Viernes -21- Febrero a las 22:10 horas en La 1, foto.
Abierto el plazo de inscripción para el curso de creación de empresas de Fundación Mujeres,.
El curso comenzará el próximo 3 de marzo con la presentación de los contenidos, mientras que las sesiones se distribuirán entre los días 10, 17 y 24 de marzo. El proyecto está organizado por el Servicio de Creación y Consolidación de Empresas de Fundación Mujeres, en el marco del proyecto DANA+ y financiado por el Ministerio de Trabajo y el Fondo Social Europeo.
TITULO: VACACIONES - EUROPA DE PELICULA -El Ayuntamiento pondrá en marcha el Laboratorio de Circularidad Agroalimentaria,.
El Ayuntamiento pondrá en marcha el Laboratorio de Circularidad Agroalimentaria,.
TITULO: Lazos de sangre - El cacereño Santiago Rodríguez está detrás de 20 fotovoltaicas extremeñas , .
El miercoles -19- Febrero a las 21:30 por La 1, foto,.
El cacereño Santiago Rodríguez está detrás de 20 fotovoltaicas extremeñas,.
«Cuando la empresa decidió invertir en España, dije que en Extremadura, y aquí todo nos va muy bien»,.
En las informaciones que se publican de estas fotovoltaicas en los medios de comunicación se dice que la empresa que las promociona es Ingenostrum S. L., que es sevillana; y es cierto que la central de la empresa está en Sevilla, pero el único accionista es el cacereño Santiago Rodríguez que se formó como ingeniero civil en la Escuela Politécnica de la Universidad de Extremadura. «Al principio éramos tres socios en la empresa, que se fundó en 2009, pero ahora solo estoy yo -señala al Diario HOY-. Hicimos proyectos fuera de España, y cuando se decidió invertir aquí, yo dije que había que venir a Extremadura y me dijeron a la primera que sí. Siempre pensé que Extremadura puede ser un punto de referencia y hasta ahora los proyectos van muy bien, son bastante exitosos y esperamos que sigan así».
La empresa interviene en todas las fases de desarrollo de plantas de generación de energía eléctrica a partir de fuentes renovables, y se ha especializado en Extremadura en la energía solar.
El empresario espera poder seguir desarrollando proyectos en la región hasta el año 2030
Cuando se le pregunta si las fotovoltaicas
tienen futuro en esta tierra, no lo duda. «Tienen un futuro muy
prometedor, pero hay que colaborar más con nuestro anfitrión que es
Extremadura. Hay que fomentar el valor compartido, integrarnos en la
región y ver qué más podemos hacer aquí, además de crear empleo al
invertir aquí». Dentro de esta política de apostar por Extremadura, Ingenostrum ha creado una cátedra en la universidad extremeña. «La unión con la Universidad es porque nosotros hemos estado preparando muchos temas de formación para trabajadores, personal de montaje electromecánico; pero ahora queremos ir un poco más allá y ver cómo nosotros podemos colaborar con la universidad en la transición ecológica; es decir, nos gustaría formar un centro de experimentación de la transición ecológica y sostenibilidad con la Universidad. La transición ecológica no es solo pasar a una economía más eficiente, también es ver cómo convivimos, cómo llegamos al entorno rural, cómo podemos hacer para que se mantengan las mismas zonas de cultivo, cómo puede la energía ayudar a que sea más eficiente».
Con la Universidad van a estudiar los usos alternativos de la energía renovable asociados a la industria, a la producción agrícola y a las nuevas tecnologías. «Queremos ver qué posibilidades tiene Extremadura asociadas al desarrollo de la energía solar, para poder desarrollar más el entorno rural. La parte de agricultura para nosotros es muy importante, porque uno de los temas que se estudian siempre es hacer un estudio histórico sobre qué hubo en ese terreno antes de llegar nosotros; por ejemplo nosotros no queremos estar en zonas de regadío porque ya se hizo una inversión en su día en ese suelo para hacerlo de regadío, y nosotros no podemos ir con una cosa que no sea compatible».
Santiago Rodríguez señala que en Extremadura no hay problemas para hacer proyectos. «Aquí se acaban teniendo los permisos de los proyectos si haces las cosas bien - afirma-, lo cual no quiere decir que todos los proyectos vayan a tener los permisos, porque hay ciertas zonas en las que no se pueden hacer por cuestiones ambientales. Hay que proteger el patrimonio de Extremadura de la dehesa. Nosotros siempre buscamos zonas de pastos o de cultivos de secano o zonas poco productivas. Investigando se puede ver qué cultivos puede haber debajo de los módulos que sean más eficientes».
Este ingeniero y empresario cacereño se centra en la investigación. Explica que su empresa se fundó en 2009, justo cuando terminaron todas las subvenciones a proyectos de energía renovable. «Entonces nosotros vimos que para que estos proyectos pudieran seguir -cuenta-, tenía que llegar un momento en el que pudieran competir con el precio de la energía de otras fuentes convencionales, con el carbón, con el gas, con la nuclear, con las centrales hidroeléctricas...».
