Nicole
Kidman posee el porte aristocrático y esa aura inalcanzable que
convirtió a Grace Kelly en un mito. También sabe lo que es vivir en
el .
-fotos-Nicole Kidman: "Es normal que los Grimaldi se enfaden por esta película"
Meterse en la piel de Grace Kelly icono
de la elegancia, mito de la pantalla y princesa de Mónaco no lo hace
cualquiera. Nicole Kidman, una de las estrellas de Hollywood que no
habría desentonado entre las divas de los cincuenta, se ha atrevido con
el reto. La película, envuelta en secretismo, inaugura Cannes esta
semana. Antes de ese estreno mundial, la actriz se puso íntima con
'XLSemanal'.
Nicole Kidman posee el porte aristocrático y esa aura inalcanzable que convirtió a Grace Kelly en un mito. También sabe lo que es vivir en el ojo del huracán. Quizá por eso, probablemente, era la única actriz capaz de afrontar el reto. Grace de Mónaco [estreno: 23 de mayo] repasa unos pocos meses de la vida de la actriz cuando, ya madre de dos hijos y ejerciendo de princesa, recibió la oferta de Alfred Hitchcock para protagonizar Marnie, la ladrona, recibiendo la férrea oposición de Rainiero.
El proyecto nunca gustó a los Grimaldi. En enero de 2013, el príncipe Alberto y sus hermanas Carolina y Estefanía tacharon la película de «página innecesariamente reescrita de la historia» con «inexactitudes históricas y una serie de escenas puramente ficticias». Asimismo aclaraban que todas sus peticiones habían sido ignoradas por el director. La controversia no espantó a Kidman, cuya carrera nunca ha discurrido por el camino fácil. Su vida ya no es el torbellino mediático de hace 13 años, cuando su divorcio de Tom Cruise con el que tiene dos hijos adoptivos: Isabella, de 22 años, y Connor, de 19 fue la comidilla de Hollywood. Incluso entonces fue la elegancia personificada: no aireó trapos sucios, no habló de la sombra de la cienciología en su relación y solo se permitió una pequeña frivolidad al bromear: «Por fin puedo ponerme tacones».
Pero eso es agua pasada. En 2007 se casó con el cantante country Keith Urban y empezó una nueva vida. Se trasladó a Nashville, tuvo dos hijas Sunday Rose y Faith Margaret y lleva una existencia de rodajes, aviones y, pese al trasiego, mucha serenidad. Esta semana, su película abrirá el Festival de Cannes, pero antes atendió a XLSemanal desde el remoto Outback australiano, donde rueda su última película.
XLSemanal. Tenía 15 años cuando Grace Kelly murió, en un accidente de coche. ¿Recuerda aquel momento?
Nicole Kidman. Perfectamente. Es una extraña coincidencia, pero mis padres estaban en Mónaco aquel día. Recuerdo la llamada de mi madre, que era una gran admiradora suya, y que el mundo entero se quedó en estado de shock. Murió demasiado pronto. Supongo que antes de los 95 siempre nos parece demasiado pronto.
XL. Es famosa por estudiar a fondo sus personajes. ¿Qué le sorprendió más de Grace Kelly?
N.K. Era una mujer muy moderna. Tuvo un padre muy dominante, pero ella tenía sus propios planes. Quería tener hijos y formar una familia, pero también aspiraba a una carrera propia y a dejar su impronta. Si alguien merece el nombre de Grace ('gracia', en español), era ella. Su elegancia, sus modales y su dignidad eran impecables. Además, sabía mantenerlos en cualquier situación. Y eso es muy difícil.
XL. La película sugiere que Rainiero y ella no tenían un matrimonio precisamente idílico...
N.K.
La película refleja un matrimonio real, que no infeliz. Se querían
mucho, pero no se conocían muy bien cuando se casaron. Ella era
americana; él, europeo. Ella era una estrella de Hollywood; él, un
príncipe...
XL. ¿Cree que se sentía atrapada en Mónaco?
N.K. Ella
se entregó a él y a la vida que había elegido. Sentía que no podía
echarse atrás. Era complicado porque vivían bajo el escrutinio público,
celebraron una boda por todo lo alto, tuvieron tres hijos... Pero llegó
un momento en el que ella quiso volver a trabajar y él le dijo que esa
no era una opción. Es el tipo de situación a la que se puede enfrentar
cualquier matrimonio. Y ellos lo hicieron. Creo que había mucho amor
entre ellos, pero la película no edulcora su historia.
