TITULO: Cartas Olvidadas -La desesperanza reina entre los prisioneros de ambos bandos ante unos intercambios que se realizan a cuentagotas,.
La desesperanza reina entre los prisioneros de ambos bandos ante unos intercambios que se realizan a cuentagotas,.
La falta de información sobre el número y paradero de los militares apresados exaspera a las familias al no saber si están vivos o cayeron en el frente,.
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El último intercambio de prisioneros de guerra entre Rusia y Ucrania tuvo lugar el pasado 29 de junio y aún no hay fecha para un nuevo canje. Entonces cada una de la partes liberaron a 144 militares, un número que, aunque se desconocen las cifras reales de capturados en uno y otro bando, se adivinan insignificantes.
La matanza de militares ucranianos cautivos, el viernes, en una colonia penitenciaria de Olenivka, en la autoproclamada República Popular de Donetsk, ha hecho que aumenten mucho más los recelos mutuos y la desconfianza. Nadie cree que la situación se vaya a desbloquear a corto plazo. Los prisioneros parecen haberse convertido en moneda de cambio para obtener cualquier cosa salvo su puesta en libertad.
La antena rusa del Comité Internacional de la Cruz Roja sostiene que son «miles» las peticiones de ayuda llegadas por escrito de familiares de militares rusos cuyo paradero se desconoce. Quieren saber si están prisioneros y dónde o si cayeron en combate y es posible recuperar sus cuerpos.
Lo mismo está sucediendo en el lado ucraniano y, sobre todo, con las madres y esposas de los componentes del Batallón Azov, quejosas por no haber podido hablar ni una sola vez por teléfono con ellos desde que depusieron las armas y se entregaron a las fuerzas rusas y separatistas el pasado 17 de mayo.
Esta unidad del Ejército ucraniano, considera «neonazi» por Moscú, defendió encarnizadamente la acería Azovstal de Mariúpol durante tres meses. Probablemente, una gran parte de sus combatientes perecieron el viernes en el extraño ataque contra la prisión de Olenivka. Según el acuerdo alcanzado en mayo con la mediación de la ONU y la Cruz Roja, deberían haber sido canjeados por soldados rusos. Pero los cabecillas rebeldes de Donbás ya adelantaron que, independientemente de lo pactado con Naciones Unidas, los mandos del Batallón Azov y los brigadistas extranjeros serían condenados a muerte por «crímenes de guerra».
En un intento de desbloquear los intercambios de prisioneros, la Rada Suprema (Parlamento ucraniano) enmendó esta semana el Código Penal de forma que incluso los militares rusos condenados por atrocidades puedan ser canjeados, algo que hasta ahora la ley no permitía. Al Código Penal se le ha añadido un nuevo artículo, el 841, sobre la «exoneración del cumplimiento de una pena en relación con una decisión de transferir a un condenado para canjearlo como prisionero de guerra». En tal caso, la sentencia sería anulada.
El 23 de mayo, un tribunal de Kiev sentenció por primera vez a un militar ruso, a Vadim Shishimarin, a cadena perpetua por crímenes de guerra, en concreto por dar muerte a un civil de la región de Sumy. Tras apelar el fallo, esta semana le fue reducida la pena a 15 años de cárcel. Por otro lado, un tribunal de la región de Poltava condenó a dos soldados rusos, Alexánder Bobikin y Alexánder Ivanov, a 11 años y 6 meses de prisión por bombardear zonas residenciales en Járkov.
Trabajos de reconstrucción
Pero, tras el intercambio realizado a finales de junio, el jefe del Comité de Instrucción de Rusia, Alexánder Bastrikin, anunció que no habría más canjes en un futuro próximo. Propuso utilizar a los capturados «para trabajos de reconstrucción de infraestructuras destruidas». Según Bastrikin, los prisioneros de guerra «se mantendrán en centros de detención preventiva –como el arrasado el viernes en Olenivka– mientras duren las investigaciones» para determinar qué crímenes pudieron cometer. El responsable judicial ruso cifró en 2.000 el número de prisioneros de guerra ucranianos.
