lunes, 1 de febrero de 2021

Comando actualidad - Pueblos que reviven ,. Jueves 4- Febrero ,. / EN PORTADA CRONICAS MUJERES VIAJERAS - Quijotes a 1.600 euros que acarician ya la vacuna ., Jueves -4- Febrero,.

 

TITULO: Comando actualidad - Pueblos que reviven , Jueves -4- Febrero ,.

Pueblos que reviven ,   - Jueves -4- Febrero  , 23.40 - después de Néboa’, en La 1 / foto,.

 Comando Actualidad - Pueblos que reviven

 

Comando Actualidad - Pueblos que reviven,.

 No es un éxodo masivo, pero sí histórico. Sucede por primera vez en cinco décadas. El censo de los pueblos crece. La pandemia, el teletrabajo y la necesidad de espacios abiertos han hecho que cientos de urbanitas cambien de residencia para vivir en entornos rurales. Algunos expertos ya le han puesto nombre y lo llaman la fórmula de las tres aes: angustia, agobio y aburrimiento pandémico han aumentado el interés por vivir en el campo hasta un 30% durante la crisis sanitaria.

 

TITULO:  EN PORTADA CRONICAS MUJERES VIAJERAS - Quijotes a 1.600 euros que acarician ya la vacuna. Jueves 4- Febrero ,.


  •  El Jueves  -4- Febrero  , a las 23:30 en La 2,./ foto,.
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    Quijotes a 1.600 euros que acarician ya la vacuna,.

    Escaso reconocimiento. Los tres ensayos más prometedores que se desarrollan en España los dirigen científicos jubilados y quienes trabajan a su lado tienen contratos temporales. Son esenciales, pero a duras penas llegan a fin de mes,.

    Pedro Alcolea y Vicente Larraga, rodeados de algunos miembros del equipo que trabaja con moléculas sintéticas./P.A.
     
    Pedro Alcolea y Vicente Larraga, rodeados de algunos miembros del equipo que trabaja con moléculas sintéticas,.

    Seguro que cuando Pedro Alcolea tomó la decisión de dedicarse a la investigación, hace ya años en su Socuéllanos natal, no imaginaba el tortuoso camino que le esperaba. Licenciado en Biología por la Complutense y graduado en Química por la Uned, doctor en Bioquímica y Biología Molecular, un año en el Center for Infectious Desease Research de Seattle (EE UU), director de cuatro tesis doctorales, autor de artículos de divulgación científica... Su currículum, sencillamente, apabulla. Pero algo no cuadra. Alcolea, volcado desde el pasado marzo en hallar una vacuna contra el Covid y miembro de uno de los ensayos más prometedores que se desarrollan en España, el que dirige el profesor Vicente Larraga en el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), no siente que su labor esté suficientemente reconocida. Cobra al mes unos 1.600 euros, lo que, descontada la hipoteca del piso en Madrid, le hace vivir demasiado justo.

    En su trabajo no hay horarios: muchos fines de semana, algún que otro domingo, por no hablar de Nochebuena y Nochevieja. Y eso que Pedro y una compañera son los únicos de su equipo con contrato fijo -aprobó dos oposiciones y prepara una tercera-, aunque sea de técnico, por debajo de su capacidad, «porque apenas hay plazas para promocionar y era esto o nada si quería cierta estabilidad». Confiesa que si no le hubieran brindado esa oportunidad hace ya tiempo que hubiera tirado la toalla. «Pero es que esto es tan bonito y hace tanta falta», desliza con un suspiro. Una mente brillante adaptada a un escenario complejo y a una tarea «esencial» que se desarrolla en un tiempo récord.

    «Mercadeo» de plazas

    El caso de Pedro Alcolea, que cruzó hace ya un tiempo la frontera de los 40, no es ni mucho menos único y plantea la pregunta de si uno puede estar realmente centrado en un trabajo como éste con contratos de obra de seis o nueve meses; la incertidumbre planeando sobre la cabeza como una espada de Damocles. Es más, retrata la tónica general en un país que sólo invierte en ciencia el 1,24% del PIB -Alemania, el 2,81%-, los proyectos escasean y la oferta de plazas es testimonial. Eso cuando no está marcada por el nepotismo. «Hace unos días, el BOE publicaba por error una oposición donde junto al temario exigido aparecía entre paréntesis 'Tesis Dani', el nombre de quien se ajustaba como un guante al temario exigido. Este mercadeo -dice Alcolea- es la constatación de lo que está pasando y es muy grave».

