EL ZUMO DE NARANJA, Las víctimas lloran unidas,./ LAS TROMPETAS, Vuelta al ruedo y ovación para Posada de Maravillas en Fallas,./ LA CHICA DEL JUEVES, Amy Childs,.
Ángeles Pedraza y Pilar Manjón comparten banco en el funeral presidido por los Reyes tras varios años de distanciamiento
Durante la homilía el cardenal Rouco Varela denuncia que
las bombas de los trenes buscaban «conseguir oscuros objetivos de poder»
El décimo aniversario del 11-M reúne de nuevo a las principales asociaciones de afectados
«Parece mentira pero hace diez años a estas horas
estábamos buscando los cuerpos de nuestros familiares en la morgue
improvisada de Ifema». Esta frase pronunciada ayer por Pilar Manjón
resume en parte el trecho transcurrido desde aquel lluvioso 11 de marzo
de 2004, cuando a consecuencia de las bombas de terroristas yihadistas
perdieron la vida 192 inocentes. Ocurrió hace diez años. O como remarcó
Ángeles Pedraza 552 semanas, que también son 3.652 días en los que como
madre de Myriam, una de las fallecidas, se ha sentido en un estado en el
que se respira, «pero que duele tanto que no se le puede llamar vida».
Pero en medio del dolor del décimo aniversario
hubo un motivo para el optimismo, el de la unión de las víctimas. Las
presidentas de las principales asociaciones que agrupan a los afectados
del 11-M lo venían repitiendo desde días atrás. Aunque piensen diferente
o se guíen por ideologías distintas, nunca han estado enfrentadas,
insistían. «Eso son cosas de los medios de comunicación», decía Pedraza,
presidenta de la Asociación de Víctimas del Terrorismo. Pero lo cierto
es que a ella y a Manjón, responsable de la Asociación 11-M Afectados
por el Terrorismo, no se las había visto compartir homenajes desde 2007.
Se unieron por primera vez el lunes, en un acto
organizado por el Ministerio del Interior. Y repitieron ayer en el
funeral en recuerdo de las fallecidos presidido por los Reyes en la
catedral de la Almudena. Allí, Pedraza y Manjón compartieron banco con
Mari Mar Blanco, presidenta de la Fundación de las Víctimas del
Terrorismo; y Ángeles Domínguez, de la Asociación de Ayuda a las
Víctimas del 11-M.
Las dirigentes de los cuatro principales
colectivos de afectados se sentaron inmediatamente detrás de don Juan
Carlos y doña Sofía. Antes, habían recibido de forma conjunta a los
Reyes a la puerta de La Almudena. El jefe del Estado, que se ayudó de un
bastón para caminar, se detuvo para conversar con cada una de ellas
antes de entrar en La Almudena.
Las dudas del cardenal
Junto a los Reyes asistieron a la catedral
madrileña doña Letizia y la infanta Elena. Quien no estuvo fue el
príncipe Felipe, que viajó a Chile para asistir a la toma de posesión de
la nueva presidenta, Michelle Bachelet. Sí acudió a la ceremonia la
plana mayor del Ejecutivo, con Mariano Rajoy a la cabeza. Otras
autoridades que hicieron acto de presencia fueron los presidentes del
Congreso y Senado, Jesús Posada y Pío García Escudero; el presidente del
Tribunal Constitucional, Francisco Pérez de los Cobos; o el secretario
general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba.
El encargado de oficiar la misa fue el arzobispo
de Madrid, Antonio María Rouco Varela. A un día de abandonar su cargo
como máximo responsable de la Conferencia Episcopal el cardenal no dejó a
nadie indiferente con su homilía. Rouco Varela alabó la capacidad del
pueblo español para superar la adversidad en el peor atentado en la
historia de Europa. A continuación destacó el corazón de los madrileños,
que aquel 11 de marzo «se expresó en múltiples y heroicas formas de
ayuda, de socorro y amor fraterno».
Pero Rouco aprovechó además su alocución para
sembrar dudas acerca de la autoría e intención del atentado. «Hubo
alguien, hubo personas, que con una premeditación escalofriante estaban
dispuestas a matar a inocentes, a fin de conseguir oscuros objetivos de
poder; porque hay individuos y grupos, sin escrúpulo alguno, que
desprecian el valor de la vida humana y su carácter inviolable,
subordinándolo a la obtención de sus intereses económicos, sociales y
políticos», pronunció el cardenal en una frase que pareció apoyar sin
tapujos la teoría de la conspiración.
Más aún, Rouco Varela afirmó que, pese a la
sentencia del Tribunal Supremo que rubricó la responsabilidad yihadista,
«no sabemos exactamente cuáles fueron los propósitos e intenciones
últimos de los que pensaron, programaron y ejecutaron los atentados de
Atocha». Las dudas expresadas por el arzobispo de Madrid no fueron
compartidas por el Gobierno ni por el PP, ello a pesar de que
importantes cargos de esta formación defendieron durante años la
posibles participación de ETA en la colocación de las bombas. Jesús
Posada reconoció que nunca ha compartido la teoría de la conspiración.
Algo menos seguro se mostró el portavoz popular en la Cámara baja,
Alfonso Alonso, quien aseguró que su partido respeta las verdad judicial
aunque a continuación dejó una puerta abierta al asegurar que no es
incompatible con que se siga investigando en torno a lo ocurrido el
11-M. Por último, el presidente del Gobierno apeló a la unión de todos
los demócratas para que las víctimas puedan sentirse reconfortadas.
Actos separados
Pese a las muestras de cercanía ofrecidas durante
el funeral, las asociaciones mantuvieron su decisión de años anteriores
de realizar sus homenajes por separado. Corrieron en paralelo a los
minutos de silencio en todos los puntos de España.
La AVT lo hizo en el Bosque del Recuerdo del
parque madrileño del Retiro. Acompañada de Mari Mar Blanco y Ángeles
Domínguez, Pedraza pidió hablar como madre y no como presidenta de la
asociación. «Mi reloj se detiene cada jornada a las 7.39», confesó. La
misma hora en la que las bombas colocadas en los trenes segaron la vida
de su hija y decenas de personas.
Manjón habló en la estación de Atocha, en un acto
organizado por CC OO y UGT. Pese a no haber acudido al homenaje de la
AVT, Manjón realizó una encendida defensa de la unidad de todas las
víctimas. Fueron dos actos celebrados en distinto lugar y a diferente
hora, en los que se comprobó que los diez años transcurridos no han
conseguido secar las lágrimas de quienes el 11-M perdieron a un ser
querido, pero ayer lloraron todos juntos.
Cristian Climent, que debutaba con picadores, cortó la única oreja de la tarde en la que también compareció Álvaro Lorenzo
FICHA DEL FESTEJO
Toros. Seis novillos de El Torreón. Segundo y cuarto dieron muy buen juego.
Toreros. Posada de Maravillas, vuelta y saludos. Álvaro
Lorenzo, silencio y saludos tras un aviso. Cristian Climent, ovación
tras dos avisos y una oreja.
Plaza. 3ª de Fallas. Nublado y fresco. Casi media plaza.
La veteranía, muy relativa, la puso Posada, torero
dinástico de quinta generación, que no abundan. Hace un año debutó con
picadores sonadamente. En Olivenza. Repitió en Pamplona en tarde feliz
cuatro meses después. Y casi hasta ahora porque la temporada 2013 se les
cerró a los novilleros sin hacer excepción. Fácil pero algo ligero en
este turno de Valencia el nuevo Posada: suelto y distinguido con el
capote, y la gotita vaporosa de acento sevillano que le vendrá de cuna,
de la sangre de su abuelo materno, el gran Juanito Posada.
Muy toreado en el campo, o eso parece, y, luego, a la hora
de torear de muleta, más desnudamente, un son parecido al de su toreo de
capa: facilidad natural, linda compostura. Pero, a cambio, ligereza,
solo el ajuste imprescindible y no más.
Dos pecados no tan veniales: abuso de los paseos y pausas
entre tandas, paseos que son desaires porque parece que la faena se va a
ventilar por asaltos como el boxeo; y cierta monotonía. El «toreo de
los dos pases» que en su tiempo -los 50 y los 60- fustigó a modo el
legendario Cañabate en ABC. Derechazos en redondo, naturales clásicos,
cuatro por tanda y el cambiado de remate, de pecho o no. Algunos
muletazos muy bellos. Pero sueltos.
Un gran arranque con el cuarto novillo -el mejor de los
seis de envío-, sin previa cata, de largo el cite, el pecho por delante,
sabio el toque. Más cómodo Posada al torear sobre la inercia del toro
que al tener que embarcarlo o vaciarlo. Buenas muñecas, que son garantía
de calidad en el toreo. Toreo más de acompañar que de gobernar la
embestida y, por eso mismo, a veces acelerado. Eso pasó con el primer
novillo de corrida, que arreó no poco. Final desangelado de la primera
faena, que fue vibrante de partida, y una excelente estocada. Un
puntillero desafortunado, de apellido portugués, marró hasta siete
veces, levantó al toro en tablas al segundo intento y ahí quedó la cosa
toda. Era tarde fría. Con su torería innata, un punto frío el propio
Posada, que dentro de apenas dos meses tiene en Madrid dos compromisos
decisivos.
La novedad la pusieron dos noveles. El toledano Álvaro
Lorenzo, que por primera vez toreaba en feria de primer rango, y uno de
los cuatro toreros de la tierra convocados en el abono de Fallas,
Cristian Climent, que debutaba con caballos. Climent es de El Puig
-pronúnciese Puch, con che final-, en el límite entre La Huerta y la
heroica Sagunto. Alumno brillante de la Escola taurina de la Diputación
de Valencia . Lorenzo causó notable impresión: de torero capaz, tragón,
llamativa firmeza, puesto, resuelto, habilidoso. Un aire a lo Castella y
a lo Perera, que van a reñir un caliente mano a mano aquí el lunes que
viene. Ha adoptado el canon modernísimo de coser los muletazos más que
ligarlos, pero los saca por abajo. Es capaz de torear muy despacio. No
tanto en silencio. El descaro es natural. La seguridad, impropia de un
torero tan nuevecito. Con la espada no lo ve ni lo siente. Asignatura
pendiente.
Climent es el segundo torero de El Puig en la historia.
Interesó. Buen pulso con la mano izquierda, calma, valor suficiente.
Sujetos los nervios con el novillo del debut, muy frágil, y tranquilo a
pesar de la falta de fijeza del sexto, que se jugó con luz de focos
cenitales. Deslumbrado literalmente todo el mundo. El propio toro.
Bajaron de El Puig casi dos mil almas para celebrar la fiesta. Un grupo
de presión, como un lobby, para reclamar y conseguir la única oreja de
la tarde. Para Climent. Porque casi rodó el toro. Tiempo habrá para más.
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