Días después, el 6 de julio, el ministro de Defensa, Serguéi Shoigu, elevó el número a 3.826, de los que 2.439 se entregaron en Azovstal. Por su parte, las autoridades separatistas de Donbás sostienen haber capturado a unos 8.000 militares ucranianos. El que todavía no ha facilitado cifras, ni de prisioneros ni de muertos en combate, es el Gobierno de Kiev.
El estatus de los prisioneros de guerra está definido por el Tercer Convenio de Ginebra de 1949, que también se aplica en los casos cuando la contienda no ha sido declarada oficialmente. Tal es el caso actual, ya que la invasión del territorio ucraniano en curso es calificada por el Kremlin de «operación especial militar». No obstante, organizaciones como Human Rights Watch o Amnistía Internacional sostienen que tanto Moscú como Kiev incumplen lo estipulado en Ginebra en relación con los cautivos. Rusia y Ucrania se acusan además mutuamente de torturas, atrocidades y maltrato a los militares apresados.
TITULO: Cartas en el Cajon - Denuncian un ataque con 80 misiles rusos en Dnipropetrovsk,.
Denuncian un ataque con 80 misiles rusos en Dnipropetrovsk,.
foto / Las autoridades ucranianas han denunciado este sábado un ataque con más de 80 proyectiles en la ciudad de Nikopol, en Dnipropetrovsk. Según su gobernador, Valentin Reznichenko, los misiles han destruido más de quince viviendas y otras tantas instalaciones agrícolas han resultado dañadas. No se han reportado víctimas mortales, a diferencia del bombardeo ruso del viernes sobre una parada de autobús en Mykolaiv, que hoy ha aumentado a siete fallecidos.
Por otra parte, la ONU se ha ofrecido a enviar un grupo de expertos, si recibe «el permiso de ambas partes», para investigar el ataque contra la cárcel de prisioneros de guerra ucranianos en Olenivka, que se saldó con más de cincuenta muertos.
Mientras, continúan los combates en el país invadido, sobre todo en la región de Donetsk, epicentro de la guerra actualmente. Por ello el Gobierno de Zelenski ha anunciado la evacuación «obligatoria» de más de 200.000 residentes antes del invierno dada la destrucción casi total de la infraestructura de suministro de calefacción por los combates.
TITULO : REVISTA TENIS -Nadal despega ante Sonego y ya está ahí,.
Nadal despega ante Sonego y ya está ahí,.
El español firma un triunfo convincente contra el italiano, enmarañado en la recta final (6-1, 6-2 y 6-4), y se medirá en los octavos de Londres con Van de Zandschulp,.
foto - Nadal,.
No hay sosiego en este Wimbledon. No lo hay para nadie, y eso incluye también a Rafael Nadal, que está cerca de cerrar un duelo aparentemente plácido y vitamínico contra Lorenzo Sonego y, de repente, se encuentra en medio de una situación pantanosa que logra solucionar. Va llegando la noche al distrito SW19 de Londres y el rival solicita al juez de silla que se cierre el techo y se aplique la luz artificial porque no termina de ver bien la bola. El español, de 36 años, que las ha visto de todos los colores y se las sabe todas, ya ha decantado los dos primeros sets y está a falta de solo dos juegos (4-2) en el tercero para sellar su pase a los octavos de final. No termina de entenderlo.
“Había una directriz clara a la hora de saber cuándo se iba a cerrar el techo antes del partido. El árbitro había dicho que se iba a hacer cuando terminara un set. Es surrealista. No sé cuándo se ha cerrado en la Pista 1 [donde en esos momentos también se disputaba el Stefanos Tsitsipas-Nick Kyrgios], pero me da la sensación de que ha sido después del nuestro”, explica.
