jueves, 20 de mayo de 2021

Juego de Niños - «Empezamos a jugar al vóley-playa en el río un grupo de 8 y ahora somos 120» ,. Sábado -22- Mayo ,. / LA PANTERA ROSA - Y LUKE LUKE - Los años del pantalón corto ,. / EL CLUB COMEDIA - Paula Hawkins: «El éxito es pura alquimia» ,.

 

 TITULO:  Juego de Niños -  «Empezamos a jugar al vóley-playa en el río un grupo de 8 y ahora somos 120»,. Sábado -22- Mayo ,.
 

Juegos de niños,.

  Sabado - 22- Mayo a las 22:00 por La 1, foto,. 

Juego -  «Empezamos a jugar al vóley-playa en el río un grupo de 8 y ahora somos 120»,.

 

Empezamos a jugar al vóley-playa en el río un grupo de 8 y ahora somos 120 ,.

Jorge Calzo en la arena de las pistas de vóley-playa del parque del río. / PAKOPÍ
Jorge Calzo en la arena de las pistas de vóley-playa del parque del río. / foto,.

Practicar deporte y hacerlo como un niño, descalzo y rebozándose en la arena. Eso es lo que le gusta a Jorge Calzo del vóley playa. Este pacense de 27 años estudia Derecho en Cáceres, pero al menos una vez a la semana echa una tarde en el río practicando un deporte que aunque no tiene vistas al mar, ha enganchado a muchos pacenses., etc,.

TITULO: LA PANTERA ROSA - Y LUKE LUKE - Los años del pantalón corto ,. 

LA PANTERA ROSA - Y LUKE LUKE - Los años del pantalón corto ,fotos . 

 

Los años del pantalón corto,.

'Los niños de Franco' recorre toda una época a través de la memoria de quienes entonces se dedicaban poco más que a jugar,.


Las primeras huchas del Domund eran de porcelana y representaban cabezas de diferentes razas. En 1962 se sustituyeron por alcancías de plástico amarillo./
Las primeras huchas del Domund eran de porcelana y representaban cabezas de diferentes razas. En 1962 se sustituyeron por alcancías de plástico amarillo. 
 
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Hubo una época en la que los cines olían a limón mezclado con DDT y en los intermedios de las películas se podía ir al bar a comprar sugus y gaseosas. 

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Unos años en los que en la producción patria destacaban filmes de niños prodigio que cantaban como ruiseñores mientras los padres con hijos del montón exclamaban: «¡A ver si aprende el niño!».

Un tiempo en el que filmes como 'Gilda' aún no eran clásicos y además estaban prohibidos por la Iglesia. Por supuesto, siempre era mejor ver un cadáver descuartizado en una película de terror que unas nalgas: «¡Dónde vamos a parar!, que entre las nalgas se esconde el pecado», decían algunos sacerdotes.

Aquellos tiempos de la leche en polvo y el queso americano en el patio del colegio, como canta Asfalto en 'Días de escuela', son los que retrata con humor, crítica y nostalgia el director, guionista y escritor Xavier Gassió en 'Los niños de Franco', editado por Lunwerg.

Del chiste al ideario

En una recepción se encuentran Gary Cooper, Rita Hayworth y Franco. El primero se presenta y dice: «Hola, soy Gary Cooper y trabajo en la Metro». Rita se adelanta y anuncia: «Soy Rita Hayworth y trabajo en Columbia». Finalmente, Franco alza su voz atiplada y declara: «Pues yo soy Franco y trabajo en el NO-DO».

Así refleja un chiste de la época la importancia que para el dictador tenía aquel noticiero creado específicamente como instrumento de propaganda del régimen. Una herramienta más con la que inculcar a los españoles sus ideales, que ya les eran dados desde los tiernos años de la infancia.

«Tenedlo en cuenta, maestros. Esos niños cuya educación se os encomienda han de ser guiados por la senda de la verdad y del bien: ese es el mandato de Dios, ese es el mandato del frente de las trincheras, de la sangre vertida y de las vidas inmoladas», afirmaba Franco en sus consignas.

Así pues aquellos niños que casi siempre vestían con pantalón corto crecieron entre humanidades cargadas de ideología, lecciones en las que se leían lindezas como: «Es innegable que la entidad moral de los individuos y la capacidad intelectual varía grandemente según las razas». Todo ello junto a catecismos y oraciones a todas horas.

Pero los niños siempre son niños, y si la religión les iba a salvar de un suspenso, pues allá que se encomendaban escribiendo jaculatorias del tipo «Virgen Santa, Virgen Pura, haced que apruebe esta asignatura». No sabemos si sería mano de santo, pero dicen que la fe mueve montañas.

¡A jugar!

Piedras, chapas, esferas de barro cocidas, unas vértebras de cordero e incluso las duras bolitas de los excrementos de cabra bastaban para idear muchos juegos. Para otros, solo hacía falta echar mano del intercambio de cromos y el 'si le si le no le no le' o de la actividad física, esa que ahora se reduce casi a mover los dedos sobre los botones de una consola. Tocar y parar, Moros y Cristianos, la Peste Alta, la Rayuela o Cielo y Tierra son nombres que sonarán a más de uno que se habrá cansado de jugar a ellos en el recreo. Juguetes había, claro está, pero no todos podían permitírselos. Además, algunos causarían hoy horror en los padres, por ejemplo Pipo, un pequeño muñeco de plástico que tenía un pitillo de papel en la boca que se podía encender para hacer la cosa más verosímil.

Y llegaron el Scalextric, los trenes eléctricos, el Cine Nic o la famosísima Mariquita Pérez, que fue regalada a Evita Perón durante su viaje a España.

Fue también en los años 60 en los que se puso de moda el hula hoop, que databa de 3.000 años atrás. Pero las películas americanas siempre han marcado la moda, más cuando era Lolita quien lo hacía girar en sus caderas ante la mirada de Humbert en el largo de Stanley Kubrick. Por supuesto, ese movimiento a la Iglesia le parecía indecente y entre los médicos originó debates sobre su efecto en el organismo. Sin embargo nada se decía de los castigos que se infligían en los colegios que, además de dolorosos, eran humillantes.

Este popular héroe estaba inspirado en el boxeador Primo Carnera y representaba la fuerza bruta al servicio del poder. Igual que muchas novelas gráficas de la época, sus principales enemigos eran los indios, los árabes y los negros poco serviles.

Nostálgicos o no, darle a la moviola de nuestra vida es un ejercicio que, en 'Los niños de Franco', a más de uno le va a arrancar una sonrisa.

 

TITULO:  EL CLUB COMEDIA - Paula Hawkins: «El éxito es pura alquimia»  ,.

 

Paula Hawkins: «El éxito es pura alquimia»,.

«Construimos nuestra verdad con mentiras» dice la escritora, que aspira a repetir el 'bombazo' de 'La chica del tren',.

La escritora Paula Hawkins./
 
foto / La escritora Paula Hawkins.

Tras vender veinte millones de libros, Paula Hawkins (Zimbabue, 1972) asegura desconocer las claves del éxito. «Es pura alquimia, algo inexplicable», dice la autora de 'La chica del tren'. Regresa después de su bombazo global con otro 'thriller' psicológico, 'Escrito en el agua' (Planeta). Cambia de planteamiento y apuesta por una novela coral con «muchos misterios» y de ambientación rural para abordar temas tan espinosos como la violencia de género, el suicidio juvenil, los estragos de la crisis o la intolerancia. También la construcción de la identidad, en la que juega un papel crucial la memoria que todos trampeamos para protegernos. Esas «mentiras con las que construimos nuestra verdad» marcan el latido de una novela con voluntad de 'best-seller' que llega con una primera tirada de 200.000 ejemplares.

Sabe Hawkins que un éxito como el de 'La chica del tren' «se da una vez en la vida». «No debería decirlo, pero quizá no vuelva a vender tantos libros», se sincera. Podía haber optado por repetirme, pero quería explorar otros caminos más complejos», asegura. «'La chica...' tenía ritmo y los editores hicieron un trabajo fabuloso. Además, todos tenemos algo de 'voyeur', esa curiosidad innata para interesarse, hasta el espionaje, por lo que hace su vecino, pero eso no lo explica su sorprendente éxito», plantea.

«Es importante que lo que el lector espera de ti no te condicione», dice sin miedo al fracaso que supondría no igualar sus espectaculares cifra de ventas, con un millón de copias vendidas en castellano. «He puesto todas mis energías para abordar el mejor libro que creí que podría escribir, mucho más complejo, más rico y con más capa que el anterior», se justifica.

Autoengaño defensivo

El alcoholismo de Rachel, la chica del tren, nublaba su percepción. Pero ahora es la memoria la que juega malas pasadas a las protagonistas de una novela que gira en torno «a esas mentiras que nos contamos para construir nuestra verdad». «Todos nos engañamos para armar la historia de nuestras vidas, nuestra identidad. Es un mecanismo de defensa. Recurrimos a los recuerdos como si fueran garantía de veracidad, cuando lo único cierto es que los falseamos. Ese es el corazón del libro», señala Hawkins. «No confíes en nadie, ni siquiera en ti mismo», escribe en la novela, convencida de que «los autoengaños nos liberan».

Pocos días antes de morir Nel Abbott telefonea a su hermana Jules, que no contesta. Ahora Nel está muerta. Quizá saltó al río, a la terrible poza de las ahogadas. A partir de ahí se desarrolla una historia que arrastrará a Jules al pequeño pueblo de los veranos de su infancia. En ese asfixiante entorno emerger todos sus miedos. El terror al agua, a sus recuerdos enterrados largo tiempo atrás y, sobre todo, el miedo a su certeza de que Nel nunca habría saltado al vacío por sí misma, que podría ser víctima de un asesinado en el entorno doméstico.

«La violencia de género es un problema persistente en todo el mundo. En el Reino Unido se cobra cada semana la vida de dos mujeres. No tengo la solución para evitar este horror, pero quizá habría que cambiar el enfoque de los medios, en los que muchas veces se presenta a las víctimas como responsables de su muerte», denuncia la autora.

Hawkins se afincó en Londres con 17 años. Graduada en Políticas y en Económicas por Oxford, trabajó como periodista económica durante quince años. Había escrito, sin éxito, varias novelas románticas bajo el seudónimo de Amy Silver y un libro de consejos financieros. Pero solo cuando perdió su empleo y se vio al borde de la bancarrota, se planteó escribir una intriga criminal. Dice deberle «mucho» a su oficio de periodista. «Te enseña a prescindir de lo innecesario, a ir a lo esencial, a ser claro y escuchar a los demás. A entender que lo que no se dice es más importante que lo que se dice», resume.

Se ha cuidado mucho de «no arrojar demasiada luz» sobre los personajes de la novela y de crear una «atmósfera un poco asfixiante». «Siempre debes ocultar ciertas cosas, mantener a los personajes y sus secretos en la zona oscura», dice agradecida a las novelas románticas, con las que fracasó. «Al cambiar vi que me sentía cómoda explorando esas zonas más siniestras, que me interesaba averiguar qué hace la gente cuando se sitúa en los extremos. Que no soy una persona de finales felices ni de historias alegres. Que estoy hecha para este tipo de novelas y no para las románticas», explica Hawkins.

Dreamworks, que tardó un suspiro en adquirir los derechos de su anterior novela para llevarla al cine, ha hecho lo mismo con esta. La productora reclutó a Emily Blunt para el papel de Rachel en una película muy del gusto de la autora. «Es fiel al corazón del libro y a la oscuridad del personaje», se felicita. «Lo importante es el odio y el asco que Rachel siente por sí misma y eso lo bordó Blunt, que través del alcoholismo de Rachel llegó a un punto trágico y oscuro», agradece.

«'Escrito en el agua' tiene aspectos muy cinematográficos, como la belleza que genera el río, fácilmente imaginable en la gran pantalla, pero me temo que será mucho más difícil de de adaptar», concluye.

 

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