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LA VOZ TUTELAR,.
Hace semanas, tomé clases de moto para sacarme el carné. La cosa funciona así: un profesor de autoescuela te sigue en coche y te va dando instrucciones a través de un sistema de comunicación. Se le pueden encontrar metáforas a la situación. Nada como la moto potencia tanto la noción de libertad y de individualismo, y la vocecita del instructor, centinela omnisciente como Dios, parece la última conexión con alguna forma de gregarismo y acatamiento. Es como circular con el angelito bueno posado sobre el hombro, es como si una fuerza sobrenatural recortara el libre albedrío. Es la ley haciéndose notar en cada ceda el paso. Monta uno en la moto para sentirse jinete fronterizo y resulta que, desde el primer instante, una presencia mágica le recuerda que está en libertad vigilada. Cuántas emancipaciones por las que luchar, incluso a mi edad.
El profesor era un tipo divertido que, además de ayudar, en las pausas de los semáforos hablaba del Betis. En ese sentido, puede decirse que no abusaba del poder conferido como hacen otros en los que enseguida brota la predisposición dictatorial que habría sojuzgado naciones si el destino hubiera concedido una sola oportunidad. Mi pacto con el profesor, además de grato, fue por tanto de índole hobessiana: yo le transfería el monopolio de la ley y la represión, como al Estado, y él a cambio aportaba una presunción de infalibilidad y una gestión no abusiva de su superioridad. Gira la próxima a la izquierda. Emplea sólo el freno de pedal. No pises la raya en los semáforos. Un poco más rápido que me aburro. Viva el Betis. Así se nos iban las tardes, precoz la oscuridad invernal, hiriente el frío que se me colaba por la celada subida del yelmo: si la bajo se me empaña y es peor.
Entonces, una de esas tardes, ocurrió lo que ocurrió. El sistema de comunicación se averió por culpa de un cable suelto. De pronto, el piloto, o sea yo, estaba abandonado a su merced, sin voces tutelares, sin traspasos de la decisión propia a un poder superior. Se me acababa de morir Dios, como habría dicho Nietzsche, y me encontraba solo en el mundo con 1500 centímetros cúbicos ronroneando entre las piernas. La sensación de liberación e impunidad fue tal que perfectamente podría haber comenzado a asesinar gente en sólo cinco minutos. Para mayor emoción, en la oscuridad del anochecer el profesor confundió el piloto rojo de otra moto con el de la mía y salió en persecución de un fulano que no era yo. Soledad completa.
Me imagino la estupefacción del motorista que se encontró perseguido en la M-30 por un automovilista que le hacía señas conminándolo a frenar. A lo mejor se creyó inmerso en una trama mafiosa y se puso a doscientos para salvar la vida, con mi profesor detrás. Mientras eso podría haber ocurrido, yo estaba enfrentado a una grave decisión moral. Era libre e impune, tenía una tarjeta de crédito en el bolsillo y una moto entre las piernas, y delante de mí había un cartel que señalaba el camino hacia Andalucía, hacia los casinos de Marbella, hacia las playas de Cádiz. El angelito malo aparecía por fin, aprovechando el vacío de poder que había en mi hombro tan habituado a la aceptación de la ley. En la cabeza, donde ya no había voces autoritarias, de repente empezó a sonar el himno de carretera de los Steppen Wolves, Born to be wild. Dale, cagón, mete primera y no pares hasta estar al otro lado de Despeñaperros como si ahí estuviera el río Grande más allá del cual no existe la extradición. Me sonó entonces el teléfono móvil. Llamaban de la autoescuela: «¿Dónde estás, que va el profe a buscarte?». Ése era el momento decisivo. Ahí se jugaba el futuro de una vida entera. Podía arrojar el móvil o responder. «Estoy parado junto al Metro de Pacífico. Aquí espero».
Gira a la izquierda. Usa sólo el freno de pedal. No pises la raya. Viva el Betis. La tarde siguió igual. Pero yo ya padecía la melancolía de los que saltaron la alambrada por un instante y fueron capturados de nuevo. Aprobé el examen, por cierto.
