Hay una casa en la calle Cristóbal Oudrid que está a punto de echar la llave para no volver a abrirla en mucho tiempo.

Se trata del inmueble que aún ocupan las Siervas de María, una congregación que lleva en Badajoz 133 años al servicio de los enfermos. En los últimos tiempos quedaban seis hermanas en la ciudad. Pronto no habrá ninguna porque han anunciado su marcha de su Badajoz.

Según anuncia el Arzobispado, «las ministras de los enfermos han dado vida durante todo este tiempo al carisma que les dejó su fundadora, santa María Soledad Torres Acosta: el cuidado de los enfermos que las requieren en sus propias casas o en los hospitales». La marcha de esta comunidad, afirman, se debe a la falta de nuevas vocaciones. Las hermanas dicen que en caso de que vuelva a crecer el número de religiosas, «no renunciamos a la esperanza de que nuestra presencia sea de nuevo una realidad en Badajoz». 

La Madre Superiora, sor Encarnación Rodríguez, afirma que se marchan «con el corazón lleno de dolor y también de gratitud. Gratitud en primer lugar al Señor que nos ha dado esta vocación y nos ha sostenido en este servicio a los enfermos. Y agradecemos también a los pacenses que durante estos años nos han ayudado dándonos su apoyo y cariño, y lo que es más importante, confiando a nuestros cuidados a sus seres queridos». 

Ya solo quedan tres

En la mañana de ayer, el ambiente en la casa se tornaba extraño. Este diario cruzó las puertas de la misma para comprobar cómo las tres primeras hermanas ya habían abandonado las instalaciones apenas unas horas atrás. «Es raro y un poco triste», se dejaba decir otra de las religiosas.

Las tres mujeres que quedan dentro continúan haciendo sus faenas como de costumbre porque aún no saben cuándo tendrán que partir hacia un nuevo destino. «Aunque estamos iniciando los trámites requeridos para la supresión de esta comunidad, y esto llevará cierto tiempo, hemos querido hacer llegar esta difícil decisión a cuantos nos conocen, pues sabemos que esta noticia ya se va difundiendo», dicen. 

Esta comunidad llegó a la ciudad el 9 de febrero de 1892.