TITULO: A Crush, la pasta te aplasta - ANA ZAFRA El amor en los tiempos del coronavirus ,.
El viernes -14- Febrero a las 22:00 por La 1, foto.
ANA ZAFRA El amor en los tiempos del coronavirus ,.
El amor en los tiempos del coronavirus,.
Si bien el virus asiático se considera aún una epidemia, nuestro gusanillo genético, el del amor, ha constituido la pandemia más universal y duradera de la humanidad porque, a diferencia del pobre bicho coroniforme, la lombriz amorosa es incorpórea y no hay vacuna capaz de erradicarla.
Parecería que con cada nueva infección humana pudiera debilitarse, pero ha vencido guerras y bombas atómicas. Rindió al sida y sus puritanas amenazas de apocalipsis. Por eso, ahora, unas cuantas recomendaciones de la OMS no van ni a rozarlo. Las mascarillas anti-besos, el espacio anti-contagios o el «noli me tangere» que prohíbe hasta los apretones de manos -un alcalde italiano, arrimando el ascua a su sardina, ha recomendado, en su lugar, el saludo fascista-, nada servirá para aniquilarlo porque el virus del amor muta a través de los tiempos y se adecua a lo que venga.
El virus del amor, que genera guerras mientras mejora el sistema inmunológico, no tiene cura. Quien lo probó lo sabe
Y es que en la era de la tecnología, el
personalismo, el consumo y los placeres, los usos amorosos no se parecen
a los de antaño. Para empezar porque, como dice el filósofo José Antonio Madina, vivimos en una «soledad interconectada». Es decir, que ante la dificultad de establecer relaciones cara a cara -igual debido a que hay quien apenas levanta la vista del móvil- lo que se impone es buscar el amor en Internet. Las aplicaciones de citas, cual supermercado 'online', ofrecen todo tipo de productos. No hay que ir a la discoteca ni pasarse el día de copas para conocer a tu media naranja. Si siempre se dijo que los amantes vivían en las nubes, ahora no hay más que subirse a ellas -cibernéticamente hablando- para que un algoritmo, en base a lo que cada uno haya querido contarle, ofrezca una pareja ideal. Es práctico, sencillo y aséptico. Luego si el amante te sale bandido solo tienes que volver al éter virtual y seleccionar otro con menos azúcar o leche desnatada: «Su café -perdón, su príncipe azul-, gracias». Hasta hay un síndrome -todas las cosas modernas vienen con síndrome incorporado- de 'Tinderella', que consiste en disfrutar más con el tonteo en la aplicación que conociendo al que podría ser el amor de tu vida, no sea que luego le huelan los pies o tenga los dientes grandes.
También es la era del amor retrasmitido, minuto a minuto, vía redes sociales. Esas parejas más felices de mostrar su felicidad que de disfrutarla. Esos enamorados -de la cámara-, envidia de otros mortales que sufren de desamor o, simplemente, no se sienten tan fotogénicos. Si el Romanticismo pintó un amor atormentado, espiritual, gustoso de intimidad, la era digital vive inmersa en la «extimidad» total, ya sea para mostrar el eros, el tánatos o la costumbre de desayunarse un kiwi. Aunque ese amor con GPS haya traído, además de la banalización y el hastío, el control y el acoso.
Científicos del mundo: no se esfuercen. En pantallas o tálamos, el virus del amor, que genera guerras mientras mejora el sistema inmunológico, no tiene cura. Quien lo probó lo sabe.
TITULO: PUERTA CON PUERTA CANAL EXTREMADURA - Charla de José Jerez Iglesias en el chalé de los Málaga de Cáceres,.
Charla de José Jerez Iglesias en el chalé de los Málaga de Cáceres,.
TITULO:Trastos y tesoros - CANAL EXTREMADURA - El violinista ruso Dmitry Sinkovsky toca junto a la OEx el jueves en Badajoz,.
El violinista ruso Dmitry Sinkovsky toca junto a la OEx el jueves en Badajoz,.
TITULO: Documental - Atajate tiene nombre de mujer.
