Sarah
se cubre las cicatrices que atraviesan sus antebrazos. Muchas veces,
cientos, se hizo daño a sí misma: «Quería morirme». Sarah fue ...
Las niñas del burdel
Cada año, 15.000 niñas bengalíes son
prostituidas y acaban en un cuartucho como este. Las venden sus familias
o son hijas de las propias prostitutas. Entramos en uno de los mayores
burdeles asiáticos, donde se reproduce este círculo infernal.
Ahora, Sarah tiene 24 años y una enfermedad venérea que a menudo le impide trabajar. Porque no ha tenido otra opción que seguir prostituyéndose por su cuenta. En cada servicio gana entre 50 céntimos y un euro y medio, dependiendo de si el cliente usa o no preservativo, lo que apenas le da para pagar el alquiler del cuartucho que hace de vivienda y lugar de trabajo. Las rentas dentro del burdel son mucho más caras.
El burdel de Kandapara, en la ciudad de Tangail, alberga 868 mujeres; 130 de ellas, menores de edad. Callejuelas estrechas de paredes sucias y suelos llenos de barro y mugre desembocan en multitud de cuartuchos sin ventanas y techos de uralita. Durante el día, toda clase de vendedores ambulantes se adentran en ellas ofreciendo huevos, pescado y carne, cruzándose con otros hombres que deambulan eligiendo otra clase de mercancía. Conforme cae la noche la agitación aumenta. Huele a rancio, a tabaco y alcohol. Corrientes de hombres inundan las calles y los cuchitriles. La mayoría buscan niñas. Las menores traficadas o chukris ('prostitutas esclavas') adquieren el estatus inferior dentro de la jerarquía del prostíbulo, y durante los cinco o seis años que dura su cautiverio atienden una media de 15 a 20 clientes cada día; no pueden negociar el uso del preservativo y muchas son forzadas a tomar esteroides hormonas para el engorde del ganado para parecer más atractivas y saludables. Hasta que un día, sus cuerpos castigados no generan la misma ganancia. Entonces deben tomar una decisión crucial: o dedicarse a la trata de niñas o prostituir a sus hijas.
En estas calles nació y creció Luna, que a sus 14 años se considera «una chica del burdel» y que conocía todo sobre esta profesión cuando su madre, hace un año, le 'arregló' el primer cliente. Ella asume su condición y su rol de cabeza de familia con sumisión y con cierto orgullo: «Mi madre ha trabajado muchos años para mantenerme, ahora necesita descansar», dice. Su amiga Nila, de su misma edad, admite que le aterrorizaba tener su primer cliente y recuerda que fue muy doloroso. De eso hace ya nueve meses: ahora trabaja todo el día y, aun sintiéndose cansada, tiene que sonreír. «Hay clientes que se comportan de forma violenta, pero solo me queda asumir el dolor con resignación. Me gustaría tener la libertad de poder elegir los clientes», cuenta con desánimo. Con su trabajo mantiene a sus dos hermanos pequeños y a su madre, Helena, contra la que a menudo se rebela. Helena se defiende: «Yo quería que Nila estudiara y tuviera una vida buena. Ninguna madre quiere que su hija termine haciendo este trabajo. La única razón es el hambre... ¡Yo la alimenté vendiendo mi sangre!».
Shaina ha roto el ciclo sin salir de él. «Mi vida es una basura, y yo no quería eso para mis hijas», cuenta con serenidad. Para ello, primero las envió a vivir fuera; luego contrató a un 'mediador de matrimonios' para que les encontrara futuros maridos; finalmente invitó a grandes banquetes a los líderes de las comunidades donde residían los pretendientes para que aceptaran a sus hijas en sus aldeas. Logró sacar a sus hijas, pero para ello tuvo que traficar con otras niñas. Solo así pudo ahorrar el dinero suficiente y sufragar los costes de casar a sus hijas. Shaina, a sus 49 años, sigue ejerciendo la prostitución.
