TÍTULO: LAS MESAS-Los demonios del cerebro.
La
frontera entre la maldad y la enfermedad mental está delimitada por una
línea tan fina que a menudo se confunden. Distinguirlas, sin ...
La frontera entre la maldad y la enfermedad mental
está delimitada por una línea tan fina que a menudo se confunden.
Distinguirlas, sin embargo, no es tan difícil como parece a primera
vista. A la mayoría de las personas le cuesta entender cómo se puede ser
capaz de encerrar a tres adolescentes en su casa durante años para
someterlas a todo tipo de suplicios y vejaciones; o qué lleva a un tipo
que se hace pasar por maestro shaolín a matar a palos a una joven
nigeriana y descuartizar a otra de origen colombiano. De manera
inconsciente, la gente tiende a disculpar actitudes tan salvajes y
deplorables como éstas con un 'diagnóstico' en forma de comentario que
resulta demoledor no sólo para las víctimas, sino también para los
enfermos mentales y sus familias: «sería un loco», se dice. Pero no
siempre lo son. La mayoría de las veces son sólo malos, desalmados,
gente sin más argumento moral que su propia ley. En una palabra,
psicópatas.
Más allá de los informés psiquiátricos que existan
en uno y otro caso, «es más que posible» que tanto el 'monstruo de
Cleveland' como el falso maestro oriental de Bilbao no fueran más que
dos tipos crueles, pérfidos y despiadados. «La maldad, a menudo
disfrazada de locura, está en nuestras vidas mucho más presente de lo
que creemos; y desde luego, para nuestra desgracia, mucho más extendida
que la enfermedad mental». Una vida entera dedicada a la atención al
paciente psiquiátrico permite al catedrático Miguel Gutiérrez,
presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría -que es quien así
habla- señalar «con extrema claridad» el límite entre la maldad y la
enfermedad, que lo fija la moral.
A él no le caben dudas. «El psicópata -detalla el
experto- es una persona mala, que siempre actúa con vileza. El enfermo
psiquiátrico, en cambio, salvo en los casos más graves, cuando tienen ya
la capacidad de pensamiento anulada, es consciente de su mal
comportamiento y sufre enormemente cuando descubre el daño que ha
generado en un momento concreto, empujado por la sinrazón».
Ni de Hitler puede decirse que estaba loco. Su
vida es uno de los mejores ejemplos de hasta dónde puede llegar la
crueldad humana, la muestra inequívoca del amplio universo por donde
discurre la maldad, que no está tan lejos de todos nosotros. Todo lo
contrario. «Hablamos de personas con una inteligencia normal, que llevan
una vida normal y que a diario toman decisiones de todo tipo. ¿Qué tipo
de patología es esa?», se pregunta Gutiérrez.
Sin razón que lo justifique
Aprender a distinguir un canalla de un enfermo es,
para el especialista, algo «muy importante», porque la vida, sin tener
que llegar a situaciones tan extremas como un crimen, está llena de
personas y actitudes que, por instinto natural, tildamos de patológicas,
cuando en realidad no hay razón que las justifique. «Es que hay
personas que simplemente son malas; y punto. No hay por qué confundirlas
con los enfermos mentales, que generalmente son gente buena. Es un
insulto para los afectados», destaca el experto, harto de que se
atribuyan los peores delitos a «supuestos pacientes psiquiátricos».
El reconocido psiquiatra catalán Rafael Torrubia
comparte este diagnóstico. «Conocemos bien a los psicópatas que cometen
homocidios y violaciones, porque los tenemos bien estudiados. Pero no
tanto a los que están en las corporaciones, moviéndose con actitudes
psicopáticas en nuestras propias vidas, perfectamente integrados en la
sociedad, porque no han tenido problemas con la justicia», describe.
El malo es, según Miguel Gutiérrez, alguien
«absolutamente responsable de sus actos, porque su voluntad no está
interferida de ninguna manera. Los realmente peligrosos para la sociedad
son los psicópatas, porque sus capacidades mentales están perfectamente
conservadas. Su inteligencia, su conocimiento de las cosas y su
capacidad de responsabilidad no están trastocadas por la enfermedad».
Al bellaco, describe, puede reconocérsele por la
total despreocupación que siente por los demas. «Tienen una total
antipatía por el resto de las personas y eso ya denota cierto
egocentrismo», describe el especialista.
Cuando se analizan sus vidas, se descubre que son
personalidades con un «importante y marcado» desinterés por lo que
significan las normas y las obligaciones sociales. «Como consecuencia de
ello -añade- se ven incapaces de mantener relaciones duraderas, tanto
desde el punto de vista afectivo como de interacción con los demás».
Las personas malas presentan, además, niveles de
tolerancia muy bajos frente a la frustración. «Por eso, tienen episodios
de agresividad que dan lugar a conductas violentas, que pueden ser
peligrosas para ellos y, lo que es verdaderamente un problema, para los
demás».
Son los otros, no yo
«A diferencia del resto de la Humanidad», los
tipos de perfil psicopático tampoco generan sentimientos de culpa. La
responsabilidad es siempre de terceras personas, nunca propia. «No
aprenden de su propia experiencia, ni siquiera de la mala. Todo lo que
sea punitivo no deja en ellos la menor mella».