Estudiaron la situación y vieron que donde se podía llegar a ese precio de una manera más rápida en el mundo era en los desiertos, y preferentemente en el desierto de Atacama, en el norte de Chile, porque aparte de tener una radiación solar un tanto por ciento más alta que la media, también tenía una temperatura por la noche que enfriaba los módulos, consiguiendo más productividad. «Esto se dice rápido -señala-, pero fueron cuatro años de trabajo porque también tuvimos que diseñar, por la altura, unos equipos especiales. Como la empresa con la que trabajamos no sabía hacer proyectos pilotos pequeños, se tuvo que hacer un proyecto industrial muy grande».
Ingenostrum está detrás de proyectos de energías renovables en muchos países. «El primer proyecto de invernadero fotovoltaico que se hizo a nivel mundial, que está en Cerdeña, lo hicimos nosotros; en Chile se hicieron tres proyectos muy grandes y está en desarrollo un proyecto gigante en Colombia. El mínimo de desarrollo de cada proyecto son de 3 a 5 años, porque se va cambiando, adaptándose a las nuevas tecnologías».
Nuevo proyecto
Explica que cuando llegaron a Extremadura querían hacer un proyecto que fuera compatible con el aspecto social, medioambiental y paisajístico. «Para ello se han hecho un montón de estudios que van paralelos a lo que es la planta en sí, de producción de electricidad. Un proyecto nuestro lleva como cuatro o cinco veces más ingeniería de estudios que un proyecto normal, porque tiene que mantenerse durante 35 ó 40 años; pero no solo mantenerse produciendo de una manera muy eficiente los kilovatios hora, sino que tiene que mantenerse en categoría de vecindad, presentando estudios muy completos de lo que es la región». Durante nueve meses estudiaron todos los sitios en donde se podían poner y cómo llegar a interactuar en esos lugares con el entorno»Santiago Rodríguez afirma que las fotovoltaicas crean bastante empleo, que es más intensivo durante la construcción. En los proyectos que ha realizado su empresa en Extremadura han trabajado unas 900 personas. «Nosotros damos formación previa y esos trabajadores después pueden estar empleados en otros proyectos. La mayoría son trabajadores de la zona en las que están las fotovoltaicas porque nosotros damos los cursos con preferencia a la gente que vive allí. Cuando más trabajadores sean de la zona mejor».
Ahora su empresa está pendiente de decisiones del Gobierno para ver qué otros proyectos pueden hacer en Extremadura. «Nosotros queremos trabajar en Extremadura hasta el año 2030», recalca el empresario cacereño.
TITULO: VUELTA AL COLE - Calcografía Nacional: la caja fuerte de papel ,.
Calcografía Nacional: la caja fuerte de papel ,.
foto / Como
en tantas otras ocasiones fue la minoría ilustrada del siglo XVIII la
que hubo de enfrentarse con la preocupante situación en que se
encontraba la actividad de grabar. Preocupante no sólo en cuanto a la
difusión e implantación de modelos estéticos y a la renovada imagen que
debía dar la nueva dinastía, utilizando la estampa como medio de
propaganda, sino en cuanto a la función del grabado para impulsar el
proceso científico y técnico. De hecho, la mecánica, las ciencias
naturales, la medicina, la cartografía, la ingeniería, la arquitectura
y, en fin, todas las ciencias prácticas necesitaban el grabado para
poderse difundir.
Bajo
tutela real el grabado español se incorpora en el siglo XVIII a la
perfección alcanzada por los países europeos cuya tradición en esta
manifestación artística se encontraba consolidada. Una de las
instituciones que más contribuyó al desarrollo y esplendor del grabado
fue la Real Calcografía, creada en 1789. Su origen se encuentra en el Plan de grabadores del Rey, redactado en 1788 por Manuel Monfort, director de la Imprenta Real desde 1784. En el Plan
se sugería la necesidad de crear un establecimiento fijo, anexionado a
la Imprenta Real, que centralizara todos los encargos de grabado
requeridos por las distintas Secretarías. La justificación del
establecimiento apuntada por Monfort era doble: por una parte, los
excesivos precios que se pagaban por los encargos de estampación a las
imprentas de la Viuda de Ibarra, a Marín y a otros cualificados
impresores, y por otra, el deseo de que se grabara “la Colección de los
Quadros originales que hay en España dignos de ser publicados, y la
colección de Retratos de los Españoles distinguidos en las Letras, en
las Armas y en la Política, cuya memoria aún por este camino convendría
que se extendiese a todo el Mundo”.