Desayuno: Domingo y lunes - Grande y bueno,.
Cena - Domingo y lunes - pesuga pollo -etc. foto -,.
«Una buena taza de café con leche,
una buena naranja o una manzana,
y una buena tostada con un buen tomate
y un buen aceite de oliva».
TITULO: LA COCINA DOMINGO - LUNES - UNA PALETILLA EN EL VOSTELL,.
Una paletilla en el Vostell,.
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El museo de Malpartida de Cáceres ofrece un buen menú de 15 euros,.
Pocos lugares tan agradables para comer como los restaurantes de los museos. Al placer de la comida, se une la belleza del entorno, el ambiente, las sensaciones... Es algo más que comer, pero también es comer: si la oferta es buena, el entorno ayuda y el restaurante del museo triunfa. Si no es así, desastre. En el restaurante del Reina Sofía ponían un aparente menú del día y estaba lleno. Cambió de concesionario, se eliminó el menú, solo había carta y el restaurante empezó a renquear.
En Extremadura, el único museo donde se puede comer es el Vostell de Malpartida de Cáceres, que tiene la gracia del entorno fluxus, del espacio natural imponente y de estar de moda por su aparición en la serie más premiada: Juego de tronos, vista cada semana por 18 millones de personas y en la que los Barruecos serán escenario de una formidable batalla con dragones en el tercer capítulo de la próxima temporada.
Comimos allí el sábado pasado. La terraza estaba ocupada por 100 jóvenes estudiantes de excursión y la sala interior estaba completamente reservada por familias enteras, grupos de amigos y parejas. ¿Pero este éxito es solo por el entorno, por la moda, por la belleza, por el arte o tiene que ver también la comida?
Han optado por el menú cerrado en los entrantes y en los postres, mientras que el plato principal se escoge a la carta. El menú cuesta 15 euros e incluye la bebida, con un tinto rioja garnacha Real Agrado que se bebe muy bien y se sirve en escanciador aparente. Vajilla, copas y cubertería son correctas. El servicio es muy profesional, sabiendo mantener el equilibrio entre discreción y amabilidad. Las servilletas son de papel y cambian platos y cubiertos en el tránsito de los entrantes al plato principal. El pan llega en cesta: bollitos, picos y tostadas.
Al poco de hacer la comanda, empiezan a llegar los entrantes para compartir: Primero, un pastel de patatera y otro de verduras y pescado. Después, una tabla de quesos y de ibéricos sin fallos porque el jamón y el lomo están ricos, el chorizo no desentona y la patatera es sublime. Cuatro quesos extremeños completan la experiencia. A continuación, ensalada de verduras y lomo a la sal y culminando los entrantes, un delicado revuelto de setas y hongos con puntitas de jamón. Si no son ustedes de mucho comer, a estas alturas ya estarán saciados.
Pero llega el plato fuerte. Podrán elegir, en los pescados, entre merluza rellena de frutos de mar, salmón con setas, rulo de salmón frito en hojaldre, bacalao con muselina de naranja, que recomiendan quienes lo prueban, sepia a la parrilla con ensalada de ajos o pimientos del piquillo rellenos de brandada de mar. En las carnes, confit o magret de pato, carrilleras, civet de toro de lidia, solomillo de cebo con foie de oca, lomo de ciervo, pluma ibérica, codillo de cerdo meloso (y formidable) o caldereta de cordero.
Existe la posibilidad de tomar rodaballo o entrecot por tres euros más, chuletón de buey con suplemento de seis euros o cochinillo o paletilla de cordero por cinco euros más. El postre es un plato individual con pastelito, profiterol, kiwi, fresa, almíbares y helado con teja.
Tomamos los pimientos, muy ricos, muy bien presentados y con una brandada sustancial y sustanciosa y la paletilla asada, que estaba de chuparse los dedos. Es un orgullo tener un museo tan especial, en un entorno tan bonito y con un restaurante tan atractivo en el que priman la profesionalidad y la calidad.
