La escasez energética, los precios disparados y la recesión abren muchos interrogantes sobre si se prolongará la fiesta viajera o si los ciudadanos volverán al encierro,.
foto / Las colas interminables en los aeropuertos rivalizan con los incendios como la imagen de este verano. El furor viajero tras dos años de encierro ha desbordado las previsiones más optimistas de aerolíneas y hoteleros. Los ciudadanos han salido en estampida del estado de alarma (incluyendo los dos inconstitucionales decretados en España) dispuestos a viajar a cualquier lugar y a cualquier precio. Las consecuencias han sido el caos en muchos aeropuertos, las restricciones de vuelos y los precios disparados de billetes y reservas hoteleras. Pero la pregunta que se hace ahora todo el sector turístico, la principal actividad económica, es si esta explosión viajera será solo flor de un verano o se prolongará más allá del periodo estival.
Los expertos más pesimistas auguran un desplome a partir de octubre, cuando la inflación galopante, el alza de los tipos de interés y el precio de la energía disparada por la guerra en Ucrania devuelvan al consumidor a una realidad muy alejada de los confetis veraniegos, y se retraiga el ímpetu viajero. Sin embargo, desde las principales asociaciones del sector —aerolíneas, hoteles, agencias de viajes y coches de alquiler entre otros— prefieren ser más cautos y aunque admiten una posible ralentización, advierten de que no habrá “apocalipsis turístico”. “Será un otoño incierto”, es la frase más repetida por los responsables.
Mientras llega ese momento, la recuperación es una realidad. Los turistas han vuelto en tropel. Según las últimas cifras de Aena correspondientes al primer semestre, los aeropuertos españoles han recuperado ya el 82% de los vuelos de antes de la pandemia. En general, Canarias y Baleares van a la cabeza de la recuperación. Y hay otros como Lanzarote, Valencia y Menorca que gestionan ya más pasajeros que en 2019. La buena noticia además es que ningún aeropuerto español está teniendo problemas de personal como los que sufren los principales aeródromos europeos como Heathrow o Fráncfort.
La única pega son las huelgas. Los tripulantes de cabina de Ryanair, la primera aerolínea por pasajeros en España, han protagonizado 18 días de paro desde finales de junio y durante todo el mes de julio y 9 los de EasyJet en demanda de mejores condiciones laborales. La consecuencia ha sido más de 150 vuelos cancelados y 1.200 con retrasos. En el caso de EasyJet, los sindicatos de tripulantes han logrado un acuerdo y se han desconvocado los paros, al mismo tiempo que los iniciaban los pilotos. El conflicto sigue enquistado en la aerolínea irlandesa, y se han convocado cinco meses de huelga, de lunes a jueves, desde el 8 de agosto hasta el 7 de enero. Y los controladores aéreos de Enaire también amenazan con parar.
Frente a la relativa tranquilidad de los aeropuertos españoles, volar en Europa este verano se ha convertido en un infierno. Un dato estremecedor: el número de pasajeros que han presentado una reclamación por pérdida de equipaje se ha disparado un 30% respecto a 2019, según la aseguradora Mapfre. En Paris, en la primera semana de julio, coincidiendo con la huelga de personal de tierra del Charles de Gaulle se dejaron en tierra 17.000 maletas. Y Delta Airlines fletó un avión vacío desde Detroit para recoger los equipajes de sus pasajeros del aeropuerto de Heathrow en el Reino Unido.
La escasez de personal ha transformado a los principales aeropuertos en una trampa mortal para los viajeros. En la lista de los destinos a evitar está el aeropuerto de Bruselas, con el 72% de los vuelos retrasados en julio, y Fráncfort y Schipol (Ámsterdam), con la mayor tasa de vuelos anulados (7,8% y 5,2%, respectivamente), según la agencia de viajes online Hopper. En la clasificación también figuran los aeropuertos londinenses y el Charles de Gaulle de París. Por contra, la lista de los diez mejores la encabeza Bérgamo (Italia), y en la misma se cuelan cuatro aeropuertos españoles (Gran Canaria, Madrid-Barajas, Málaga y Alicante).
Las aerolíneas no le van a la zaga. Ya se han cancelado 50.000 vuelos para el verano en Europa, 16.000 solo en agosto. Solo Lufthansa, British Airways y EasyJet han suspendido 25.000. La lista de las peores compañías para volar está encabezada por Turkish Airlines, con más de 4.400 vuelos cancelados para agosto, aunque una gran parte a Rusia. Le siguen British Airways (3.600 cancelaciones), Easyjet (2.045), Lufthansa (1.888) y Wizz Air (1.256), según un estudio de la empresa especializada en análisis de aviación Cirium.
Los precios también han repuntado. El de los vuelos internacionales se ha disparado un 16% en junio, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Y el coste medio del billete es también un 16% más caro para esta temporada estival que en el mismo periodo de 2019, según el buscador de viajes Kayak. El gasto medio de las reservas hoteleras de verano en Rumbo ha pasado de los 359 euros en 2019 a los 489 euros este verano. Este portal especializado en viajes confirma que las reservas para el verano están un 34% por encima de las de 2019.
Las pernoctaciones en establecimientos hoteleros españoles superaron las 35,1 millones en junio, ligeramente por debajo de los 37,1 millones del mismo mes de 2019 y un aumento del 146,7% en comparación con junio de 2021, según el INE. Respecto a la ocupación se cubrieron el 62,9% de las plazas ofertadas, aún por debajo de los 65,8 de 2019. La estancia media fue de 3,2 pernoctaciones por viajero, frente a las 3,3 en 2019. Los datos del semestre completo son aún más alentadores, triplicando todos los indicadores de 2021.
¿Terminará la fiesta en octubre?
Pero, ¿qué pasará cuando finalice el verano? ¿Terminará también la fiesta turística? “No tenemos ningún elemento que nos haga augurar que en el cuarto trimestre vaya a haber una recesión en el consumo turístico. Es cierto que, en general, vamos a ver una ralentización en este último trimestre que, salvo para Canarias, es el menos relevante en España. En el segundo y tercer trimestre estamos teniendo un crecimiento insólito del 2% en términos de PIB turístico sobre 2019, que fue un año récord. Y esperamos una caída o ralentización del 3% en el cuarto trimestre sobre el de 2019. Pero nada nos indica que en vaya a haber un parón bestial salvo que se produzcan factores exógenos como la complicación de la guerra en Ucrania o un corte del suministro del gas, en cuyo caso, no solo el turismo sino la economía en general se verían afectadas”, responde el vicepresidente ejecutivo de Exceltur, José Luis Zoreda.
Jorge Marichal, presidente de la Confederación Española de Hoteleros y Alojamientos Turísticos (CEHAT), admite que ahora el viajero se lo piensa más antes de reservar “porque la gente tiene ahora el presupuesto más ajustado”, pero no observa una oleada de cancelaciones. “Es cierto que ahora hay un cambio de tendencia, tras aparecer factores como la inflación, la subida de tipos o el precio del combustible. Y la gente se lo piensa más. Pero no podemos predecir lo que pasará después de septiembre y aún hay tiempo para preparar la operativa. Tenemos que confiar en que el turismo nacional que va a seguir queriendo salir. Y, sobre todo, debemos mirar a nuestros vecinos del norte, para los que España tiene una vez más varias ventajas. No solo porque es un país seguro desde el punto de vista sanitario y personal, sino por su situación geográfica que disminuye los costes de los combustibles al estar más cerca de esos países que otros destinos turísticos de media y larga distancia como Asia o América. Y luego hay que tener en cuenta, que viajar a España para esos turistas puede compensar los costes de quedarse en casa durante 15 días con temperaturas bajo cero como tienen en esos países en invierno”, apunta Marichal.
En la misma línea, Pablo Parrilla, vicepresidente económico de Confederación Española de Agencias de Viajes (CEAV) indica que el ritmo de las reservas durante la temporada de verano ha sido intenso, si bien es cierto que los problemas en los aeropuertos y la inflación hacen que no haya una continuidad, sino que el ritmo vaya un poco “a golpes”, y espera que en el conjunto de 2021 se alcance el 85% incluso el 90% de la facturación de 2019.
“La sensación por nuestra parte es que los destinos, a unos precios más elevados que anteriormente, se están llenando. La gente está dispuesta a viajar cueste lo que cueste. Las previsiones apuntan a que la demanda pueda caer en otoño y que esta euforia pase, pero realmente también estamos en temporada alta e históricamente los precios siempre han sido mucho más elevados que a partir de octubre, que entendemos que bajarán y se regularizarán por una cuestión de demanda pese a que por la inflación sigan siendo un poquito más altos”, explica Parrilla.
Los precios se disparan
Los precios son otro hándicap para mantener esa demanda. El sector turístico niega en bloque que se estén disparando, en contra de las estadísticas oficiales, que señalan al turismo como uno de los principales responsables del incremento del IPC. Según los datos del INE, la facturación media diaria de los hoteles por cada habitación ocupada (ADR) fue de 105,7 euros en junio, lo que supone un aumento del 23,3% respecto al mismo mes de 2021. y un 13,5% respecto a junio de 2019 (93,1 euros). Por su parte, el ingreso medio diario por habitación disponible, que está condicionado por la ocupación registrada en los establecimientos hoteleros, alcanzó los 74,2 euros en junio pasado, con una subida del 102,6% respecto a 2021, y del 9,1% respecto a 2019. Es decir, que los hoteleros no solo han subido los precios respecto al año pasado, sino que están muy por encima de los niveles prepandemia. Marbella está a la cabeza de ese ranking de carestía con una facturación media diaria por habitación ocupada de 217,7 euros.
“Hay que ser cautos, y tener en cuenta que los fundamentos económicos pueden afectar al consumo turístico al cuarto trimestre y en 2023. Pero a día de hoy, la ola, el tsunami y el furor con el que la gente sigue demandando vacaciones y viajes sobresee de alguna manera esos riesgos a futuro. Otra cosa son los márgenes empresariales. El crecimiento de la demanda ha ido acompañado con una inflación de costes galopantes. Y las empresas turísticas por lo general no lo están trasladando a los precios finales. Hicimos una encuesta entre 2.000 empresarios y nos dijeron que apenas podrían trasladar un 24% de esos sobrecostes a sus precios”, precisa Zoreda.
Tobias Zisik, presidente de Aneval, la patronal de los coches de alquiler, admite que el rent a car no ha sido inmune a la subida de precios generalizada que le ha llegado a través de un efecto dominó, debido a que la crisis de semiconductores ha elevado un 18% el precio de los coches nuevos, el carburante está en máximos históricos y la logística ha aumentado sus costes. Actualmente, las empresas que operan en España tienen una flota cercana a los 600.000 vehículos, por debajo de los 800.000 que había en 2019.
De cara al otoño, Zisik considera que las previsiones de visitantes extranjeros son buenas, con un 80% de las reservas internacionales que había en 2019, según Agenttravel: “Esto tiene su reflejo también en el rent a car, pues no hay turismo sin movilidad. Además, en otoño se recuperarán los viajes de negocios y aumentarán también los alquileres de residentes, gente que no tiene coche y utiliza, cada vez más, esta fórmula de movilidad para sus desplazamientos”.
TITULO : 80 cm -Victoria y catarsis de Dylan Groenewegen en la tercera etapa del Tour de Francia,.
Victoria y catarsis de Dylan Groenewegen en la tercera etapa del Tour de Francia,.
foto / Un día después de la victoria del neerlandés Fabio Jakobsen se impone al sprint el ciclista que fue suspendido nueve meses por enviar a este contra las vallas y al hospital en el Tour de Polonia,.