La
idea no cayó en el vacío, pues bajo la protección e impulso del conde
de Floridablanca, a la sazón Secretario de Estado, se instalaron dos
tórculos en la sede de la Imprenta Real de la madrileña calle de
Carretas, en los que se comenzó a estampar. La primera estampa que salió
de esos tórculos, el 29 de abril de 1789, fue el retrato de
Floridablanca grabado por Joaquín Ballester. El subdelegado para los
asuntos de la Imprenta Real propuso a Floridablanca el proyecto de “que
se recojan, cuiden y tiren de nuevo, cuando sea necesario, las láminas
que se hayan abierto de orden del Rey en la Imprenta Real”, destinando
para este menester como persona más apta a Nicolás Barsanti. Aprobado el
proyecto por Floridablanca envió la siguiente comunicación a Barsanti:
“Habiendo acordado Yo con el Fiscal del Consejo y Cámara Don José
Antonio Fita, mi subdelegado en los asuntos de la Real Imprenta, que se
establezca en ella una estampería de todas las obras que se han mandado
hacer de cuenta del Rey y otras que se tengan por conveniente, he
elegido a Vm. para que forme la colección de las láminas y cuide de
conservarlas y hacerlas retocar cuando convenga, procediendo Vm. a todo
con órdenes del mismo Don José Antonio Fita, a quien le doy aviso en
esta fecha de mi disposición. Y para que desde luego empiece a tener
efecto dicho establecimiento acompaño a Vm. esas órdenes para que pase a
recoger de los sujetos para quienes son, las láminas que en cada una se
expresan”. Entre esas órdenes figuraba la dirigida al administrador de
la Imprenta Real, Santiago Barufaldi: “Teniendo el Rey por conveniente,
con la idea de extender el buen gusto del grabado, establecer en su Real
Imprenta una oficina para que se estampen todas las obras que se han
hecho de cuenta de S.M. y las que en lo sucesivo fuesen grabándose u
otras que convenga adquirir, ha resuelto S.M. que se forme una colección
de todas las láminas a fin de custodiarlas en la misma Real Imprenta,
dando la comisión de conservarlas y hacerlas retocar al Académico de
Mérito Don Nicolás Barsanti; existiendo varias de ellas en poder de Vmd.
le paso esta orden para que las entregue Vmd. al mismo Barsanti, que
dejará recibo”. Órdenes semejantes fueron cursadas a Antonio Ponz,
Benito Bails, y a los grabadores Juan Bautista Bru y Manuel Salvador
Carmona, pues todos ellos tenían bajo su custodia láminas que habían
sido costeadas por el erario público.
TITULO:
EN PRIMER PLANO - A FONDO - REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - En
la tuya o en la mía - Miercoles -26- Febrero - La lección de Carlos Pérez Siquier: “Me quedan por hacer las mejores fotos”,.
En la tuya o en la mía - Miercoles -26- Febrero ,.
En la tuya o en la mía', presentado por Bertín Osborne, acerca a los espectadores el lado más desconocido de personajes relevantes de diversos ámbitos. Durante aproximadamente una hora, los telespectadores tienen la oportunidad de conocer mejor al invitado y también al propio Bertín Osborne, en La 1 a las 22:30, el miercoles -26- Febrero,, etc.
EN PRIMER PLANO - A FONDO - REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA -La lección de Carlos Pérez Siquier: “Me quedan por hacer las mejores fotos”,.
La lección de Carlos Pérez Siquier: “Me quedan por hacer las mejores fotos”,.
Uno de los padres del Grupo Afal. Fotógrafo neorrealista en La Chanca
y juguetón pop en ‘La playa’. Amante del trampantojo y enemigo del
retoque. Intuyó las vanguardias desde un mirador esquinado como Almería.
Cuenta con un museo propio desde 2017 y una exposición a la vista en el
Reina Sofía. El hombre de las gafas transparentes y el pelo níveo sigue
disparando a los 87. Y seleccionando instantáneas que se puedan mostrar
cuando ya no esté.
En los AÑOS cincuenta, desde un rincón alejado del tráfico cultural,
Carlos Pérez Siquier (Almería, 1930) hizo dos cosas grandes. Como
redactor jefe de la revista Afal, removió la casposa fotografía
española y aglutinó un grupo al que el Reina Sofía dedicará una
exposición este año. Como fotógrafo, documentó la belleza y la miseria
del barrio almeriense de La Chanca poco antes de que Juan Goytisolo lo
hiciera por escrito. Podía haberse quedado en eso. Sin embargo, Pérez
Siquier siguió explorando, acumulando proyectos, con un singular olfato
para el riesgo y la innovación reconocido fuera antes que dentro. Y ahí
sigue: acaba de presentar dos libros, La Briseña y Mi sombra y yo,
que nada tienen en común con los anteriores, a los que se suma un
catálogo donde le homenajean infinidad de creadores. Tanto su curiosidad
como su ironía siguen en pie. Se sienta en el salón de su piso, con una
proa acristalada que conduce al mar.
Con 87 años, está hiperactivo. Me encuentro bien y con muchas ganas de ver la vida —que cada vez va siendo más difícil porque se va acortando—. Salgo con la intención de perpetuar aquellas cosas que me producen emoción. Soy de los fotógrafos intuitivos, incapaz de preparar una fotografía. Yo quiero coger la vida como pasa por delante de mis ojos. Tanto las personas como los objetos salen a mi encuentro. Yo no busco. Ver es haber visto.
Ha especializado su ojo en desvelar una segunda realidad. Sí. Trato muchas veces de engañar a la mirada del espectador. Tengo un libro que titulé Trampas para incautos. Busco continuamente ese trompe l’oeil, como Chema Madoz cuando ve un objeto.
Mientras que Ramón Masats colgó las cámaras hace 13 años, usted se ha pasado a lo digital. Que esté en lo digital es casual. He repetido en muchas entrevistas que no iba a salir de lo analógico, donde yo había sabido crearme un lenguaje. Utilizaba siempre la misma cámara, la misma película, el mismo laboratorio y el formato 6×6. Siempre procuré no hacer reencuadres ni usar flash ni trípode. Todo era manual. Eso me dio un lenguaje muy identificativo.