La vida en esta ciudad prostíbulo es terrible, pero Kandapara es uno de los burdeles con menor índice de violencia del país gracias a la labor de la organización Nari Mukti Shango (Mujeres Unidas para la Liberación). Interceden ante sardanis despiadadas o clientes muy violentos. Sus logros pueden parecen escasos, pero para las chukris son significativos. Hace unos años, las mujeres de Kandapara iniciaron una acción revolucionaria: ponerse los zapatos al salir del burdel. Hasta entonces no podían. Una ley no escrita dictaba que tenían que ir descalzas para que pudiera reconocerse su condición. Y lograron otro hito: ser enterradas. Adquirieron colectivamente un trozo de tierra al lado del cementerio municipal. Hoy, Sarah y las demás tienen la tranquilidad de que sus cuerpos no acabarán en las cunetas o los ríos. Ahora, las hijas del burdel pueden visitar ese lugar solo para ellas sagrado, donde sus huesos descansan, al fin, con la dignidad que se les negó en vida.
A la chita callando, como quien no quiere la cosa, Daniel Brühl se ha convertido en uno de los rostros más reconocibles del cine. Con apenas ..
-foto-Daniel Brühl: "Tenemos Angela Merkel para rato"
Hace una década, 'Good bye, Lenin!',
lúcida película sobre la división de Alemania, puso en órbita a este
actor germano de origen catalán. Lejos de acomodarse, Brühl aprovechó el
tirón para apuntalar su carrera con personajes que desafían al sistema.
El último, el 'hacker' que ayudó a Julian Assange a crear WikiLeaks.
A la chita callando, como quien no quiere la cosa, Daniel
Brühl se ha convertido en uno de los rostros más reconocibles del cine.
Con apenas 35 años cuenta ya con más de 40 películas, un premio del
Sindicato de Actores de Hollywood, otro al mejor actor europeo y la
confianza de directores como Quentin Tarantino, Ron Howard o Michael
Winterbottom. Ahora, tras encarnar entre elogios de todo tipo a Niki Lauda en Rush, el actor nacido en Barcelona
se mete en la piel de otro hombre acostumbrado al peligro. En El quinto
poder, Brühl es Daniel Domscheit-Berg, el joven alemán sin el cual
Julian Assange difícilmente habría podido dotar a WikiLeaks de todo su
poder desestabilizador. La relación entre ambos hackers acabó
en un impetuoso divorcio, con públicas acusaciones de traición dirigidas
por Assange a su antiguo camarada.
La película, que retrata al australiano como egocéntrico y megalómano, no cuenta con el beneplácito de Assange, como prueban sus repetidas cargas de profundidad contra el proyecto. Primero declaró que el guion no era más que «un ataque propagandístico contra WikiLeaks y la integridad de sus empleados, construido mentira sobre mentira». Después le pidió a Benedict Cumberbatch, el actor que lo interpreta, que no aceptara el papel. Por último, el pasado 21 de septiembre su web filtró el guion calificándolo de «irresponsable y dañino» para WikiLeaks. En el hotel londinense donde recibe a XlSemanal, el actor alemán de origen español habla sobre WikiLeaks, Angela Merkel y la visión que sus compatriotas alemanes tienen de la crisis en España.
XLSemanal. El hacker Daniel Domscheit-Berg es ya el cuarto idealista anticapitalista que interpreta en su carrera. ¿El cine es para usted una forma de activismo?
Daniel Brühl. Sí, un poco [se ríe]. Si puedo elegir, prefiero hacer trabajos que aborden temas relevantes. Hay demasiadas películas vacías, que no hablan de nada en absoluto.
XL. Con 35 años, ¿le queda idealismo?
D.B. Bastante [se ríe]. La conciencia política no la he perdido. Mi generación ha perdido capacidad para cambiar las cosas. Por eso me motiva participar en proyectos como esta película, donde se habla del mundo en que vivimos desde un punto de vista crítico.
XL. Pero su generación es también la del 15-M, Ocupa Wall Street...
D.B. Es cierto, salimos a la calle, pero veo que carecemos de una capacidad real de influencia. Además, hoy los enemigos ya no son tan evidentes como lo eran en las décadas de los sesenta, setenta y ochenta. En el mundo globalizado de hoy, te vuelves loco buscando de qué forma puedes ayudar a cambiar el sistema o influir en él. ¡En realidad, tú mismo formas parte de él! Así que, para ser coherente, tendrías que huir a una isla desierta. Yo en mi trabajo intento aportar historias que ayuden a pensar.