TITULO: EL RASCA ONCE - EL FUTBOL COMO SALVAVIDAS,.
EL RASCA ONCE - EL FUTBOL COMO SALVAVIDAS, fotos.
El fútbol como salvavidas,.
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El Cerro de Reyes FS se profesionaliza sin perder de vista la labor social en favor de la conflictiva barriada,.
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Fran, jugador de 21 años, ha vivido la mejora de un barrio donde hoy el paro centra la preocupación; David, el técnico, es de una generación a la que la droga hizo estragos,.
Fran, único superviviente del primer equipo del Cerro de Reyes de fútbol sala cuando se creó la sección hace cuatro años, ha tenido la suerte de vivir en una familia no desestructurada. Su padre trabaja en la ONCE y siempre se ha ganado la vida como ha podido. El futbolista pacense no ha sufrido como otros que crecieron en la calle de una barriada históricamente conflictiva como la cerrista. El escenario ha cambiado y hoy el verdadero enemigo es el paro, un adversario que puede retrotraer al problemático pasado por su incidencia en los jóvenes. Un pasado que conoce a la perfección su entrenador, David Serrano, vecino del barrio que vivió una infancia muy dura cuando la droga hacía estragos a toda una generación. Dos generaciones distintas que convergen en el proyecto del GV Cerro de Reyes FS, actual líder de grupo en una categoría nacional como la Segunda B y cuya conquista deportiva y profesionalización no merma del todo su vertiente social.
Fran López, de 21 años y el mayor de tres hermanos, ha cumplido su sueño de ser futbolista. Ahora lo ha traspasado a su hermano pequeño, que lleva su mismo número y pertenece a las categorías inferiores. Su trayectoria deportiva no es un verso libre sino muy común, por lo que pasó de jugar en el Cerro hasta los juveniles -de fútbol once- a centrarse en un fútbol sala donde se le abrían otras perspectivas. De niño golpeaba la pelota en el campo de tierra del barrio soñando en convertirse en jugador de fútbol. Sueño cumplido. Cada dos sábados le ven jugar en el Pabellón Antonio Domínguez unas 600 personas y viaja por media Andalucía disputando una liga nacional, por lo que asegura que no puede pedir más. Además, la afición ve a uno de los suyos.
De aquella época, hace una década, recuerda que existían problemas con las drogas y la delincuencia, pero reconoce que las cosas han cambiado mucho y no tienen nada que ver con lo que relata su entrenador. «Había más problemas que ahora pero no tenía nada que ver con lo de antes. Yo vine a vivir al barrio con cuatro años, cuando era peor, pero menos que cuando David creció. Yo he tenido esa suerte, gracias a Dios. Mi padre trabaja y siempre se ha ganado la vida aunque fuera vendiendo calendarios de casa en casa. Hay gente que lo ha pasado peor. A mi con el fútbol me ha ido bien y he cumplido mi sueño», rememora Fran.
«Mártires de la droga»Infancia más dura sufrió el técnico blanquiazul, también procedente de la barriada. Con aplastante sinceridad lamenta que le fue muy duro ver caer en la droga a su padre, al que define como una buena persona que se preocupaba por su familia pero que se precipitó hacia una adición que lo fue consumiendo. «Mi madre pasaba todo el día trabajando y yo estaba muy solo. Me iba solo al colegio y me he criado en la calle. Mi padre era un buenazo, no nos pegaba y llevaba dinero a casa, pero se enganchó a la droga y nadie se ocupaba de mí. Era muy duro. Con 19 años, en la mili, fui padre y después con 29 años me puse a sacarme la ESO porque me hacía falta para ser entrenador nacional. Nunca caí en la droga porque aquello me marcó mucho. Mi mente estaba en que no quería hacer sufrir a mis hijos lo que yo había sufrido con mi padre. Era un buenazo, pero tenía ese fallo y veías que se estaba matando por dentro y por fuera».