    Mariano Esteban lidera el proyecto de vacuna que va más adelantado, basado en una variante atenuada del virus de la viruela y que ya ha demostrado un 100% de efectividad en animales. Su paso a los ensayos clínicos -fases I y II, con humanos- es inminente y el objetivo es que los viales estén en la calle antes de fin de año. Pues bien, su equipo lo conforman once personas , «todos con contrato de obra salvo yo; todos pendientes de que se lo renueven para no ir a la calle». El suyo nunca ha sido un camino de rosas, pero adquirió tintes dramáticos a partir de 2010, con la crisis , cuando empezaron a reducir la financiación. Tijeretazos que han hecho que el 90% de los laboratorios de este país recorten plantillas -ellos llegaron a ser 20- o abocarles directamente al cierre.

    La falta de medios es endémica. Vicente Larraga, cuya vacuna también protege en un 100% a ratones, «aunque todavía hay que mejorar la vía de administración», confía en que la pandemia devuelva un poco de cordura a un sistema «parasitado». Así lo define Alcolea mientras procesa en la sala de cultivos una muestra para evaluar la respuesta inmunitaria que induce la vacuna, que como las de Mariano Esteban y Luis Enjuanes, no necesita conservarse a -0º.

    «Tenemos un problema muy serio con la ciencia -retoma Larraga-. Desde el año 2010 hemos asistido a un ataque directísimo, una década que ha marcado un retroceso del 35% en términos de inversión. No es que haya poco dinero para trabajar, que también; es que los que se han jubilado o nos tocaría hacerlo, no han sido reemplazados. Míreme a mí: si no llego a reengancharme -ante una pandemia como ésta uno no puede elegir quedarse al margen-, hubieran cerrado el laboratorio. Y eso habiendo gente preparadísima que supera los 40 años y ninguno con un puesto fijo en ese rango de edad. Estamos hablando de una generación perdida, entera».

    Con semejante panorama, los jóvenes que salen a formarse al extranjero carecen de incentivos para volver. 20.000 españoles investigan fuera, según datos de la Red de Asociaciones de Científicos e Investigadores Españoles en el Exterior (RAIDEX), cuyos miembros no se cansan de reclamar un pacto de Estado que permita ajar esta situación.

    Una oferta «raquítica»

    «Y esto es así porque aquí no hay nada -aclara Esteban-. Mire, yo soy el ejemplo de lo que hablamos. Me fui en 1970 a Estados Unidos y volví 22 años después. ¿Por qué? Por que no había obstáculos hasta que alcanzabas tu techo, mientras que aquí te están diciendo que no puedes crecer, hagas lo que hagas. Y eso es muy frustrante». La gente no quiere que le regalen nada, dice, pero sí poder competir en condiciones dignas y tener cierta seguridad. «La oferta es raquítica: sale una plaza y se presentan cien personas, todas con currículums fantásticos. Eso desmotiva a cualquiera».

    «Yo me maravillo de que haya gente que quiera seguir trabajando en España -añade por su parte Larraga-, y que los que se quedan estén tan motivados y con tantas ganas de hacerlo bien. Le hablo de gente casada, con hijos, una doctora en veterinaria que tuvo que meterse a técnica porque no había plazas de otra cosa. Le diré más: se lo recomendé yo, porque era eso o esperar el santo advenimiento, que no llega nunca». Y esto vale asimismo para la iniciativa privada. «Tenía un colaborador que decidió dar el salto a la industria farmacéutica, porque pensó que tendría más campo. Se equivocó. El directivo de una multinacional muy importante tuvo el gesto de explicárselo. 'Mire, le dijo, no contratamos gente en nuestros laboratorios para desarrollar productos, los envasamos. Para lo otro recurrimos a gente del CSIC o de las universidades, que nos salen más baratos'».

    José María Mato, ex director del CSIC y desde hace 15 años responsable de centros de investigación privados que funcionan al amparo del Gobierno vasco, decía hace meses desde las páginas de este periódico, que las jóvenes promesas deben templarse en el extranjero, «el problema es que no vuelven». Y para eso hay que ser capaces de ofrecerles un futuro, «para que dentro de 5 o 10 años tengamos un conjunto sólido de investigadores. Españoles o extranjeros -insiste Larraga-, no pasa nada. Bienvenidos sean. Algo que hacen muy bien en Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial. ¿Sabía Vd. que allí te conceden la residencia si eres un científico reconocido? Automáticamente».