El árbitro accede a la petición, se interrumpe el duelo y, en consecuencia, también el ritmo. Nadal (6-1, 6-2 y 6-4 a su favor; citado el lunes con Botic van de Zandschulp) pone cara de circunstancias e intenta no enfriarse durante el cuarto de hora que tarda en cerrarse la cubierta retráctil de la central. Está mosqueado. Cuando se reanuda la acción, Sonego le rompe el saque y equilibra, y el balear percibe un soniquete que tampoco termina de gustarle. Considera el campeón de 22 grandes que el italiano prolonga sus gritos después de golpear a la bola más de lo necesario y le insta a acercarse a la red para advertírselo. Su acción encuentra reacción, encuentra una cara de póquer y el público inglés tiene ganas de marcha.
“Se lo he dicho de buenas formas, con amabilidad. Estamos entre colegas, nos vemos cada semana y hay unos códigos dentro de la pista que se deben respetar”, continúa; “creo que me he equivocado al llamarle a la red, se lo tenía que haber dicho en el cambio de lado o esperar a que se lo dijera el árbitro. Me he equivocado y he subido después a su vestuario para pedirle disculpas. Pero se ha visto lo que ha pasado. Cuando él golpea la bola alarga el grito con 4-3, en un instante clave, cuando eso no había pasado en todo el partido. Y eso es molesto. No podemos saber si lo ha hecho aposta o no...”.
Una sola dirección
Así se cierra un episodio que hasta ese punto no había tenido más miga que la constatación de que Nadal ya está ahí, de que como advertía el jueves, sabe perfectamente cuándo debe incrementar los biorritmos y subir esas dos o tres marchas que necesitará para generarse la oportunidad de ganar por tercera vez Wimbledon. En esta ocasión le bastó con aumentar un poco el registro del velocímetro. Salvo ese enredo en la recta final, el pulso le inyecta una buena dosis de energía tras una tarde sin demasiado color en lo competitivo, de una sola dirección.
La conmiseración de la grada no suele ser un buen indicativo en el tenis. En realidad, no lo es en ningún deporte. Por eso, cuando se esparce el runrún y los aficionados de Londres celebran con tanto énfasis y tanto entusiasmo cada punto de Sonego, al italiano no le queda más remedio que aceptar y digerir una situación embarazosa, porque al fin y al cabo sabe que guerrea ahí abajo sin la más mínima opción, y que el arrope del público es sencillamente un signo de mera humanidad: cuando hay una diferencia tan grande entre uno y otro, varias galaxias entre su tenis y el de Nadal, lo normal es lo que sucede. Se llama compasión. La central intenta atenuar el impacto sobre el débil.
A sus 27 años e instalado en el puesto 54 del ranking, el turinés es poco más que un tentempié, la piedra de toque perfecta para que Nadal eleve sus prestaciones y se afine de cara a la segunda semana de la competición. Llega la hora de la verdad, las rampas, ese Galivier-Tourmalet-Alpe d’Huez encadenado que asoma en el horizonte, y el mallorquín llega ahí habiendo dado las pedaladas necesarias para quitarse el óxido que tenía desde hace tres años sobre una superficie que no suele admitir días de tregua. Es decir, llega más o menos como quería, o más bien como pretendía; a falta de meter el plato grande y el piñón pequeño, la primera semana describe una línea ascendente.
Un paso adelante
Así lo confirma delante de los periodistas: “He hecho cosas mucho mejores que los otros días. He podido jugar más agresivo, ir más a la red. Estoy contento. He hecho un esfuerzo muy importante para estar aquí en Wimbledon. A nivel mental y nivel físico. Un buen partido contra un buen rival [octavofinalista el año pasado]. Estoy satisfecho con ello. Este ha sido un día positivo porque he dado un paso adelante”.
Después de dos compromisos espinosos en las dos primeras rondas del torneo, contra el argentino Francisco Cerúndolo y el lituano Ricardas Berankis respectivamente, Nadal ofreció su versión jerárquica contra el italiano y recargó el depósito anímico para lo que se avecina, que es mucho y complicado. A diferencia de las dos primeras citas, en las que se dejó un parcial en cada una y tuvo que coser la victoria más de lo previsto, desde lo teórico, esta vez no tuvo mayor contratiempo que esa pausa final solicitada por Sonego. El resto, buen caminar, una jornada lineal para acercarse a la velocidad de crucero que necesita de cara a las siguientes estaciones.
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