La gira ’20 años. Hoy es siempre’, disco doble en directo con el
que Ismael Serrano conmemora sus dos décadas de trayectoria, vuelve a
Catalunya y recala este martes en el Festival de la Porta Ferrada, Sant
Feliu de Guíxols (Espai Port, 22.30 horas).
Momento de echar la vista atrás. ¿Tiene tendencia al ramalazo nostálgico?
No soy de los que piensan que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Pero sí me parecía que 20 años era una cifra rotunda que invitaba a
hacer este disco, sobre todo para plasmar el aprendizaje de todo este
tiempo. Solemos decir que los primeros discos de un autor son los
mejores, y muchas veces no es que echemos de menos al autor sino a
nosotros mismos cuando escuchábamos esas canciones. Hay que resistirse a
instalarse en la nostalgia. Es un espejismo. Incluso puede tener un
punto reaccionario.
De quedarte en una versión antigua e inmóvil de ti mismo.
Sí, puede ser. Yo me quedo con lo que he aprendido. Me hubiera
gustado no ser tan rotundo y tan solemne cuando tenía veintitantos años.
Esa soberbia… Más aún cuando entiendes la industria musical como un
territorio hostil.
¿La veía así entonces?
Hombre, claro. Yo venía de tocar en los cafés y la idea de
profesionalizarme se prestaba a todas las cautelas. Cuando empiezas hay
30 personas que creen que saben qué es lo mejor para ti, y estás a la
defensiva. Con el tiempo controlas más tu vida y al mismo tiempo
relativizas y te vuelves más permeable.
Decía que los primeros discos de los artistas se
mitifican. En ’20 años. Hoy es siempre’ canta a Aute, Silvio Rodríguez y
Sabina. ¿Quizá en estos casos sus discos idealizados son los que ellos
publicaron cuando usted tenía 18 o 20 años y que vivió a tiempo real?
No tanto, porque yo esa música la descubrí a través de mis padres.
El otro día escuchaba ‘Mediterráneo’, de Serrat, canciones como ‘Pueblo
blanco’, y me preguntaba: ¿quién hace hoy esas radiografías? ¿Y podría
ahora una canción así sonar en la radio y ser comercial?
Participará en el concierto de homenaje a Aute en el
Wizink Center, de Madrid, en diciembre (con Serrat, Silvio Rodríguez,
Víctor y Ana, Sabina, Drexler…), al que se sumará otro en Barcelona.
Aute está recuperándose del infarto que sufrió hace dos veranos. ¿Tiene
contacto con él o con su familia?
Lo he ido teniendo con su hija. Pero la familia ha sido una piña,
hermética, como es natural en una circunstancia así, y yo, en parte
porque soy tímido, he sido respetuoso con esa decisión.
¿Habrá que explicar a una nueva generación quién es Aute?
Es oportuno reivindicar la vigencia de su obra, que merece que las
nuevas generaciones la conozcan. De hecho, yo habría incorporado al
cartel a gente más joven que le tiene como referente. Porque Aute no
solo es respetado en la canción de autor, también le adora gente del
pop, el rock, el hip-hop... Creo que habría que convocar también a esos
artistas para acercarle a un público más joven que no le conoce. A lo
mejor se podría hacer otro concierto. En el que se ha montado hay una
cuestión personal e íntima de todos los que estamos ahí, que somos gente
que le conocemos de manera cercana.
Antes hablaba de la comercialidad. ¿Cree que dentro de
todo tuvo suerte de que cuando apareció, en los 90, su canción de autor
comprometida pudiera acceder a los medios y al gran público?
Tienes suerte cuando eso ocurre, no siempre es predecible que algo
vaya a funcionar. Pero no tengo claro que hoy una propuesta
comprometida, con cariz social, no funcionase. El 15-M incentivó el
interés de los más jóvenes en la política. Creo que eso hoy sigue vivo.
No es casual que gente que jamás había incorporado temas sociales o
políticos en sus canciones de repente lo hagan. Es casi un género en sí
mismo, la canción social, política.
¿No le chirría que a usted se le etiquete así?
La verdad es que me da igual. Si se analiza la obra de cualquier
cantautor, incluso la de un Paco Ibáñez, vemos que el 80% es amoroso y
sentimental. Pero lo político es un sello que marca mucho. Se trata de
cantar a los ánimos y frustraciones colectivas, al nosotros. A veces, el
autor está enredado en la enésima canción de amor, él hacia ella, ella
hacia él, de uno a uno, y se ha dejado de cantar al nosotros, que no
tiene porqué ser desde el panfleto, sino desde el sentimiento de lo que
está ocurriendo. Yo si tuviera que contarle a un marciano cuál ha sido
el devenir de este país desde los años 60 hasta los 80 o 90 le pondría
todos los discos de Serrat.
Su primera canción popular fue ‘Papá, cuéntame otra vez’,
en la que rendía cuentas con la generación de sus padres. Dos décadas
después, ¿es hora de que los veinteañeros de ahora le rindan cuentas a
usted?
Sí, tal cual. Esa es la vuelta de tuerca que tiene la canción. Yo
le hacía un reproche a la generación de mis padres, por lo que entendía
como un fracaso, porque nos parecía que el relato que habían construido
en torno a su juventud era edulcorado y omitía una parte de renuncia. Y
sigo pensando eso. Pero con el tiempo te das cuenta de que ellos fueron
capaces de construir un relato. Mi generación no lo ha sido. A lo mejor,
eso puede cambiar ahora. Estoy esperanzado con la generación más joven.
De todas formas, no es cierto que nosotros no aportáramos nada: en los
90 ocurrieron también cosas. El muro cayó en el 89 y había una búsqueda
de referentes. No es casual que en los 90 hubiera el ‘boom’ de las ONG,
con la gente pasando de los partidos convencionales y buscando otras
vías de participación. Y surgió la primera llama de los movimientos
antiglobalización. Pasaron cosas, pero no fuimos capaces de estructurar
un relato con su épica y su poder conmovedor. Ahora, cuando mi hija me
diga “cuéntame otra vez esa historia” no sé qué le voy a contar.
En sus 20 años no había épica propia.
Mi hija tiene cuatro años y se enfrenta a peores salarios, y no sé
qué educación pública tendrá, y hay un cuestionamiento del estado del
bienestar. La épica está en plantarse y detener esa deriva. De momento
no parece que seamos capaces. Ahora la épica consiste en los discursos
xenófobos, o en un autobús en Italia con la gente cantando ‘Bella ciao’ a
un ministro fascista. No sé si nos va a tocar en España, viendo los
discursos de Casado y compañía en torno a la inmigración.
Ha venido decenas de veces a actuar a Catalunya, donde tiene muchísimos seguidores. ¿Cómo ve la situación? ¿Alguna receta?
Creo que la única receta es el referéndum.
¿Preguntando qué?
Pues ese es el tema. Para eso hay que hablar. Pero hay que
hacerlo, tender puentes de diálogo, porque no creo que esos términos de
confrontación respondan al interés de la ciudadanía. Tienen unas miras
electoralistas. Pero no hay otra. Habrá que entenderse. La clase
política tiene que distender, buscar soluciones a un conflicto que es
político. Judicializarlo comporta tensar la cuerda y agravarlo. Que haya
gente en la cárcel, en prisión preventiva, por unos delitos que aún no
se tienen claros, es desproporcionado. Pero también lo es la pose de un
nacionalismo o independentismo extremo que no sé dónde quiere llegar.
Esta es mi posición, que algunos verán equidistante.
Dentro del independentismo hay diferentes tendencias.
El problema es que ya se han quemado unos cuantos puentes. A lo
mejor hubiéramos encontrado un marco de convivencia en otro contexto.
Porque yo entiendo la desafección de gran parte de los catalanes. Lo que
ha ocurrido durante mucho tiempo es ‘heavy’, un desprecio sistemático,
una escalada de agravios. Me gustaría que siguiéramos en el mismo barco,
no sé si en un estado federal, yo qué sé, pero no es algo que pueda
imponer yo. Solo tiene sentido en un consenso con lo que los catalanes
decidan. Por otra parte, este conflicto ha hecho que le veamos las
costuras al sistema: autoritarismo, violencia policial, represión… Pero
hay que hacer un ejercicio de responsabilidad, una mirada a largo plazo.
Volviendo a la música, ¿prepara canciones nuevas?
¿Potenciará la línea latinoamericana de su último disco de estudio, ‘La
llamada’?
Estoy en tiempo de reflexión. El pasado otoño grabé en Buenos
Aires un disco acústico y quiero editarlo ahora , en noviembre. No tengo
ninguno así, a guitarra y voz. Se titulará ‘Todavía’ e incluirá
canciones que no suelo cantar en mis conciertos y alguna nueva. Y más
allá de eso, componer desde el ritmo en ‘La llamada’ me resultó
divertido, pero estoy en el proceso de pensar hacia dónde voy.
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