XL. También sugiere que su llegada a Mónaco influyó en las relaciones diplomáticas entre el Principado y Francia...
N.K. A
ver, esto no es un documental sobre Grace Kelly. Tanto el director como
el guionista manejaron mucha información sobre Rainiero, De Gaulle y la
propia Grace, pero es cierto que hay licencias dramáticas para
equilibrar la trama de cuento de hadas. Para que, además de glamour,
haya humanidad.
XL. La familia real monegasca está disgustada con la película...
N.K.
Lo entiendo perfectamente. Se trata de su padre y su madre; es normal
que sean protectores. Yo lo sería si alguien retratara a mis padres en
un filme. Solo espero que, si la ven, entiendan que la esencia de ambos
ha sido respetada.
XL. ¿Por qué cree que siguen fascinando las familias reales y las historias de príncipes y princesas?
N.K.
Porque nos permiten asomarnos a vidas extraordinarias con una especie
de lustre dorado. Esa naturaleza de cuento de hadas que conservan es un
contrapeso a la brutalidad del mundo. Las personas se evaden con ese
dorado glamour.
XL. Dice que gracias a Grace ha redescubierto la alta costura...
N.K.
Hacía mucho que una película no me permitía vestirme así y, de pronto,
vestía con diseños de Dior, joyas de Cartier... Mis hijas se quedaban
boquiabiertas. Y era raro tener a un guardaespaldas siguiéndome a todas
partes, porque los diamantes que llevaba costaban una fortuna [se ríe].
Me sentía como Cenicienta hasta que tenía que devolverlos. Mis hijas me
miraban en plan: «¿Qué ha pasado?» [se ríe], y mamá volvía a ser mamá.
XL. No es su primer biopic. ¿Interpretar a un personaje real conlleva una dosis extra de presión para un actor?
N.K. Cada
uno es diferente. Con Virginia Woolf fue distinto. Estudié su voz y su
tonalidad y, al llegar al rodaje, el director me dijo: «¡Nooo! Eso es
absurdo. ¡Jamás funcionará!» [se ríe].
XL. Bueno, no le fue tan mal. Ganó un Óscar.
N.K.
Sí, pero tuve que darle un giro de 180 grados. Con Grace, el director
me pidió que no la imitara, que capturara su esencia. Y eso hice, pero
estudié casi todas sus películas.
XL. Usted sabe lo que significa que su vida privada sea observada con lupa. ¿Se sintió identificada con ella?
N.K.
Sí, pero me identifico más con su deseo de combinar una vida familiar
con una actividad. Encontrar un equilibrio entre lo artístico y cuidar a
mi marido y mis hijos, y hacerlo mientras eres una persona conocida es
algo que compartimos. Pero ella tuvo que lidiar con más cosas: la vida
de palacio, el protocolo, la política...
XL.
«La idea de que mi vida es un cuento de hadas es un cuento de hadas en
sí mismo», dijo Kelly en una ocasión. ¿Ya se ha sentido así?
N.K.
Por supuesto. No importa quién seas, el dolor siempre te acaba tocando
si estás comprometida con la vida; pierdes cosas, personas; experimentas
la tragedia, el dolor... Sobre todo, si amas de verdad. Y yo creo que,
realmente, he amado.
XL. Ella dejó Hollywood para ser princesa; usted se ha mudado a Nashville por su marido. ¿Ha sido también una renuncia?
N.K. Siempre
sacrificas cosas, pero yo soy feliz. Para Grace fue diferente: era más
joven y fue más frustrante. Pero, para mí, la familia es lo más
importante. Cuando sea una anciana y esté en mi lecho de muerte, estoy
segura de que me darán igual las películas que hice; me importará cómo
están mis hijos o si mi matrimonio sigue intacto. Esa es mi prioridad.
XL. No será fácil con tanto rodaje, viajes, giras de su marido...
N.K. Bueno,
mis hijas vienen conmigo a todas partes y mi marido tiene su carrera,
pero somos capaces de volar 30 horas para vernos durante diez. Nunca
estamos separados más de dos semanas. En este momento de mi vida, no
tengo ganas de estar sola en una habitación de hotel. Con 20 años me
daba igual. Ahora, el tiempo es demasiado precioso para mí.
XL. ¿Qué ha traído Keith Urban a su vida?
N.K.
Mucha felicidad. Me hace sentirme segura. Es tranquilo y sólido como
una roca. No es maniático ni un adicto al trabajo. Tiene una filosofía
vital muy sencilla. Y es un gran pensador. Me encanta cuando le hago una
pregunta y se toma su tiempo para contestarme. Se detiene, piensa y
responde lentamente. Y eso me vuelve loca de él [se ríe].