Ha dicho: “Cuando uno ya no cuenta los años sino las fotos
que le quedan por hacer, su memoria empieza a recordar aquellos
instantes personales que le hubiera gustado detener”. ¿Cuántas fotos le
quedan por hacer? Las mejores. Sigo haciendo fotos. Me estoy
reservando unas ampliaciones de 30×40 que voy guardando para no sé…,
para cuando me falle no solamente la memoria, que ya me está fallando,
sino también las fuerzas físicas. Quiero irme acompañado por las últimas
cosas que he visto. Cuando consigo la imagen que quiero, la guardo en
la caja para la posteridad, para decir que hasta última hora seguí
fotografiando.
Es el primer fotógrafo español con museo propio (en Olula del Río, Almería). ¿Le habría gustado otro lugar?
Me hubiera gustado un sitio que pudiera ser más visitado, pero tuve una
opción del museo del pintor Andrés García Ibáñez. Después se hizo una
fundación con Cosentino, y además Antonio López y yo nos metimos en el
proyecto. No creas que me endiosé ni nada de eso…, lo encuentro natural.
Las cosas me han ido bien, mejor tener un museo que no un mausoleo.
¿Se siente reconocido ahora? Has dicho bien la palabra “ahora”. He estado mucho tiempo en la sombra. En el Grupo Afal, si bien era el redactor jefe, mi obra apenas era conocida. El libro de La Chanca tardó en publicarse 20 años y lo hizo sin difusión nacional. A los pocos fotógrafos que les llegó y eran honestos dijeron que aquel reportaje de los cincuenta era una narración por imágenes al estilo de Life en América, y sirvió de base a la fotografía española de reportaje, fue un hito grande. Mi trabajo de La playa, en color, geografía de la carne con un sentido irónico, mediterráneo, no tuvo resonancia hasta que no me reconocieron en Francia y EE UU. Todo ha sido muy lento. Ahora de pronto ha habido una eclosión. ¿Qué ha pasado? Que he dejado muchos cadáveres, no en el sentido peyorativo, sino que de mi grupo han desaparecido seis y ahora me quedan Masats, Pomés…
¿Cómo encaja las pérdidas? Con un sentimiento de amistad.
Escribió algo precioso en este periódico cuando falleció Maspons: “Oriol se va de vacaciones”.
Sí. Con Oriol he mantenido más amistad. Oriol me escribía un día sí, un
día no, grandes cartas manuscritas en papel cebolla. Toda esa
correspondencia que he guardado es la que he donado al Museo Reina
Sofía.
Si repasamos su carrera, vemos que el hilo conductor es que no hay hilo conductor. ¿Tiene aversión a la repetición? Yo tengo el ojo muy abierto a todo lo que se hace desde el punto de vista conceptual o técnico. Soy muy exigente con que la gente no se deje llevar por las modas porque creo que la moda la debe crear uno mismo. Yo trato de que los jóvenes busquen su voz propia. En fotografía eso es dificilísimo.
Cada uno de sus proyectos parece de un autor distinto. El fotógrafo tiene que estar muy atento a las provocaciones visuales de la sociedad. Hice lo del tren porque tenía que ir dos veces al mes a Granada cuando me hicieron académico y me aburría. El proyecto de Mi sombra y yo surgió de una conversación con un amigo millonario al que encontré comprando cupones de la ONCE. Se acababa de separar y se había quedado sin liquidez, pero acabó diciendo: “Mientras yo vea proyectada mi sombra es que estoy vivo”. Recordé que mi sombra se había proyectado muchas veces sobre mis fotos y que fotógrafos como [Ferdinando] Scianna la habían utilizado. Me planteé proyectar mi sombra y dejar un rastro de que estaba vivo, porque cuando yo estuviera yacente, en horizontal, ya no tendría sombra.
¿Cómo se lleva con el hecho de la muerte? Me
preocupan nada más las postrimerías de la muerte, la inmovilidad… Si la
muerte es súbita no me preocupa. Me preocupa sufrirla anticipadamente.
Se inicia en la fotografía en una buhardilla. No se me ocurre un lugar más mágico para descubrir la alquimia fotográfica. ¿Lo vivió así? Sí. La casa de la calle del Minero tenía dos plantas y una buhardilla. Ahí se metía mi padre, que era un manitas. Sobre un banco de carpintero colocó una ampliadora y cubetas para el revelado. Cuando aparecía la imagen en el papel, aquello era mágico, poético. Me sentí contagiado por ese milagro.
¿Cómo era la Almería de los años cuarenta? Muy cerrada, muy estrecha. La separación que había entre hombre y mujer era feroz. En los bailes del casino había un tío que se dedicaba a separar a las parejas que se juntaban demasiado.
Almería era una ciudad atrasada, pero le llegaron publicaciones internacionales que le influyeron. Muy pocas. Algunos ejemplares del Life y un catálogo del Museo de Arte Moderno de Nueva York. Recortaba pinturas e imágenes y me hacía carpetas. Me di cuenta de que la fotografía podía tener una trascendencia social y cultural. Se hizo la Agrupación Fotográfica Almeriense (Afal), y conecté con José María Artero, catedrático de Ciencias, muy relacionado con gente de la cultura en Madrid. De pronto nos encontramos al mando de aquella agrupación, que era una asociación como podría ser la dedicada a la cría de canarios, y hablamos de sacar una revista. Hicimos un manifiesto afirmando que la fotografía era el arte de nuestro tiempo, tuvimos la feliz idea de conectar con fotógrafos inconformistas de otros sitios y se formó un núcleo con los mejores de la época.
