TITULO: EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - Risas divinas (y II),.
Risas divinas (y II), reloj - foto.
Nos preguntábamos si sería cierto que Cristo, como afirmaba un
personaje de Umberto Eco (repitiendo a San Juan Crisóstomo), no rió
nunca. Desde luego, en el Evangelio no leemos: «Y Jesús rió», al modo en
que leemos que se retiró a orar u obró tal o cual milagro. Pero tampoco
leemos que Jesús se rascase o bostezase; pero habría que profesar el
monofisismo más desquiciado para sostener que Cristo nunca se rascó ni
bostezó, como hace el común de los mortales cuando tiene picores o ganas
de dormir. En cambio, resulta del todo evidente que, aunque los
Evangelios no digan explícitamente que riese, nos deja entender que hace
reír a quienes lo escuchan; y, puesto que le gustaba tanto compartir
las alegrías con sus amigos, no parece disparatado pensar que, a la vez
que los hacía reír, se echaría también él alguna carcajada.
En otro pasaje de
El nombre de la rosa se afirma: «Los
paganos escribían comedias para hacer reír a los espectadores, y hacían
mal. Nuestro Señor Jesucristo nunca contó comedias ni fábulas, sino
parábolas transparentes que nos enseñan alegóricamente cómo ganarnos el
paraíso». Pero… ¿de veras las parábolas de Cristo son transparentes? Una
historia que nos habla de un padre que premia al hijo crápula con un
novillo cebado, dejando sin él al hijo hacendoso, no parece un dechado
de transparencia; como tampoco una historia donde resulta exaltado un
administrador astuto y fraudulento. Se trata de parábolas muy
refinadamente paradójicas, que sin duda habrían de provocar perplejidad
entre sus oyentes más meapilas; y risas picaronas entre quienes estaban
en el secreto de su predicación.
Reparemos ahora en el célebre pasaje en el que Cristo y una mujer
samaritana coinciden en el pozo de Jacob. En medio de su coloquio,
Cristo le propone a la samaritana que llame a su esposo para que venga
también al pozo; a lo que la samaritana responde, imaginamos que un poco
avergonzada: «No tengo esposo…». Y Jesús le suelta con mucha retranca:
«Bien dijiste “No tengo esposo”. Porque has tenido cinco esposos y el
que ahora tienes no es tu esposo». ¿Es verosímil imaginar que Jesús le
gastase una broma tan osada a la samaritana sin acompañarla de una risa
socarrona y, a la vez, comprensiva de las debilidades humanas? Justo
antes de que Jesús le lance este donaire, la samaritana se ha mostrado
dispuesta a ser su discípula, bebiendo del agua viva que Jesús le
ofrece. No resultaría, pues, verosímil que Cristo la estuviese
zahiriendo con acritud. Es evidente que se está riendo de sus anteriores
deslices de cama; y yo diría también que riéndose con ella, para
ayudarla a superar el sonrojo.
Veamos el pasaje de la Unción de Betania. María, la hermana menos
laboriosa de Lázaro, derrama sobre los pies de Cristo un perfume muy
caro y luego se los seca con sus cabellos. Parece difícil que alguien
pueda resistirse a las cosquillas que produce una mata de cabellos sobre
el pie. Pero, aun suponiendo que Cristo tuviese los pies muy
encallecidos, la respuesta que le da al santurrón de Judas, cuando se
queja de que no se hayan repartido los trescientos denarios del perfume
entre los pobres, es de un humor nada cohibido (yo diría incluso que
políticamente incorrecto para el gusto de nuestra época). «A los pobres
los tendréis siempre con vosotros; en cambio, a mí no siempre me
tendréis». Respuesta que puede entenderse como una fina alegoría
teológica; pero ante todo es un bromazo que sólo se permite alguien que
se ríe de su propia desgracia.
