El domingo -17- Febrero, a las 21:30 por La Sexta, foto,.
Un respiro a la enfermedad mental,.
Feafes atiende a más de una treintena de personas en su sede de Valcorchero,.
«Nuestro objetivo es favorecer su autonomía y por eso realizamos talleres en los que les inculcamos la necesidad de que tomen la medicación, pautas para el aseo personal y llevar una alimentación saludable,... pero también otros talleres de informática, manualidades, cine, relajación, actividades para favorecer la memoria, etcétera», explica Urbano Núñez, presidente de la Asociación de Familias y Personas con Enfermedad Mental de Plasencia y comarcas desde 2002.
Son cuatro profesionales las que se ocupan de atender a las personas con enfermedad mental que cada día acuden a la sede de Feafes en Valcorchero para la realización de los diferentes talleres, entre los que hay también otros de habilidades sociales para favorecer su relación con los demás. «Ofrecemos un servicio desde las nueve de la mañana hasta las seis de la tarde de lunes a viernes, incluido el comedor, para que nuestros usuarios puedan ocupar su tiempo aprendiendo y mejorando», señala Urbano Núñez. «Pero también para que sus familias tengan ayuda, tiempo libre, un respiro», añade.
Por eso hace un llamamiento a las familias que tengan a su cargo a alguna persona con enfermedad mental, «para que acudan a nosotros, porque les podemos ayudar; no solo a los afectados, sino también a los familiares, porque les podemos dar las pautas precisas para que aprendan cómo llevar a una persona con enfermedad mental».
«Nuestro objetivo es favorecer su autonomía a través de talleres prácticos y de habilidades sociales», explica su presidente
Urbano Núñez afirma que «aunque se ha
mejorado en los últimos años, aún hay mucho que avanzar en este terreno,
todavía hay personas a las que les da miedo ir a una asociación que
ayuda a personas con enfermedad mental, porque sigue siendo algo
desconocido, porque esta enfermedad sigue estigmatizada». Desde su punto
de vista, «igual que se han comenzado a visualizar otras
discapacidades, es preciso que también se hable de la enfermedad mental
para que también se visualice».Deja claro que en esta patología, hay una gran variedad y muchos grados, y no siempre incapacita a la persona. «Algunos de nuestros usuarios pueden llevar una vida independiente, con medicación y atención psicológica». Pero tanto los que viven solos como los que lo hacen con sus familiares, «tienen ayuda en Feafes, un asociación declarada de interés público».
TITULO: CAFE
GIJON - MANZANAS VERDES -Del «derecho a decidir» al «viva España» ,.
CAFE GIJON,.
Café Gijón - foto,.
MANZANAS VERDES -Del «derecho a decidir» al «viva España» ,.
MANZANAS
VERDES - Del «derecho a decidir» al «viva España» , fotos,.
En los alrededores del Tribunal Supremo transcurre la cotidianidad con algunos puntos tomados por los carteles a favor y en contra del 'procés',.
La noticia podría ser la tranquilidad de la ciudad. El transcurso de una mañana inusual, más por el despliegue de policías y periodistas que por las manifestaciones políticas o una batalla de pancartas. Son tímidos y civilizados apoyos a favor y en contra. Cuando entraron los autobuses y furgones de la Guardia Civil apenas se escuchó un grito de «golpistas». Uno solo. Más ruido hacen los obreros del número 5 de Villa de París.En el Paseo Recoletos, cinco personas sostienen un cartel: Euskal Herria siempre amb Catalunya. «Venimos por el derecho a decidir la autodeterminación» afirma Sabin Goirigolzarri, portavoz de la plataforma Gure Esku. «Hoy hemos venido a apoyar a los catalanes porque el pueblo vasco también ha sufrido estas persecuciones». Goirigolzarri llegó desde Mungia (Vizcaya) a Madrid anoche y está en los alrededores del Supremo desde la madrugada.
En esa acera, donde Torra dio un pequeño mitin, también está Rufián, muy galán con su sobretodo negro y perfectamente afeitado, a la espera de cualquier micrófono que se acerque a sus labios. Nada amarillo decora su ropaje. A su alrededor otras elegantes figuras sí portan una bufanda muy amarilla. Conteo total: unas 150 personas, cuatro banderas republicanas. Ningún andaluz, gallego o extremeño.