La lista de Afal es la historia reciente de la fotografía española: Maspons, Terré, Masats, Miserachs, Pomés, Cualladó… ¿Cómo convivían estos egos? A través de correspondencia y de mucha mano izquierda. Con Masats tuve un enfrentamiento y con Cualladó también. Oriol era un hombre entregado a la causa, pero muy especial. Físicamente no tuvimos más que un par de encuentros en Barcelona y otros dos en Madrid. José María Artero era mejor persona que yo. Yo era el duro y él era el blando. Pero en Afal yo no hubiera sido nadie sin él, ni José María hubiera sido nadie sin mí. El milagro de Afal, como decía Leopoldo Pomés, no hubiera sido posible sin ese tándem entre uno que sabía de fotografía y otro que sabía de relaciones.
Afal dura siete años. Ha dicho alguna vez que las revoluciones tienen que morir jóvenes. Con Afal nos entrampamos, la distribución se llevaba el 40%… A nadie se le pagó, todas las colaboraciones eran altruistas. Llegó un momento en que era un abuso. Ya llevábamos 36 números, corríamos el riesgo de repetirnos. José María quería continuar y abrirla, pero yo dije que la revista tenía que morir con dignidad y que lo mejor era una eutanasia. En el último número publicamos una esquela comunicando la defunción de Afal. Tuvimos un reconocimiento sensacional, hasta de La Codorniz.
En esa época retrata La Chanca, muy interesante en lo urbanístico y muy pobre en lo social. ¿Cómo evita que le vean como un intruso? Entrando poco a poco y haciendo amistad con el patriarca gitano. Y después me hice invisible. Era como uno de ellos. Tampoco iba yo vestido como van ahora algunos fotógrafos, como cazadores de leones en África. Lo que procuraba siempre era hacer el retrato sin que me posaran. Yo cogía los momentos esenciales.
¿Y El entierro le salió al encuentro? Una mañana se me acercó un hombre y me dijo que me esperaban. Al cruzar el umbral vi un ataúd, mujeres llorando y niños. Hice fotos con la luz de una vela, con lo que había. Al cabo de unas semanas, se presentaron en el banco los hijos del muerto reclamando las fotografías para enviar a Barcelona. Averigüé que habían encargado el retrato en un estudio, que supongo que le daría miedo ir a La Chanca, y lo confundieron conmigo.
Esas fotos se exponen en París pero no se ven en España hasta 2011. Yo no podía pasar en la frontera esas imágenes contrarias al régimen. Pasé los clichés a través de la valija diplomática de una señora y finalmente se perdieron. Afortunadamente tenía las pruebas de contacto. Al cabo de 30 o 40 años un compañero se ofreció a hacer una reproducción. Cuando esas fotos de La Chanca de Almería se exhibieron en París, el régimen se preocupó mucho por la imagen que se ofrecía de España. Prefería los castillos de Ortiz Echagüe.
¿Se sintió coartado por la dictadura? Por supuesto. Todo lo publicado en Afal tenía que llevar el sello de la Oficina de Información y Turismo de Almería. Cuando no tenían capacidad lo mandaban a la censura en Madrid.
No pudo trabajar de profesor en la Escuela de Artes y Oficios tras este informe del Gobierno Civil: “No se tiene conocimiento de que desarrolle actividades políticas contrarias al régimen, aunque no se le considera afecto al mismo, sino más bien de tendencia liberal”. A mí me había denunciado alguien después de haberme visto haciendo una foto de una casa sindical de la que salía un niño casi desnudo y en la que se leía esta frase de Franco: “Yo haré que la luz y el sol entre en todos los lugares españoles”. Tuve que ir a la comisaría y estuve allí dos días. El policía me dijo: “De esta te has escapado, pero ya te pillaré”.
Trabajó casi 30 años en el Banco Santander. ¿Le frustraba dedicarse a algo alimenticio? No, no. Yo utilizaba las vacaciones para hacer fotografías para Turespaña. Lo que sacaba por aquello en algún momento representó más de lo que ganaba todo el año en el banco. No fue muy traumático. Yo era subdirector y aquí venían directores con los que hacía un pacto. Les explicaba que no iba a erosionarles su cargo, y que quería cambiar mis conocimientos por tiempo libre. Era de las pocas provincias donde no había contenciosos por deudas.
Ahora empiezan a lamentarse los excesos del turismo de masas. En su serie La playa ya existía esa crítica. En aquellas fechas las playas de Almería eran paradisiacas. Nos bañábamos en pelotas en la zona de Levante unos cuantos. Después de hacerse el aeropuerto hubo esa invasión de cuerpos varados en la arena que me llamó mucho la atención. En el fondo pienso que yo también he contribuido a esa masificación con mis fotos. La playa fue una ironía. Pensaba que estaba dentro de lo kitsch, entroncaba con las corrientes hiperrealistas del pop, pero cuando lo hice no tenía conciencia de eso.
