UN TIPO EN LA BARRA, foto.
La avenida Wisconsin corta en Washington el barrio de Georgetown, cuyos vecinos se negaron siempre a que les pusieran estación de metro para que ninguna invasión arruinara su hermosa singularidad. En una esquina está la Martin’s Tavern, un restaurante que rezuma historia y maderas nobles, famoso entre otras cosas porque allí fue donde un joven senador llamado Kennedy pidió en matrimonio a Jackie. Cuando llegué, no había mesas libres, y en la barra, larguísima y curvada, sólo quedaba un taburete. Pregunté si estaba libre a un hombre mayor que cenaba solo y me senté a su lado. «Bienvenido -me dijo-. Está usted en el mejor bar de Washington».
En los Estados Unidos resulta muy fácil entablar conversación, sobre todo para dos hombres sentados en la barra de un bar el uno junto al otro. Hablé con el hombre mayor. Durante horas. Con mis preguntas, tuve la sensación de hacer una excavación arqueológica de la que salen los sustratos de varias épocas, a cual más apasionante. Así es la vida de Robert Andrews, que a los ochenta años aún salta en paracaídas todas las semanas pese a las prohibiciones de los médicos. Todo empezó cuando me dijo que había conocido España durante una excursión mientras estaba destinado en Francia como joven teniente paracaidista de la 101 Aerotransportada. «Un águila aulladora», le dije, y tiré por ahí.
Robert Andrews, nacido en Carolina del Norte, decidió muy pronto que quería una vida emocionante, distinta de la de los que conducen de casa a la oficina mecánicamente hasta la jubilación. La encontró en el servicio. Fue Boina Verde en Vietnam, uno de los fundadores de esas unidades de las fuerzas especiales anteriores a las que hoy son famosas, como los Navy Seals y la Delta Force, creadas posteriormente e inspiradas en el SAS británico. Pasó años metido en la selva, dedicado a operaciones de ‘entrar y salir’ en las que a veces había más sordidez que gloria. En esas misiones, la información e inteligencia las aportaban agentes de la CIA que vivían en estrecho contacto con los operadores de las Boinas Verdes. Ellos sugirieron a Andrews que, acabada la guerra, probara suerte en la Agencia. Lo hizo. Y fue en esa oscuridad de espías donde Robert Andrews participó en lo que quedaba de Guerra Fría, a menudo en black ops -operaciones clandestinas- donde podía aprovechar las habilidades combatientes adquiridas en los comandos. Al mismo tiempo, fue escalando en la cadena de mando.
Después de la caída del Muro, Robert Andrews sufrió un vacío debido a la desaparición del enemigo que fue muy habitual en los miembros de los servicios secretos. No supo qué hacer. Dimitió, lo consideró una jubilación. Y, para llenar el tedio doméstico, se puso a escribir novelas policiales que siempre transcurren en el DC y que se convirtieron en un éxito de ventas en los Estados Unidos: «Intento seguir el consejo de Hemingway: tira siempre a la papelera el primer borrador». Su vida de novelista, que parecía que sería la última, fue interrumpida por una llamada de George Bush en la que el presidente le pidió que asumiera la jefatura de una de las secciones de la CIA. Volvió a cruzar el Potomac en coche, hacia Virginia, todas las mañanas. De esas mañanas, la más trágica ocurrió el 11-S, cuando le cayó encima el avión estrellado por Al Qaeda en el Pentágono y sólo por milagro logró sobrevivir. Comenzó la Guerra contra el Terror en su despacho de la CIA, pero sólo la libró durante el primer año. Luego se sintió viejo para algo que iba a durar mucho, que iba a ser la guerra de la siguiente generación. Regresó a los libros.
Al despedirse, me dio su número y me dijo que volviera cuando quisiera, aunque ese taburete lo tenía reservado por si quería sentarse «una mujer hermosa». Robert Andrews cena todas las noches solo en el Martin’s desde que falleció su mujer. Me lo dijo como si hubiera ocurrido hace mucho tiempo: «No. Murió el mes pasado. Quién nos habría dicho, cuando estaba en la jungla, que la sobreviviría yo a ella».