El queso de almendras que ni es queso ni lleva leche
Con la receta de su retatarabuela, Vicente Pastora elabora un dulce llamado "queso de almendras" en la panadería Rocío de Atajate, el pueblo más pequeño de Málaga. Está tan bueno que es nuestro producto del mes.
Cruzarse con alguna persona por las calles de Atajate no es tarea fácil. Encontrar a un niño
o una niña, casi un milagro: solo hay 12 menores de edad. El pueblo más
pequeño de Málaga tiene oficialmente 169 habitantes, pero en realidad
solo residen habitualmente unos 80; aquí no existen las tiendas ni el
cajero automático. La farmacia es un botiquín: a cambio, hay tres restaurantes y unas cuantas casas rurales; el silencio es constante, como el blanco de las fachadas encaladas.
La España vacía tiene aquí una isla más allá del territorio
marcado por Sergio del Molino. A ella se llega en una travesía que
supera el puerto de Encinas Borrachas (a saber qué tomaron, porque
están, literalmente, dobladas). Y, si vas de copiloto, quizás con el
estómago revuelto debido al millón de curvas. Los sudores fríos merecen
la pena. Además de un paisaje de cumbres calizas y bosques de castaños,
en Atajate espera un producto sabroso y contundente. Es el queso de
almendras, que no requiere ni vacas, ni cabras ni ovejas para su
elaboración, porque ni es queso ni lleva leche.
Su secreto se guarda en un pequeño rinconcito de la calle
Nueva, cerca de las casas de Carmen “la de Chasquito”, Rosario “la
inglesa”, Anita “la jubriqueña”, Rosalía “la Pepa” o Catalina “la
patro”. En Atajate las viviendas tienen un azulejo en la puerta con el
nombre de las mujeres que viven o han vivido en ellas: es su manera de
reivindicar a la mujer rural. Se les olvidó, quizás, el número 19 de
esta calle Nueva, donde falta el cartel que podría anunciar a Lina la
tahonera. Porque allí está la panadería Rocío,
abierta en 1942 y cuyas paredes son memoria de la sabiduría panadera y
repostera de la Serranía de Ronda. Como la fórmula para hacer el queso
de almendras. No es queso, vale, pero su nombre, su forma y su envasado
conforman un trampantojo que puede pillar a cualquiera en fuera de
juego. “Más de uno lo ha comprado pensando que realmente era un queso”,
dice Lina Sánchez.
Fueron sus padres los que abrieron el negocio en 1942, y
ahora quien lleva las riendas es su hijo de 25 años, Vicente Pastora.
Mientras posa para la foto con un queso de almendras, su madre se
alegra. “Mira, así te ven las niñas”, dice entre risas. Más seria, la
mujer explica que su niño no quiso estudiar y por eso, con 19 años,
acabó en el negocio familiar. Él, como todas las nuevas generaciones, le
quiso llevar la contraria: se formó en el Gremio de Panaderos de
Barcelona y como pastelero en escuelas de Valencia y Málaga. Ahora,
entre sus panes más demandados están el moreno con harina de trigo
colorao molida a la piedra o los molletes de agua. También la estrella
de la casa: pan de levadura natural 100% que descansa durante 15 horas
antes de pasar al horno de leña (de pino para arrancar, de olivo para
mantener).
Vicente se encarga “de todo lo fino” mientras su madre hace
“los dulces más antiguos”. Entre ellos, el queso de almendras, cuya
receta ha sido traspasada de generación en generación desde las manos de
la retatarabuela de Vicente (que es como recomienda el Instituto
Cervantes llamar al parentesco entre la madre de la tatarabuela de
Vicente y él mismo; que, también según los consejos cervantinos, sería
el chozno de su retatarabuela). En resumen, y para centrarnos, un
recorrido de casi dos siglos por el árbol genealógico panadero de
mujeres como Antonia Rubio o Josefa Bernal, que amasaban en cortijos
para familia y trabajadores. Así llegamos hasta Josefa Téllez, quien
puso en marcha el negocio hace 73 años junto a su marido Vicente. Lina
le puso el nombre de Rocío, su hija y hermana de Vicente (el chozno),
aunque, cosas de la vida, actualmente se ha desvinculado y prefiere no
meter las manos en la masa.