Señalaba Leonardo Castellani que «el humor de Cristo traduce la
inserción de lo eterno en lo finito, y despatarra lo finito. Podría
destruirlo y aniquilarlo, pero no hace más que despatarrarlo; y por eso
es humor». Y, salvo que Cristo lograra que sus oyentes se despatarrasen
de la risa mientras él ponía cara de palo, al más puro estilo Buster
Keaton, hemos de concluir que también tuvo que reír lo suyo. Alguien que
estrena y clausura su vida pública bebiendo vino tuvo que ser, sin
duda, jocundo.
Sospecho que el moralista profesional tiene pánico a la risa porque
considera que es la expresión por antonomasia de la debilidad humana, la
ventana que la muestra sin rebozo (junto con alguna caries) al mundo.
El moralista profesional tiene miedo de mostrarse débil; y en su
aborrecimiento de la risa están escondidas la envidia y la amargura del
hombre de aptitudes mediocres. Sospechamos que, cuando afirma que Cristo
no rió jamás, el moralista sólo está inventándose un Cristo a su imagen
y semejanza: o sea, un Cristo que ampare su mediocridad recelosa.
TITULO: REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - ¿En qué piensa su perro? La ciencia ya sabe la respuesta,.
Los últimos análisis de los cerebros caninos muestran muchas
similitudes con los de los humanos. Ellos también saben contar, quieren a
sus amigos e incluso identifican palabras.
Callie, mezcla de terrier y raza desconocida, de tres años de edad,
se queda muy quieta mientras el escáner fMRI de resonancia magnética
funcional analiza las reacciones de su cerebro ante diferentes
estímulos. Su quietud le ha costado al neurocientífico Gregory Berns
meses de adiestramiento. A Callie la conoció en un refugio cuando ella
tenía nueve meses. Berns la adoptó y decidió que fuera la protagonista
de sus nuevas investigaciones. Su propósito es demostrar científicamente
que los perros sienten alegría, empatía, curiosidad, que de verdad
entienden lo que se les dice e incluso averiguar qué están pensando.
«Podemos ver cómo reaccionan partes específicas del cerebro de los
perros ante recompensas como la comida o la interacción con un humano y
deducir cuánta de su motivación procede, en realidad, de cada tipo de
recompensa», proclama Berns, que lidera un equipo de investigadores de
la Universidad de Emory, en Atlanta (Estados Unidos).
Sus pruebas muestran, por ejemplo, cómo se refleja en el cerebro
canino la alegría por encontrarse con su amo. A Callie le hicieron
llegar el olor de Berns y su emoción quedó patente en los aparatos de
neuroimagen.
El escáner ha descubierto que los perros son capaces de distinguir
lo que les decimos, independientemente del tono en el que se lo decimos
También un equipo de la Universidad Eötvös Loránd de Budapest ha
entrenado a un grupo de golden retrievers y border collies para estudiar
sus cerebros en un escáner fMRI. Una de sus cuidadoras los felicitaba
con las palabras habituales utilizadas por los dueños de los animales,
‘bien hecho’, ‘muy listo’, ‘eso es’. Combinaban estos elogios con
palabras neutras del tipo ‘todavía’ o ‘sin embargo’, palabras que los
investigadores creían que no tenían significado conocido para los
perros.
Cada perro escuchó todos esos términos en dos tonos:
neutral y de felicitación. Los investigadores vieron en las imágenes de
actividad cerebral su reacción ante las palabras de ánimo y recompensa
incluso cuando las escuchaban en un tono apagado y neutral y comprobaron
que ante los elogios reaccionaba su hemisferio izquierdo, como en los
humanos. El tono o la emoción en pronunciar las palabras se percibía en
las regiones del cerebro destinadas a la audición en el hemisferio
derecho, igual que sucede con el cerebro humano. Los animales desligaron
la palabra del entusiasmo con el que se pronunciaba. La distinguieron.
Tamás Faragó, de la universidad húngara, explica que eso no demuestra
que los perros entiendan el significado de las palabras, pero sí
comprenden que esas palabras tienen cierta ligazón con ellos. Las
reconocieron. Por supuesto, también comprobaron que se activaba su
centro de recompensa cuando esas palabras positivas se les dirigían en
un tono positivo.
