El piloto continúa en estado crítico,.
Schumacher se agarra a la vida
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Los médicos reconocen haberse sorprendido tras apreciar una leve mejoría «inesperada»-foto,.
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La situación crítica 'está mejor controlada' aunque aún no está fuera de peligro
Los sanitarios reconocieron haberse sorprendido tras apreciar una leve mejoría «inesperada» en el escáner realizado al alemán el lunes por la tarde. Esto les animó a intervenirle por segunda vez para reducir la presión intracraneal y evacuar un hematoma situado en la parte izquierda del cerebro, que, debido a su estado, era inoperable el día anterior. «El escáner mostró algunos signos relativamente estables, que por lo menos no dejaban entrever un empeoramiento», indicó Payen.
A pesar de las buenas noticias, los sanitarios no quisieron ser excesivamente optimistas. Schumacher sigue en coma artificial y «su situación es crítica y frágil». Según explicaron, esta leve mejoría puede traducirse en un empeoramiento en las próximas horas. «En reanimación las cosas evolucionan rápido tanto en el buen como en el mal sentido», explicó Jean-François Payen.
Corregir anomalías que persisten
Los médicos se vuelcan ahora en «corregir una serie de anomalías que persisten», señaló Emmanuel Gay, jefe del servicio de neurocirugía. El ex piloto «aún tiene muchas hemorragias cerebrales», por lo que, insisten los neurólogos, «es difícil hacer un pronóstico» ni valorar las posibles secuelas. «Sería deshonesto hacer una valoración sobre el futuro», señaló Gérard Saillant, neurocirujano y amigo de Schumacher, que insistió en que «el combate aún no está ganado». El siete veces campeón de Fórmula 1 se encuentra entre la vida y la muerte tras el grave accidente que sufrió el domingo mientras esquiaba en los Alpes franceses. Según explicó ayer su portavoz, Sabine Kehm, a un grupo de periodistas alemanes, antes de caerse el ex piloto se había detenido en la pista para ayudar a un compañero que se había accidentado. Cuando emprendió la marcha, se tropezó con una roca y perdió el control.Después, se golpeó contra otra piedra en la cabeza. El impacto fue tan fuerte que su casco se partió en dos, según confirmó una fuente próxima a la investigación al diario alemán Bild. Una de las personas que le socorrió relató que cuando llegaron al lugar del accidente el casco estaba roto y todo «estaba lleno de sangre».
Algunos testigos han difundido imágenes del momento en el que el deportista era evacuado en helicóptero de la pista de esquí. Los médicos y la familia del ex piloto alemán pidieron por su parte a los periodistas que dejen trabajar al equipo del hospital y que respeten la intimidad del deportista. Porque, en su afán por informar en primicia, algunos sobrepasaron ayer los límites de la ética. Según relató Sabine Kehm a un periodista de The Guardian, uno de los reporteros que hacen guardia estos días frente al hospital había intentado colarse en la habitación de Schumacher disfrazado de cura, pero fue descubierto por el personal del centro. «Nunca pensé que algo así podría suceder», confesó Kehm.
Para evitar incidentes como el sucedido ayer el CHU de Grenoble ha reforzado la seguridad. «Si no informamos es porque no podemos hacerlo o porque no tenemos novedades, pero no porque tengamos algo que ocultar», aseguró el neurólogo Gérard Saillant. El ex piloto alemán recibió ayer la visita de algunos compañeros y amigos, entre ellos Jean Todt, presidente de la Federación Internacional del Automóvil, que salió del centro sin hacer comentarios. La prensa internacional también alentaba con cariño al heptacampeón. Para Bild, Schumi libra estos días «el auténtico combate de su vida».
TÍTULO: HOY LE TOCA A, BAROJA, SIN MIEDO A LOS ENEMIGOS,.