    «Una inversión, no un gasto»

    «La ciencia siempre se ha visto en España más como un gasto que como una inversión», reconoce Mariano Esteban. Una afirmación que es compartida por toda la comunidad investigadora, que a menudo trabaja en condiciones precarias. «Le contaré una anécdota -señalaba el martes a este periódico-. Hace unos años, un ministro de Hacienda tuvo la ocurrencia de decirme que nosotros, los científicos, gastábamos mucho. Y eso durante una comida en el Palacio Real. Yo le replicaba que no era así y ponía ejemplos de todo lo que la ciencia aporta a nuestro día a día. No entendía que la mayor inversión que puede hacer un país es conocimiento».

    El impulsor de la vacuna que más cerca parece estar de su distribución dice que la cuestión de fondo es que «no creemos en la ciencia como motor de desarrollo tecnológico. Y lo cierto, señores, es que sin ciencia no vamos a ninguna parte. Si algo ha demostrado la crisis sanitaria es nuestra vulnerabilidad, no estamos preparados para esta pandemia ni para otras que vengan. Le pondré un ejemplo. Lo primero que ha hecho Biden al tomar posesión como presidente es dirigir una carta al director del MIT para pedirle asesoramiento sobre cinco actuaciones ineludibles para volver a ser competitivos a nivel global a 75 años vista. Eso, aquí, donde no se mira más allá de las próximas elecciones, es imposible».

    Vicente Larraga no puede estar más de acuerdo. «No basta con dinero, hay que planificar a largo plazo. Y eso significa ofrecer unas condiciones dignas -no contratos en precario- y facilitar los medios para que, una vez superado un proceso de selección durísimo, trabajen como es debido, con técnicos que les ayuden y jóvenes con el entusiasmo intacto. No darles un laboratorio vacío y decirles: 'Ahora, búscate la vida'», clama.

    «Los políticos no entienden nada de lo que está pasando. Dicen que hay que fomentar el I+D porque está feo no hacerlo. Además, tampoco les interesa aprender. Son casi todos abogados y economistas. El único que se acerca es Pedro Duque -ingeniero, no científico, con una visión más práctica de la vida-, y está más solo que un hongo».

    La carrera de las vacunas ya tiene un ganador, ¿y ahora qué?

    Las consecuencias de todo lo descrito, dice Larraga, no pueden ser más desalentadoras, «con políticos yendo al aeropuerto a recibir vacunas que fabrican otros cuando aquí estamos más que capacitados para hacerlas». El profesor, que asegura contar con «todo el apoyo del Centro de Desarrollo Tecnológico Industrial», ha recibido más de 400.000 euros para su proyecto. Dicho así, uno no sabe si eso es mucho o poco, así que se impone una aclaración. A Oxford le han dado 200 millones del erario público, más lo que haya puesto la farmacéutica AstraZeneca. «En cuanto a las plantillas, ellos son cien y nosotros seis». Echen cuentas.

    Tampoco la colaboración público-privada invita al optimismo. Y no es sólo culpa de las empresas. «Cuando uno tiene una política clara y sabe lo que va a hacer a medio plazo, las compañías por lo general se adaptan rápidamente -dice Larraga-. El problema es que aquí vamos dando bandazos, con lo que las empresas se retraen». A su juicio, «habría que apoyar una industria nacional, aunque sea pequeña», para que desarrolle y fabrique fármacos, aunque luego haya que llegar a acuerdos con 'los grandes' para que los distribuyan».

    Es en esa línea en la que trabaja ya Biofabri, la empresa del grupo gallego Zendal, dedicada antes a la elaboración de vacunas veterinarias y ahora volcada, después de una ambiciosa reforma, en fabricar los lotes de viales que tanto Esteban como Larraga necesitarán para los ensayos clínicos con humanos. «El desarrollo de la vacuna no exige una inversión multimillonaria -explica Juan García Arriaza-. El problema real es la transferencia de tecnología y antes no había nadie capaz de fabricar lo que estábamos desarrollando». Hasta ahora.

    Acabada la carrera de las vacunas -que han ganado Pfizer y Moderna-, entramos en el negocio propiamente dicho, porque la población va a estar dos o tres años tratándose, calcula Larraga. «Esto, además de dinero, aporta 'know how', muy importante para cualquier empresa porque plantea nuevos horizontes a medio plazo. Cuando uno dispone de la tecnología necesaria para fabricar viales para uso humano, el abanico de posibilidades que se abre es enorme».

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