El Prado restaura sus seis tablas del genio flamenco para 'El triunfo de la Eucaristía'
Exhibe las obras junto a cuatro de
los 20 tapices realizados por encargo de la hija de Felipe II para el
convento de las Descalzas Reales
Hacia 1625 Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II, planea
retirarse al Monasterio del las Descalzas Reales de Madrid y dejar el
gobierno de los Países Bajos heredado de su padre. Encarga a Pedro Pablo
Rubens (1577-1640), su pintor de cámara y consejero, el más afamado y
rico de Europa, una serie de veinte pinturas para otros tantos tapices
destinados al convento donde quiere vivir como monja clarisa. Deben
exaltar el triunfo de la Eucaristía, dogma primordial del catolicismo,
en la Europa reformista. Su tío Felipe IV le impedirá el regreso y la
infanta seguirá en Bruselas. Pero 'El triunfo de la Eucaristía', el más
importante, preciado y caro encargo en la carrera de Rubens, se
culminará a la muerte de su benefactora en 1633.
Casi cuatro siglos después el taller del Prado ha
restaurado algunas de las tablas originales de Rubens y las exhibe junto
a cuatro de los veinte tapices. «Entonces los tapices, solo al alcance
de los reyes, eran mucho más caros que las pinturas, y estamos sin duda
ante el encargo más relevante, preciado y caro en la carrera de Rubens»,
dice Alejandro Vergara, jefe de Conservación de Pintura Flamenca y
Escuelas del Norte del Museo del Prado y comisario de la muestra. Con la
mejor colección del mundo de Rubens, entre las 90 obras del pintor que
atesora el Prado están los seis 'modelli', base de los cartones de los
tapices, que sí se conservan en su totalidad. «Asistimos a un fascinante
juego de espejos tan del gusto del Barroco que quería colocar al cuadro
dentro del cuadro», asegura Vergara ante tablas y tapices.
Las tablas, que sufrieron ampliaciones indeseadas y
restauraciones agresivas en el siglo XVIII, se han restaurado
«magistralmente» según Miguel Zugaza, director del Prado que las sitúa
«entre las joyas de la soberbia colección de pintura flamenca del
museo». La restauración ha sido posible gracias a una labor de casi tres
años a cargo de los especialistas José de la Fuente y María Antonia
López de Asiain, al patrocinio de la Fundación Iberdrola y el apoyo del
Fundación Getty de Los Ángeles, que recibirá en otoño la muestra de la
que es también comisaria Anne Wollett, conservadora del museo angelino,
que cuenta con un programa de formación especial para la restauración de
soportes de madera.
Pintadas sobre roble polaco, las tablas estaban «en una
situación preocupante», según José de la Fuente, especialista en
soportes. Liberadas de los añadidos, los marcos, los barnices oxidados y
la suciedad acumulada durante siglos, han recuperado un esplendor
original del que se puede disfrutar ahora ante los tapices. Se han
revitalizado los maltrechos soportes de roble con una sofisticada y
específica técnica que amortigua las tensiones de la madera ante los
cambios de humedad y temperatura sin perjudicar a las pinturas. Se han
revertido los daños de una práctica habitual en la época: rebajar el
grosor de la madera para mantener plana la tabla.
Labor precisa
Un trabajo científico y de precisión que vuelve a
evidenciar el buen hacer del taller del Prado, líder mundial en
intervenciones tan exigentes como la que se hizo en las tablas 'Adán' y
'Eva' de Alberto Durero. Entonces, como ahora, ha sido crucial la
colaboración de George Bissaca, del Metropolitan Museum of Art de Nueva
York.
Se exhibe además un retrato de la infanta Isabel Clara
Eugenia realizado al alimón hacia 1615 por Rubens y Jan Brueghel el
Viejo. Nacida en Valsaín (Segovia) en 1566, hija de Felipe II e Isabel
de Valois, casada con su primo hermano el archiduque Alberto de Austria,
nieto de Carlos I de España, encarna, según el comisario, «el colmo de
la alcurnia». «Una mujer cosmopolita, refinada y carismática, piadosa y
de firmes creencias religiosas como su padre». Tras enviudar en 1621
solicita a su tío el retiro como clarisa, pero ante la negativa real,
permanecerá en los Países Bajos hasta su muerte.
En la manufactura bruselense de Juan II Raes se tejieron en
seda y lana la veintena de tapices entre 1625 y 1633. Los cuatro que
exhibe el Prado son 'El triunfo de la Iglesia', 'El triunfo del Amor
Divino', 'El encuentro de Abraham y Melquisedec' y 'La victoria de la
Verdad sobre la Herejía'. Para Zugaza los tapices están «entre los de
mayor calidad de los manufacturados en Europa en el siglo XVII». De
grandes dimensiones, todos están en un aceptable estado de conservación,
depositados por Patrimonio Nacional en el monasterio para el que fueron
concebidos y tejidos.
«Se crean a partir de obra colosales en pequeño formato
que, restauradas, recuperan su diseño escenográfico y su sentido
teatral, contando argumentos cristianos con iconografía clásica y
pagana», apunta Vergara. Los bocetos de Rubens están, según el
comisario, «entre lo mejor de toda su producción». «Es obvio que las
intervenciones del XVIII no fueron acertadas, pero hoy lucen toda la
riqueza técnica enmascarada por la suciedad y los barnices oxidados», se
felicita López de Asiaín.
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