«Los perros no solo distinguen lo que les decimos y cómo se lo decimos,
sino que también combinan ambas cosas para hacer una correcta
interpretación de lo que las palabras significan», explica Attila
Andics, de la Universidad Eötvös Loránd.
El perro y el hombre llevan la friolera de 15.000 años juntos: hay
pruebas de la domesticación de canes desde entonces. La relación
continúa. en 2015 había 7.438.689 perros oficialmente censados en
hogares españoles, un 214,28 por ciento más que en 2005.
Además de que los estamos humanizando cada vez más, con líneas de
ropa, chucherías, alimentos especiales y otras fruslerías, les prestamos
más atención científica. Hay departamentos específicos de investigación
canina en universidades de Europa y Estados Unidos. Incluso sesudas
publicaciones dedicadas a la psicología dedican números especiales a la
mente perruna. El especial sobre perros de la revista de la Asociación
de la Ciencia Psicológica traía conclusiones muy llamativas: los canes
pueden contar (les hicieron pruebas con tableros llenos de formas
geométricas y escogían los más poblados), pueden leer las caras humanas,
comprenden la importancia de la mirada en la comunicación y aprenden
varias destrezas mucho antes que los bebés humanos.
Respecto a las caras, no solo reconocen a sus amos, también
identifican cosas. los investigadores les mostraron objetos, los
colocaron tras una pantalla, los volvieron a mostrar con cambios (más
grandes, de otro color) y los animales se percataron de que se trataba
de objetos distintos. No lograron engañarlos.
En experimentos, los perros han demostrado ser mucho más espabilados que bebés de tres años
Otro estudio realizado en Viena calibró las habilidades de niños de
tres años de edad y perros adultos. Entregaron a ambos unas cajas que
podían abrir utilizando una palanca que servía para una única apertura.
Dentro de las cajas había un premio. Todos la abrieron y obtuvieron
recompensa. Intentaron volver a abrirla. La palanca ya no servía para
nada, pero los niños se empeñaban en usarla. Los perros, sin embargo,
abrieron la caja [era fácil] olvidando la palanca tras comprobar que ya
no servía. Fueron mucho más espabilados.
Echar un cable a un amigo
Otro experimento analizó
la capacidad canina de sentir empatía.
Situaron a dos perros en jaulas. Enseñaron a uno de ellos a activar una
palanca que proporcionaba comida a la jaula del otro perro. Cuando
había premio, el perro alimentador no fallaba. A falta de recompensa,
casi nunca activaba la palanca de la comida… salvo si el otro perro era
un compañero de juegos, entonces le daba de comer sin recibir nada a
cambio. Conclusión: los perros ayudan a sus amigos.
¿Y a sus amos? Aquí, los resultados han sido menos
positivos de lo esperado. Estamos acostumbrados a escuchar
enternecedoras noticias de perros salvadores que alertan de un incendio o
buscan ayuda cuando su dueño cae desplomado por un infarto. Cuenta la
revista
Time que William Roberts, de la Western University de
Ontario (Canadá), hizo experimentos simulando el infarto y con gente
apostada en lugares cercanos para que los perros pudieran pedir ayuda. Y
no lo hicieron. Su conclusión es que, cuando ladran por el incendio o
buscan socorro ante el desmayo de su amo, lo hacen porque están
asustados. Los héroes son la excepción a la regla, piensa Roberts. «En
la mayoría de los casos de peligro los perros no hacen nada, pero eso no
es noticia», añade. Menuda decepción.
¡BIEN HECHO!
Callie y otros perros han sido adiestrados para quedarse quietos en el
escáner. La máquina registra su actividad cerebral mientras los animales
reciben diferentes estímulos, como el olor de sus amos o habituales
palabras de felicitación, del tipo ‘bien hecho’, pronunciadas con
distintas entonaciones. Las pruebas desvelan algunas similitudes con los
humanos en su comportamiento cerebral. en ambos se activa el hemisferio
izquierdo ante los elogios.