¿Sigue habiendo espacio para la fotografía como usted la concibe? Conforme avancen los procesos tecnológicos, se reconocerá más la fotografía de autor. Quizás la historia del arte hablará de una época de fotografía analógica y otra digital. Muchos jóvenes están volviendo al laboratorio y a los líquidos. Se dan cuenta de que se individualizan más. Si vas a la calle, todos están haciendo fotos. El creador quiere ser otro. Una forma es volver a las cosas más primitivas.
¿Cuántos selfies ha hecho? Ninguno.
Con 87 años, está hiperactivo. Me encuentro bien y con muchas ganas de ver la vida —que cada vez va siendo más difícil porque se va acortando—. Salgo con la intención de perpetuar aquellas cosas que me producen emoción. Soy de los fotógrafos intuitivos, incapaz de preparar una fotografía. Yo quiero coger la vida como pasa por delante de mis ojos. Tanto las personas como los objetos salen a mi encuentro. Yo no busco. Ver es haber visto.
Ha especializado su ojo en desvelar una segunda realidad. Sí. Trato muchas veces de engañar a la mirada del espectador. Tengo un libro que titulé Trampas para incautos. Busco continuamente ese trompe l’oeil, como Chema Madoz cuando ve un objeto.
Mientras que Ramón Masats colgó las cámaras hace 13 años, usted se ha pasado a lo digital. Que esté en lo digital es casual. He repetido en muchas entrevistas que no iba a salir de lo analógico, donde yo había sabido crearme un lenguaje. Utilizaba siempre la misma cámara, la misma película, el mismo laboratorio y el formato 6×6. Siempre procuré no hacer reencuadres ni usar flash ni trípode. Todo era manual. Eso me dio un lenguaje muy identificativo.
“Soy muy exigente con que la gente no se deje llevar por las modas porque creo que la moda la debe crear uno mismo.
En fotografía eso es dificilísimo”
En fotografía eso es dificilísimo”
¿Se siente reconocido ahora? Has dicho bien la palabra “ahora”. He estado mucho tiempo en la sombra. En el Grupo Afal, si bien era el redactor jefe, mi obra apenas era conocida. El libro de La Chanca tardó en publicarse 20 años y lo hizo sin difusión nacional. A los pocos fotógrafos que les llegó y eran honestos dijeron que aquel reportaje de los cincuenta era una narración por imágenes al estilo de Life en América, y sirvió de base a la fotografía española de reportaje, fue un hito grande. Mi trabajo de La playa, en color, geografía de la carne con un sentido irónico, mediterráneo, no tuvo resonancia hasta que no me reconocieron en Francia y EE UU. Todo ha sido muy lento. Ahora de pronto ha habido una eclosión. ¿Qué ha pasado? Que he dejado muchos cadáveres, no en el sentido peyorativo, sino que de mi grupo han desaparecido seis y ahora me quedan Masats, Pomés…
¿Cómo encaja las pérdidas? Con un sentimiento de amistad.
“Cuando las fotos de La Chanca de Almería se exhibieron en París,
el régimen se preocupó por la imagen de España. Prefería los castillos de Ortiz Echagüe”
el régimen se preocupó por la imagen de España. Prefería los castillos de Ortiz Echagüe”
Si repasamos su carrera, vemos que el hilo conductor es que no hay hilo conductor. ¿Tiene aversión a la repetición? Yo tengo el ojo muy abierto a todo lo que se hace desde el punto de vista conceptual o técnico. Soy muy exigente con que la gente no se deje llevar por las modas porque creo que la moda la debe crear uno mismo. Yo trato de que los jóvenes busquen su voz propia. En fotografía eso es dificilísimo.
Cada uno de sus proyectos parece de un autor distinto. El fotógrafo tiene que estar muy atento a las provocaciones visuales de la sociedad. Hice lo del tren porque tenía que ir dos veces al mes a Granada cuando me hicieron académico y me aburría. El proyecto de Mi sombra y yo surgió de una conversación con un amigo millonario al que encontré comprando cupones de la ONCE. Se acababa de separar y se había quedado sin liquidez, pero acabó diciendo: “Mientras yo vea proyectada mi sombra es que estoy vivo”. Recordé que mi sombra se había proyectado muchas veces sobre mis fotos y que fotógrafos como [Ferdinando] Scianna la habían utilizado. Me planteé proyectar mi sombra y dejar un rastro de que estaba vivo, porque cuando yo estuviera yacente, en horizontal, ya no tendría sombra.
Se inicia en la fotografía en una buhardilla. No se me ocurre un lugar más mágico para descubrir la alquimia fotográfica. ¿Lo vivió así? Sí. La casa de la calle del Minero tenía dos plantas y una buhardilla. Ahí se metía mi padre, que era un manitas. Sobre un banco de carpintero colocó una ampliadora y cubetas para el revelado. Cuando aparecía la imagen en el papel, aquello era mágico, poético. Me sentí contagiado por ese milagro.
¿Cómo era la Almería de los años cuarenta? Muy cerrada, muy estrecha. La separación que había entre hombre y mujer era feroz. En los bailes del casino había un tío que se dedicaba a separar a las parejas que se juntaban demasiado.
