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Se convirtió en heredero de Julio César con solo 18
años. Mientras luchó por el poder, fue un hombre sin escrúpulos. Cuando
lo alcanzó, implantó un largo periodo de paz y se convirtió en el primer
emperador de Roma. Gobernó durante 41 años y sus huellas en la Historia
y en España son palpables cuando se cumplen dos mil años de su muerte.
El joven se enfrentaba a un futuro complicado, pero asombró por su astucia y valía. Un año después, ya había formado un ejército. Más adelante, con solo 36 años, se convirtió en el primer emperador de Roma.
Cayo Octavio Turino, que había cambiado su nombre a Cayo Julio César al haber sido adoptado por el divino Julio, mudó de nuevo su identidad el 16 de enero del 27 a. de C., cuando el Senado reconoció en él la condición, casi sobrenatural, de Augustus, designación reservada a las cosas sagradas. Desde entonces fue Imperator Caesar Augustus.
En la forma, el régimen no varió. En el fondo, Augusto creó una monarquía absoluta y hereditaria. Llevó la paz a Roma, tras decenios de guerras civiles, y acumuló poderes y autoridad personal, pero sin violar las leyes, siempre en apariencia a petición del Senado y el pueblo. Gestor eficiente y moralmente conservador, una vez vencidos sus últimos enemigos no necesitó ser cruel. Entre las conquistas de Augusto que, sin ser un gran general, probó su valía en combate destaca la conversión del Danubio en frontera de Roma.
Los soldados del César.
Supo ver Augusto la importancia crucial de un buen ejército para conseguir el poder. Y para conservarlo. Impulsó un ejército profesional, de infantes pesados y poca caballería, bien entrenado en una disciplina dura y eficaz. Los legionarios eran ciudadanos voluntarios que servían incluso durante veinte años.
Sus salarios y licenciamiento unas diez anualidades de paga estaban garantizados personalmente por Augusto. Cada legión constaba de 5000 hombres, más otros tantos aliados no romanos (con soldada inferior). Puso el emperador bajo su autoridad directa a 23 de las 27 legiones existentes (las otras cuatro dependían nominalmente del Senado). Augusto creó nueve regimientos selectos, las cohortes pretorianas, acantonadas cerca de Roma, y unidades militarizadas de policía y bomberos.
Amo de Egipto donde era divino faraón, fuera de todo control, destinó colosales cantidades de dinero a ayudas públicas y a adquisiciones de tierras para los soldados licenciados, acaso 300.000. En su testamento legó casi 40 millones de denarios a su familia y otros 25 a los soldados y al pueblo.
Fue todopoderoso gobernante del Imperio romano durante 41 años; fue aclamado como vencedor en el campo de batalla en más de 21 ocasiones; transformó Roma de una sucia urbe de barro en una lustrosa ciudad de mármol; creó provincias, organizó la justicia, construyó vías y caminos; fundó colonias para los veteranos de sus legiones (como Emerita Augusta, 'Mérida'), reorganizó el censo de ciudadanos con fines fiscales...
Y también mandó matar sin misericordia y se acostó con las mujeres de otros, humillando a sus maridos... Fue un sangriento aspirante al poder y un gobernante sereno cuando lo alcanzó.
Salvador de 'la eneida'
Con él, que fue un hombre longevo (falleció a los 76 años) y que se mantuvo 41 años en el poder, Roma consiguió un largo periodo de paz. Además, durante el siglo de Augusto sobresalen talentos excepcionales. Bajo su protección, gestionada por su amigo Mecenas, vivieron Virgilio, Horacio grandes propagandistas del régimen, Ovidio, Tibulo, Propercio, Tito Livio o Vitruvio, entre los más descollantes. Y gracias a él, que se negó a obedecer los deseos de Virgilio, que pidió que se destruyera su obra, La Eneida ha llegado a nuestros días. También es cierto que fue Augusto quien se la encargó.