La culpa de las penurias que les acontecen recae
en los demás. Siempre son terceras personas las responsables de todos
los problemas, conflictos y situaciones adversas que han de afrontar.
«No hacen el menor ejercicio de introspección, de mirar hacia adentro
para sentirse responsables. Es algo que, simplemente, no va con ellos»,
concluye el psiquiatra.
Para la maldad, por desgracia, no hay cura, porque
no se trata de una enfermedad sino de una actitud ante la vida. «Es muy
frecuente ver a un toxicómano arrepentido de los actos que ha cometido
en un momento de dependencia o bajo los efectos de la droga. El malo,
no. Hay gente que ha cometido en su vida errores gravísimos, de
auténtica maldad, incluso perversos, y no sienten el menor
arrepentimiento», detalla Miguel Gutiérrez.
Pero, ¿podrían cambiar? ¿Existe algún rayo de
esperanza para ellos? «Quizás», responde el experto, condescendiente con
la máxima de que en medicina no todo es blanco ni negro y siempre hay
que dejar un espacio para la duda, pero nada convencido de sus
respuesta.
«Pero las posibilidades de cambio son muy, muy limitadas. El malo es malo y no se cura», concluye de manera tajante.
LAMPARAS, EN ESTA ZONA EL CULTIVO FUERTE SIEMPRE SERÁ EL TABACO,-fotos
- Más dos décadas lleva-foto- Raúl Calvo trabajando en el negocio familiar, el taller de chapa, pintura, mecánica y electricidad Automoción ...Más dos décadas lleva Raúl Calvo trabajando en el negocio familiar, el taller de chapa, pintura, mecánica y electricidad Automoción Hermanos Calvo, primero como empleado y ahora al frente del mismo. En este tiempo ha visto como su empresa, al igual que la inmensa mayoría de la zona, se ve afectada no solo por la crisis generalizada, sino por la situación que desde hace años atraviesa el cultivo del tabaco.-Empezó muy pronto en el taller, cuando aun era un niño...-Sí, desde que tenía 14 años. No me gustaba estudiar y este era el trabajo que tenía en casa. El taller se fundó en 1978 y yo empecé en 1989, primero trabajando como un empleado más y después ya me hice cargo del negocio, cuando tenía 22 años.-¿Cómo ha cambiado el trabajo en estos años, desde que comenzó a ceñirse el incierto futuro sobre el cultivo del tabaco?-Ufff... (suspira). Ha cambiado todo... Y mucho. Al principio había mucha maquinaria agrícola y automóviles viejos. A partir de los años 90 se fue modernizando todo, el parque automovilístico se renovó totalmente. Pero ahora llevamos ya bastante tiempo estancados. Por ejemplo, en el volumen de trabajo que nosotros tenemos, hemos bajado un 55% en los últimos cuatro años.-¿Esa bajada se debe a la crisis generalizada o a los momentos que atraviesa el sector tabaquero en particular?-Creo que hay un poco de todo. Además de estos dos aspectos, al cooperativizarse todo el sector del tabaco hay mucha menos mano de obra y por tanto yo tengo menos clientes. Es lógico que si hay menos gente que necesite el coche para ir a trabajar yo también tenga menos trabajo. Luego también está la situación particular de Losar, pues muchos de sus agricultores han centralizado su actividad en otros lugares, como por ejemplo Tiétar, por lo que finalmente el gasto acaban haciéndolo allí.-¿El agricultor mira más el precio ahora que antes?-Depende. Aquí vienen muchos agricultores y obreros. El que tiene una producción grande sigue sin mirar el precio. Tiene que reparar lo que sea y lo hace, pero el que tiene una plantación más pequeña, o el jornalero, lo mira mucho, compara y pregunta en más lugares. No obstante al tabaquero nunca le ha gustado tirar el dinero, es decir, que siempre ha sabido invertir y rentabilizar muy bien el capital del que dispone. No han derrochado y han sido muy prácticos.-¿Cree que el cultivo del tabaco acabará desapareciendo en esta comarca?-No creo que se acabe porque siempre interesará plantarlo. Y si no pagan subvención... Pues la empresa que se lo lleve tendrá que pagar lo que realmente vale. Imagino que eso se traducirá en que a partir de entonces estarán un poco más apretados de dinero. Una prueba de que no desaparecerá son las grandes inversiones que se han llevado y se están llevando a cabo por cooperativas, como por ejemplo Coolosar. Si se supiera que va a desaparecer no se gastarían ni un duro.-¿Entonces no cree que haya ningún cultivo que pueda sustituir al tabaco?-No me imagino esta zona sin tabaco. Podrá haber algún cultivo complementario pero nada que lo sustituya totalmente. Pienso que aquí la producción fuerte va a ser siempre el tabaco. Además insisto en que no tendría sentido que se gasten tantísimo dinero en infraestructuras para luego no poder sacarles provecho.-Tiene dos hijos, de 21 y 17 años de edad respectivamente. ¿Preferiría que fuesen tabaqueros o mecánicos?-¡Prefiero que sean tabaqueros! (ríe). Sin embargo el pequeño ha preferido la profesión de electromecánico y la mayor está ahora con estudios de la rama sociosanitaria. De todas formas a lo que se dediquen no me importa, siempre que estén contentos. Lo más importante ahora mismo es que vayamos tirando y salir de esta crisis.
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