XL. Dice que son una familia de nómadas, siempre de aquí para allá. ¿Le gusta ese estilo de vida?
N.K. Sí.
Estamos muy unidos, casi nunca salimos sin nuestras hijas. Ayer, antes
de que yo viniera a rodar al Outback, nos fuimos a la playa. No hay nada
más mono que una niña de cinco años y otra de tres corriendo y
chapoteando en el agua. Keith y yo las mirábamos atontados. Ver la vida a
través de los ojos de un niño es precioso.
XL. Ha sido madre dos veces en los últimos seis años. ¿Cómo ha sido la experiencia de la maternidad esta vez?
N.K. Si
pudiera, tendría cuatro hijos más. ¡Tendría una familia enorme! Pero no
puedo. Ya soy demasiado mayor para eso. A cambio he adquirido
sabiduría, paciencia y la habilidad de no preocuparme tanto por todo.
XL. En el rodaje coincidió con Paz Vega, que interpreta a Maria Callas. ¿Les dio tiempo a intimar?
N.K.
Sí. Paz es encantadora. Ella tiene tres hijos y por eso hablamos mucho
de lo que significa ser madres trabajadoras. Es muy cariñosa, igual que
Penélope. ¡Y divertida!
XL. Mantiene el contacto con casi todos los directores con los que ha trabajado. ¿Suele hablar con Amenábar?
N.K. No,
es uno de los pocos directores con los que no hablo por e-mail. Tiene
un talento inmenso, ojalá hiciera más películas. ¡No hace suficientes!
Trabajar en Los otros y vivir en España es uno de mis mejores recuerdos.
Corrió un gran riesgo al darme el papel. Le estaré eternamente
agradecida.
XL. Después de 25 años trabajando en Hollywood, ¿cuál es el secreto para sobrevivir en un negocio tan hostil como este?
N.K.
Para mí, mantenerme fiel a mi espíritu creativo. Y eso consiste en
basar tus elecciones en un guion que te gusta, en el deseo de trabajar
con un director o en la experiencia que te proporcionará una película.
Por ejemplo, fue estupendo vivir en el sur de Francia durante unos meses
y que mis hijas pudieran aprender un poquito de francés.
XL. ¿Qué sabe ahora sobre cómo funciona este negocio que le hubiera gustado saber cuando empezó?
N.K.
Una cosa que sé ahora es que no hay que tratar de controlar nada.
Aparte de tus propias decisiones, todo está fuera de tu alcance. Una vez
que estás en una película, no tienes la última palabra en nada: haces
tu trabajo lo mejor posible y dejas que los productores y editores hagan
el suyo. Otro secreto es rodearte de gente que no es parte de la
industria y que se preocupa de ti de verdad. Eso es esencial.
XL. ¿Siente la hostilidad de Hollywood hacia las mujeres mayores de 40 años o ese solo es un viejo cliché?
N.K. Es
cierto que vivimos en una sociedad orientada hacia la juventud, pero
los actores tenemos muchas opciones porque las personas envejecen y
siempre habrá personajes que interpretar.
XL. ¿La presión por permanecer joven y guapa es un topicazo?
N.K. Mientras
en tu vida personal te sientas querida carece de importancia, porque lo
único realmente importante es tu alma. Eso sí, cuando se trata de tu
carrera, tienes que cuidarte mucho, sobre todo porque estos papeles
requieren mucha energía. Luego, cada personaje es diferente. En esta
película, peluqueros y maquilladores hacen realidad la ilusión de que me
parezco a ella, pero ese no es mi trabajo. Yo me entrego a cubrir el
universo emocional del personaje.
XL. ¿Le angustia que algún día alguien decida hacer un biopic sobre su vida?
N.K. No, no me da miedo. Además, para entonces seguramente ya no estaré por aquí [se ríe]. O quizá sí...
XL. Bueno, si tiene la suerte de vivir hasta los 95...
N.K. No
creo que haya tanta longevidad en mis genes [se ríe]. En mi familia
solemos durar hasta los 85. He tratado de vivir con cierto sentido del
abandono y la espontaneidad y, si se hiciera una película sobre mí, me
gustaría que reflejara eso. Tendría que dejar algunos apuntes porque soy
muy reservada y hay muchas cosas de las que nunca he hablado. Podría
haber algunas sorpresas [se ríe].TÍTULO: EL BLOC DEL CARTERO, DIETAS,.
