DOS DIAS Y UNA NOCHE - MARTES -10- OCTUBRE,.
El programa está conducido por la periodista catalana Susanna Griso. Cada semana visitará la casa de un personaje famoso relevante y mediante el hilo conductor de la entrevista, irá desgranando la vida de los famosos. Como novedad la periodista se instalará en las casas de los invitados durante dos días pasando una noche allí. El martes -10- octubre a las 22:40 por antena 3, etc.
EN PRIMER PLANO - A FONDO - REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - De que va la generation = Los adolescentes no saben vivir sin movil,.
fotos.
Que no tienes móvil?, ¡no me lo
creo!”. Y se te quedan mirando raro… Muchas veces desconfían y se
piensan que sí que tienes, pero que no se lo quieres dar, hasta que se
dan cuenta de que es verdad”, explica Carlos Galilea (53 años). Para este veterano periodista musical, director del programa Cuando los elefantes sueñan con la música,
de Radio 3, existe una sobreutilización del teléfono móvil: “Yo no digo
que no sea útil para ciertas situaciones, pero realmente estas son muy
pocas, y nunca me he visto en ninguna”.
Como Galilea, el resto de los
entrevistados para este reportaje cree que el teléfono celular no es una
herramienta necesaria en su día a día. Las ventajas que este ofrece,
tales como la accesibilidad o la posibilidad de estar localizable 24 horas al día, no son para ellos sinónimo de logro o avance, sino todo lo contrario.
“Hemos vivido muchos años sin este
dispositivo perfectamente y nos localizábamos igual. Hoy, aunque no
tengas móvil, si te quieren encontrar, te encuentran”, apunta el
ilustrador y dibujante de cómics Miguel Brieva (36 años). “Generalmente –añade–, hay dos grandes coartadas
que justifican el tener móvil. La primera: que te han de localizar por
trabajo, y estoy convencido de que es a un porcentaje muy pequeño de la
población a la que realmente le sucede; además, como yo trabajo desde
casa, mis clientes –editoriales y medios de comunicación– saben que
estoy en el fijo o en el correo electrónico; y la segunda razón: por si
te encuentras en una situación comprometida, pero tampoco me suelo ver
metido en ninguna”.
Galilea y Brieva forman parte del 18% de población española que, según el informe
La sociedad en red 2010
, del Observatorio Nacional de las
Telecomunicaciones y de la Sociedad de la Información (Onisi), no
utiliza el teléfono móvil. A priori, cabría imaginar este grupo formado
por personas de edad avanzada, que no se han llegado a familiarizar con
la tecnología por temporalidad, así como por quienes no pueden acceder a
ella. Pero no es así. Una parte de este porcentaje –pequeña, sí, pero
resistente– la forman profesionales que, aun pudiendo acceder a un
teléfono móvil, eligen no meterlo en sus vidas.
“No me interesa –afirma Galilea–, y no porque rehúya de las tecnologías –fue
uno de los primeros usuarios españoles de internet–, sino porque creo
que se puede vivir perfectamente sin él y, de hecho, se vive mucho más
tranquilo”. A lo que Brieva añade: “Para mí no es una renuncia
importante, sino todo lo contrario, es una necesidad, una manera de
desacelerar el ritmo”.
Bajar el ritmo vital, ganar
tranquilidad, ser dueño de los momentos de uno sin que nadie tenga la
posibilidad de interrumpirlos son las razones que sustentan la decisión
de quienes descartan la telefonía móvil como medio de comunicación.
“Vivimos permanentemente conectados, permanentemente informados, y
apenas tenemos momentos de silencio y soledad, que tan necesarios son
para crecer como personas”, apunta Manel Puigvert (50 años), quien dirige junto a su mujer, la chef Fina Puigdevall, el restaurante Les Cols en Olot, reconocido con dos estrellas Michelin.
“Si tuviera móvil, probablemente las
horas que dedico a leer, a la música o a pasear quedarían perjudicadas
por el teléfono. Y estos momentos, que tan importantes son para
enriquecerme, dejarían de existir”, explica Puigvert desde el oasis de
naturaleza, tradición y vanguardia que es Les Cols. Para él ya son
suficientes los momentos de estrés que vivimos en el día a día como para
sumarles otros que provoca el móvil.
Esta misma sensación la comparte el empresario griego Paul Efmorfidis (53 años), presidente y fundador de la empresa Cocomat,
productora de camas, ropa de hogar y mobiliario fabricados con
materiales cien por cien naturales. “Es verdad que el móvil te permite
hacer más cosas y más rápido, pero eso es precisamente lo que yo no
quiero. No me gusta la velocidad; cuando tratas de llevar a cabo muchas
cosas a la vez, corriendo, las acabas haciendo todas mal”, señala
Efmorfidis. Y apunta a las consecuencias nocivas que la exposición a los
campos de radiofrecuencia emitidos por los teléfonos celulares provocan
en los humanos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha
detectado como efectos directos de la utilización del teléfono celular
alteraciones en la actividad cerebral, en los tiempos de reacción y en
el sueño. El riesgo de sufrir un accidente de tráfico cuando nos
encontramos al teléfono es tres o cuatro veces mayor, aunque el
dispositivo de manos libres esté activado.