- -foto-Pío Baroja apenas ejerció de médico, pero a su paso por la antigua facultad de San Bernardo, en Madrid, le sacó mucho partido.SOCIEDAD
Baroja, sin miedo a los enemigos
El escritor perfila a Unamuno como un egocéntrico y a Maeztu como un chaquetero. Pero también alaba a Ortega y a Regoyos
Pío Baroja apenas ejerció de médico, pero a su paso por la antigua facultad de San Bernardo, en Madrid, le sacó mucho partido. Allí desarrolló su legendaria mirada clínica, un punto despiadada, de la que se alimentó su estilo literario y que también le sirvió en sus relaciones sociales. «Yo siempre he tenido el sentido de notar la simpatía o la hostilidad en las personas. En eso no me he engañado nunca; la sonrisa, el tono de la voz, la actitud, me han dado el carácter de la persona. No recuerdo haberme equivocado», reconoció.Las filias y las fobias constituían el modo normal de percibir a los demás, según el escritor. Con esta premisa, Francisco Fuster ha reunido los retratos que hizo Baroja de los autores literarios y artistas de su tiempo en el volumen 'Semblanzas' (editorial Caro Raggio). Los textos proceden de obras conocidas y también de artículos de prensa.De José Ortega y Gasset escribe que es de los pocos españoles a quienes escucha con interés. En Miguel de Unamuno, sin embargo, aprecia ciertos rasgos de soberbia y egocentrismo que no le interesan nada. «No creo que sus condiciones intelectuales, aunque fueran grandes, justificaran un concepto tan extraordinario de sí mismo como él tenía. Se creía todo. Era sin proponérselo filósofo, matemático, geógrafo, filólogo, naturalista, arquitecto, además de vidente y profeta».Baroja relaciona a Unamuno con el profesor Letamendi, que él tuvo en la universidad y que luego incluyó en su novela 'El árbol de la ciencia'. «Muchas veces pensaban que una frase retórica era un hallazgo o una revelación». También alude a su «egoísmo absoluto». «Él era español, no había nada como España; era vasco, nada como ser vasco; era de Bilbao, lo mejor del mundo era ser de Bilbao. Vivía en Salamanca, Salamanca era la mejor ciudad del mundo». A Unamuno no le gustaba París; a Baroja, sí.La voz chillona de ValleDe su compañero en la Generación del 98 Ramiro de Maeztu le sorprendían, para mal, sus continuos saltos ideológicos. Maeztu le consideraba en 1900 un conservador, mientras que él se veía como un futurista. Pero las cosas cambiaron. «Era católico, y leyó a Karl Marx y se hizo comunista. Era marxista y se hizo tradicionalista. Era incrédulo, y oyó al padre Ibarrangelúa y se hizo creyente». Baroja le veía incapaz de ver los pros y los contras de las ideas políticas. «Comprendo que se evolucione y se cambie con la edad y con el tiempo; pero esos brincos de saltamontes no los comprendo».La mirada clínica de Baroja se posa sobre otro de los escritores del 98, Ramón María del Valle-Inclán, y más en concreto sobre su aspecto físico. «Valle-Inclán no era un hombre de cara bonita; tenía restos de escrófula (ganglios infectados) en el cuello. La nariz, un poco de alcuza; los ojos, turbios e inexpresivos; la barba rala y deshilachada y, sin embargo, para muchos era algo como un gigante y hasta como un Apolo».En el mismo texto, más arriba, ya había escrito que Valle tenía «una voz más bien aguda y chillona». Y también que cobraba del Estado sin que se supiera muy bien por qué concepto. Y que le había dado una patada en el hocico a Yock, el perro de Baroja, sin venir a cuento.En la última parte de 'Semblanzas', los artículos están dedicados a los artistas. Cuando habla de su amigo Darío de Regoyos, el tono cambia radicalmente respecto al que emplea con Unamuno, Maeztu y Valle, los tres noventayochistas, lo mismo que el pintor. «Tenía una cara jovial y sonriente, con un ojo más alto que otro. Era un hombre cándido, sin malicia, y tan aficionado a preguntar, que ponía en un compromiso a cualquiera». Baroja trató de comprender al artista, a los que muchos le trataban de loco, y de ese proceso le salió esta apreciación. «Yo no he conocido a ningún pintor que tuviera ingenio y originalidad más que a Regoyos».Más distante se mostró con Ignacio Zuloaga. Quizá no le perdonase aquel feo que le hizo en la estación de San Juan de Luz, al comienzo de la Guerra Civil, cuando el pintor no quiso reconocerle para evitar líos con los franquistas, después de haber hablado con él en varias ocasiones.No acertó Baroja cuando escribió que «Picasso quedará en la historia de la pintura moderna como un tipo raro». Su obra era a su juicio «una mistificación de un hombre de talento, pero no una cosa sentida», lo que iba quedar de su época era el impresionismo, y aquí sí tuvo razón.Le molestaba que el pintor Joaquín Sorolla alardeara de lo rico que le había hecho su obra. «Sorolla y Zuloaga eran por el estilo: artistas de receta, con una técnica mejor o peor, pero sin espíritu». Por cierto, Baroja aprovechó la ocasión para subrayar la tacañería del valenciano. Cuando iba a casa del pintor era él quien le ponía el azúcar en la taza, por temor a que el invitado se echase demasiado.
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