ser asociado de la empresa. «Es la máxima categoría sin ser socio. Para ser socio entran otros factores, como las relaciones sociales, y sinceramente no me imagino yendo a jugar al golf», ríe. Pero lo dejó.
Nuevamente sintió que había logrado su objetivo y debía buscar otro reto. «Me trataron siempre fenomenal, pero, cuando lo conseguí, pensé: '¿Y ahora qué?'. Se gana mucho dinero, pero yo no me levanto cada día por un sueldo, necesitaba una motivación para seguir adelante».Esa motivación la encuentra en el póker y en sus empresas. Incluso en la combinación de ambos. El primer proyecto empresarial en el que se embarcó fue HabPoker, una empresa que capta jugadores para las grandes salas. «Para mí es un orgullo haber podido crear puestos de trabajo, es algo muy importante». Además, participa en otras dos empresas y está a punto de crear la cuarta. Pero los Cusí acaban de hacer otra inversión que les hace especial ilusión. «Hemos comprado una participación de un laboratorio que investiga enfermedades raras, Valentia Biopharma. Invertir en ciencia es lo más reconfortante a nivel moral. Estaban a punto de cerrar, porque no tenían capital, y pusieron en marcha la táctica de las tres efes: family, friends and fools, es decir, pedir dinero a familia, amigos y a cualquier tonto que pasase por ahí. Y ahí estábamos nosotros».
«Soy supercompetitivo en todo». De pequeño necesitaba un deporte en el que pudiera competir y, claro, solo estaba el ajedrez. Luego, en 2008, estaba viendo la tele y vi a unas cuantas personas jugando a las cartas, pero me fijé en unos numeritos en la pantalla y me dije: '¡Aquí también intervienen las probabilidades!', y empecé a descubrir el póker a través de páginas como EducaPoker». La pasión de Pablo es tal que se pasa frente al ordenador desde las diez de la mañana hasta las doce de la noche. Pero llegó un día que debía romper una barrera más, un día en que el mundo virtual se convirtió en real. «Decidí jugar un torneo por Internet en el que te clasificabas para ir a uno presencial en Madrid. Era como un reto contra mí mismo, para ver si me atrevía a acudir. Gané y pensé: '¡Pues habrá que irse a Madrid a jugar!'». La dificultad era máxima, ya que Pablo no se puede mover ni hablar con claridad. Necesitaba un compinche. Alguien que le mirara las cartas, se las dijera al oído y ejecutara las decisiones que él toma. Es el método que usan los ciegos en los Estados Unidos para jugar torneos. Y quién mejor que su hermano.
Todo salió a pedir de boca, aunque al principio algún jugador se mosqueara con su método de juego. Ambos tienen claro que son un equipo, que el uno sin el otro no sería capaz de jugar al póker por los casinos de toda España. Se necesitan, pero también se complementan. De hecho, Javier ha tenido que trabajar para controlar sus emociones en la mesa de juego. «Al principio me palpitaba todo, las venas se me hinchaban, el corazón se me salía y, además, cuando sé que Pablo tiene mala mano y veo que se echa un farol y que lo tengo que ejecutar yo, me tengo que controlar mucho. En el primer torneo se me fueron diez años de vida». «Somos un equipo para lo bueno... y también para lo malo», bromea Pablo.
Una vida diferente
Diagnóstico. A Pablo le diagnosticaron a los tres años distrofia muscular de Duchenne: no conseguiría andar, su enfermedad le iría destruyendo todos sus músculos y perdería sus movimientos.
Infancia. De niño tenía más movilidad en brazos y manos. Iba más erguido, no necesitaba un aparato para respirar y podía hablar mejor.
Sin cura. Su enfermedad es degenerativa y aún no tiene cura. Ahora se comunica con dificultad y se traslada en una silla de ruedas.Tiempo de vida. La enfermedad «evidentemente afecta a mi esperanza de vida dice Pablo, pero ni sé ni me interesa de qué forma. Me costaría diez segundos buscarlo en Google, pero no me apetece nada perder mi tiempo en eso. Odio la compasión».
La enfermedad. La distrofia muscular de Duchenne es hereditaria. Se manifiesta en hombres, y las mujeres solo son transmisoras.
A quién afecta. Afecta a uno de cada 3500 niños en el mundo (alrededor de 20.000 casos nuevos cada año). No es la misma enfermedad de Stephen Hawking, que padece esclerosis lateral amiotrófica.