Los movimientos y las corrientes que
proclaman la desaceleración del ritmo para disfrutar de cada momento,
obtener más calidad de vida y plenitud, como el
downshifting
(desaceleración), el movimiento
slow
(lento) o el
mindfulness
(estar atentos a aquello que se vive), ganan adeptos en los últimos tiempos. Uno de sus impulsores, Carl Honoré, autor del best seller Elogio a la lentitud,
recomienda como una de las prácticas para lograr este objetivo
“desenchufarse” periódicamente, lo que es sinónimo de aprender a
desconectar los dispositivos electrónicos que rodean hoy a cada persona y
que, según él, la aceleran, la distraen y la hiperestimulan.
Esto es lo que pone en práctica Puigvert
cada noche a la hora de la cena con sus tres hijas adolescentes, que ya
han integrado las nuevas formas de comunicación en sus vidas. “Cenamos
todos juntos con música clásica de fondo; es un momento para hablar,
para contarnos cómo nos ha ido el día y comentar nuestras cosas. Yo no
soy radical con las tecnologías, pero sí creo que se debería utilizar el
teléfono móvil de una manera más inteligente, para no convertirnos en
seres dependientes”.
Expresa además sus dudas acerca de que
se pueda hacer un buen uso de las tecnologías en la etapa de
crecimiento: “Los adolescentes tejen unas relaciones a través del móvil y
de las redes sociales que no son reales, sino virtuales. Me da la
sensación de que pierden mucha autenticidad”.
La misma preocupación, pero extrapolada a cualquier edad, invade a Federico Manresa (63
años), jefe del servicio de neumología del hospital barcelonés de
Bellvitge (l’Hospitalet de Llobregat). “El móvil –sostiene– cambia las
relaciones; no sólo entre médico y paciente, sino también entre las
personas. Hay conversaciones que se llevan a cabo cara a cara que no son
iguales si se mantienen a través de un aparato como este”. Manresa, que
además de neumólogo es profesor de cuarto curso de la carrera de
Medicina, describe cómo la dependencia de sus alumnos hacia el móvil les
provoca determinadas reacciones y actitudes: “Son jóvenes más
individualistas y no pueden vivir sin este aparato, durante la clase lo
llevan en el bolsillo de la bata ‘por si acaso’”.
En una profesión como la suya, donde este dispositivo podría convertirse en un buen candidato para sustituir al tradicional busca,
Manresa se niega a poseer uno. “Yo no quiero estar 24 horas conectado.
Si me quieren localizar por alguna urgencia, me encontrarán seguro, como
siempre lo han hecho”. Una de las principales razones que avalan este
rechazo es que no es partidario de mezclar su vida profesional con la
personal, “porque no acabas de disfrutar de ninguna”.
La invasión que el teléfono supone en la
vida personal y profesional de las personas es algo que también
concierne al periodista Carlos Galilea. “Antes, cuando quedabas con
alguien, tu interlocutor estaba allí, presente, pero hoy es más difícil
porque seguramente en algún momento mandará algún mensaje o hablará por
teléfono mientras te tiene delante”. No cree que el móvil ayude a la
comunicación, sino que casi siempre la enrarece y lleva a malentendidos.
Por eso, cuando uno de los medios con los que colabora le ofreció
regalarle un teléfono móvil, se negó. “No, porque si no os lo cojo
cuando me llamáis, os vais a mosquear –les argumentó–; mejor no tengo, y
así no tenéis dudas si no me localizáis”.
Puigvert presencia con frecuencia
episodios en los que la accesibilidad que proporciona este tipo de
telefonía invade momentos de ocio e intimidad en su restaurante. “A
veces ves a una pareja cenando, y en vez de disfrutar del placer de una
buena comida, de la compañía, del vino, de un espacio para la
conversación…, ¡uno de los dos se pone a hablar por teléfono!”.
Según datos de la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT),
en julio del 2011, el número de líneas de telefonía móvil superó al
número de habitantes en España, alcanzando los 58 millones –lo que
supone un aumento del 5,5% respecto al año anterior–, y el gasto medio
llegó a los 40 euros mensuales.
“El teléfono sí que fue un invento
revolucionario para la humanidad, el móvil es únicamente una variación
de este y, aunque es innegable que tiene una utilidad, es completamente
prescindible. Nos lleva a generar más costes de tipo medioambiental,
humano, económico…”, afirma Brieva.
“¿Cuántas veces escuchamos
conversaciones completamente prescindibles?”, apunta el doctor Manresa.
Se refiere al “ahora llego”, al “¿qué haces?” o al “acabo de salir” que
se escuchan frecuentemente en el autobús, en la sala de espera de un
médico o en el supermercado. “La mayoría son conversaciones más por
capricho que por necesidad” y fomentan el engrose de las facturas, así
como la sobreutilización de un aparato que, tal y como avalan distintos
estudios, crea una mayor dependencia y excitación en el usuario.
