TÍTULO: ¡ QUÉ TIEMPO TAN FELIZ ! El Boss de los Goya--Manel Fuentes,.
Fan y amigo del 'jefe' Springsteen,
Manel Fuentes-fotos, un presentador atado al 'prime time' desde bebé, será el
maestro de ceremonias de la noche del cine. Y promete pullitas
Los padres de Manel Fuentes nunca pensaron que a su pequeño
le iba a marcar tanto nacer en 'prime time'. Porque su cabecita
apareció pasadas las nueve de la noche de un frío 14 de enero de 1971 en
Barcelona casi con el Telediario en blanco y negro dando paso a la
telecomedia 'Bolsa de trabajo' y a la serie americana 'Audacia es el
juego'. Aunque quizás le influyó más su tío, un periodista que le fue
metiendo el gusanillo cuando apenas levantaba dos palmos del suelo.
Ahora a media España le suena su cara tras llevar en televisión -además
de en la radio- más de tres lustros. A la salita de los hogares entró
con las 'Crónicas marcianas' de Javier Sardá en 1997. Y desde entonces
no ha parado de enfrentarse a millonarias audiencias. Pero ninguna tan
sumamente analítica como la de los Premios Goya, a la que le toca
meterse en el bote la semana que viene (el domingo 9 de febrero) como
maestro de ceremonias. Las críticas siempre están aseguradas. ¡Que se lo
digan, si no, a Eva Hache o Buenafuente! Por eso lo primero que soltó
cuando se enteró de su 'nominación' fue un suplicante «Rezad por mí».
- Por cierto, aparte de los Goya, usted en el cine solo
algún doblaje y un cameo en 'Torrente'. ¿Aprovechará la gala para pedir
trabajo en la gran pantalla?
- ¡Pero es que eso es lo máximo a lo que se puede aspirar!
Mira que he trabajado en televisión, radio y demás, pero mis hijos de lo
que más presumen es de que su padre es el pelícano de 'Buscando a Nemo'
y el jefe de los pingüinos de 'Madagascar'. Así que no hay mejor
curriculum que ese.
Porque Manel se considera ante todo un hombre familiar. De
comidas en casa de sus padres todos los domingos sin falta y de
levantarse a las 6.45 de la mañana para ocuparse de vestir a Max, de 11
años, y Bruna, de 6, prepararles el desayuno y llevarlos al colegio
ahora que ha dejado la radio matinal. También le gusta escaparse al cine
con su mujer. La última, 'A propósito de Llewyn Davis', de los Coen
-«porque son siempre una garantía»-. Pero nada de mojarse con sus
preferencias patrias: «¡Es que me mirarían mal porque seguro que alguno
se me olvida!», desvela sin un ápice de nervios ante el gran día. Eso
sí, Javier Bardem, con quien ha compartido algún concierto de
Springsteen, se sitúa entre sus preferidos.
Más locuaz se muestra hablando del Manel Fuentes que hay
detrás de la cámara, un tipo poco presumido y al que le cuesta acordarse
de ponerse la crema hidratante. «Tengo una vida muy hogareña: me gusta
disfrutar de un buen libro, poner musiquita, desayunar con los
periódicos... Tengo mi punto tranquilo». Y tanto. Sigue viviendo en
Vallvidrera, en la periferia de Barcelona, su barrio de toda su vida y
muy cerquita de sus padres. Allí los vecinos aún le recuerdan cómo se
ganaba su primer sueldo llevando una furgoneta en la que anunciaba la
ferretería de un amigo haciendo imitaciones. «La gente del barrio no me
conoce por salir por la tele, sino porque he crecido en estas calles»,
revela orgulloso. Porque a Fuentes eso de convertirse en tema de
conversación no le va. Quizás sea de las pocas cosas que le saquen los
colores. Ni siquiera se le ha pasado por la cabeza 'googlear' su nombre
(1,2 millones de resultados) para saber qué piensan de él tras congregar
en 'Tu cara me suena' en Antena 3 una media semanal de más de tres
millones de espectadores. Tampoco cuando se vio envuelto en una tensa
entrevista en Catalunya Ràdio a Vicenç Navarro, catedrático de Ciencias
Políticas, sobre la reforma constitucional y por la que los oyentes le
llegaron a pedir su dimisión en las redes sociales al considerar que
había perdido los papeles. Al final el periodista terminó disculpándose.
«Un entrevistador debe aguantar siempre el tipo digan lo que digan y
debe dejar que el entrevistado se explique y eso no pasó», detalló en su
momento.
Bruce, «un compañero»
- De no haber tirado por el periodismo, ¿qué cree que hubiese sido?
- Me hubiera encantado ser cantante de rock, pero para eso ya llegué tarde.
Aun así ha recibido clases de canto, y la espina se la saca
desde hace algunos años con su grupo, The Spring's Team, nombre en
homenaje a su ídolo Springsteen. En la música del Boss, al que conoce
personalmente e incluso ha entrevistado en varias ocasiones, encontró
una especie de «compañero» fiel desde que su tío periodista le pusiera
el cassette de 'The river' en el coche siendo un niño. El flechazo total
llegó a mediados de los 80 cuando vio a Bruce por primera vez en
concierto: «Me dije: este tío es el mejor comunicador que hay y le voy a
seguir siempre». Y lo ha cumplido. Su canción de cabecera es 'Thunder
Road', esa maravilla que habla de héroes solitarios, de coches, de
viajes, de carreteras polvorientas y de dejar atrás, con Mary en el
asiento delantero, un pueblo lleno de perdedores.
- Ya puestos podría haber incluido en su contrato una actuación de su banda en los Goya...
- No es el momento, pero si me llaman para otro año me lo
pensaré (risas). Con la banda toco bastante, salimos de gira y ahora le
vamos a dar un impulso con página web y esas cosas. Además, ya en 'Tu
cara me suena' hago mis pinitos y me canto algo.
- ¿Y qué le canta a sus hijos?
- Les canto de todo. El niño me está saliendo con grandes
aptitudes musicales. Es un hacha con el piano y de vez en cuando nos
ponemos los dos con la guitarra y el piano e improvisamos en casa.
La música tampoco falta cuando se junta con sus amigos, los
de toda la vida, los del colegio y el barrio, además de los que se han
unido en estos años como Arturo Valls. Con ellos Manel se transforma en
Manu, como le apodó una monitora de colonias de la que se enamoró
perdidamente. Desde entonces hasta sus padres le llaman así.
- ¿Fue su primer mito sexual?
- El primero fue Sabrina Duncan, el ángel negro de 'Los ángeles de Charlie'. ¡Me tenía loquito!
- Y usted... habrá ligado mucho...
- Bueeeeeno, ¿qué quiere decir mucho? Vamos a dejarlo en menos que Julio Iglesias (risas).
Ahora con su mujer organiza cenas japonesas con los amigos
que incluyen partidas de póquer -el Texas azul- y alguna que otra
actuación con la guitarra imitando a Bruce, Calamaro, Serrat o Sabina
para echarse unas risas. Porque al Rey ya ha dejado de emularlo. Sin
embargo, lo que más le aplauden es cuando ejerce de 'barman'. «Soy un
gran experto preparando gin tonics. Estoy dispuesto a ganar cualquier
campeonato», se vanagloria sin soltar el secreto de su cóctel.
Como buen hijo de riojano y nieto de un gaditano del Puerto
de Santa María le tira mucho tomarse un «buen vino español» leyendo un
libro -como 'Informe del Interior', de Paul Auster-; siguiendo a su
amado Barça, al que siempre que puede ve en el Camp Nou junto a su hijo,
o deleitándose con alguna de las series a las que anda enganchado. Ni
parpadeó saboreando en su momento 'Breaking Bad' o 'Los Soprano'.
Acompañado con una ración de tortilla de patatas y unos trozos de queso
roza el cielo. Y eso que tiene buena mano en la cocina. «No entro mucho,
pero hago unos cuantos platos que me salen de cine, como la pasta con
foie, aceite y condimentos». Los excesos los quema corriendo o montando
en bici... «aunque no estoy como para enseñar los abdominales como
Aznar». Tampoco para planchar: «Soy un desastre. Si me dan una camisa
seguro que la quemo o la rompo».
Más cuidado presta a los sombreros que colecciona o las
libretitas que compra sin parar, una de sus perdiciones. En ellas apunta
desde las listas de canciones para su próximo concierto con The
Spring's Team hasta las ideas para un libro que está escribiendo sobre
la profesión periodística. Estos días no faltan anotaciones para añadir
al guión de los Goya.
- ¿Y ya tiene preparada la pullita para el ministro?
- Tiene que haber pullitas y sonrisas para todos.
Así que habrá que esperar al 9 de febrero. Y lo más temido: las críticas del día siguiente.
Gente
Los clientes de Dukan
El creador de la famosa dieta
milagro ha logrado que la publicidad de las celebridades sea más
efectiva que la crítica de sus detractores. Pero no ha podido evitar que
le echen del colegio de médicos francés
A la pobre Caritina Goyanes, hija de un personaje de papel
cuché como Cari Lapique, siempre la sacan rebosante cuando se habla de
la dieta Dukan. La joven tuvo la mala suerte de convertirse en el
paradigma del 'efecto rebote' que aseguran sus detractores que origina, y
siempre calzan una foto en la que sale bien oronda. Caritina pasó por
todas las fases. Las cuatro oficiales, que le llevaron a perder cerca de
30 kilos en cinco meses. Y la extra, que la dejó como estaba en
cuestión de semanas. La hermana de la también popular Carla Goyanes
tenía 40 kilos de más.