Más allá de su forma, el queso de almendras -incluido en el inventario del movimiento Slow Food-
es un dulce muy parecido a un mazapán. Sus ingredientes son almendras,
azúcar y yema de huevo, más un baño de canela que lo cubre por completo.
El resultado, un bocado tan sencillo como sabroso. Lo venden en
contundentes porciones de 400 gramos con forma de hexágono y rombos a
modo decorativo. “Hay otras variedades en Granada e incluso Canarias,
pero los ingredientes no son los mismos”, dice Lina, que asegura que el
momento perfecto para saborearlo es el postre. En el Parador de Ronda lo
han servido loncheado y con helado de fruta de la pasión y vainilla,
parecido a lo que ofrecen en el restaurante Audalázar -muy cerca de la panadería: exactamente a 99 pasos-, esta vez con sorbete de limón.
La tradición dice que lo ideal es acompañarlo de un licor,
ya sea de castañas del Valle del Genal, un pacharán o unas hierbas
ibicencas. Cualquiera vale. Incluso el mosto que elaboran la inmensa
mayoría de familias de Atajate. El último sábado de noviembre, de hecho,
se celebra la Fiesta del Mosto en el pueblo, donde los asistentes que
inundan ese día la localidad elegirán el mejor del año. Para comer,
habrá migas de pan (comprado en otro pueblo, aunque no haya explicación
lógica).
Para el postre, claro, queso de almendras; aunque en la
panadería Rocío elaboran otros muchos dulces aprendidos de recetas
familiares. “Aquí tenemos todo lo que busquen”, dicen madre e hijo. De
tartas y hojaldres a borrachuelos, mantecados, polvorones o magdalenas.
También productos como los perrunillos -muy similares a los mantecados,
pero con huevo- o el piñonate, cuya elaboración requiere de una alacena
completita y mucha paciencia: se empieza con una masa hecha con huevo,
harina, aguardiente y aceite de oliva, se continúa haciendo con ella
unos fideos que se fríen y finalmente se trituran con clavo, canela,
matalahúva, ajonjolí, cáscara de naranja, miel, almendras y nueces. Casi
ná. Más ligeros son los suspiros, hechos, ay, únicamente con clara
montada y azúcar.
“Nadie es profeta en su pueblo”, subraya Lina Sánchez para
cuestionarse por qué el Ayuntamiento no les compra a ellos el pan para
las migas de la Feria del Mosto, y para dejar caer que sus vecinos
tampoco consumen su pan a diario. “Los mercadonas y otros supermercados
están acostumbrando mal a la gente, que cree que por 30 o 40 céntimos
compra un buen pan”. Por eso han cerrado el coqueto despacho en el que
atendían, y ahora Vicente reparte sus productos cada mañana de martes a
domingo por tiendas y restaurantes de otros municipios de la comarca;
también atiende pedidos y encargos por teléfono. Igual tienes suerte y
conoces a algún miembro de esas familias que empezaron a emigrar desde
esta comarca a Francia, Alemania, País Vasco y Cataluña desde finales
del siglo XIX. Siempre que pasan por el pueblo en las vacaciones de
verano y otras festividades se acercan por la panadería para comprar un
queso de almendras y llevarlo de vuelta como regalo: Vicente y Lina
hacen entre 1.000 y 1.500 al año, y se los quitan de las manos.
TITULO: Documental - Una ambición sin techo,.
Una ambición sin techo,.
La joya mudéjar oculta en el palacio del ‘ciudadano Kane’,.
Localizado en Estados Unidos el artesonado de un convento de Valladolid comprado por el magnate William Randolph Hearst, fotos,.
El excéntrico magnate William Randolph Hearst
se hizo construir en California a mediados del siglo pasado una colosal
mansión compuesta por elementos arquitectónicos, escultóricos y
pictóricos adquiridos en medio mundo. La voracidad compradora del
multimillonario, al que el cineasta Orson Welles inmortalizó en Ciudadano Kane,
fue tal que la arquitecta Julia Morgan solo usó parte de esas ingentes
obras de arte. Entre ellas está un espléndido artesonado mudéjar que en
su día adornaba un convento de Cuenca de Campos (Valladolid), según ha
descubierto ahora la fundación Re-habitar Tierra de Campos.
La fundación que preside el alcalde de dicha localidad, Faustino González Miguel, surgió en 2017 con el propósito de insuflar vida económica, social y cultural en la comarca. En abril de 2018 adquirió el convento de San Bernardino de Siena, que estuvo ocupado cinco siglos por monjas clarisas, a las que se lo había cedido María Fernández de Velasco, miembro de uno de los más poderosos linajes castellanos, según consta en el testamento otorgado el 3 de febrero de 1455. Una de las primeras iniciativas de esta asociación ciudadana ha sido la recuperación de ese conjunto, un emblema por el que llevan años luchando para frenar su deterioro, ya que es el único monasterio de esa época que se conserva en Castilla y León construido en tierra.
Al realizar las obras, el jefe de las mismas, Marcos Pérez Maldonado,
aconsejó retirar las bóvedas que quedaban en el coro alto, teniendo en
cuenta el deterioro que sufría el ladrillo y el sobrecoste que supondría
su consolidación. Gracias a esta decisión se encontraron restos de
cuadrales del antiguo artesonado, desaparecido, y los colores de los
aliceres. Estos elementos seguían allí porque sacar esas piezas habría
conllevado desmontar las cubiertas y debilitar los muros, según Izaskun
Villena, directora técnica de la fundación. Se trata de unos dos metros
de la antigua techumbre de madera policromada, relativamente bien
conservados, en los que destacan esos cuadrales y aliceres policromados.
Las clarisas, que estaban en una situación precaria, decidieron vender
el artesonado en 1930 a un anticuario palentino.
Gracias al dinero así obtenido, las monjas lograron subsistir en el pueblo hasta marzo de 1967, año en que se marcharon de Cuenca de Campos llevándose consigo el retablo, las imágenes que atesoraba el convento y el sepulcro marmóreo de la aristócrata promotora del cenobio. ¿Pero a dónde había ido a parar el rico artesonado? Los miembros de la fundación iniciaron una indagación cuasi detectivesca para hallar una pista.
La tuvieron a través de un colaborador: el pediatra Alfredo
Blanco del Val, quien les encaminó hacia la profesora de Historia María
José Martínez Ruiz, autora del libro Patrimonio de Valladolid emigrado. Y ella posteriormente a otro erudito trabajo suyo, La destrucción del patrimonio artístico español. W. R. Hearst: el gran acaparador, escrito con el arquitecto José Miguel Merino de Cáceres y editado por Cátedra en 2012.
Arduas pesquisas realizadas por Merino en bibliotecas y archivos relacionados con Hearst en Estados Unidos le han permitido inventariar la compra de 83 artesonados por parte de este extravagante millonario, según ha explicado a EL PAÍS. Uno de ellos, el número 22, fue adquirido el 20 de junio de 1930 por el marchante Arthur Byne, quien pagó 12.000 dólares (10.800 euros) por 372 metros de “techo y friso procedentes de Campos”. ¡Bingo! Ahí estaba la pista que estaban buscando los rehabilitadores del convento de San Bernardino.
Ese “Campos” al que crípticamente se refería Byne, que falleció en 1935 en accidente de tráfico en España, era más que probable que fuese Cuenca de Campos. En el invierno de 1930, Byne comunicó a Hearst el envío del artesonado de “Campos” indicando que “puede servir como material para varios techos”, según desvelan Merino y Martínez en el mencionado libro. Julia Morgan, la arquitecta que edificó el descomunal Castillo Hearst en San Simeón (California), empleó parte del artesonado vallisoletano para hacer un pastiche con el que decorar el techo de la biblioteca.