Un altercado: un anciano de gorra de golfista quiere cruzar por el medio del paseo, en el semáforo donde dos policías nacionales le bloquean el paso y le piden que prosiga por la acera lateral. El hombre enfurece. «Estáis a nuestro servicio», gesticula y obedece. En el paso de peatones, un yuppie de La Castellana dice por el móvil: qué desastre. Sin embargo, nada altera demasiado el paisaje. «En principio, todo tranquilo», dice uno de los policías. «Sólo algún espontáneo».
No hay rastro de una mayoría que vive el procés con normalidad democrática, como sucedió con la moción de censura. Los transeúntes parecen no darse cuenta de cuán civilizada es España.
Patriotas y patriotas
Más cerca del palacio del Supremo se aposta un grupo de patriotas de Cataluña. Con ñ. Con banderas de España. Tienen carteles con lemas como «Golpistas a prisión», «En Cataluña la mafia secesionista trata de intimidar a los jueces», «Llarena para presidente» o «Qué República de cojones». Vienen de Mataró en autocar. Son 22. «Catalán verdadero», se golpea el pecho Santiago Pulido. Desde posiciones opuestas coincide, no obstante, con los de Recoletos en algo: no hay libertad de expresión. En la calle están ambos extremos.La esencia de los clichés de Torra es recogida por algunos manifestantes que persisten en la calle. «Fin de la represión franquista, libertad de los presos políticos, exigir verdadera democracia», repite una y otra vez Ana García, «estudiante de idiomas» de la Uned y activista del Sindicat de Estudiants, que convoca una huelga para hoy.
Muy tímida, una señora está cerca de ellos, sin conocerlos pero quizás buscando protección por lo que pudiera pasar y no sucede. Modesta de los Ángeles Martínez, madrileña de 62 años pero vecina de Gerona desde hace 20, sostiene una bandera de España. «Allí no puedo colgarla. Pau, mi marido, sí tiene la catalana en la ventana, pero no deja que ponga la mía por miedo a que le hagan algo al coche», dice. Aunque llegó temprano no quería ser de los cien asistentes al juicio que aguardaban a las puertas del Supremo. «No los quiero ni ver».
«Poneos ahí, poneos ahí», dice uno de los miembros de ADÑ, una organización «nacional sindicalista» que se prepara para presentarse en las elecciones europeas, cuando cruza un grupo compacto de unos quince independentistas. «Viva España», les grita. Otros sueltan algunos lemas rápidos y a media voz.
La policía está atenta. Los de amarillo no ceden a la provocación. «Apretad, apretad», se burlan quienes media hora antes trataron de interrumpir a Torra, pero fueron ahuyentados por la policía, como reconoce Luis Alonso, teleoperador de 42 años y militante de esa asociación «patriota». El intento de convertir las afueras del Supremo en algo similiar a un terreno de hooligans fracasa. El juicio empieza.
Disolución espontánea
A las once de la mañana, cuando el abogado de Junqueras tiene la palabra en la vista oral, se disuelven las pequeñas concentraciones en las calles. En Recoletos queda apenas una veintena de independentistas que guardan sus banderas. Un gran lazo de gomaespuma amarilla todavía destaca recta, aguantado su mástil entre la espalda y el jersey también amarillo de un hombre que, gracias a su gorro a juego, parece más un Pocoyó soleado que un héroe independentista. Solitario, persiste con cierta melancolía entre los rezagados, a ver si el micro de La Sexta, el único que aún pulula por ahí, se acerca.Acantonados en Génova, los de ADÑ han empapelado un cartel publicitario con folios que nada agradable dicen de Puigdemont, y gozan de cierta popularidad gracias a que dos furgones de la Policía Nacional, con varios agentes, les rodean sin incordiar. Doña Modesta habla con un corresponsal francés que compara la situación con el día nacional de Francia. Qué de cosas se aprenden en una manifestación. Aunque la zona está rodeada de furgones antimotines, no ha sido necesario siquiera desenvainar la cachiporra.
Dentro del Supremo, el receso de las 12 se ha obviado, nadie sale de la sala y la docena de móviles del público abandonados en una caja de la entrada bajo custodia policial, repican como campanas que llaman a la oración.
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