Fibra, a toda vela
«Domingo y Lunes - Desayuno un plato de porridge [se trata de una especie de puré de copos de avena con leche caliente, coronados de frutos secos], caquis y té».
Cena - domingo y lunes - Una ensalada verde elaborada con media taza de tomate en rodajas, cebolla roja y champiñones. Y dos cucharadas de aliño.
TITULO: LA COCINA DOMINGO - LUNES - Granjeros 2.0: la nueva generación del campo,.
Granjeros 2.0: la nueva generación del campo, fotos.
La Dehesa el Milagro y la Granja Cantagrullas tienen detrás dos proyectos vitales que han encontrado su lugar pegados a la tierra
A Blanca Entrecanales hay pocas cosas que le hagan perder la calma. Habla con un tono pausado, sin morderse la lengua y reconoce tirar mucho de intuición a la hora de tomar decisiones. Sí, esta mujer de planta imponente, que aparenta 10 años menos de los que tiene, pertenece "a una de las familias de la alta sociedad española, no nos vamos a engañar". Y es granjera. Aquí su Milagro.
Así bautizó su dehesa tras librarse por los pelos de la muerte: "Al poco de comprarla, yendo hacia allí, tuvimos un accidente terrible de coche en un paso a nivel sin barrera. Nos embistió un tren, salimos por los aires, fue horrible", pero la suerte quiso que todo se quedara en una rotura de clavícula y algunas contusiones. Poco después, Blanca se separó de su pareja tras 16 años y decidió convertir sus tierras en una explotación agrícola. Era 2011 y Blanca no tenía ni idea de dónde se metía.
Es martes, y en Alcañizo (Toledo), pueblo cercano a la finca, no hay un vecino al que preguntar cómo llegar a nuestro destino. Tras alguna vuelta, el GPS nos guía por un camino estrecho. Nos separan apenas dos horas de Madrid, sin embargo, el aire aquí sopla de otra manera. "La gente se cree que se acaba la vida en la ciudad... Y el futuro está aquí".
Cuando se lanzó a trabajar la tierra, Blanca estaba muy verde en la materia. "He ido aprendiendo sobre la marcha". Sí sabía la palabra que iba a marcar su proyecto: sostenibilidad. Vacas, ovejas, gallinas, huerta... La actividad ha ido creciendo al tiempo que han ido conociendo mejor el entorno. "Desde el principio me han asesorado expertos en cada área", explica de paseo por la dehesa. Viste un pantalón vaquero desgastado y un chaquetón marrón. Botas cómodas y ni gota de maquillaje. Habla de la agricultura regenerativa con soltura, "promovida por el australiano Darren Doherty", como eje de su proyecto. "En resumen, cuidamos el suelo. Aquí todo rota, los animales se van trasladando de parcelas según van comiendo, lo que permite que el suelo se regenere. Con un suelo rico produces más y gastas menos", añade el arquitecto Arturo Grinda, mano derecha de Blanca en esta aventura vital. "Siempre hemos buscado que la belleza sea también parte del trabajo en el campo".
La aventura empresarial de una de las dueñas de Acciona empezó yendo con una furgoneta a Mercamadrid a vender su género. "Servíamos a restaurantes, pero los números no nos daban". Luego llegaron los encargos por correo electrónico y después la web, que el año pasado modernizaron, para quitarse intermediarios en el proceso. "En la huerta hay un poco de todo": acelgas, espinacas, brócoli, lechuga, calabaza, apio, puerros, patatas... "Tenemos cajas pequeñas (22,75 euros) o grandes (62 euros) y también se pueden hacer al gusto". Siempre con hortalizas de temporada que se acompañan de huevos ecológicos, aceite, harina, cookies, pan... De la bollería se encarga Celeste, la guardesa de la finca, quien a su vez ha aprendido de Emma, vecina de Candelera. Kathy, holandesa que también vive en la zona, le ha enseñado a hacer el pan y las mermeladas que también comercializan. "Es una forma de involucrar a la gente", asegura Blanca en la despensa donde preparan las cestas que distribuyen por toda España cada semana. "Están saliendo unas 130 por semana en tres repartos". Y también se puede encargar carne... ecológica, claro.