TITULO: EN PRIMER PLANO - A FONDO - Budeikin: el cerebro del juego La Ballena azul,.
Budeikin: el cerebro del juego La Ballena azul, fotos.
Un chico resentido que encuentra en Internet la forma de sentirse
poderoso. Así podría definirse al joven ruso de 21 años que creó La
Ballena Azul, el juego que incita al suicidio y que ha hecho saltar las alarmas en todo el mundo. Su sed de venganza contra la sociedad solo podría saciarse con la muerte de los otros. Aun detenido, su juego se viraliza.
Sal de la cama, philipp». Una voz de mujer le dice a un chaval que se
levante. Una escena que se repite en millones de hogares cada mañana.
Solo que la voz de mujer no corresponde a una madre, sino a una agente
de Policía. Y el joven, que se levanta a regañadientes, no es un chaval
cualquiera. Se trata de Philipp Budeikin, de 21 años, el presunto
creador del juego La Ballena Azul, una serie de retos que incitan al
suicidio y que ha hecho saltar las alarmas por todo el mundo.
Budeikin fue arrestado en noviembre del año pasado y será juzgado
por incitar al suicidio a una chica, aunque podría haberlo hecho en
otros quince casos que se están investigando
El vídeo de la detención de Budeikin está fechado el 15 de noviembre
de 2016. La escena tiene lugar en un piso de Solnechnogórsk, una ciudad
de la periferia de Moscú. Y es el único documento fidedigno en una
historia desquiciada. Una historia llena de malentendidos y
exageraciones, donde lo verdadero y lo falso se mezclan en un cóctel
difícil de descifrar.
Budeikin llamó a su juego La Ballena
Azul por los varamientos masivos de ballenas y su muerte agónica en las
playas. Aunque las ballenas no se suicidan… Varan por la desorientación
que les produce el cúmulo de sonidos como hélices y sónares
Lo que no quita para que la historia sea peligrosa. Para empezar, por
su viralidad; La Ballena Azul se ha propagado como la pólvora por
varios países de Europa y América. Y la preocupación ha llegado a
España, donde la Policía Nacional, sin haber lanzado una alerta
específica, ha pedido a los padres que extremen la vigilancia.
Saltó a la cabecera de los telediarios cuando trascendió que una
menor había sido ingresada en la unidad de psiquiatría de un hospital de
Barcelona después de confesar que participaba en el juego. Los
profesores de la escuela donde estudia alertaron a los Mossos d’Esquadra
tras advertir su comportamiento errático y se aplicó el protocolo
antisuicidios. La joven confesó más tarde a su familia que se habría
autolesionado siguiendo el reto. Se han dado casos similares en otras
comunidades autónomas. Así que la inquietud de muchos padres está más
que justificada.
En Internet circulan miles de
imágenes relacionadas: un brazo con cortes, supuestas conversaciones de
WhatsApp, retratos de chicas que se habrían quitado la vida en Siberia y
Latinoamérica… Es difícil saber qué es cierto y qué no
A los expertos también les preocupa que se idealice el suicidio o se
pinte de manera glamurosa. De hecho, existe una fuerte polémica, en
especial en el Reino Unido, con la serie de Netflix
Por 13 razones,
que trata de una adolescente que se quita la vida después de sufrir
acoso escolar. Polémica que también ha saltado a España. Se trata de una
serie dirigida a una audiencia muy vulnerable, como recuerda la
Fundación de Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo (ANAR),
que el año pasado atendió un total de 627 casos de ideación o intento
de suicidio de menores y 531 casos de autolesiones, un 64 por ciento más
que en 2015.
El cerebro del mal
Detrás de La Ballena Azul está Philipp Budeikin. Es el menor de tres
hermanos. Hogar monoparental. Se crio con su madre, oftalmóloga. No
terminó la carrera de Psicología. Por lo que dicen que contó a un medio
ruso, tiene mucho resentimiento a medio digerir. La prensa de su país lo
define como introvertido y fracasado. Un chico que no encaja, incapaz
de hacer amigos o de echarse novia. Y que se pasa el día conectado.