Todo empezó al cumplir 4 años. Sus padres dudaban si se podría escolarizar en el colegio de su pueblo. «Eran los ochenta explica su hermano Javier. Mis padres eran muy jóvenes... e iban muy perdidos. La discapacidad no se trataba en esa época como ahora. No sabían si tenía que ir a un colegio especial o podría ir a uno normal por su enfermedad». En aquel momento comenzó a dejar muestras de la pasta de la que estaba hecho. «Mi madre fue al colegio a hablar con la directora recuerda Pablo. En la reunión, la directora me dio un papel, lo típico que le das a un niño para que se entretenga y pinte, y yo me puse a escribir. Claro, vieron que un niño que nunca había ido a la escuela sabía ya escribir y la directora no tuvo dudas y dijo: 'Este niño no solo tiene que ir a esta escuela, sino que va a entrar directamente en segundo'. Y me salté un curso». A esa edad, los médicos ya le habían diagnosticado distrofia muscular de Duchenne, una enfermedad degenerativa que no tiene cura. Pero Pablo no le da muchas vueltas. Prefiere usar su tiempo en trabajar, en sus empresas, y en su gran pasión, el Athletic de Bilbao. Varios escudos de los leones adornan su silla, y en su habitación tiene todo tipo de fetiches del equipo, incluido un trozo de césped del antiguo San Mamés. «Es raro encontrar un valenciano que sea del Athletic, pero ellos representan esfuerzo y sacrificio, y me siento identificado con esos valores». De hecho, uno de sus planes futuros es ir a Bilbao a hacerse socio del club.
Pablo dispone ya de nacimiento de una mente y un espíritu privilegiados, pero no se conforma con eso; sabe que los debe entrenar día a día. El espíritu, a base de encarar y superar retos, es su filosofía vital. «Yo funciono por objetivos, por retos. Me pongo a mí mismo objetivos complicados pero realistas, y me levanto cada día con la motivación de conseguirlos. Cuando lo logro, pues surge otro. Y después, otro más. Siempre hay algún objetivo motivador por el que darlo todo». Y la mente la entrena a base de horas de trabajo. Desprecia el conformismo y es militante de «la disciplina y la cultura del esfuerzo». La suma de estos ingredientes con una buena dosis de determinación y optimismo es la que ha plagado su vida de éxitos. En su casa, nunca lo han considerado un enfermo. «Yo no pienso en lo que no puedo hacer, sino en cómo puedo hacer lo que sí quiero hacer. Soy inconformista por naturaleza. Siempre quiero más», sentencia.
El bachillerato, con matrícula. Sus primeros logros los alcanzó en los estudios. A los 17 años, un año antes de lo normal, acabó el bachillerato con matrícula de honor. Iba a las clases con una persona que lo asistía: «en los exámenes, yo le iba dictando lo que quería poner y ella lo escribía. En inglés lo tenía que hacer letra a letra», recuerda Pablo entre risas.
Ese mismo año empieza la universidad. Todos los días se desplazaba 40 kilómetros para asistir a las clases. En cuatro años se licencia en ADE con premio extraordinario. «Entonces, me propusieron hacer el segundo ciclo de Económicas, que eran dos años más. A mí no me apetecía, yo quería trabajar ya. Al final tomé la decisión de hacerlo, pero solo en un año. Ciento y pico créditos en un año. La administrativa de secretaría no me dejaba matricularme de tanto ríe Pablo mientras lo recuerda. Pero lo conseguí, y con un segundo premio extraordinario».Los retos surgían cada vez más rápido, pero cada vez también eran más complicados. La entrada en el mundo laboral era uno de sus grandes objetivos. Fue entonces cuando logró entrar como becario en la firma Garrigues, un importante bufete de ámbito internacional. «Acababa la carrera el 25 de junio, y ellos me dijeron que querían contar conmigo como becario y que nos veríamos en septiembre. ¿En septiembre? Les pregunté. Les dije que yo me plantaba allí el 1 de julio. Ellos se miraban alucinando y me decían que descansara el verano. Yo les contesté que hasta el 1 de julio ya tenía cinco días para descansar. Y lo conseguí. Fui a tope para demostrar que podría trabajar allí. Me contrataron en octubre»
Su carrera en Garrigues. Su ascenso en Garrigues fue meteórico. Año a año. «Tuve muy buenos clientes, como Air Nostrum o Lehman Brothers. Si yo contara lo que sé...». Lo que quizá nunca supieron en el despacho fue la dedicación de Pablo. Cuando acababa su jornada laboral, él tenía que seguir dedicándole horas, ya que lo que otros escriben en un minuto a él le cuesta cinco veces más. Incluso en casa le dictaba a sus padres los informes, y ellos, sin tener ni idea de lo que escribían, lo transcribían. «En lo físico soy dependiente, pero no en otros aspectos, como el económico o la toma de decisiones. No me gusta dar explicaciones, pero si soy lo que soy es gracias a mi familia».De esta manera llegó a ser asociado de la empresa. «Es la máxima categoría sin ser socio. Para ser socio entran otros factores, como las relaciones sociales, y sinceramente no me imagino yendo a jugar al golf», ríe. Pero lo dejó.