foto
La gente ha dejado de creer en las cosas duraderas. Así, por ejemplo, se niega a aceptar la existencia de una recompensa o condenación eternas tras nuestro paso por este valle de lágrimas; y, excluida la idea de eternidad para el más allá, el más acá se nos ha ido quedando vacío de cosas duraderas, infestado por lo efímero y lo pasajero. Hemos renegado del amor perdurable, de la amistad firme, de los principios sólidos e inmutables... ¡hasta de los apercibimientos del banco hemos renegado, pensando ingenuamente que acabarían desapareciendo de nuestras vidas! Pero de lo que no hemos podido renegar es de nuestra naturaleza; y nuestra naturaleza nos dice que en la vida hay cosas perennes, cosas que permanecen inalteradas, en medio del torbellino de cambios que nos anega. Solo que, como previamente nos hemos convencido de que las cosas perennes son efímeras, hemos dado en la grotesca manía de pensar que las cosas efímeras son perennes. ¡Las dietas, por ejemplo!
Decía Edgar Neville que la única dieta infalible es una estancia prolongada en un campo de concentración nazi. Pero la gente se ha convencido (¡misterios de la autosugestión!) de que las dietas tienen la virtud que ya no reconocemos al amor, ni a la amistad, ni a los principios, ni a los apercibimientos del banco. Pensamos que las dietas son para siempre, olvidando que los kilos son el amigo más fiel del hombre (¡y hasta de la mujer!): no importa cuántas veces reneguemos de ellos, no importa cuántas veces los dejemos plantados en cualquier esquina de la vida, los kilos siempre vuelven a nosotros, con ese gesto mohíno y enternecedor del perrillo apaleado, dispuestos a acurrucarse en nuestra cintura, para protegernos del frío. En los últimos años se han popularizado muchas dietas milagrosas que prometen expulsar esos kilos que se resisten a nuestras órdenes de desahucio. Y, en efecto, son dietas que al principio actúan sobre los kilos como un poderoso repelente, igual que el aliento de ajos crudos actúa sobre la novia ruborosa; solo que los kilos, a diferencia de las novias ruborosas, tienen un sentido de la lealtad que se sobrepone a las circunstancias más adversas.
Puede que los kilos huyan despavoridos al principio; pero, una vez abandonada su posición, no hacen otra cosa sino urdir estrategias para volver a abrazar al amigo que abandonaron a la ligera. Pueden tardar meses, incluso años, en volver a llamar a nuestra puerta; pero, cuando lo hacen, sabemos que nos abrazarán con un entusiasmo nuevo, arrepentidos sinceramente de su defección, porque el destierro los ha hecho más sufridos y abnegados, más resistentes e intrépidos. A veces, incluso, como muestra de su amor sin tasa, vuelven acompañados de otros kilos sin dueño que se encontraron en la calle, seguros de que nuestra hospitalidad tendrá un huequecito para ellos. ¡Eso sí que es amor solidario!
A veces he pensado que Dios inventó los kilos como signo visible de la alianza irrenunciable que estableció con los hombres. Pero vivimos en un mundo descreído y orgulloso que contra Dios levantó el progreso y contra los kilos las dietas, seguro de que así quebraría esa alianza inquebrantable. ¡Vano afán! El progreso se sale siempre de madre y nos arrastra al abismo; y las dietas, después de arrastrarnos mucho a la báscula, nos rompen la madre, que diría un mexicano. Y no lo hacen con violencias extremas (aunque también), sino con ayuda del aburrimiento. La gente habla mucho del aburrimiento conyugal, pero no se ha detenido a considerar que el aburrimiento dietético es mucho más temible y angustioso. Los casados, en medio de su aburrimiento, aún pueden dejar de verse, siquiera en las horas de oficina; pero quien está sujeto a una dieta no puede perderla nunca de vista, pues basta que se descuide un segundo para que la báscula lo delate, anunciando el regreso de los kilos. Como las dietas son mortalmente aburridas, quienes las padecen suelen cambiar de dieta como quien cambia de pareja; y acuden al experto en dietética, como el que se divorcia acude al abogado, para que les solucione el tránsito a una vida que, insensatamente, imaginan menos tediosa y asqueante. Naturalmente, los únicos que tienen solucionada su vida son el experto en dietética y el abogado experto en divorcios, que hacen su agosto con nuestra credulidad nunca escarmentada.
Los kilos siempre vuelven, aunque tengan que ascender montañas y cruzar la mar océana. Hagamos, en su honor, como el padre de la parábola del hijo pródigo y sacrifiquemos el ternero más cebado para celebrar el regreso de esos kilos fidelísimos que, en el colmo de la ingratitud, quisimos espantar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario