foto,.
Resulta llamativo que dos personas tan poco propensas a
hacer un uso colorista del lenguaje como nuestros dos últimos
presidentes del Gobierno (sino más bien hermanados en un registro
lingüístico romo y mazorral) hayan elegido la palabra 'patria' o su
campo semántico cuando han tenido que formular acuñaciones despectivas: Zapatero
con aquel «patriotismo de hojalata», con el que se refería a quienes se
llenan la boca de invocaciones españolistas; y ahora Rajoy con su
execración de los «salvapatrias de escoba», aludiendo a quienes basan su
programa político en «barrer» (no solo la corrupción, sino también el
sistema... que la sostiene). Estas acuñaciones despectivas
resultan todavía más llamativas si consideramos que ambos gobernantes se
han mostrado siempre remisos a emplear la palabra 'patria' en un
sentido luminoso, imagino que por considerarla obsoleta o fachosa.
Y es natural que nuestros gobernantes rehúyan la mención a la 'patria', y que rechacen el amor que la 'patria' inspira, porque la patria «tierra de los padres» es término concreto, palpable, que inmediatamente inspira un amor ligado a las cosas sencillas con las que estamos muy íntimamente vinculados. El amor a la tierra de nuestros padres solo es posible cuando admitimos que estamos ligados a una misión común, compartida con nuestros antepasados y con nuestros descendientes; una misión que recibimos, heredada a través de la sangre y de la tradición, y que estamos obligados a entregar a quienes vienen detrás de nosotros. Este patriotismo o amor a las cosas concretas que nos transmitieron nuestros padres (afectos y costumbres, posesiones materiales y, sobre todo, espirituales) es exactamente el contrario de las dos formas de patriotismo devaluado que sobreviven hoy, en una época que anhela la ruptura de los vínculos: por un lado, el llamado «sentimiento patriótico», una pura expresión emotivista (cuando no folclórica) que derrama una lagrimilla cuando suena el himno celebrando alguna hazaña deportiva y se disipa con la misma facilidad con que se enardece (o sea, una forma sublimada de cachondeo que nada tiene que ver con el amor); por otro, el llamado «patriotismo constitucional», que nunca hemos entendido exactamente en qué consiste (tal vez porque la expresión constituye en sí misma un oxímoron), pero que se nos presenta como un intento de fabricar un sucedáneo patriótico sin mancomunidad de almas, mediante la mera adhesión a un 'marco legal' establecido que reglamenta la convivencia entre los individuos que pueblan tal o cual territorio, constituido en Estado soberano. Naturalmente, este «patriotismo constitucional» es una paparrucha muy pomposa que, llegada la hora de la verdad, se revela huero, chirle y hebén, porque la gente mientras no está desnaturalizadapuede morir por su casa y por su predio, por la Virgen de su pueblo, por su madre o por su hijo, pero resulta mucho más dudoso que muera salvo que lo obliguen o lo comprendefendiendo ordenanzas o directrices ministeriales.
Y, junto a estos patriotismos devaluados o falsorros, está aquel patriotismo tan frecuente al que se refería socarronamente Julio Camba, cuando señalaba que en España había muchísimas personas de cuyo patriotismo no tenemos otra noticia que las gallinas que se engullen, las copas que se sorben o los cigarros que se fuman; y este patriotismo de los zampones no ha hecho desde entonces sino crecer. Señalaba también Camba que el problema de España, con sus voces ásperas de violencia terrible y sus puñetazos en las mesas de los cafés, se solucionaría metiendo algunos millones de duros, «siempre, naturalmente, que los millones no se quedaran todos en unos pocos bolsillos», que suelen ser los de esos mismos zampones, quienes apenas notan los millones en sus bolsillos corren a guardarlos muy patrióticamente en algún paraíso fiscal. Ciertamente, las voces ásperas y los puñetazos en las mesas (salvapatrias de escoba, en la jerga gubernativa) quizá no sean el mejor modo de acabar con los tipejos que engullen gallinas, sorben copas y fuman cigarros, mientras se meten unos millones de duros en los bolsillos; pero tal vez los «salvapatrias de escoba» no hubiesen ni siquiera alzado la voz si antes no se hubiese dejado proliferar a los ministros aprovechateguis, a los alcaldes corruptos, a los presidentes autonómicos evasores de capitales y a los partidos políticos convertidos en cónclaves de 'sobre-cogedores'.
Pero es natural que, allá donde el noble amor a la patria es una pasión perseguida o vergonzante, proliferen quienes se dedican a expoliarla.
TÍTULO: EL BLOC DEL CARTERO, Élodie Bouchez--ACTRIZ CINE,.
Élodie Bouchez (Montreuil, Sena-San Denis, 5 de abril de 1973) es una actriz francesa de cine y televisión ganadora de dos premios César. Uno en 1995 por Los juncos salvajes de André Téchiné y otro en 1998 por La vida soñada de los ángeles de Erick Zonca y del premio a la mejor interpretación femenina en Cannes en 1998 por La vida soñada de los ángeles junto con Natacha Régnier.
André Téchiné se da cuenta de su talento en Le Péril jeune (de Cédric Klapisch) y le ofrece uno de los papeles principales de Les Roseaux sauvages, que más tarde le vale el César du meilleur Jeune espoir féminin en 1995. Durante la presentación de la película, conoce a Stéphane Rideau y Gaël Morel, con quines forma el trío de À toute vitesse en 1996.
Su registro interpretativo es bastante amplio, hace de muda en Clubbed to Death de Graham Guit, de drogadicta en Le Ciel est à nous y participa en producciones independientes como Louise (take 2) en 1997. En 1998, comparte con Natacha Régnier el protagonismo en La Vie rêvée des anges de Erick Zonca, que les valió a ambas el premio a la mejor actuación femenina del festival de Cannes en 1998.
En 1999, colabora con su compañero Jean-Marc Barr, a quien conoció en J'aimerais pas crever un dimanche (1998). Bajo la dirección de Barr (y de Pascal Arnold), Bouchez aparece en Lovers, Too Much Flesh (con Barr) y Being light en la llamada "Trilogie de la liberté".
En 2000, comienza su carrera en Estados Unidos con Shooting vegetarians. Más tarde aparece en CQ, primer film de Roman Coppola presentado en Cannes en 2000, y en America Brown en 2003. No ha abandonado el cine francés y aparece en producciones como Le Petit Poucet de Olivier Dahan o Brice de Nice en 2005.
También ha aparecido en series de televisión como The L Word y ha realizado uno de sus mejores papeles televisivos con la interpretación de Renée Rienne, una asesina a sueldo en la serie de televisión Alias.
Y es natural que nuestros gobernantes rehúyan la mención a la 'patria', y que rechacen el amor que la 'patria' inspira, porque la patria «tierra de los padres» es término concreto, palpable, que inmediatamente inspira un amor ligado a las cosas sencillas con las que estamos muy íntimamente vinculados. El amor a la tierra de nuestros padres solo es posible cuando admitimos que estamos ligados a una misión común, compartida con nuestros antepasados y con nuestros descendientes; una misión que recibimos, heredada a través de la sangre y de la tradición, y que estamos obligados a entregar a quienes vienen detrás de nosotros. Este patriotismo o amor a las cosas concretas que nos transmitieron nuestros padres (afectos y costumbres, posesiones materiales y, sobre todo, espirituales) es exactamente el contrario de las dos formas de patriotismo devaluado que sobreviven hoy, en una época que anhela la ruptura de los vínculos: por un lado, el llamado «sentimiento patriótico», una pura expresión emotivista (cuando no folclórica) que derrama una lagrimilla cuando suena el himno celebrando alguna hazaña deportiva y se disipa con la misma facilidad con que se enardece (o sea, una forma sublimada de cachondeo que nada tiene que ver con el amor); por otro, el llamado «patriotismo constitucional», que nunca hemos entendido exactamente en qué consiste (tal vez porque la expresión constituye en sí misma un oxímoron), pero que se nos presenta como un intento de fabricar un sucedáneo patriótico sin mancomunidad de almas, mediante la mera adhesión a un 'marco legal' establecido que reglamenta la convivencia entre los individuos que pueblan tal o cual territorio, constituido en Estado soberano. Naturalmente, este «patriotismo constitucional» es una paparrucha muy pomposa que, llegada la hora de la verdad, se revela huero, chirle y hebén, porque la gente mientras no está desnaturalizadapuede morir por su casa y por su predio, por la Virgen de su pueblo, por su madre o por su hijo, pero resulta mucho más dudoso que muera salvo que lo obliguen o lo comprendefendiendo ordenanzas o directrices ministeriales.
Y, junto a estos patriotismos devaluados o falsorros, está aquel patriotismo tan frecuente al que se refería socarronamente Julio Camba, cuando señalaba que en España había muchísimas personas de cuyo patriotismo no tenemos otra noticia que las gallinas que se engullen, las copas que se sorben o los cigarros que se fuman; y este patriotismo de los zampones no ha hecho desde entonces sino crecer. Señalaba también Camba que el problema de España, con sus voces ásperas de violencia terrible y sus puñetazos en las mesas de los cafés, se solucionaría metiendo algunos millones de duros, «siempre, naturalmente, que los millones no se quedaran todos en unos pocos bolsillos», que suelen ser los de esos mismos zampones, quienes apenas notan los millones en sus bolsillos corren a guardarlos muy patrióticamente en algún paraíso fiscal. Ciertamente, las voces ásperas y los puñetazos en las mesas (salvapatrias de escoba, en la jerga gubernativa) quizá no sean el mejor modo de acabar con los tipejos que engullen gallinas, sorben copas y fuman cigarros, mientras se meten unos millones de duros en los bolsillos; pero tal vez los «salvapatrias de escoba» no hubiesen ni siquiera alzado la voz si antes no se hubiese dejado proliferar a los ministros aprovechateguis, a los alcaldes corruptos, a los presidentes autonómicos evasores de capitales y a los partidos políticos convertidos en cónclaves de 'sobre-cogedores'.
Pero es natural que, allá donde el noble amor a la patria es una pasión perseguida o vergonzante, proliferen quienes se dedican a expoliarla.
TÍTULO: EL BLOC DEL CARTERO, Élodie Bouchez--ACTRIZ CINE,.
Élodie Bouchez-foto
Élodie Bouchez | ||
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Nombre de nacimiento | Élodie Bouchez | |
Nacimiento | Montreuil, Sena-San Denis, Francia 5 de abril de 1973 (41 años) |
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Características físicas | ||
Estatura | 1'72 cm | |
Familia | ||
Cónyuge | Thomas Bangalter | |
Premios | ||
Festival de Cannes | Mejor actriz 1998 La vida soñada de los ángeles |
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Premios César | Mejor actriz revelacion 1995 Los juncos salvajes Mejor actriz 1998 La vida soñada de los ángeles |
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Ficha en IMDb |
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Biografía
Nace en Montreuil y estudia en el instituto de Saint Thomas d'Aquin antes de estudiar arte dramático en la Université de Paris X Nanterre. Comenzó como bailarina, pero más tarde, se decantó por el cine con Stan the Flasher de Serge Gainsbourg y Le Cahier volé de Christine Lipinska, donde tiene su primer papel principal. Es madre de dos hijos,Tara-Jay y Roxan, con su esposo, Thomas Bangalter, miembro y fundador junto con su compañero Guy Manuel de Homem-Christo de la misma procedencia, del dúo de música electrónica Daft Punk.André Téchiné se da cuenta de su talento en Le Péril jeune (de Cédric Klapisch) y le ofrece uno de los papeles principales de Les Roseaux sauvages, que más tarde le vale el César du meilleur Jeune espoir féminin en 1995. Durante la presentación de la película, conoce a Stéphane Rideau y Gaël Morel, con quines forma el trío de À toute vitesse en 1996.
Su registro interpretativo es bastante amplio, hace de muda en Clubbed to Death de Graham Guit, de drogadicta en Le Ciel est à nous y participa en producciones independientes como Louise (take 2) en 1997. En 1998, comparte con Natacha Régnier el protagonismo en La Vie rêvée des anges de Erick Zonca, que les valió a ambas el premio a la mejor actuación femenina del festival de Cannes en 1998.
En 1999, colabora con su compañero Jean-Marc Barr, a quien conoció en J'aimerais pas crever un dimanche (1998). Bajo la dirección de Barr (y de Pascal Arnold), Bouchez aparece en Lovers, Too Much Flesh (con Barr) y Being light en la llamada "Trilogie de la liberté".
En 2000, comienza su carrera en Estados Unidos con Shooting vegetarians. Más tarde aparece en CQ, primer film de Roman Coppola presentado en Cannes en 2000, y en America Brown en 2003. No ha abandonado el cine francés y aparece en producciones como Le Petit Poucet de Olivier Dahan o Brice de Nice en 2005.
También ha aparecido en series de televisión como The L Word y ha realizado uno de sus mejores papeles televisivos con la interpretación de Renée Rienne, una asesina a sueldo en la serie de televisión Alias.
Filmografía
- 2008:Seul two con Eric et Ramzy
- 2006:Ma place au soleil
- 2005:
- 2003:
- Stormy weather de Solveig Anspach
- America Brown de Paul Black
- A quoi ça sert de voter écolo ? de Aure Atika
- 2002:
- 2001:
- CQ de Roman Coppola
- La Guerre à Paris de Yolande Zauberman
- La Merveilleuse odyssée de l'idiot toboggan de Vincent Ravalec
- Being light de Jean-Marc Barr
- Le Petit Poucet de Olivier Dahan
- 2000:
- La Faute à Voltaire de Abdellatif Kechiche
- Too Much Flesh de Jean-Marc Barr
- Shooting vegetarians de Mikey Jackson
- The Beat nicks de Nicholson Williams
- 1999:
- 1998:
- J'aimerais pas crever un dimanche de Didier Le Pêcheur
- Les Kidnappeurs de Graham Guit
- La Vie rêvée des anges de Érick Zonca
- Je veux descendre de Sylvie Testud
- Zonzon de Laurent Bouhnik
- 1997:
- Louise (take 2) de Siegfried
- Les Raisons du cœur de Markus Imhoof
- Clubbed to Death (Lola) de Yolande Zauberman
- Le Ciel est à nous de Graham Guit
- Les Fantômes du samedi soir de Olivier Dahan
- 1996:
- La Divine poursuite de Michel Deville
- La Propriétaire de Ismail Merchant
- A toute vitesse de Gaël Morel
- Mademoiselle personne de Pascale Bailly
- 1995:
- 1994:
- Le Péril jeune de Cédric Klapisch
- Les Roseaux sauvages de André Téchiné
- Les Mots de l'amour de Vincent Ravalec
- Le Chêne et le roseau de André Téchiné
- 1992:
- 1989:
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