El chiringuito Atenas Playa recibe por tercer año consecutivo el Certificado de Excelencia de Tripadvisor,.foto.
El alcalde de Chiclana, José María Román; la
delegada municipal de Turismo, Ana González; el delegado municipal de
Medio Ambiente, Joaquín Páez; el delegado municipal de Fomento, Adrián
Sánchez, y los responsables del Atenas Playas, con Miguel Grande a la
cabeza, han presidido el acto de presentación de la programación de este
establecimiento hostelero para el verano que ahora empieza. Una
programación amplia y variada, en la que se mezclan la cultura, la
música, el deporte y la gastronomía. Esta diversidad en la programación,
así como la calidad de los servicios han hecho que un año más y por
tercer año consecutivo, el Atenas Playa haya recibido el Certificado de
Excelencia de Tripadvisor, gracias a la puntuación de los propios
clientes.
Nuevamente, el Atenas Playa será el escenario
perfecto para una exposición, en este caso le tocará el turno a
‘Retrospectiva’, de Antonio Mora, que estará a disposición del público
desde hoy y hasta el 24 de septiembre y que será el eje de la
programación ‘Playa de Cultura’. El prestigioso escultor, conservador,
restaurador de obras de arte y académico numerario de la Academia de
Bellas Artes de Cádiz será el encargado de esta muestra, que acogerá sus
obras más reconocidas. Los personajes de estas esculturas de mirada
infinita provocan un castigo cruento en la imaginación del artista.
Levitan sin pisar el suelo de los reales, mientras reflejan en el arte
que nace la belleza que ‘Las Musas’ podrán dar a una obra de arte. Esta
muestra, además, ofrecerá otras obras del autor como son ‘María’, ‘La
Espiga’, ‘El Reo’ y ‘Minotauro’.
Además, durante la jornada de hoy también se han
presentado la revista Novo Sancti Petri Magazine, en la que el lector
podrá encontrar los restaurantes de la zona que no se pueden perder, La
Barrosa como la mejor playa de España, los hoteles más premiados,
descubrir por qué Novo Sancti Petri es el destino estrella o las
personas famosas que visitan Chiclana. Además, también se ha llevado a
cabo la presentación de Atenas Playa Volumen 1 con Caffé Babel.
En cuanto al resto de actividades incluidas en la
programación de verano del chiringuito Atenas Playa, indicar que, en la
parte musical, los visitantes podrán disfrutar de las actuaciones de
Fred Romero (24 de junio), Laura V (8 y 28 de julio), Víctor Marín
Violín Show (14 de julio, 11 y 26 de agosto), Joselu Marassi (21 de
julio), Sin llaves (22 de julio), Hombres de Papel (4 de agosto), Noche
de México (8 de agosto) y Noche de Tango (24 de agosto). Asimismo, en
cuanto a gastronomía, se celebrará la Semana del Atún Rojo Salvaje, del
26 de junio al 2 de julio; la Semana de los Productos de Chiclana, del 3
al 9 de julio; la Semana de los Vinos de Chiclana, de 17 al 23 de
julio; y la iniciativa Experiencia Gastronómica Atenas, el 20 de agosto.
Por otro lado, los días 3, 4 y 5 de agosto se
celebrará el IV Torneo de Padel Playa, mientras que entre el 1 y el 30
de agosto se celebrarán los concursos de fotografía y relatos cortos,
que también cumplen su cuarta edición. A todo esto, hay que añadir los
shows de DJ de la talla de Capi Breccia Sax, Lorena Kej y Josep Pirelli.
En este sentido, el alcalde ha felicitado a los
responsables de Atenas Playa “por su gran apuesta, un año más, por una
gran programación en un magnífico chiringuito. Así, va a animar nuestra
maravillosa playa, por lo que debemos agradecer la implicación de los
promotores desde que se instalaron en Chiclana”.
Por su parte, la delegada municipal de Turismo ha
destacado que “estamos ante un espacio multidisciplinar, que vende el
destino de forma estupenda”. “Todo ello, sumado al certificado de
excelencia de Triapdvisor por tercer año consecutivo, lo que pone de
manifiesto que tenga una oferta de excelencia en un espacio como la
playa de La Barrosa”, ha indicado.