Se crio con su madre, oftalmóloga, y sus dos hermanos mayores.
Estudió psicología. Alardeaba de poder llevar a alguien al suicidio
alterando su régimen de sueño
Bien mirado, Budeikin no es tan excepcional en una generación cuya
vida cotidiana se solapa con la virtual. Lo patológico es que Internet
le dio la oportunidad de dar rienda suelta a su agresividad, de obtener
reconocimiento y de sentirse poderoso. Alardeaba de ser capaz de llevar a
una persona a quitarse la vida usando técnicas de hostigamiento y
presión psicológica. Por ejemplo, «si se altera su régimen de sueño, se
le puede manipular».
El juego consiste en ir debilitando la voluntad del participante a lo largo de 50 pruebas,
que van desde el visionado de películas de terror durante horas hasta
las autolesiones. Las pruebas las propone un mentor anónimo. Lanzarse al
vacío desde una ventana sería la última. Budeikin desprecia a sus
víctimas. Las considera «basura biológica», según habría declarado, y
sostiene que su objetivo era «limpiar la sociedad». Está recluido en la
cárcel de San Petersburgo a la espera de juicio. Cuando fue detenido,
Budeikin habría reconocido su culpabilidad: «Sí, lo hice. Murieron
felices. Les di lo que no tienen en la vida real: calor, comprensión,
comunicación». Luego dijo, instruido por su abogado, que todo era una
broma.
Es difícil probar si La Ballena Azul es responsable directa de los
suicidios, pero lo incuestionable es que el fenómeno se ha viralizado.
Ya existen variantes
¿Pero de qué se lo acusa exactamente? La Fiscalía
rusa lo identifica como el administrador de varios «grupos de la
muerte», foros de acceso restringido donde se banaliza la idea del
suicidio. Se investiga su participación en 15 casos, pero de momento
solo se le va a juzgar por uno. Sin embargo, la prensa rusa le atribuye
cientos… Y una diputada incluso lo comparó con Andrei Chikátilo, el
mayor asesino en serie de la historia de la Unión Soviética. A rebufo de
estas informaciones, amplificadas por los tabloides británicos y las
redes sociales, la psicosis se ha extendido por medio mundo.
La bola de nieve
Desentrañar la madeja es complicado. Lo ha hecho el portal Snopes,
una referencia fiable en la investigación de la veracidad de las
historias que circulan por la Red. Según Snopes, no hay pruebas de
ningún suicidio causado directamente por el juego. El origen de la
historia se remonta a mayo del año pasado, cuando el periódico ruso
Novaya Gazeta
dedicó un artículo a los suicidios de jóvenes, y en el que se daba la
cifra de 130 entre noviembre de 2015 y abril de 2016. Una estadística
que sí es veraz y preocupante. Sin embargo, el periódico también
mencionaba que algunos de los suicidas habían mencionado el juego de La
Ballena Azul a sus contactos en la red social VK (una especie de
Facebook ruso) o lo tenían en su historial de navegación. La información
tuvo una enorme resonancia, pero fue malinterpretada o, si se prefiere,
‘redondeada’ a mala uva, y muchos dieron por hecho que las 130 muertes
estaban relacionadas con Budeikin y su reto.
La bola de nieve ha crecido desde entonces. Proliferan los foros que
hablan o emulan a La Ballena Azul. Aparecen como setas y desaparecen
igual de rápido, pero llegan a congregar a decenas de miles de usuarios;
la mayoría, atraídos por la curiosidad. Incluso ha aparecido una
variante del juego, conocida como El Abecedario del Diablo, en el que un
niño dice una palabra que empiece con cada letra del alfabeto mientras
otro le ‘dibuja’ la letra en el dorso de las manos con las uñas o, peor,
con unas tijeras y cuyo primer caso denunciado ha ocurrido en Mieres
(Asturias). Por eso no hay que bajar la guardia.
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