“Hay que empezar a ser crítico y
rechazar cosas, o acabaremos siendo adictos a aparatos como el móvil”,
afirma Brieva. Algo que los cuatro hijos de Efmorfidis, de entre ocho y
21 años, ya han hecho, no por imposición, sino por elección propia.
“Ellos mismo han decidido no tenerlo porque no lo necesitan”, apunta su
progenitor, que añade: “El teléfono móvil es un factor que puede
contribuir a apartarnos de lo verdaderamente importante de la vida. La
felicidad es disfrutar de las cosas sencillas y pequeñas, y este
aparato, con todo lo que supone, muchas veces te invita a perdértelas”.
Galilea concluye: “A mí me parece bien que cada cual haga lo que
quiera con su vida, pero sí que deberíamos reflexionar sobre las
decisiones que tomamos y tener una conciencia crítica. El hacer las
cosas porque todo el mundo las hace no vale. Al final nos tendríamos que
preguntar si los avances como el móvil son avances de verdad, ¿nos
hacen más libres o más esclavos?”.Carlos Galilea
“Cuando viajas, es necesario desaparecer. Si desconectas, la cabeza vuelve a su sitio. Pero si sigues con la posibilidad de que te contacte por teléfono aquello de lo que te alejas, es como si no te fueras”. Estas desconexiones que Galilea considera tan necesarias le han permitido mantenerse “en su sitio” durante 25 años, tiempo que lleva al frente de su programa de radio, una de las emisiones más populares de música brasileña, jazz y ritmos africanos. El periodista madrileño está en contacto permanente con la tecnología y afirma, convencido, que ningún soporte es definitivo, y que la época que estamos viviendo traerá más cambios. “Es una etapa convulsa, muy emocionante, con teléfono móvil incluido, ¡aunque yo no tenga!”.
Manel Puigvert
Puigvert y Fina Puigdevall decidieron transformar Les Cols en el restaurante de sus sueños: “Un lugar que mezcle lo sensorial con lo intelectual y lo espiritual”. De eso hace once años, y la reforma, un equilibrio entre tradición y vanguardia, proporcionó un clima de paz que predispone a compartir comida, bebida y conversación y que les ha valido, entre otros, el reconocimiento de dos estrellas Michelin. “Tratamos de explicar las cosas de otra manera –apunta Puigvert–, desde aquí, con la aspiración de alcanzar lo universal a través del espacio de lo íntimo”. Para lograrlo, Puigvert preserva a rajatabla sus momentos de ocio sin interferencias.
Miguel Brieva
Siempre dibujó, desde niño. Luego estudió Bellas Artes y, como dice, “lo demás se fue dando”. A caballo entre Sevilla y Madrid, publica sus ilustraciones y viñetas en distintos medios de comunicación y ha publicado libros como Dinero, una crítica al sistema capitalista y a la sociedad de consumo. “Este tipo de sociedad ha creado adictos a cosas materiales, y el teléfono móvil es, sin duda, una de ellas”, opina. No está en contra de la tecnología, puesto que se pasa el día frente al ordenador, pero a la que puede recupera el papel y el pincel. “La tecnología tiene su utilidad, especialmente internet, que ha sido una revolución, y estoy seguro de que el móvil también la tiene, pero yo no lo necesito. Vivo con mis contemporáneos con la mayor de la plenitud”.
Paul Efmoridis
Lleva años estudiando qué permite disfrutar de una vida saludable e implementa sus descubrimientos en Cocomat, la empresa que fundó junto a su hermano y otros tres socios en los años 80. Sube el sueldo un 5% a los empleados que van a trabajar en bicicleta, y otro 3%, a quienes dejan de fumar. Un 10% de los empleados sufre alguna discapacidad, y la tasa de reciclaje en la fabricación de camas, ropa y mobiliario es del 96%. Este empresario griego afincado en Amsterdam no tiene teléfono móvil ni coche, no come carne ni fuma, y se desplaza en bicicleta. “Prueba un día a recorrer el mismo camino en coche y en bici; seguro que con el primero llegas antes, pero te perderás cosas que únicamente verás si vas a otro ritmo. La persona más feliz del mundo no es la que más cosas puede hace, sino la que más disfruta con lo que hace”, dice.
Federico Manresa
Sus pacientes le piden constantemente el número de su teléfono móvil, pero él insiste en que no tiene y lo dice orgulloso. “Se ha banalizado mucho el uso del teléfono, antes se utilizaba para cosas concretas, necesarias, pero hoy ya no”. En su profesión, el timbre del teléfono es sinónimo de malas noticias, por eso prefiere no tener que oírlo. “Si yo tuviera un teléfono celular, sería para los demás. Es a la gente a la que le interesa que yo tenga este dispositivo, ¡no a mí!”. A Manresa no le gusta mezclar su vida profesional con la personal, por eso las mantiene compartimentadas, y no tener móvil es una manera de lograrlo. Además de no verle utilidad alguna en su día a día: “Vivo tranquilo y hago lo que me gusta que es: ver pacientes y enseñar. ¡Y sin móvil lo hago mucho más tranquilo!”.
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