Todo empezó en la adolescencia, cuando era una chica sin
sobrepeso y en un viaje a Estados Unidos se metió dos kilos encima. Cada
año fue subiendo hasta que decidió, a pesar de carecer de complejos,
probar con diferentes dietas para afinar su figura. Cuando encontró el
célebre libro 'No consigo adelgazar' se fue directa a París en busca de
su autor, Pierre Dukan, quien le realizó el seguimiento.
Aquella dieta ya es historia y Caritina Goyanes anda ahora
convencida de que la hipnosis la hará adelgazar. No es la única famosa
que se entregó a la dieta Dukan, impulsada por una hábil y efectiva
operación de marketing. El libro fetiche lo han comprado más de 13
millones de personas en todo el mundo y ha sido traducido a 25 idiomas.
Solo en España se han vendido 150.000 ejemplares. Un filón para Dukan,
que se ha forrado con unos beneficios estimados en 240 millones de
euros.
La dieta milagro es un timo según muchos expertos. Hasta el
colegio de médicos francés le acaba de expulsar, aunque Dukan ya se
había dado de baja en abril de 2012. La Asociación Española de
Dietistas-Nutricionistas, preocupada porque sus libros -'No consigo
adelgazar', 'El método Dukan ilustrado' y 'Las recetas de Dukan'- eran
de los más vendidos, calificó su dieta como «fraudulenta» y advirtió de
que puede comportar «graves riesgos para la salud». Aunque su principal
detractor, erigido en algo así como el anti-Dukan, es el francés
Jean-Michel Cohen, quien se pagó unas vacaciones con el dinero que le
ganó en un litigio porque el supuesto gurú le acusó de difamación por
afirmar que la famosa dieta era fantasiosa y peligrosa.
Pero Dukan ha sido más hábil que sus enemigos y sus libros
se siguen vendiendo porque siempre hay gorditos obsesionados con sus
kilos de más. Una de sus bazas son los famosos que han seguido, y
publicitado, su dieta. Como Jennifer Lopez, Beyoncé, Gisele Bündchen,
François Hollande y la familia Middleton, con Kate y Pippa a la cabeza.
El presidente francés recurrió a los trucos de Dukan para estilizar su
figura en su carrera hacia el Elíseo, pero los kilos volvieron. El
médico justificó el fracaso en «el estrés: el de la vida y el del amor».
La cifra de 'clientes' ha superado ya los cuarenta millones
de personas de todo el mundo. Todos creyeron en los cuatro pasos de la
dieta: fase de ataque (sin carbohidratos, solo proteínas) durante 10
días; fase crucero (se introducen las hortalizas, aunque están
prohibidas patatas, guisantes, lentejas, arroz, maíz y aguacates) hasta
alcanzar el peso deseado; fase de consolidación (un día se ingiere solo
proteína y los otros seis se van incorporando diferentes alimentos), y
fase de estabilización (ya se puede comer cualquier cosa pero un día a
la semana, solo proteínas).
Muchos de los críticos repiten hasta la saciedad que lo que
ha hecho Dukan ha sido recuperar un régimen muy antiguo, de mediados
del siglo pasado, que ya se demostró que era inútil. El secreto de su
éxito arrollador es que la persona que inicia la dieta adelgaza muy
rápido y se lo cuenta a todo el mundo; pero si vuelve a engordar, se
calla.
Quién se lo iba a decir a la madre de este hombre nacido en
Argel hace 73 años, la mujer que soñaba con que su hijo fuera médico y
que se encontró a un niño asustadizo. Para combatirlo, le hacía poner
inyecciones en una pieza de lomo de buey. Poco a poco logró reconducirlo
y al final Pierre Dukan acabó estudiando Medicina. A los 23 años abrió
una consulta en París, en el barrio de Montparnasse, y se dedicó a la
neurología. Hasta que entró un paciente obeso que le suplicó ayuda. Solo
le pidió que no le quitara la carne porque no lo podría soportar. El
doctor le aconsejó que consumiera carnes menos grasas, que bebiera mucha
agua y que regresara en cinco días.
En ese momento le entró la obsesión por la obesidad y
dedicó 20 años a su estudio con el pretexto de que la misma madre que lo
encaró hacia la medicina le pidió que devolviera a la sociedad todo el
apoyo que recibió de sus padres.
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