Nuevamente sintió que había logrado su objetivo y debía buscar otro reto. «Me trataron siempre fenomenal, pero, cuando lo conseguí, pensé: '¿Y ahora qué?'. Se gana mucho dinero, pero yo no me levanto cada día por un sueldo, necesitaba una motivación para seguir adelante».Esa motivación la encuentra en el póker y en sus empresas. Incluso en la combinación de ambos. El primer proyecto empresarial en el que se embarcó fue HabPoker, una empresa que capta jugadores para las grandes salas. «Para mí es un orgullo haber podido crear puestos de trabajo, es algo muy importante». Además, participa en otras dos empresas y está a punto de crear la cuarta. Pero los Cusí acaban de hacer otra inversión que les hace especial ilusión. «Hemos comprado una participación de un laboratorio que investiga enfermedades raras, Valentia Biopharma. Invertir en ciencia es lo más reconfortante a nivel moral. Estaban a punto de cerrar, porque no tenían capital, y pusieron en marcha la táctica de las tres efes: family, friends and fools, es decir, pedir dinero a familia, amigos y a cualquier tonto que pasase por ahí. Y ahí estábamos nosotros».
«Soy supercompetitivo en todo». De pequeño necesitaba un deporte en el que pudiera competir y, claro, solo estaba el ajedrez. Luego, en 2008, estaba viendo la tele y vi a unas cuantas personas jugando a las cartas, pero me fijé en unos numeritos en la pantalla y me dije: '¡Aquí también intervienen las probabilidades!', y empecé a descubrir el póker a través de páginas como EducaPoker». La pasión de Pablo es tal que se pasa frente al ordenador desde las diez de la mañana hasta las doce de la noche. Pero llegó un día que debía romper una barrera más, un día en que el mundo virtual se convirtió en real. «Decidí jugar un torneo por Internet en el que te clasificabas para ir a uno presencial en Madrid. Era como un reto contra mí mismo, para ver si me atrevía a acudir. Gané y pensé: '¡Pues habrá que irse a Madrid a jugar!'». La dificultad era máxima, ya que Pablo no se puede mover ni hablar con claridad. Necesitaba un compinche. Alguien que le mirara las cartas, se las dijera al oído y ejecutara las decisiones que él toma. Es el método que usan los ciegos en los Estados Unidos para jugar torneos. Y quién mejor que su hermano.
Todo salió a pedir de boca, aunque al principio algún jugador se mosqueara con su método de juego. Ambos tienen claro que son un equipo, que el uno sin el otro no sería capaz de jugar al póker por los casinos de toda España. Se necesitan, pero también se complementan. De hecho, Javier ha tenido que trabajar para controlar sus emociones en la mesa de juego. «Al principio me palpitaba todo, las venas se me hinchaban, el corazón se me salía y, además, cuando sé que Pablo tiene mala mano y veo que se echa un farol y que lo tengo que ejecutar yo, me tengo que controlar mucho. En el primer torneo se me fueron diez años de vida». «Somos un equipo para lo bueno... y también para lo malo», bromea Pablo.
Una vida diferente
Diagnóstico. A Pablo le diagnosticaron a los tres años distrofia muscular de Duchenne: no conseguiría andar, su enfermedad le iría destruyendo todos sus músculos y perdería sus movimientos.
Infancia. De niño tenía más movilidad en brazos y manos. Iba más erguido, no necesitaba un aparato para respirar y podía hablar mejor.
Sin cura. Su enfermedad es degenerativa y aún no tiene cura. Ahora se comunica con dificultad y se traslada en una silla de ruedas.Tiempo de vida. La enfermedad «evidentemente afecta a mi esperanza de vida dice Pablo, pero ni sé ni me interesa de qué forma. Me costaría diez segundos buscarlo en Google, pero no me apetece nada perder mi tiempo en eso. Odio la compasión».
La enfermedad. La distrofia muscular de Duchenne es hereditaria. Se manifiesta en hombres, y las mujeres solo son transmisoras.
A quién afecta. Afecta a uno de cada 3500 niños en el mundo (alrededor de 20.000 casos nuevos cada año). No es la misma enfermedad de Stephen Hawking, que padece esclerosis lateral amiotrófica.
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