Hemos hecho una ganadería de la nada... Nuestras vacas de raza avileña " se crían en libertad alimentándose de forma natural de los pastos, forrajes y piensos que elaboramos en la finca", aclara Arturo mientras contemplamos a algunas de ellas. Sus ovejas también son de raza autóctona; "la talaverana da un cordero excelente". En la web anuncian las ventas puntuales para fechas concretas dentro del periodo siguiente a las parideras de primavera e invierno. La parte avícola de la granja mantiene la misma filosofía. "Los gallineros también son móviles. Y como los pollos, su alimentación se basa en pienso ecológico que completan con lo que picotean, dando lugar a unos huevos ricos en nutrientes y antioxidantes". Por supuesto, se mueven a sus anchas por el campo.
"Hay quien cree que el campo es aburrido y no es así", reflexiona en alto Blanca, quien cree que "desde la ciudad se menosprecia muchas veces el campo, se ve como algo abstracto. Y aquí hay gente valiosísima".
Acaricia a los burros y a los corderos con el mismo cuidado con el que coloca las verduras en las cestas de los pedidos. Le gusta estar en los detalles; si hay que ir a comprar mantas a Talavera para los caballos, ella va. Ahora están ultimando la apertura de un espacio en Madrid, aunque a sus 54 años, Blanca sigue buscando retos: "Me gustaría hacer un curso de fotografía... Quiero seguir aprendiendo".
UNA VIDA CON SABOR A QUESO
A 197 kilómetros de la finca de Toledo, en Ramiro (Valladolid), se encuentra la Granja Cantagrullas, el proyecto vital de Rubén Valbuena, geógrafo que hace cinco años dio un giro radical a su vida, se fue a vivir a un minúsculo pueblo con su mujer y sus cuatro hijos y empezó a hacer queso. Sus inicios fueron algo más inciertos que los de Blanca.Visitó 17 entidades bancarias, más dos de banca ética... y todos le dieron con la puerta en las narices a la hora de apoyar su proyecto. "Finalmente un banco convencional apostó por nosotros". Arrancaron con 30.000 euros; ahora facturan dos millones al año. El camino ha ido acompañado de muchos desvelos. "Cuando surgen apuros, te preguntas quién te manda meterte en este jaleo cuando antes tenías una vida acomodada". Pero al analizarlo con perspectiva de nuevo, la decisión tomada vuelve a merecer la pena. "Para mi mujer y para mí, la vida familiar siempre ha sido prioritaria frente a la profesional".
La familia vivía en Francia cuando Rubén y su mujer, Asela, pensaron en el futuro que querían para sus chavales. Y lo veían más en el campo que en una gran ciudad. "Mi hermana y su marido tenían un rebaño... Yo empecé a meter la cabeza en queserías francesas, donde me enseñaron muchas cosas". A finales de 2011 pusieron en marcha su negocio.
El reto era enorme también por el tipo de queso que hacen: "Fuimos la primera quesería que logró un registro sanitario para elaborar quesos frescos con leche cruda de oveja". Eligieron esta leche porque querían hacer algo propio de esta tierra y todo el proceso es artesanal. Tienen más de una decena de quesos, cada uno con su personalidad...
Al año de actividad, pasó por Cantagrullas un soplo de aire fresco. Chefs de gran nivel como Diego Guerrero, Pepe Solla, Martin Berasategui o Paco Roncero, por citar algunos, probaron sus quesos y aquello tomó otra dimensión: "Aquí empezamos a despegar. El apoyo de la alta cocina a nuestro producto fue muy importante". Ramiro, un humilde pueblo castellano, empezaba a brillar en el mapa.