XL. ¿Se identifica con personajes como Domscheit-Berg o Assange?
D.B. Usar Internet como arma subversiva para revelar secretos oficiales y golpear al sistema me parece algo fantástico. Es una vía nueva y son ellos quienes la han abierto. Ahora, que me identifique con ambos como personajes es otra cuestión. Assange es un hombre con una personalidad muy compleja y no lo conozco.
XL. Bueno, últimamente no puede quejarse...
D.B. No. Aprovecho las oportunidades que se cruzan en mi camino y cada vez me siento más orgulloso de mi trabajo. He mejorado como actor, he madurado, me ofrecen personajes cada vez más adultos y los directores conocidos quieren contar conmigo.
Los protagonistas de Wikileaks
-Daniel Domscheit. Berg Fue mano derecha de Julian Assange y portavoz de WikiLeaks. Participó en todas las filtraciones del portal entre 2007 y 2010. Según él, sus críticas a Assange por publicar datos que ponían en riesgo a civiles afganos fue la chispa que acabó por separarlos. «Assange se convirtió en una estrella del pop», comenta.
-Julian Assange. Ante el estreno de la película basada en el libro de Domscheit-Berg, el portal de Assange emitió en septiembre un comunicado con alegaciones como estas: «La cinta es pura ficción. Muchos de los hechos descritos nunca ocurrieron». «Está basada en libros de gente con disputas personales y legales con WikiLeaks y cuentan solo una parte de la historia». «Nadie debe ver en esta película el relato fidedigno de la historia de WikiLeaks, sus actividades o su personal».
La película, que retrata al australiano como egocéntrico y megalómano, no cuenta con el beneplácito de Assange, como prueban sus repetidas cargas de profundidad contra el proyecto. Primero declaró que el guion no era más que «un ataque propagandístico contra WikiLeaks y la integridad de sus empleados, construido mentira sobre mentira». Después le pidió a Benedict Cumberbatch, el actor que lo interpreta, que no aceptara el papel. Por último, el pasado 21 de septiembre su web filtró el guion calificándolo de «irresponsable y dañino» para WikiLeaks. En el hotel londinense donde recibe a XlSemanal, el actor alemán de origen español habla sobre WikiLeaks, Angela Merkel y la visión que sus compatriotas alemanes tienen de la crisis en España.
XLSemanal. El hacker Daniel Domscheit-Berg es ya el cuarto idealista anticapitalista que interpreta en su carrera. ¿El cine es para usted una forma de activismo?
Daniel Brühl. Sí, un poco [se ríe]. Si puedo elegir, prefiero hacer trabajos que aborden temas relevantes. Hay demasiadas películas vacías, que no hablan de nada en absoluto.
XL. Con 35 años, ¿le queda idealismo?
D.B. Bastante [se ríe]. La conciencia política no la he perdido. Mi generación ha perdido capacidad para cambiar las cosas. Por eso me motiva participar en proyectos como esta película, donde se habla del mundo en que vivimos desde un punto de vista crítico.
XL. Pero su generación es también la del 15-M, Ocupa Wall Street...
D.B. Es cierto, salimos a la calle, pero veo que carecemos de una capacidad real de influencia. Además, hoy los enemigos ya no son tan evidentes como lo eran en las décadas de los sesenta, setenta y ochenta. En el mundo globalizado de hoy, te vuelves loco buscando de qué forma puedes ayudar a cambiar el sistema o influir en él. ¡En realidad, tú mismo formas parte de él! Así que, para ser coherente, tendrías que huir a una isla desierta. Yo en mi trabajo intento aportar historias que ayuden a pensar.
XL. ¿Se identifica con personajes como Domscheit-Berg o Assange?
D.B. Usar Internet como arma subversiva para revelar secretos oficiales y golpear al sistema me parece algo fantástico. Es una vía nueva y son ellos quienes la han abierto. Ahora, que me identifique con ambos como personajes es otra cuestión. Assange es un hombre con una personalidad muy compleja y no lo conozco.
XL. A Domscheit-Berg sí que lo ha conocido...
D.B.
Sí, lo he tratado para preparar el papel y me parece un tío correcto.
Lo que dice suena creíble. No veo razón para desconfiar de su honestidad
ni de su versión sobre WikiLeaks y Assange.
XL. A Assange, desde luego, no le ha sentado nada bien que hayan hecho ustedes esta película...
D.B.
Sí, sí, aunque con sus críticas él mismo ha contribuido a
promocionarla. Tengo claro que si la película fuera un ataque a
WikiLeaks y la transparencia, yo no hubiese participado. Después de leer
el guion y de hablar con el director [Bill Condon], tuve claro que
íbamos a hacer una versión legítima, inteligente y neutral de lo que
sucedió con WikiLeaks. Está centrada en la amistad entre ambos
personajes, en el éxito de la idea, en la locura que vivieron y el
conflicto resultante.
XL. ¿Y las acusaciones de violación en Suecia contra Assange?
D.B.
La película excluye todas las especulaciones sobre ese asunto. Todo eso
es claramente... El tema es complejo; sería ridículo que yo dijera algo
sobre eso. No sé nada revelador.
XL. El punto de vista de la película, en todo caso, es el de Domscheit-Berg, en cuyo libro se basa parte de la historia...
D.B. Es verdad, pero Domscheit-Berg no es la única fuente.
XL. Ilústreme...
D.B.
El guion también incluye elementos de la biografía de Assange: su
infancia difícil en Australia, cuando él y su madre tuvieron que huir de
su padrastro cambiando constantemente de domicilio; su adolescencia
como hacker precoz dentro de un grupo llamado International Subversives;
y la traición de sus colegas en un juicio por delitos cibernéticos...
Episodios que explican su personalidad y su comportamiento posterior; su
paranoia, por ejemplo, y la actitud de desconfianza hacia la gente que
lo rodeaba.
XL. Después de sumergirse en el mundo de los hackers, ¿ha cambiado su modo de usar un ordenador?
D.B.
La verdad es que sí. Cuando hablé con Daniel, me explicó lo fácil que
es entrar en ordenadores y cuentas de correo ajenas. He cambiado todas
mis contraseñas, que eran ridículas en términos de seguridad. No creo
que las nuevas detengan a un hacker, pero bueno [se ríe]. También
hablamos con otros hackers para recoger información y nos explicaron
cosas que te ponen los pelos de punta. Internet es un lugar
tremendamente poroso.
XL. ¿Le ha cogido miedo a navegar por la web?
D.B. No,
no [se ríe], pero ves la falta de control. Nunca me ha ocurrido nada
grave, más allá de que por todas partes aparece que nací en Arenys de
Munt. No sé en cuántas entrevistas he dicho que nací en la plaza de
Lesseps, en el barrio de Gracia, en Barcelona: y que el de Arenys de
Munt es Cesc Fábregas. Por lo visto, alguien lo puso en Internet y, una
vez que cuelgas cualquier dato, ya no desaparece.
XL.
Por cierto, en las últimas elecciones a Angela Merkel no le afectó lo
más mínimo que se descubriera que los espías de los Estados Unidos
actuaban con total libertad en Alemania...
D.B.
Sí. Y es raro. Los alemanes son muy celosos de su intimidad, más que en
otros países, sobre todo después de haber sufrido a la Gestapo y a la
Stasi. Supongo que, a la hora de votar, a la gente le preocupa más la
economía, la estabilidad. El escaso empaque del candidato rival tampoco
ayudaba mucho. Así que creo que tenemos Angela para rato.
XL.
La austeridad aplicada a los países como España o Grecia ha pasado la
reválida de las elecciones. ¿Ese tipo de política cuenta con el apoyo
generalizado en su país?
D.B. Es normal que el
alemán medio apoye que se apriete a países como España o Grecia, porque
durante muchos años las cosas se hicieron muy mal.
XL. ¿Por ejemplo? Saque la lista...
D.B.
Por ejemplo, la crisis inmobiliaria. Se veía venir y nadie hizo nada
por ponerle freno; más bien todo lo contrario. El grado de corrupción de
los gobernantes es algo intolerable, cada vez España se parece más a
Italia en ese aspecto. Es increíble que todos los políticos sigan
aferrados a sus cargos, pese a las evidencias de corrupción. Los
alemanes ven todas esas noticias y entienden que estos gobiernos no son
de fiar. Para ellos, las raíces de las crisis en el sur de Europa están
sobre todo en los propios países.
XL. Y usted, ¿dónde prefiere estar ahora: en España o en Alemania?
D.B.
Yo vivo a caballo entre Barcelona y Berlín y me siento muy feliz en
ambas ciudades. De hecho, los catalanes tienen una mentalidad muy
parecida a la nuestra en algunos aspectos. España es mi segunda casa y
da mucha rabia ver la situación actual. Espero que mejore pronto, porque
cada vez costará más recuperarse.
XL. ¿Recuerda dónde estaba cuando cayó el Muro?
D.B.
En Colonia. Tenía once años y la verdad es que no me interesó
demasiado. Recuerdo que siempre hacíamos bromas sobre los alemanes del
Este, que no tenían plátanos y cosas así [se ríe]. Todo aquello nos
causó más risa que otra cosa. Tonterías de chicos.
XL. ¿Y cuándo reparó en la importancia de lo sucedido?
D.B.
Entendí la dimensión del asunto cuando fui a Berlín, por primera vez,
con 16 años. Era otro mundo. Hoy Berlín ha cambiado mucho, pero cuando
vas al Este todavía notas la diferencia económica, social y cultural.
XL. Acaba de cumplir los 35 y ha trabajado ya en más de 40 películas. Como siga así, va a rodar más que Mastroianni...
D.B. No estaría mal [se ríe]. Aunque confieso que, si las veo hoy, no me siento a gusto con muchas de ellas.XL. Bueno, últimamente no puede quejarse...
D.B. No. Aprovecho las oportunidades que se cruzan en mi camino y cada vez me siento más orgulloso de mi trabajo. He mejorado como actor, he madurado, me ofrecen personajes cada vez más adultos y los directores conocidos quieren contar conmigo.
XL. Todo empezó con Quentin Tarantino...
D.B.
Sí, empezó con Tarantino, pero ahora, después de Rush, ha aumentado
mucho; es gratificante, porque me da mucha pena que algunas películas
comprometidas que hice no tuvieran ninguna posibilidad. Es un placer
saber que tu trabajo se va a estrenar con una distribución digna y que
la gente va a ir a verlo.
XL. Últimamente trabaja mucho en inglés. Con la que está cayendo, ¿no ha pensado en hacer las Américas?
D.B.
En España se producen cada vez menos películas y la cultura está
infravalorada; y en Alemania, donde hay dinero, el cine ha perdido
calidad. Ahora, no cambiaría Europa por nada. Mi chica [la modelo
Felicitas Rombold] y yo hemos pensado en mudarnos a Nueva York o a Los
Ángeles, ya que siempre tuve el sueño de pasar allí al menos un año,
pero preferimos seguir por aquí. En mi carrera, por suerte, no ha habido
hasta hoy gran diferencia entre vivir en Europa o en los Estados
Unidos, pero para ella sería más difícil. De momento, no he necesitado
moverme. Y eso es un lujo. Los protagonistas de Wikileaks
-Daniel Domscheit. Berg Fue mano derecha de Julian Assange y portavoz de WikiLeaks. Participó en todas las filtraciones del portal entre 2007 y 2010. Según él, sus críticas a Assange por publicar datos que ponían en riesgo a civiles afganos fue la chispa que acabó por separarlos. «Assange se convirtió en una estrella del pop», comenta.
-Julian Assange. Ante el estreno de la película basada en el libro de Domscheit-Berg, el portal de Assange emitió en septiembre un comunicado con alegaciones como estas: «La cinta es pura ficción. Muchos de los hechos descritos nunca ocurrieron». «Está basada en libros de gente con disputas personales y legales con WikiLeaks y cuentan solo una parte de la historia». «Nadie debe ver en esta película el relato fidedigno de la historia de WikiLeaks, sus actividades o su personal».
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