Fiebres altas, diarreas y vómitos de origen desconocido
desataron la primera alerta hace once días. Tan sólo cuarenta y ocho
horas después, la aparición de los primeros pacientes con hemorragias
confirmó las sospechas. Los enfermos, según se supo luego, estaban
infectados por el virus del Ébola y la alarma se extendió en las
poblaciones de Guéckédou y Macenta, al sur de Guinea Conakry. La
aparición de casos con características similares en localidades
fronterizas de Sierra Leona y Liberia, aún objeto de estudio en
laboratorios, alientan la preocupación por la súbita irrupción de este
terrible mal en una de las regiones más pobres del planeta.
La muerte de 60 personas en menos de dos semanas y la
identificación del tipo de virus implicado como el más letal de los
cinco posibles, con tasas de mortandad que oscilan entre el 75% y 90%,
aumenta el temor ante las consecuencias de un mal que carece de
tratamiento curativo. «Todo el mundo se pregunta qué va a pasar y el
miedo se ha extendido», explica Gema Domínguez, jefa de la misión suiza
de Médicos sin Fronteras en el país subsahariano. La existencia de
varios fallecimientos inexplicables ha expandido el temor en la capital,
una ciudad de dos millones de habitantes que sufre las habituales
carencias y hacinamientos de las urbes africanas. El jueves se
confirmaron cuatro positivos en la ciudad. Los enfermos fueron
inmediatamente internados en centros de aislamiento para evitar la
propagación del virus.
La trascendencia de este fenómeno ha desatado la inquietud
en la capital y las embajadas se encuentran en contacto con sus
nacionales para informarlos y, tal vez, planificar una posible
repatriación. «La estrategia radica en responder rápidamente,
identificar a los contagiados y a todos aquellos que estuvieron en
contacto con ellos, incluso a quienes participaron en los funerales, y
someterlos a observación durante tres semanas, periodo de incubación de
la enfermedad».
Huidas de la ciudad
El pánico que genera el Ébola multiplica sus efectos
negativos. La huida vacía los centros de salud, incluso provoca la fuga
del personal sanitario, y deja sin atención a otros pacientes, a niños y
embarazadas fundamentalmente, en un territorio donde la malaria y la
fiebre de Lassa, transmitida por los roedores, son endémicas y generan
muchas más víctimas.
La doctora alavesa Carmen Ramírez de la Piscina coordinó la
actuación médica de la misma ONG en una crisis anterior en Uganda. «Es
muy duro, el enfermo precisa de atención psicológica y los
supervivientes han de enfrentarse a la estigmatización», recuerda. La
consecución del apoyo de las autoridades locales, comunitarias y
religiosas para vencer el recelo colectivo se convierte en artículo de
primera necesidad. «La gente veía a los afectados entrar por su propio
pie en las unidades de aislamiento y salir como cadáveres».
La nutrición adecuada, la hidratación y la atención de las
infecciones secundarias son los recursos habituales en la lucha contra
tan devastadora dolencia. «Se trata de fomentar la reacción del sistema
inmunológico», alega, aunque reconoce que la detección, a menudo, es
tardía. «La alerta se dispara cuando comienzan a morir varios miembros
de una familia y personal sanitario». Y precisa, «algo así no sucedería
en Occidente, donde se identificaría inmediatamente». Las complejas
condiciones orográficas de las zonas afectadas -Zaire, Uganda y Gabón-,
hacen suponer que se han producido otros brotes que se han autolimitado y
de los que nunca se ha sabido.
La falta de guantes, mascarillas, batas y productos
higiénicos dificulta el abordaje de una epidemia cuyo contagio se
produce a través de todo tipo de secreciones corporales. Guinea, Sierra
Leona y Liberia se hallan entre los diez países del mundo menos
desarrollados, una miseria acrecentada por los efectos devastadores de
sendas guerras civiles en los dos últimos países. «Las carreteras son
atroces y los puentes se destruyeron y nunca se repararon», se lamenta
Dominic Wyatt, técnico de la entidad vasca Anesvad y conocedor del área.
«En la cercana Costa de Marfil hay que pagar por la consulta y los
medicamentos, muchas veces sólo están disponibles en el mercado negro.
Además, te venden la cantidad que puedes pagar, con lo que,
frecuentemente, no tienes suficientes fármacos para recuperar al
paciente».
Patrimonio de la Unesco
La frontera entre los tres países afectados es permeable,
no se precisa de visado y también abundan los pasos sin vigilancia, lo
que dificulta el control de la población. «En la zona previsiblemente
afectada de Sierra Leona hay dos médicos para 400.000 habitantes y uno
se encarga, además, de cuestiones administrativas», indica Silvia
Madejón, coordinadora de Médicos del Mundo sobre el terreno. Todos los
fallecidos en su sector habían acudido recientemente a Guinea, lo que
alienta los peores temores.
El área sobre la que se abate el Ébola por primera vez es
una de las regiones con mayor biodiversidad de África Occidental y ha
sido declarada patrimonio de la Unesco. Su privilegiada condición
ecológica no esconde, sin embargo, la postración de sus moradores.
Las medidas preventivas requieren desde el cierre de
mercados y escuelas, hasta la suspensión de los servicios hospitalarios,
incluida la cirugía de emergencia. Las medidas políticas se
complementan con otras sanitarias que escapan a las posibilidades de la
autoridad local. La lucha contra el virus del Ébola, como otras
enfermedades tropicales, se encuentra en manos de las organizaciones
humanitarias internacionales, que suplen la escasa infraestructura de
buena parte de las repúblicas del continente.