El segundo y quizá definitivo paso para la granja fue abrir su tienda en Madrid, Cultivo -en la calle de Conde Duque, 15-. «Aquí Cantagrullas encuentra su hueco. Lo hicimos en 2014 y fue el pistoletazo de salida de lo que somos hoy», explica Rubén, que ya exporta a distintos países de Europa, EEUU y Corea del Sur. Eventos, charlas, sinergias con otros productos, encuentros... «Tratamos de dar a conocer los quesos de calidad».
Cada dos meses, Rubén realiza un 'stage' en alguna quesería de Francia, Bélgica, Holanda o Reino Unido. "Paso allí tres o cuatro días aprendiendo. No hay competencia entre nosotros, el interés por aprender es máximo. Después, ese quesero viene a nuestra granja a vivir el mismo proceso". A sus delicias les han llovido las buenas críticas en este tiempo. Le "conmueve" que la gente vea su iniciativa como "inspiradora", porque "motivar siempre es positivo".
Le gusta el trato directo con la gente y en mejorarlo se empeña a fondo. "Recuerdo a una mujer de Murcia que vino a la granja sólo para conocernos porque había leído nuestra historia. Estuvieron una tarde con nosotros, durmieron en un camping cercano y al día siguiente regresaron a su casa". También sonríe cuando habla de un cliente antiguo que dijo una de las frases que más le han llegado: "Me recuerdan a mi abuela... Cuando oyes esto piensas que estás en el buen camino. Defendemos las fórmulas tradicionales de hacer las cosas".
Sus chavales hoy tienen 11, 9, 7 y 5 años. Van al cole en Arévalo y «están disfrutando el campo de verdad». No hay televisión en casa, tampoco tienen la opción de acudir a actividades extraescolares ni de socializar habitualmente con otros niños. "Se pierden otras cosas", dice Rubén. "Vivir en el campo no es fácil (...) pero si pones pros y contras en la balanza a nosotros nos compensa".
TITULO: ( VIAJANDO CON CHESTER ) - CHESTER IN LOVE - Risto, Chester y el dinero ponen contra las cuerdas a Echenique, Mariscal y Josef Ajram ,.
Nueva entrega de 'Chester in love' / fotos.
Risto, Chester y el dinero ponen contra las cuerdas a Echenique, Mariscal y Josef Ajram
Este domingo -12- febrero , a partir de las 21.30 horas, en 'Chester in love: money'
Si hay algo que dé más pudor que el
sexo a la hora de hablar, es el dinero. Quien lo tiene, por exceso; y
quien no lo tiene, por defecto. Resulta difícil encontrar gente capaz de
admitir cuánto dinero gana, sea mucho o poco, pero nada se le resiste a
Risto Mejide y a Chester. Este domingo, a partir de las 21:30h, tres
personalidades públicas marcadas de un modo u otro por cuestiones
económicas visitan el plató de ‘Chester in love’ para hablar sobre tan
espinoso tema y sobre muchas otras cuestiones: Pablo Echenique, Javier
Mariscal y Josef Ajram.
Pablo Echenique: “Una
persona que gane 100 millones a lo mejor tiene que pagar 80 en
impuestos. ¿Es que acaso no le da para vivir con 20 millones?
El secretario de Organización de Podemos visita a Risto y a Chester
para ofrecer la que posiblemente sea su entrevista más personal hasta la
fecha… sin que sea una entrevista. Echenique hablará de todo y de
todos, sin importar lo peliagudo del tema, como podría ser la enfermedad
que le mantiene dependiente de una silla de ruedas o de su
controvertido pago en negro para su asistente personal. Sobre el primer
asunto, lo tiene claro: “ Reírse de uno mismo es la
mejor medicina posible. Si no te ríes de ti mismo, lo llevas mal. Y
desde el principio entendí que esa era la manera de sobrellevar un
montón de cosas".