El pelotón desciende Jutlandia, de norte a sur, y los geólogos precisan que sí, que descienden es el verbo exacto, porque está más alto el norte que el sur de la península, formada con suelo prestado, sedimentos que los ríos escandinavos han ido depositando desde las tierras altas de Noruega y Suecia, y hace sol, y una brisa agradable, y es domingo, día de fiesta, la gente en el agua fría del Báltico antes de desayunar y en las cunetas al mediodía, y el pelotón se relaja, hasta se adormece, ocupa la carretera de lado a lado, y observando tal placidez, y el paseo triunfal de un solo danés en cabeza, Magnus Cort Nielsen, vestido con los lunares conseguidos por haber coronado el primero las seis cuestas puntuables de las etapas danesas, 362 metros de ascensión entre las seis, los inquietos se preguntan, pero de dónde salieron entonces los feroces vikingos, dónde están las nieblas y los misterios y los olores, si olvidados Andersen, Sorensen, Riis, Rasmussen, todos los ciclistas daneses de ahora tienen la cara limpia y mirada dulce de adolescente, como el Jonas Vingegaard al que todos alaban y proclaman único rival de Pogacar. ¿Dónde está la tragedia?, ¿salió todo del magín de Shakespeare?
Hay tragedias y tragedias, responde el listo. No son necesarias tormentas ni rayos ni sangre reciente. Una herida abierta hace dos años. Un error. Un golpe en la puerta desencadena el fin del conflicto, un cambio de ritmo, un tramo de adoquines a 10 kilómetros, un estrechamiento, un embudo, una caída, un hueco imposible pasando a Sagan y Van Aert, y un golpe de riñones en el sprint, el sillín en la barriga a 65 por hora, los brazos estirados hasta el imposible, el manillar, la rueda delantera, hace triunfar a la justicia poética, dos, tres centímetros.
Y la catarsis: Dylan Groenewegen deja la bici apoyada en la barrera, se sienta en el bordillo, baja la cabeza, empieza a llorar, y se levanta, y detrás de las vallas aparece su padre, que se lo come a besos y a más llantos. Es la quinta victoria en sus Tours del sprinter neerlandés, un coloso ancho y musculoso que hace año y medio purgó una suspensión de nueve meses por haber estrellado contra las barreras desvencijadas del Tour de Polonia a su rival en el sprint, y compatriota, Fabio Jakobsen, que pasó dos días en coma con la cara rota, sin dientes. Jakobsen ganó el sábado. Groenewegen, el domingo. Ambos en Dinamarca. Jakobsen no le ha perdonado a Groenewegen. Groenewegen quiere pasar página, “la página más negra de mi carrera”, dice. “Fabio es un chaval mentalmente muy fuerte. Su recuperación lo demuestra. Me alegró mucho que ganara el sábado. Le felicito. Y hoy gano yo… Así es la vida”.
La escena es ya redonda. Jakobsen no habla. Groenewegen llora y se cuerda de su padre, que le quería antes del incidente y le quiere más después, y de su nuevo equipo, el Bike Exchange, que confió en él cuando se sentía un apestado. Un nuevo invitado, el perejil del Tour podría decirse, completa el cuadro. A Wout van Aert, segundo en el sprint del sábado y segundo en el sprint del domingo, y también segundo en la contrarreloj del viernes, y en su buen cuerpo entran a la vez el maillot verde y el maillot amarillo, le introduce Groenewegen, que cuenta cómo, cuando los dos estaban en el Jumbo, el belga le dijo que cuando no estuviera seguro de haber ganado un sprint lo que tenía que hacer era ponerse a celebrarlo como un loco, y que él hizo eso hasta los besos de su padre. Pero Van Aert no está para muchas bromas. Reconoce a regañadientes que Groenewegen fuera más rápido que él. “Me ha ganado porque me he equivocado yo al mantenerme demasiado tiempo en la rueda de Kristoff”, dice Van Aert, que libra en su interior, en su ego tan enorme, también una dura batalla entre la alegría por haber logrado su sueño de vestir de amarillo en el Tour y por lo bien enfilada que lleva la conquista del maillot verde, y la decepción por haber sido derrotado tres días seguidos. “Y cada vez he perdido por menos”, dice. “Debería estar muy contento, pero soy, sobre todo, un ganador, y duele no haber ganado aún”.
El Tour voló el domingo por la noche hasta Lille. En Francia ya el pelotón volverá a pedalear el martes. Los favoritos tiemblan. Llega el pavés, se acabó el olor tan dulce de Dinamarca, las amapolas en los trigales, el mar plácido. Van Aert sonríe como sonríen los chacales. Huele sangre, huele victoria.
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