Almería era una ciudad atrasada, pero le llegaron publicaciones internacionales que le influyeron. Muy pocas. Algunos ejemplares del Life y un catálogo del Museo de Arte Moderno de Nueva York. Recortaba pinturas e imágenes y me hacía carpetas. Me di cuenta de que la fotografía podía tener una trascendencia social y cultural. Se hizo la Agrupación Fotográfica Almeriense (Afal), y conecté con José María Artero, catedrático de Ciencias, muy relacionado con gente de la cultura en Madrid. De pronto nos encontramos al mando de aquella agrupación, que era una asociación como podría ser la dedicada a la cría de canarios, y hablamos de sacar una revista. Hicimos un manifiesto afirmando que la fotografía era el arte de nuestro tiempo, tuvimos la feliz idea de conectar con fotógrafos inconformistas de otros sitios y se formó un núcleo con los mejores de la época.
La lista de Afal es la historia reciente de la fotografía española: Maspons, Terré, Masats, Miserachs, Pomés, Cualladó… ¿Cómo convivían estos egos? A través de correspondencia y de mucha mano izquierda. Con Masats tuve un enfrentamiento y con Cualladó también. Oriol era un hombre entregado a la causa, pero muy especial. Físicamente no tuvimos más que un par de encuentros en Barcelona y otros dos en Madrid. José María Artero era mejor persona que yo. Yo era el duro y él era el blando. Pero en Afal yo no hubiera sido nadie sin él, ni José María hubiera sido nadie sin mí. El milagro de Afal, como decía Leopoldo Pomés, no hubiera sido posible sin ese tándem entre uno que sabía de fotografía y otro que sabía de relaciones.
Afal dura siete años. Ha dicho alguna vez que las revoluciones tienen que morir jóvenes. Con Afal nos entrampamos, la distribución se llevaba el 40%… A nadie se le pagó, todas las colaboraciones eran altruistas. Llegó un momento en que era un abuso. Ya llevábamos 36 números, corríamos el riesgo de repetirnos. José María quería continuar y abrirla, pero yo dije que la revista tenía que morir con dignidad y que lo mejor era una eutanasia. En el último número publicamos una esquela comunicando la defunción de Afal. Tuvimos un reconocimiento sensacional, hasta de La Codorniz.
En esa época retrata La Chanca, muy interesante en lo urbanístico y muy pobre en lo social. ¿Cómo evita que le vean como un intruso? Entrando poco a poco y haciendo amistad con el patriarca gitano. Y después me hice invisible. Era como uno de ellos. Tampoco iba yo vestido como van ahora algunos fotógrafos, como cazadores de leones en África. Lo que procuraba siempre era hacer el retrato sin que me posaran. Yo cogía los momentos esenciales.
¿Y El entierro le salió al encuentro? Una mañana se me acercó un hombre y me dijo que me esperaban. Al cruzar el umbral vi un ataúd, mujeres llorando y niños. Hice fotos con la luz de una vela, con lo que había. Al cabo de unas semanas, se presentaron en el banco los hijos del muerto reclamando las fotografías para enviar a Barcelona. Averigüé que habían encargado el retrato en un estudio, que supongo que le daría miedo ir a La Chanca, y lo confundieron conmigo.
Esas fotos se exponen en París pero no se ven en España hasta 2011. Yo no podía pasar en la frontera esas imágenes contrarias al régimen. Pasé los clichés a través de la valija diplomática de una señora y finalmente se perdieron. Afortunadamente tenía las pruebas de contacto. Al cabo de 30 o 40 años un compañero se ofreció a hacer una reproducción. Cuando esas fotos de La Chanca de Almería se exhibieron en París, el régimen se preocupó mucho por la imagen que se ofrecía de España. Prefería los castillos de Ortiz Echagüe.
¿Se sintió coartado por la dictadura? Por supuesto. Todo lo publicado en Afal tenía que llevar el sello de la Oficina de Información y Turismo de Almería. Cuando no tenían capacidad lo mandaban a la censura en Madrid.
No pudo trabajar de profesor en la Escuela de Artes y Oficios tras este informe del Gobierno Civil: “No se tiene conocimiento de que desarrolle actividades políticas contrarias al régimen, aunque no se le considera afecto al mismo, sino más bien de tendencia liberal”. A mí me había denunciado alguien después de haberme visto haciendo una foto de una casa sindical de la que salía un niño casi desnudo y en la que se leía esta frase de Franco: “Yo haré que la luz y el sol entre en todos los lugares españoles”. Tuve que ir a la comisaría y estuve allí dos días. El policía me dijo: “De esta te has escapado, pero ya te pillaré”.
Trabajó casi 30 años en el Banco Santander. ¿Le frustraba dedicarse a algo alimenticio? No, no. Yo utilizaba las vacaciones para hacer fotografías para Turespaña. Lo que sacaba por aquello en algún momento representó más de lo que ganaba todo el año en el banco. No fue muy traumático. Yo era subdirector y aquí venían directores con los que hacía un pacto. Les explicaba que no iba a erosionarles su cargo, y que quería cambiar mis conocimientos por tiempo libre. Era de las pocas provincias donde no había contenciosos por deudas.