Sobre el segundo tema, también es contundente en su defensa. “ Lo
hice mal. Mi asistente me comentó que no podía pagar la cuota de
autónomos porque no tenía suficientes ingresos, y me vi en la dicotomía
de no querer prescindir de él, porque como asistente era, y es, muy
bueno. Y decido estar más tiempo con él mientras intentaba arreglar la
situación, buscar otras vías para mantenerle como asistente legalmente…
Pero no las encontré. Fue entonces cuando dejé de contar con él”.
Sobre dinero (“ He perdido dinero por estar en Podemos”), impuestos (“ En
los países del norte de Europa, en Suecia, etcétera… ha habido momentos
en la historia en los que la tasa más alta de IRPF rondaba el 80%”) o ricos y pobres (“ Un
pobre es el que tiene que elegir si compra cierto tipo de comida o paga
la luz. A veces tiene que elegir si compra ropa o paga la hipoteca. Y, a
veces, no puede pagar ninguna de las dos cosas”) transitará una conversación distendida en la que, no obstante, no faltarán puntos de fricción entre Risto y Pablo:
- Risto: ¿Una persona que gane cien millones de euros tiene que pagar 95 en impuestos?
- Pablo: A lo mejor tiene que pagar 80 millones, sí ¿por qué no?
- Risto: ¡Wow!
- Pablo: ¿Qué? ¿No le alcanza con 20 millones al año para vivir?
- Risto: ¿Y qué incentivo va a tener el año que viene de ganar otros 100?
Javier Mariscal: “Si te va mal, cuando te pregunten cómo estás, responde la verdad, muy mal”
Diseñador, entre otros, de la mascota de Barcelona ’92, el célebre
Cobi, Mariscal sacará su lado más desconcertante y sorprendente ante un
atónito Risto, al que dejará sin palabras con sentencias como la
siguiente: “Cuando necesitas dinero, el dinero cae;
el dinero viene, el dinero vuela. A mi me pasaba. Necesitaba dinero, le
pegaba una patada a una farola y me caían fajos de billetes. Pero claro,
hay que saber a qué farola pegar esa patada…”.
Conocido por sus vaivenes económicos en los tiempos recientes, Mariscal admite que “ He aprendido a que se vive muy bien sin tener dinero”,
y no tiene reparos en contar, de la manera más sencilla, por qué
confesó públicamente que su empresa de producción estaba en la ruina: “ Porque
me preguntaron. Los periodistas vienen y te dicen: ‘¿Cómo estás?’ Y yo
digo: ‘En la ruina’. No sé ¿No se puede decir la verdad? Es típico de
esta sociedad, el mejor callarse y decir que todo va muy bien(…) La
gente dice: ‘¡Muy bien!’. Y no. Si te va mal, cuando te pregunten cómo
estás, responde la verdad: ‘¡Muy mal!”.
Josef Ajram: “Un amigo y yo ganamos dinero en el 11-S”
Broker financiero, trader,
gestor de fondos… este triatleta se mueve como pez en el agua no sólo
en las pistas de atletismo, también en el mundo de las finanzas. Se
reconoce a sí mismo como un lobo de Wall Street, un especulador con el
único objetivo de ganar dinero: “ Reconozco que cuando
empecé en Bolsa solo tenía mente el dinero (…) obtener la mayor
rentabilidad con los menores recursos, en el menor tiempo posible”.Sin embargo, la vida pone a cada uno en su sitio… “ A mí me pasó. La Bolsa me enseñó que aquello no era para mí (…) Lo dejé tras mi primer gran fracaso porque me sentí vulnerable”.
Por el camino, un historial de lujo, polémica, mucho deporte y algún
que otro escándalo. Como ese que vincula una de sus mayores ganancias al
peor atentado de Occidente en el siglo XXI: El 11-S “ Hicimos
un tipo de operativa en Bolsa que es vender acciones a un precio para
después intentar comprarlas más baratas. Cuando chocó el segundo avión
empezó todo a bajar a una velocidad que no era asimilable, se colapsó la
Bolsa. Al final del día compré las acciones que había vendido a un
precio mucho más bajo, y entonces, lamentablemente, gané dinero (…).
Ojalá no hubiera sido así ”.
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