TITULO: El campo de las brujas,.
Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía habría de recordar aquella tarde remota en que su padre le llevó a conocer el hielo”.
(Cien años de soledad, Gabriel García Márquez) foto.
Muchos años después, sentado en la terraza de un bar de la madrileña Plaza de la Paja, Juan Pablo de las Heras habría de recordar aquella noche remota en que Izaskun le regaló su primer beso. Urbanova era entonces una urbanización joven de la costa mediterránea que vivía de los bulliciosos e insomnes turistas madrileños y hervía cada verano con la burbujeante actividad de sus visitantes y de todos aquellos que llegaban desde la ciudad para trabajar durante dos o tres meses en el bar, la heladería, los dos chiringuitos de playa, el quiosco y la tienda. Después, a partir de octubre, la zona se convertía en una villa fantasma con la única banda sonora de las suaves olas acariciando la orilla y la remota vida que daban, esporádicamente, aficionados al footing o coches de enamorados que buscaban una intimidad cómplice.
Era un verano de calor bochornoso y de nervios adolescentes. Fueron quince días de vacaciones en la urbanización mediterránea de todos los años, pero en aquellas dos semanas sintió que dejaba de ser un niño y algunos de los acontecimientos de aquellos días se quedaron grabados en su memoria para siempre. Sus padres alquilaban cada verano aquel apartamento y cada primero de agosto se repetía el mismo patrón: los recién llegados se buscaban en la piscina o en la playa o en el chiringuito de Marcos; cuando se veían, se saludaban con cierta frialdad y apreciaban enseguida los cambios que los últimos once meses habían producido en aquellos cuerpos versátiles. A veces, se estrenaban peinados, se presumía de ropa de marca o se trataba de ocultar el trabajo inexorable y acomplejante del tiempo: unos intentaban que no llamara la atención la incipiente pelusilla del bigote, otras trataban de ocultar con ropas de amplio vuelo unas curvas nuevas, muchos luchaban contra el acné. Y al final de las vacaciones, las despedidas eran dramas y promesas de cartas que pocas veces se escribían, apretones de manos, besos de cortesía… hasta que Izaskun le dio a Juan Pablo su primer beso en el callejón de detrás del Campo de las brujas. Aquel verano fue diferente, especial, inolvidable.
Veinticinco años después, a pesar de ser miércoles, todas las mesas de los bares de la plaza de la Paja estaban llenas. Algunos grupos esperaban de pie, acechantes, a que alguien decidiera levantarse e irse. Todo el mundo hablaba, pero el ambiente no era estrepitoso; las cervezas viajaban constantemente de las barras a las mesas a bordo de bandejas abarrotadas de vasos y botellas; los camareros sudaban con disimulo; las raciones de jamón desaparecían con rapidez. El recuerdo de Izaskun había llegado súbitamente, tras escuchar a alguien hablar sobre la arquitectura de la ciudad flamenca de Brujas. Mientras la conversación se dirigía a la exposición de pintores flamencos que estaba a punto de presentarse en el Museo Thyssen, Juan Pablo pensó en meigas, en brujas, en aquelarres, en las diversas teorías que se contaron sobre el origen del nombre del chiringuito de playa llamado El campo de las brujas; eran esos tiempos de hormonas adolescentes, risa tonta y poca personalidad, fue aquel verano en el que Izaskun le regaló el primer roce de unos labios, fue la primera vez en que acariciar un cuello le provocó un escalofrío, fue la primera sensación de desconcierto, de deseo; fue su primera época de duermevelas, de acostarse y levantarse pensando en la misma persona, de perder el apetito, de amar.