El gran amor del emperador fue Livia Drusila, esposa del noble Tiberio Claudio Nerón, a quien se la arrebató. Estaba embarazada de su segundo hijo, Druso, cuando Octavio se casó con ella, con la venia de Tiberio. Livia fue su esposa durante cincuenta y dos años y no le dio hijos. De su esposa anterior, Escribonia, había nacido Julia, la única hija de Augusto.
Julia era hermosa, inteligente, retadora y disoluta: su padre la envió por su vida escandalosa a un duro exilio en el que vivió dieciséis años, hasta su muerte.
Tragedias familiares
No fue fácil la vida familiar del emperador: vio morir a su querido sobrino y yerno, Marcelo; a Agripa, íntimo camarada y segundo esposo de su hija, padre de sus tres nietos varones: Cayo, Lucio y Póstumo. Este último nació discapacitado y sus dos hermanos mayores, con los que pretendía asentar la dinastía, murieron adolescentes. También falleció precozmente Druso, el hijo de quien estaba Livia encinta cuando se casaron.
Octavio estuvo en Hispania en varias ocasiones, la primera junto con César, en la guerra civil (45 a. de C.). Regresó, ya emperador, en el año 27 a. de C. y estuvo a punto de morir por enfermedad. Volvió a Roma el 24, tras fundar Mérida con sus veteranos y reorganizar la Península. Entre el 15 y el 13 regresó y dejó establecidas para siglos lo principal de las redes urbana y viaria.
Augusto fundó o refundó docenas de ciudades. Muchas se llamaron Cesarea o Augusta. En Hispania lo atestiguan, entre otras, Mérida, Barcelona, Lugo, Astorga, Elche o Calatayud. Pero solamente una lleva su nombre exacto: Caesar Augusta, 'Zaragoza'. Creada con legionarios (hacia el 15 o el 13 a. de C.), acaso conmemoró su 50 cumpleaños en un área donde ya había ciudades dedicadas a rivales políticos suyos o de César, como Pamplona (Pompeyo) y Lépida (Lépido). Lépido había formado con Augusto y Marco Antonio el triunvirato que acabó en enfrentamiento y del que salió victorioso Augusto, vencedor de Marco Antonio y Cleopatra en la batalla naval de Accio (año 31 a. de C.), que dejó todo el poder en sus manos.
TÍTULO : Desayuno--CENA--DOMINGO--Martín Berasategui:
La mano del genio. Mis cuadernos secretos
Son pequeños blocs, libretas, hojas
sueltas... donde los chefs apuntan todo lo que les bulle en la cabeza.
Una nueva receta, una idea empresarial, el diseño de un plato. Les hemos
pedido a tres grandes que nos muestren sus tesoros de papel.
Martín Berasategui: "La receta nace en el papel"
«Cocinar -afirma Martín Berasategui- es emprender un viaje, ¡y el mío empezó hace ya 39 años!». Eso sí, de fatiga, nada: «Tengo la veteranía de los cascados y la fuerza de los jóvenes». Recibe a XLSemanal en su restaurante de Lasarte (Guipúzcoa). A él le debe -o más bien sería a la inversa- tres de las siete estrellas Michelin que atesora: cifra que lo convierte en 'plusmarquista' de la alta cocina española. Tiene otras dos en el establecimiento Lasarte del hotel Condes de Barcelona y un par más en M. B., integrado en el Abama Golf & Spa Resort (Tenerife).
«La receta nace en la cabeza, de ahí pasa al papel y, entonces, al trabajo en la cocina: al banco de pruebas creativo, que tenemos funcionando todos los días del año, al tiempo que en la cocina se preparan los servicios para atender al restaurante». Es un proceso muy metódico en el que cada especialidad es apuntada en su propio bloc de notas; o quizá en unas hojas sueltas. Pero todo bien organizado, bien medido. Una vez que cada una de las recetas ha pasado los filtros necesarios esto es, «cuando la receta resulta convincente para nuestro paladar», se pasa el resultado final al ordenador... y los cuadernos y papeles que han servido como materia prima para sus platos terminan en la basura.