Jugó al fútbol 'grande' en el Cerro de Reyes hasta los 16. Lo dejó, se echó novia y después volvió con el fútbol sala en un equipo de amigos que fue el germen de lo que vino después. Cuando se dio cuenta estaba en Segunda. Vio que tenía condiciones para convertirse en entrenador y apostó seriamente por ello, estudió y se sacó el título entre Sevilla y Granada. Como técnico, le aflige haber visto a jugadores que tuvieron que dejarlo porque antes estaba el pan de su casa, o bien otros que se echaron a perder. «He visto a tíos que valían mucho entrar en la cárcel y salir de allí a los diez años con una mano delante y otra detrás. Antes era gente trabajadora pero con la droga se fueron pudriendo y acabando en la miseria. Yo era algo menor, pero los de la generación del 65, que me llevaban diez años, eran mártires de la droga. Pagaron el pato. Se pensaron que aquello era como los petardos cuando el caballo y la heroína eran más serios. Antes no había la información que hay ahora. Si yo tenía diez años veía a los de 18 con la plata y fumando en las esquinas sin saber su gravedad».
Serrano avisa de que hoy los enemigos son el paro y la escasez. Le da pena ver a chicos que no tienen para comprarse unas zapatillas y avisa de que estas necesidades o pobreza conllevan más violencia y exclusión. «Con 20 años podías trabajar de cualquier cosa. Si hacía falta, te ibas a coger espárragos o patatas y se contrataba más a la gente. A cualquiera que le dieras pena te daba trabajo. Ahora da pena cómo está la gente. A nosotros nos hizo mucho daño la droga pero a estos chicos la crisis les está destrozando. Llegan a los 18 años y no tienen ninguna salida. Da miedo que parezca que hayan dado marcha atrás en el tiempo y que la crisis conduzca a las cosas de antes».
David Serrano añora que las instituciones no les miren más. Para eso, recuerda que él hizo con catorce años cursos de soldador o de carpintería y que le hubiese encantado enrolarse en un proyecto como en el que se halla inmerso. «En lo deportivo el Ayuntamiento no nos ayuda y en lo social la Junta debería mirarnos más porque lo que hacemos es muy importante. Cuando empezamos todo esto lo que queríamos era dar una especie de cursillo y así enseñar los valores del deporte, porque son los valores de la vida. El respeto a las personas, la honestidad, la disciplina, llevar una vida ordenada, etc.». «Estar aquí me motiva mucho a vivir mejor, me ayuda a dar el cien por cien para seguir. Le debo mucho al fútbol y al Cerro», subraya su pupilo Fran.
Un líder también en la canchaEl Cerro de Reyes atraviesa un momento muy dulce en lo deportivo. Sus fichajes profesionales han elevado el nivel tanto que se piensa en la Copa del Rey y el ascenso como objetivos. Eso tiene un precio que pagar: la exigencia hace que no todos los chavales sirvan para ese cometido. Eso no significa que el club abandone del todo su filosofía ya que permanecen los equipos de cantera, como el filial juvenil o el cadete. Incluso tiene prebenjamines. «Vamos muy bien esta temporada. Tenemos el mejor quinteto, porque tenemos cinco profesionales y el resto son de la tierra, aunque hay plantillas mejores. Esa necesidad de ganar, de ser competitivos y estar arriba hace que nos comamos minutos de otros chicos que querríamos que jugaran más porque este proyecto empezó por ellos. Todos tienen mucho mérito porque se dejan la piel», comenta el técnico.
«El Cerro de Reyes está reconocido como uno de los barrios marginales de Badajoz. Vimos que el fútbol sala era una buena opción para ayudar a los chavales, también de otros barrios, y creamos la sección porque ningún club de fútbol la tenía. Tenemos tres de Los Colorines que van muy bien. El triunfo de estos cuatro años es ver que quedan chicos jugando por aquí. Ahora ilusiona mucho lo deportivo porque estamos muy arriba, pero la filosofía siempre fue social», apostilla Bernardo Escobar, vicepresidente 'multitarea' y uno de los artífices de un éxito que va mucho más allá del mero deporte.
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