Médicos sin Fronteras se reconoce capacitada para
enfrentarse a la crisis y, según su responsable, puede anticiparse
porque llevaba a cabo sobre el terreno un proyecto de detección temprana
del paludismo cuando se empezaron a conocer los primeros indicios. «Es
una especie de círculo vicioso», argumenta Olimpia de la Rosa, asesora
médica de la entidad. «La guerra acaba con las pobres estructuras
sanitarias, el personal cualificado emigra y no se recuperan
suficientemente, agudizando la penuria y propiciando la aparición de
nuevos problemas». La pobreza continúa.
personas han muerto en menos de dos semanas y los médicos han identificado el virus del Ebola más letal de los cinco posibles.
TÍTULO: LA LLAVE DE WALLY, SER FELIZ ES MEJOR PARA EL ALUMNO QUE UN 520 EN EL INFORME PISA,.
LA LLAVE DE WALLY, SER FELIZ ES MEJOR PARA EL ALUMNO QUE UN 520 EN EL INFORME PISA,.-fotos,.
SOCIEDAD
Ángel Santamaría presenta 'Heducación se escribe sin hache', una reflexión sobre el modelo educativo en España
«Damos por hecho el sistema y lo aceptamos, en vez de
pensar que lo que hay que ser es felices. Pero claro, si dices eso se
ríen de ti». Ángel Santamaría, profesor de Lengua y Literatura (Madrid,
1962), afirma que el sistema está configurado para que solo importen las
calificaciones, no lo que se aprende. «Lo importante es el 10, da igual
que se te olvide al día siguiente, porque con ello conseguirás una beca
o un reconocimiento en el informe PISA».
Y es que Santamaría, que formó parte de los gabinetes de
los exministros Mercedes Cabrera y Ángel Gabilondo, cree que lo
importante es que «cambiemos la idea que tenemos sobre qué es la
educación». La ideologización sobre lo educativo es un «fallo enorme».
Aunque reconoce que es «inevitable» porque todos los ciudadanos han
vivido la escuela y cada uno ha tenido sus experiencias. «Hay muchos
millones de alumnos y hay casi 800.000 profesores que se dedican como su
tarea principal a la educación», afirma el escritor. Por ello es
necesario que se consiga un consenso. «La educación en España no acabará
de asentarse hasta que se cumplan tres condiciones: estabilidad
normativa, consenso y participación de los profesores».
Finlandia: el sueño español
Afirma el profesor que «lo más curioso de todo» es que,
aunque no se consigue un acuerdo para crear leyes educativas, sí se
consigue consenso para derogarlas: «Toda la oposición ya se ha unido
para derogar la Lomce en cuanto el PP deje el gobierno».
Los finlandeses, «que en España siempre ponemos de ejemplo
para todo», dedicaron 30 o 40 años de su trayectoria hasta llegar al
sistema educativo que tienen ahora «y que es tan envidiado». Fue un
proceso largo de negociación entre partidos. Sin embargo, en la opinión
del profesor, «un país con unos índices de suicidio muy superiores a la
media europea, no debería ser ningún ejemplo para España».
Finlandia o Corea, países que encabezan la lista del
informe PISA (Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes),
que se realiza cada tres años para valorar el nivel académico de los
alumnos, «deben ser un ejemplo educativo, pero no tanto». Él aboga por
una educación integral ya que «debería ser una formación que conlleve
que el alumno cuando salga con 16 o 18 años entienda que no puede ser
corrupto, o que sea solidario, que sepa convivir.», explica el autor.
«No puedo admitir que el objetivo educativo de España es obtener 520
puntos en PISA, eso es una estupidez», puntualizó Santamaría.
Además, Santamaría explica en 'Heducación se escribe sin
hache' que, en ocasiones, los deberes que los profesores mandan para
casa pueden ser la causa del abandono escolar. «Hay veces que los
docentes no entienden que los deberes son útiles solo si potencia en el
alumno alguna actividad complementaria a la de la escuela». Si no, solo
suponen una «pérdida de tiempo tanto para los niños como para los
padres». Y es que Santamaría recuerda las veces en las que los niños se
pasan «dos o tres horas copiando enunciados de tres líneas en dos
colores», algo que «no les aporta nada». Además, en muchos casos, los
profesores no se dan cuenta de que hay muchos niños que cuando salen del
aula no tienen las «condiciones ideales» para hacer la tarea y que si
se da gran importancia a que el alumno lleve los deberes terminados
«estamos creando desigualdades».
La marea verde
El autor reconoce que, aunque el abandono escolar sigue
siendo alto, desde que entró en vigor la LOE en 2006, los índices están
disminuyendo, «del 31% de entonces al 24% de ahora». Por ello,
Santamaría afirma que «quizá esa ley que tanto criticamos también tiene
sus efectos con el tiempo».«Los recortes que se está llevando a cabo en lo público son insostenibles para que haya calidad educativa», afirma Santamaría.
El autor exige la defensa de la escuela pública «por encima
de todo». En su opinión, España ha avanzado mucho en los últimos
cuarenta años. «No hay que olvidar que aún en 1970 dos millones y medio
de personas eran analfabetas».
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