Ahora empiezan a lamentarse los excesos del turismo de masas. En su serie La playa ya existía esa crítica. En aquellas fechas las playas de Almería eran paradisiacas. Nos bañábamos en pelotas en la zona de Levante unos cuantos. Después de hacerse el aeropuerto hubo esa invasión de cuerpos varados en la arena que me llamó mucho la atención. En el fondo pienso que yo también he contribuido a esa masificación con mis fotos. La playa fue una ironía. Pensaba que estaba dentro de lo kitsch, entroncaba con las corrientes hiperrealistas del pop, pero cuando lo hice no tenía conciencia de eso.
¿Sigue habiendo espacio para la fotografía como usted la concibe? Conforme avancen los procesos tecnológicos, se reconocerá más la fotografía de autor. Quizás la historia del arte hablará de una época de fotografía analógica y otra digital. Muchos jóvenes están volviendo al laboratorio y a los líquidos. Se dan cuenta de que se individualizan más. Si vas a la calle, todos están haciendo fotos. El creador quiere ser otro. Una forma es volver a las cosas más primitivas.
¿Cuántos selfies ha hecho? Ninguno.
TITULO: EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - MI CASA ES LA TUYA - VIERNES -28- Febrero - Desmemoriados y sin historia ,.
acerca a los espectadores el lado más desconocido de
personajes relevantes de diversos ámbitos. Durante aproximadamente una
hora, los telespectadores tienen la oportunidad de conocer mejor al
invitado y también al propio Bertín Osborne, en Telecinco a las 22:00, el viernes -28- Febrero ,etc.EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - MI CASA ES LA TUYA - viernes - 28- Febrero - Desmemoriados y sin historia ,.
Desmemoriados y sin historia,.
foto / Desmemoriados, asociación para la recuperación de la Memoria Colectiva de Cantabria,
surge por el encuentro de dos proyectos: Presos con causa 1936-1978
Abrir las puertas de la Historia y la Asociación de cultura crítica La
Vorágine. Su finalidad es recuperar y difundir la memoria Colectiva de
Cantabria. Para ello se realizarán diversas actividades de carácter
informativo, divulgativo, consultivo y de coordinación. Como son: ser
órgano consultivo para entidades públicas, participar en la creación
del Archivo de memoria colectiva de Cantabria, impulsar el estudio y la
difusión de los conocimientos sobre memoria colectiva, fomentar la
coordinación con otras entidades nacionales y extranjeras que tratan de
recuperar la memoria, entre otras.
La asociación quiere alimentar la Memoria Colectiva de Cantabria en el siglo XX, memoria siempre en construcción, porque entendemos que la Memoria Colectiva, a diferencia de la historia ‘académica’ no puede dividir los recuerdos en épocas o en segmentos temporales, sino que es una red de imágenes, informaciones y aportes que se ramifican en todas las direcciones espaciales y en diversas dimensiones temporales. Nos referimos a esa corriente de pensamiento continua, que no tiene nada que ver con la erudición –tan poco significativa para las mayorías- y que logra mantener vivo en la conciencia de nuestra sociedad aquello que nosotros mismos recordamos o reconstruimos para recordar.
Cuenta con una herramienta colaborativa, abierta en la que se compilan documentos, fotografías, entrevistas, y cualquier información que suponga un aporte a la construcción de la Memoria Colectiva de Cantabria, que irá evolucionando con este proyecto. Te animamos a conocerla.
La memoria se puede guardar, pero si no se comparte no es colectiva y empieza a formar parte del olvido o en el mejor de los casos del folklore. Necesitamos vuestro apoyo para que siga estando viva.
La asociación quiere alimentar la Memoria Colectiva de Cantabria en el siglo XX, memoria siempre en construcción, porque entendemos que la Memoria Colectiva, a diferencia de la historia ‘académica’ no puede dividir los recuerdos en épocas o en segmentos temporales, sino que es una red de imágenes, informaciones y aportes que se ramifican en todas las direcciones espaciales y en diversas dimensiones temporales. Nos referimos a esa corriente de pensamiento continua, que no tiene nada que ver con la erudición –tan poco significativa para las mayorías- y que logra mantener vivo en la conciencia de nuestra sociedad aquello que nosotros mismos recordamos o reconstruimos para recordar.
Cuenta con una herramienta colaborativa, abierta en la que se compilan documentos, fotografías, entrevistas, y cualquier información que suponga un aporte a la construcción de la Memoria Colectiva de Cantabria, que irá evolucionando con este proyecto. Te animamos a conocerla.
En Desmemoriados entendemos el trabajo de recuperación de
la memoria colectiva como un proceso sustentado en la colaboración y las
complicidades. En los dos años que llevamos de trabajo creemos que sin
el apoyo de mucha gente no hubiera sido posible llegar hasta aquí; nos
habéis prestado el testimonio, los recuerdos, la documentación y las
fotografías con las que vamos enriqueciendo el Archivo Digital. Hemos
organizado tres ciclos de Militancias, publicamos cada mes en
colaboración con eldiario.es diversos documentos
con el propósito de reactivar el recuerdo de las luchas de los
movimientos sociales, que ya son parte de nuestra conciencia y no pueden
quedar en el olvido.
La memoria se puede guardar, pero si no se comparte no es colectiva y empieza a formar parte del olvido o en el mejor de los casos del folklore. Necesitamos vuestro apoyo para que siga estando viva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario