CREO EN LA VERSATILIDAD FEMENINA,.
-foto-Susanna Griso: "Creo en la versatilidad femenina,.
- Su sonrisa y rigor han conquistado a medio millón de espectadores... y a nuestras lectoras, que la han convertido en una de nuestras ganadoras.
Susanna Griso es una apasionada de la información, que espera a sus hijos a la salida del colegio con el guión del programa sobre las rodillas y que, mientras ellos hacen los deberes, prepara la entrevista del personaje con el que va a lidiar al día siguiente. En nuestra conversación, se muestra positiva, alegre, rotunda... y muy ilusionada por este premio que le acaban de dar las lectoras de Mujerhoy: Saber que me habían escogido me ha dado muchísima alegría, confiesa con una sonrisa.
Mujerhoy. Que sea mujer, ¿le da un toque diferente al programa que presenta, Espejo público?
Susanna Griso. Tengo la sensación de que no hay sexo a la hora de presentar. Espejo público lo dirige una mujer, Belén García, lo presento yo y, además, es un programa muy colegiado en el que debería primar esa visión femenina. Pero la mayoría de nuestros espectadores son hombres. Quizá se deba a que los contenidos son más informativos, más unisex. La actualidad no tiene género.
MH. ¿Es una casualidad que los programas de televisión de las mañanas estén dirigidos casi siempre por mujeres?
SG. No sé si es una casualidad o no, pero creo mucho en la versatilidad femenina para pasar de un contenido a otro sin esfuerzo.
MH. A la vez, resulta curioso que los programas de corazón más asociados a un público femenino los presenten hombres.
SG. Es cierto. [Sonríe]. Tradicionalmente las mujeres se quedaban con los magazines de tarde y los hombres, con los de mañana. Pero también eso está cambiando.
MH. ¿Qué tipo de vida lleva con los horarios de Espejo público?
SG. ¡Esto es un sacerdocio! Tengo la sensación de que vivo para trabajar. Antes, cuando estaba en informativos, sí tenía la sensación de desconectar en algún momento del día. Ahora, eso es imposible.
MH. ¿Es una periodista a unos cascos pegada?
SG. Más o menos [Risas]. Cuando salgo, voy corriendo para llegar a ver el informativo; luego, los programas de la tarde, los magazines de radio, estoy pendiente de los digitales... Solo desconecto una hora para hacer deporte.
MH. Esta esclavitud tiene que ser muy vocacional...
SG. ¡Sin duda! Si trabajas a disgusto, esto no funciona. Tienes que estar muy ilusionada y tener ganas de estar conectada a la actualidad continuamente por curiosidad.
MH. ¿Alguna vez creyó que este ritmo que lleva iba a ser temporal, por un par de años?
SG. Sí, me lo planteé como algo provisional. Pero llegó un momento en que decidí no hacer planes en esta profesión, porque nunca se cumplen. De hecho, siempre pensé que estaba más capacitada para trabajar en prensa escrita o que terminaría siendo corresponsal de algún medio impreso. Y aquí estoy, nunca he sido corresponsal y casi todos los planes que he hecho se han cumplido en sentido contrario.
MH. Pero Espejo público se ha consolidado y, lo que pensaba que iba a ser una etapa va camino de los 10 años.
SG. Esto es así. Mantenemos unas audiencias buenísimas, hemos conseguido que mucha gente se acostumbre a informarse viéndonos por las mañanas. Con lo que supone en esfuerzo y trabajo piensas: ¿Ahora voy a dejarlo y a empezar a picar piedra en otro lado, con otro horario, con otros contenidos...?. Es difícil cambiar cuando estás inmerso en esta vorágine.
MH. ¿Tiene cargo de conciencia por no dedicar más tiempo a su familia?
SG. Tengo algún cargo de conciencia, pero no tanto por la cantidad de tiempo como por la calidad del mismo. Procuro ser muy activa por las tardes y me he convertido en el prototipo de madre que acompaña a sus hijos a todas partes. Los llevo a sus actividades extra escolares a diario y, como no siempre coinciden en horarios, hay tardes que hago de taxista unas 10 veces.
MH. Una taxista con la radio siempre encendida, claro.
SG. Y con la documentación sobre las rodillas y cuadrando la agenda. Muy a su pesar, mis hijos están informadísimos de lo que pasa por el mundo. [Risas] Sus padres son periodistas y en casa es casi obligado que estén al quite de todo. No le extrañará, pues, que acaben queriendo ser periodistas. Pues no lo sé, porque tienen 11 y nueve años y tan pronto quieren ser cantantes como misioneros, empresarios o veterinarios.
MH. ¿La conciliación es cosa suya?
SG. No, esto va por etapas. Las ha habido en las que mi marido ha podido estar más pendiente. Pero la doble jornada, ahora, es para mí.
MH. Por su horario, sus hijos no la ven salir en televisión.
SG. No, porque cuando hay algún festivo que yo trabajo y ellos no van al colegio, hay programas más divertidos que el mío [Risas].
MH. ¿Están encantados de que su madre sea una persona a la que reconocen por la calle?
SG. Ahora empiezan a ser algo más conscientes, pero yo siempre he procurado que no fueran mitómanos ni idealizaran esta profesión. Siempre les he dicho que mi trabajo es como cualquier otro o que mi horario es el mismo que el del panadero.
MH. ¿Siente el poder que tiene?
SG. Siento que algunas de las cosas que afirmo en el programa tienen trascendencia. Por eso, cuando hago una queja, la tengo muy amarrada porque los digitales tardan 10 minutos en reproducirla.
MH. Recibirá muchas presiones...
SG. Son consustanciales a la profesión. Los teléfonos siempre van a sonar, pero lo importante es que tus superiores no te trasladen esas presiones. En este sentido, te aseguro que me siento muy libre.
MH. ¿Cómo se relaciona con los políticos?
SG. Mantengo relación con ellos porque me aportan claves que necesito en mi trabajo. Quedo con ellos a comer o a tomar un café porque, evidentemente, me interesa saber qué se cuece en Ferraz, en Génova, en Izquierda Unida o en Podemos.
MH. ¿Y esa cercanía no le condiciona más tarde?
SG. Procuro que no, porque no entiendo esta forma de relación como una amistad, sino como un necesario intercambio de información.
MH. ¿Qué consejo le daría a un joven que quiere ser periodista?
SG. Que se prepare a fondo, porque nunca puedes saber por qué derroteros te va a llevar esta profesión.
TÍTULO: SI TIENES MINUTOS Y DESCANSO,.LAS AMERICAS,.
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Estos días en que la Navidad nos rodea por todas partes no puedo dejar de acordarme de ellos. Sí, de todos esos jóvenes que me he ido encontrando en mi último periplo americano: Miami, donde participé en su Feria del Libro, Panamá, Costa Rica... En cada acto público siempre había jóvenes españoles con los que aprovechaba para hablar. No solo por la ilusión de encontrarme con ellos lejos de casa, sino por el interés que sentía por conocer sus historias. Todos habían hecho las Américas porque en España no encontraban trabajo.
Lo mismo sucedió hace unas cuantas décadas, cuando miles de españoles se embarcaron buscando una vida mejor. Trabajaron, salieron adelante, se casaron, tuvieron hijos, y allí se quedaron. A muchos de ellos les he ido conociendo en Colombia, México, Argentina, Chile... Personas que un día tuvieron que emigrar, por causas políticas o económicas, y cuyos hijos y nietos presumen precisamente de sus orígenes españoles. He escuchado historias tristes o hermosas, pero todas con ese punto agridulce del que se tuvo que ir. Y ya digo que la historia se repite y que América, siempre generosa, vuelve a ser tierra de acogida.
En este último viaje conocí a una jovencísima enfermera que acababa de llegar a Panamá dispuesta a abrirse camino; a un grupo de chicos y chicas canarios, que después de haber estudiado Imagen y Sonido, decidieron montar su propia empresa y, afortunadamente, les iba viento en popa.
En Miami conocí a una periodista valenciana, que harta de estar en paro, se había ido en busca de trabajo y no solo lo había encontrado, sino que había ganado algunos premios como guionista de televisión. O a una joven antropóloga andaluza que, desesperada por no haber trabajado nunca tres años después de haber terminado la carrera, había cruzado el charco en busca de trabajo y lo había encontrado en una de las Universidades de Miami.
En Costa Rica, el director de marketing del hotel me dijo que era de Lérida, y el jefe de cocina, andaluz. Y mientras firmaba libros conocí a una chica de Galicia que trabajaba para una empresa de publicidad. Todos jóvenes y sobradamente preparados, todos emigrantes a la fuerza porque aquí no han encontrado trabajo. Lo peor, me decían, es la nostalgia que sienten durante estas fechas. Les va bien, sí, porque al menos tienen trabajo, pero tampoco es que ganen tanto como para poder comprar un billete de avión y volver a casa por Navidad. Así que hacen de tripas corazón y aceptan las invitaciones de sus nuevos amigos para cenar el 24 o recibir el nuevo año.
Mientras conversaba con unos y con otros no podía dejar de sentir una punzada de rabia al pensar que un país que exporta a sus jóvenes, que exporta tanto talento e inteligencia, es un país que está renunciando a lo mejor de su futuro. Los culpables tienen nombre y apellidos, pero lo dejo para otro día, haré buena la tregua de Navidad.
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