Juan Pablo recordó que en los últimos días de aquel verano de 1985 hubo dos noches en las que apenas pudo dormir: cuando recibió ese primer beso de su primera chica y cuando murió ahogado aquel pobre chaval cuyo nombre no terminaba de recordar. Por aquel entonces, la noticia sacudió la urbanización con violencia; un chico de 15 años que había salido a nadar al mar de madrugada, quizás con alguna cerveza de más, había vuelto a la orilla al amanecer arrastrado por las olas. La desgracia multiplicó las chácharas y habladurías y fue entonces cuando el viejo jardinero, un tal Petronio, les contó que aquella zona antiguamente se conocía como el campo de las brujas, porque según la leyenda era lugar habitual de celebración de aquelarres, orgías de brujas y demonios y sacrificios humanos y que allí habían sido enterrados descendientes de la mismísima Medea, sacerdotisa y hechicera de la mitología griega. Y decía que la propia Medea, bruja inmortal, volvía cada 25 años para llevarse el alma de alguien que hubiera hecho sufrir mucho e injustamente a una mujer. Antes de que acabara la historia, el grupo de adolescentes empezó a burlarse del sexagenario Petronio; todos los chavales bromearon sobre las brujas y los demonios, sobre escobas voladoras y vampiros, sobre diablos y pociones mágicas… todos, excepto Izaskun, que les miró con ira y, enfocando sus ojos hacia Juan Pablo pero dirigiéndose al grupo dijo:
–Lo que ha dicho Petronio es cierto. Raúl maltrataba a una mujer y Medea le ha matado –y a continuación se alejó del grupo enfadada.
Mientras el camarero dejaba la cuenta sobre la mesa y todos comenzaban a sacar sus carteras para pagar a escote las cervezas y las raciones de jamón, Juan Pablo visionó aquella escena de Izaskun alejándose para siempre. Nunca volvió a verla. Al día siguiente, como estaba previsto, su familia partió hacia Bilbao. Juan Pablo no había podido despedirse de ella y como no tenía su teléfono ni su dirección de Bilbao y en aquel entonces no existían ni remotamente las redes sociales o siquiera el correo electrónico o los móviles, no pudo contactar con ella para mantener la neonata relación de pareja. Tardó tres veranos en volver a Urbanova, porque sus padres decidieron enviarle a Inglaterra a estudiar inglés. y cuando volvió en 1988, la casa de Izaskun y su familia estaba ocupada por unos belgas que venían desde Lovaina buscando el sol español.
Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía habría de recordar aquella tarde remota en que su padre le llevó a conocer el hielo”.
(Cien años de soledad, Gabriel García Márquez) foto.
Muchos años después, sentado en la terraza de un bar de la madrileña Plaza de la Paja, Juan Pablo de las Heras habría de recordar aquella noche remota en que Izaskun le regaló su primer beso. Urbanova era entonces una urbanización joven de la costa mediterránea que vivía de los bulliciosos e insomnes turistas madrileños y hervía cada verano con la burbujeante actividad de sus visitantes y de todos aquellos que llegaban desde la ciudad para trabajar durante dos o tres meses en el bar, la heladería, los dos chiringuitos de playa, el quiosco y la tienda. Después, a partir de octubre, la zona se convertía en una villa fantasma con la única banda sonora de las suaves olas acariciando la orilla y la remota vida que daban, esporádicamente, aficionados al footing o coches de enamorados que buscaban una intimidad cómplice.
Era un verano de calor bochornoso y de nervios adolescentes. Fueron quince días de vacaciones en la urbanización mediterránea de todos los años, pero en aquellas dos semanas sintió que dejaba de ser un niño y algunos de los acontecimientos de aquellos días se quedaron grabados en su memoria para siempre. Sus padres alquilaban cada verano aquel apartamento y cada primero de agosto se repetía el mismo patrón: los recién llegados se buscaban en la piscina o en la playa o en el chiringuito de Marcos; cuando se veían, se saludaban con cierta frialdad y apreciaban enseguida los cambios que los últimos once meses habían producido en aquellos cuerpos versátiles. A veces, se estrenaban peinados, se presumía de ropa de marca o se trataba de ocultar el trabajo inexorable y acomplejante del tiempo: unos intentaban que no llamara la atención la incipiente pelusilla del bigote, otras trataban de ocultar con ropas de amplio vuelo unas curvas nuevas, muchos luchaban contra el acné. Y al final de las vacaciones, las despedidas eran dramas y promesas de cartas que pocas veces se escribían, apretones de manos, besos de cortesía… hasta que Izaskun le dio a Juan Pablo su primer beso en el callejón de detrás del Campo de las brujas. Aquel verano fue diferente, especial, inolvidable.
Veinticinco años después, a pesar de ser miércoles, todas las mesas de los bares de la plaza de la Paja estaban llenas. Algunos grupos esperaban de pie, acechantes, a que alguien decidiera levantarse e irse. Todo el mundo hablaba, pero el ambiente no era estrepitoso; las cervezas viajaban constantemente de las barras a las mesas a bordo de bandejas abarrotadas de vasos y botellas; los camareros sudaban con disimulo; las raciones de jamón desaparecían con rapidez. El recuerdo de Izaskun había llegado súbitamente, tras escuchar a alguien hablar sobre la arquitectura de la ciudad flamenca de Brujas. Mientras la conversación se dirigía a la exposición de pintores flamencos que estaba a punto de presentarse en el Museo Thyssen, Juan Pablo pensó en meigas, en brujas, en aquelarres, en las diversas teorías que se contaron sobre el origen del nombre del chiringuito de playa llamado El campo de las brujas; eran esos tiempos de hormonas adolescentes, risa tonta y poca personalidad, fue aquel verano en el que Izaskun le regaló el primer roce de unos labios, fue la primera vez en que acariciar un cuello le provocó un escalofrío, fue la primera sensación de desconcierto, de deseo; fue su primera época de duermevelas, de acostarse y levantarse pensando en la misma persona, de perder el apetito, de amar.
Juan Pablo recordó que en los últimos días de aquel verano de 1985 hubo dos noches en las que apenas pudo dormir: cuando recibió ese primer beso de su primera chica y cuando murió ahogado aquel pobre chaval cuyo nombre no terminaba de recordar. Por aquel entonces, la noticia sacudió la urbanización con violencia; un chico de 15 años que había salido a nadar al mar de madrugada, quizás con alguna cerveza de más, había vuelto a la orilla al amanecer arrastrado por las olas. La desgracia multiplicó las chácharas y habladurías y fue entonces cuando el viejo jardinero, un tal Petronio, les contó que aquella zona antiguamente se conocía como el campo de las brujas, porque según la leyenda era lugar habitual de celebración de aquelarres, orgías de brujas y demonios y sacrificios humanos y que allí habían sido enterrados descendientes de la mismísima Medea, sacerdotisa y hechicera de la mitología griega. Y decía que la propia Medea, bruja inmortal, volvía cada 25 años para llevarse el alma de alguien que hubiera hecho sufrir mucho e injustamente a una mujer. Antes de que acabara la historia, el grupo de adolescentes empezó a burlarse del sexagenario Petronio; todos los chavales bromearon sobre las brujas y los demonios, sobre escobas voladoras y vampiros, sobre diablos y pociones mágicas… todos, excepto Izaskun, que les miró con ira y, enfocando sus ojos hacia Juan Pablo pero dirigiéndose al grupo dijo:
–Lo que ha dicho Petronio es cierto. Raúl maltrataba a una mujer y Medea le ha matado –y a continuación se alejó del grupo enfadada.
Mientras el camarero dejaba la cuenta sobre la mesa y todos comenzaban a sacar sus carteras para pagar a escote las cervezas y las raciones de jamón, Juan Pablo visionó aquella escena de Izaskun alejándose para siempre. Nunca volvió a verla. Al día siguiente, como estaba previsto, su familia partió hacia Bilbao. Juan Pablo no había podido despedirse de ella y como no tenía su teléfono ni su dirección de Bilbao y en aquel entonces no existían ni remotamente las redes sociales o siquiera el correo electrónico o los móviles, no pudo contactar con ella para mantener la neonata relación de pareja. Tardó tres veranos en volver a Urbanova, porque sus padres decidieron enviarle a Inglaterra a estudiar inglés. y cuando volvió en 1988, la casa de Izaskun y su familia estaba ocupada por unos belgas que venían desde Lovaina buscando el sol español.
No hay comentarios:
Publicar un comentario