«¿Que si me da pena tirarlos? Sí y no. Si tuviera todo el espacio del mundo, quizá lo guardaría todo. Pero por cuestión de espacio, por organización del trabajo y por limpieza lo tenemos que tirar». Él llama a este proceso «ponerle alma a la tecnología».
Las notas iniciales, escritas a puño y letra, han cumplido su papel y están condenadas a desaparecer. Pero lo importante, el plato final, ahí queda. «Las nuestras -resume Martín- son recetas con añada». Y ahora tiene entre manos los cuadernos para el año 2015, que los más afortunados podrán disfrutar la próxima temporada en los restaurantes que regenta. Siempre que hayan quedado correctamente pulidos, claro: «Muchas veces abandonamos una idea y quizá la retomamos al año siguiente». Son los gajes de trabajar con productos de temporada -un pescado, una verdura...-: si no ha dado tiempo a terminarlo, se retoma (o no) unos meses más tarde, cuando vuelvan a estar disponibles los ingredientes necesarios.
Sergi Arola: "Me cuesta mucho enseñarlos"
«Me ha costado mucho convencerme para mostrar estos cuadernos», confiesa Sergi Arola (Barcelona, 1968) sentado en una de las mesas de su restaurante Sergi Arola Gastro. «Son algo muy íntimo. En estos cuadernos apunto ideas, reflexiones empresariales, bocetos... Es algo que acabas haciendo muy tuyo, un reflejo de tu manera de entender la vida. Y es algo que me cuesta mucho mostrar». Y añade: «No tengo ni idea de cuántos de estos blocs tengo», asegura el chef, reconocido, entre otras cosas, con dos estrellas Michelin. «Los voy amontonando en una caja. Y muchos están sin terminar. A lo mejor empiezo con uno, después me regalan otro y abandono el anterior. No hay método. Soy mucho más rockero con esto». La idea de un plato siempre empieza en la cabeza, pero después no hay urgencia por llevarla al papel. «No voy con un cuaderno por ahí apuntando todo lo que se me ocurre. Si estoy en el mercado y me viene a la cabeza una idea, ahí queda. Si después, cuando llego al restaurante, no la recuerdo, quiere decir que no valía la pena». Sí hay mucho dibujo, mucho color, entre sus notas. «¡No me relaja nada dibujar!», afirma contundente. «Simplemente me sirve para plasmar lo que tengo en la cabeza. O para comprender los aspectos cromáticos de un plato». Es también un modo de comunicar un concepto: «Al trabajar después con mi equipo, necesito que puedan ver un planteamiento muy cercano a lo que quiero».
Cada cuaderno tiene una historia detrás. Quizá lo compró en el aeropuerto de París, o en Hong Kong, o en Chile... Entre los blocs que ha desempolvado Arola, alguno de 2003, otro de 2010, el que actualmente utiliza... Con todos mantiene esa doble actitud. Son una herramienta de trabajo, pero también unos documentos muy personales. «Quién sabe, algún día igual me giro y los tiro todos. ¡Tengo mucho más apego a los trabajos de mis hijas en el colegio que a mis cuadernos!». Dicho queda.
Diego Guerrero: "Los guardo todos ¡Desde hace 15 años!"
«Necesito estar activo mientras pienso. Siempre me ha gustado dibujar mientras pienso. Lo he hecho desde crío, ¿será síntoma de una adolescencia mal llevada?», bromea este vitoriano del 75 que a finales de 2013 se emancipó de El Club Allard, el local con el que consiguió dos estrellas Michelin. Quería volar por libre, abrir un establecimiento que reflejara su propia personalidad en la cocina. Tras unos meses de trabajo, inauguró su nuevo establecimiento en Madrid: DSTAgE. Abrió en julio y ya ha conquistado una estrella Michelin.
Todo empezó con una servilleta, donde iba apuntando conceptos y dibujos, que sorprendentemente se parecen mucho a lo que puede verse hoy en su restaurante. «Lo pinté mil veces. Un escenario (stage significa precisamente eso). Unas mesas alrededor de una barra, una cocina abierta que puede verse desde la sala...
«Todo esto lo tenemos hoy aquí», explica mientras señala a su alrededor. Hoy, esa servilleta inaugura uno de sus múltiples cuadernos. Diego los guarda todos. Algunos tienen más de 15 años. Repasando minuciosamente todos ellos, podríamos reconstruir su biografía profesional... y personal. Hay apuntes de viajes, notas y, cómo no, muchos dibujos. «Muchas veces, me preguntan que de dónde saco las ideas de los platos. Pues de la vida misma, de los viajes... Y también de nuestras propias ideas antiguas», anotadas en un cuaderno y quizá olvidadas.
Abrir estos cuadernos es, para él, un viaje en el tiempo. «Pasa como con tus fotografías antiguas. Al verlas, piensas: ¿Yo era así?. De repente te encuentras con una receta tuya en un cuaderno y te dices: ¿Yo hacía eso?. Es muy bonito verlo». Sus cuadernos son un batiburrillo de ideas y recetas. Está todo mezclado: pastelería, platos salados, el inventario para una vajilla o incluso etiquetas de algún producto que le ha interesado. Y muchas ilustraciones improvisadas. «A veces parece un jeroglífico, donde hay más dibujos que palabras. Pero yo me entiendo».
«Cocinar -afirma Martín Berasategui- es emprender un viaje, ¡y el mío empezó hace ya 39 años!». Eso sí, de fatiga, nada: «Tengo la veteranía de los cascados y la fuerza de los jóvenes». Recibe a XLSemanal en su restaurante de Lasarte (Guipúzcoa). A él le debe -o más bien sería a la inversa- tres de las siete estrellas Michelin que atesora: cifra que lo convierte en 'plusmarquista' de la alta cocina española. Tiene otras dos en el establecimiento Lasarte del hotel Condes de Barcelona y un par más en M. B., integrado en el Abama Golf & Spa Resort (Tenerife).
«La receta nace en la cabeza, de ahí pasa al papel y, entonces, al trabajo en la cocina: al banco de pruebas creativo, que tenemos funcionando todos los días del año, al tiempo que en la cocina se preparan los servicios para atender al restaurante». Es un proceso muy metódico en el que cada especialidad es apuntada en su propio bloc de notas; o quizá en unas hojas sueltas. Pero todo bien organizado, bien medido. Una vez que cada una de las recetas ha pasado los filtros necesarios esto es, «cuando la receta resulta convincente para nuestro paladar», se pasa el resultado final al ordenador... y los cuadernos y papeles que han servido como materia prima para sus platos terminan en la basura.
«¿Que si me da pena tirarlos? Sí y no. Si tuviera todo el espacio del mundo, quizá lo guardaría todo. Pero por cuestión de espacio, por organización del trabajo y por limpieza lo tenemos que tirar». Él llama a este proceso «ponerle alma a la tecnología».
Las notas iniciales, escritas a puño y letra, han cumplido su papel y están condenadas a desaparecer. Pero lo importante, el plato final, ahí queda. «Las nuestras -resume Martín- son recetas con añada». Y ahora tiene entre manos los cuadernos para el año 2015, que los más afortunados podrán disfrutar la próxima temporada en los restaurantes que regenta. Siempre que hayan quedado correctamente pulidos, claro: «Muchas veces abandonamos una idea y quizá la retomamos al año siguiente». Son los gajes de trabajar con productos de temporada -un pescado, una verdura...-: si no ha dado tiempo a terminarlo, se retoma (o no) unos meses más tarde, cuando vuelvan a estar disponibles los ingredientes necesarios.
Sergi Arola: "Me cuesta mucho enseñarlos"
«Me ha costado mucho convencerme para mostrar estos cuadernos», confiesa Sergi Arola (Barcelona, 1968) sentado en una de las mesas de su restaurante Sergi Arola Gastro. «Son algo muy íntimo. En estos cuadernos apunto ideas, reflexiones empresariales, bocetos... Es algo que acabas haciendo muy tuyo, un reflejo de tu manera de entender la vida. Y es algo que me cuesta mucho mostrar». Y añade: «No tengo ni idea de cuántos de estos blocs tengo», asegura el chef, reconocido, entre otras cosas, con dos estrellas Michelin. «Los voy amontonando en una caja. Y muchos están sin terminar. A lo mejor empiezo con uno, después me regalan otro y abandono el anterior. No hay método. Soy mucho más rockero con esto». La idea de un plato siempre empieza en la cabeza, pero después no hay urgencia por llevarla al papel. «No voy con un cuaderno por ahí apuntando todo lo que se me ocurre. Si estoy en el mercado y me viene a la cabeza una idea, ahí queda. Si después, cuando llego al restaurante, no la recuerdo, quiere decir que no valía la pena». Sí hay mucho dibujo, mucho color, entre sus notas. «¡No me relaja nada dibujar!», afirma contundente. «Simplemente me sirve para plasmar lo que tengo en la cabeza. O para comprender los aspectos cromáticos de un plato». Es también un modo de comunicar un concepto: «Al trabajar después con mi equipo, necesito que puedan ver un planteamiento muy cercano a lo que quiero».
Cada cuaderno tiene una historia detrás. Quizá lo compró en el aeropuerto de París, o en Hong Kong, o en Chile... Entre los blocs que ha desempolvado Arola, alguno de 2003, otro de 2010, el que actualmente utiliza... Con todos mantiene esa doble actitud. Son una herramienta de trabajo, pero también unos documentos muy personales. «Quién sabe, algún día igual me giro y los tiro todos. ¡Tengo mucho más apego a los trabajos de mis hijas en el colegio que a mis cuadernos!». Dicho queda.
Diego Guerrero: "Los guardo todos ¡Desde hace 15 años!"
«Necesito estar activo mientras pienso. Siempre me ha gustado dibujar mientras pienso. Lo he hecho desde crío, ¿será síntoma de una adolescencia mal llevada?», bromea este vitoriano del 75 que a finales de 2013 se emancipó de El Club Allard, el local con el que consiguió dos estrellas Michelin. Quería volar por libre, abrir un establecimiento que reflejara su propia personalidad en la cocina. Tras unos meses de trabajo, inauguró su nuevo establecimiento en Madrid: DSTAgE. Abrió en julio y ya ha conquistado una estrella Michelin.
Todo empezó con una servilleta, donde iba apuntando conceptos y dibujos, que sorprendentemente se parecen mucho a lo que puede verse hoy en su restaurante. «Lo pinté mil veces. Un escenario (stage significa precisamente eso). Unas mesas alrededor de una barra, una cocina abierta que puede verse desde la sala...
«Todo esto lo tenemos hoy aquí», explica mientras señala a su alrededor. Hoy, esa servilleta inaugura uno de sus múltiples cuadernos. Diego los guarda todos. Algunos tienen más de 15 años. Repasando minuciosamente todos ellos, podríamos reconstruir su biografía profesional... y personal. Hay apuntes de viajes, notas y, cómo no, muchos dibujos. «Muchas veces, me preguntan que de dónde saco las ideas de los platos. Pues de la vida misma, de los viajes... Y también de nuestras propias ideas antiguas», anotadas en un cuaderno y quizá olvidadas.
Abrir estos cuadernos es, para él, un viaje en el tiempo. «Pasa como con tus fotografías antiguas. Al verlas, piensas: ¿Yo era así?. De repente te encuentras con una receta tuya en un cuaderno y te dices: ¿Yo hacía eso?. Es muy bonito verlo». Sus cuadernos son un batiburrillo de ideas y recetas. Está todo mezclado: pastelería, platos salados, el inventario para una vajilla o incluso etiquetas de algún producto que le ha interesado. Y muchas ilustraciones improvisadas. «A veces parece un jeroglífico, donde hay más dibujos que palabras. Pero yo me entiendo».
Su desayuno: «Café con leche, pan tostado con aceite de oliva, queso, unas lonchas de jamón y un zumo de naranja. Tomo varias cosas, pero en pequeñas cantidades».
La cena, tortilla con queso, pan, beber agua, postre una pera,.
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