TITULO: EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA -Conciencia y conveniencia ,.
Conciencia y conveniencia ,.
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Para alguien que vive siempre entre palabras resulta fascinante
estudiar su etimología; pero todavía más fascinante (y a menudo
sobrecogedor) resulta comprobar cómo las palabras, una vez formadas,
pueden evolucionar en su significado hasta llegar a designar cosas por
completo distintas.
Un ejemplo llamativo y muy ilustrador lo constituye la palabra
‘conciencia’, que etimológicamente significa algo así como «ciencia o
saber compartido»; es decir, un juicio interior que realizamos a partir
de un conocimiento común de la realidad de las cosas. Todos seguimos
usando esta palabra de forma habitual: decimos, para afirmar una
decisión personal, que «hemos obrado en conciencia»; y cuando queremos
afear la conducta de alguien, lo señalamos: «Allá tú y tu conciencia».
Todas estas expresiones, al apelar a la conciencia, denotan que nos
estamos refiriendo a una actitud o decisión que los demás puedan
entender, pues aunque es un juicio interiorizado se funda en un «saber
compartido». Y así ocurrió, en efecto, durante mucho tiempo.
Y ocurría porque considerábamos que bien y mal, verdad y error eran
categorías que todos podíamos discernir. La conciencia podía definirse
entonces como «el juicio de la razón práctica que dictamina el valor
moral de los propios actos». Pero llegó un momento en que ocurrió lo que
George Orwell nos cuenta en 1984: se hizo creer a las personas que
«tanto el pasado como el mundo externo existen sólo en la mente»; y que
la realidad de las cosas dependía de la idea que de ellas nos
hiciésemos, porque era imposible conocer su verdadera naturaleza. De
este modo, ya no se podía establecer dónde se halla la verdad y dónde el
error. Al no existir una realidad objetiva, no podía haber «ciencia o
saber compartido»; y la conciencia tenía que decidir a su libre arbitrio
sobre el bien y sobre el mal. En un principio, ante la falta de esas
realidades sobre las que existía un conocimiento común, la conciencia se
identificó con la convención creada en determinadas circunstancias
históricas o culturales. «
«¿Adónde vas, Vicente? Al ruido de la gente». Era el estadio
intermedio que prefiguraba la completa metamorfosis del significado de
“conciencia”.
Ya que se nos había hecho creer que el mundo externo sólo existía en
la mente, como señalaba Orwell, la conciencia dejó de seguir en sus
juicios la costumbre o la convención aceptada en cada momento histórico,
para recluirse en la pura subjetividad. E inevitablemente se convirtió
en una expresión de sinceridad, de autenticidad, de ‘conformidad con uno
mismo’. La conciencia pasó a ser, en definitiva, un “sentimiento
individual”, una especie de mecanismo exculpatorio a través del cual
justificamos el ejercicio de nuestra voluntad; una especie de “derecho a
actuar según nuestra propia conveniencia”.
Así se llegó a una nueva definición de conciencia que es exactamente
el antónimo de lo que antaño fue. Rousseau lo expresó mejor que nadie al
afirmar que la conciencia «es al alma lo que el instinto es al cuerpo»:
es decir, una suerte de automatismo que nos impulsa a hacer lo que nos
conviene, aunque lo disfracemos de motivaciones altruistas (como también
disfrazamos los impulsos de nuestro instinto de parecidas farfollas).
Puesto que ya no existe el bien como categoría objetiva, el bien es la
mera realización de nuestra voluntad individual; y toda realización de
la voluntad individual se vuelve necesariamente buena. La conciencia se
convierte así en el salvoconducto para el subjetivismo relativista más
radical.
Pero este caramelito que nos permite obrar según nuestra conveniencia
tenía que tener, inevitablemente, una contrapartida. Y tal
contrapartida ha sido la más feroz y tiránica que uno imaginarse pueda.
Puesto que la conciencia de cada ser humano va a emitir juicios egoístas
según su conveniencia, puesto que es un ‘instinto’ que ya no se amolda a
realidades externas objetivas, que ya no reconoce las categorías de
bien y mal, verdad y error, se tienen que imponer leyes que impidan que
la vida social degenere en un pandemónium de voluntades personales
encontradas. Y tales leyes ya no estarán al servicio del bien y de la
verdad, sino al servicio de quienes tienen el poder coercitivo para
imponer su voluntad.
Así la conciencia, al convertirse en conveniencia, se rindió sin
armas a un poder sin conciencia, sin saber compartido, que es puro
ejercicio de la fuerza. En lo que se prueba que no se cambia el
significado de las palabras impunemente.
TITULO: REVISTA GIGANTES - BALONCESTO - LIGA ACB -BARCELONA -68- BILBAO -76-,.
Resultado Final - BARCELONA -68- BILBAO -76-, foto.
Un Barcelona sin alma vuelve a perder y agrava su crisis, etc.
TITULO: REVISTA GIGANTES - BALONCESTO - LIGA ACB - MURCIA -61- REAL MADRID -89-,.
Resultado Final - MURCIA -61- REAL MADRID -89-,foto.
El Madrid una apisonadora en Murcia, decimo triunfo seguido, etc.
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