La arquitecta Izaskun Villena, directora de la fundación Re-habitar Tierra de Campos, “no tiene la menor duda” de que parte del artesonado se encuentra en la biblioteca del palacio de Hearst. “He buscado imágenes de esa estancia en Internet y he encontrado elementos idénticos a los que conservamos en la iglesia de Cuenca de Campos. Algo definitivo y plenamente identificativo es, por ejemplo, el escudo de los Fernández de Velasco, que se aprecia con claridad”, explica.
"Por supuesto, descartamos poder recuperar el artesonado. Pero una posibilidad es hacer una réplica aprovechando los talleres que organizamos en Re-habitar Tierra de Campos", agrega, a la vez que hace un llamamiento a quienes puedan sumarse a esta fundación, necesitada de respaldo económico.
La fundación que preside el alcalde de dicha localidad, Faustino González Miguel, surgió en 2017 con el propósito de insuflar vida económica, social y cultural en la comarca. En abril de 2018 adquirió el convento de San Bernardino de Siena, que estuvo ocupado cinco siglos por monjas clarisas, a las que se lo había cedido María Fernández de Velasco, miembro de uno de los más poderosos linajes castellanos, según consta en el testamento otorgado el 3 de febrero de 1455. Una de las primeras iniciativas de esta asociación ciudadana ha sido la recuperación de ese conjunto, un emblema por el que llevan años luchando para frenar su deterioro, ya que es el único monasterio de esa época que se conserva en Castilla y León construido en tierra.
Gracias al dinero así obtenido, las monjas lograron subsistir en el pueblo hasta marzo de 1967, año en que se marcharon de Cuenca de Campos llevándose consigo el retablo, las imágenes que atesoraba el convento y el sepulcro marmóreo de la aristócrata promotora del cenobio. ¿Pero a dónde había ido a parar el rico artesonado? Los miembros de la fundación iniciaron una indagación cuasi detectivesca para hallar una pista.
Arduas pesquisas realizadas por Merino en bibliotecas y archivos relacionados con Hearst en Estados Unidos le han permitido inventariar la compra de 83 artesonados por parte de este extravagante millonario, según ha explicado a EL PAÍS. Uno de ellos, el número 22, fue adquirido el 20 de junio de 1930 por el marchante Arthur Byne, quien pagó 12.000 dólares (10.800 euros) por 372 metros de “techo y friso procedentes de Campos”. ¡Bingo! Ahí estaba la pista que estaban buscando los rehabilitadores del convento de San Bernardino.
Ese “Campos” al que crípticamente se refería Byne, que falleció en 1935 en accidente de tráfico en España, era más que probable que fuese Cuenca de Campos. En el invierno de 1930, Byne comunicó a Hearst el envío del artesonado de “Campos” indicando que “puede servir como material para varios techos”, según desvelan Merino y Martínez en el mencionado libro. Julia Morgan, la arquitecta que edificó el descomunal Castillo Hearst en San Simeón (California), empleó parte del artesonado vallisoletano para hacer un pastiche con el que decorar el techo de la biblioteca.
La arquitecta Izaskun Villena, directora de la fundación Re-habitar Tierra de Campos, “no tiene la menor duda” de que parte del artesonado se encuentra en la biblioteca del palacio de Hearst. “He buscado imágenes de esa estancia en Internet y he encontrado elementos idénticos a los que conservamos en la iglesia de Cuenca de Campos. Algo definitivo y plenamente identificativo es, por ejemplo, el escudo de los Fernández de Velasco, que se aprecia con claridad”, explica.
"Por supuesto, descartamos poder recuperar el artesonado. Pero una posibilidad es hacer una réplica aprovechando los talleres que organizamos en Re-habitar Tierra de Campos", agrega, a la vez que hace un llamamiento a quienes puedan sumarse a esta fundación, necesitada de respaldo económico.
El depósito de obras de arte y antigüedades del Bronx
Parte del artesonado del convento de San Bernardino de Cuenca de
Campos está presuntamente en la exótica mansión californiana de W. R.
Hearst. ¿Pero dónde está el resto? Podría estar guardado en unos
almacenes que el maniático magnate de la prensa poseía en el Bronx
neoyorkino, donde se amontonaban innumerables obras de arte y
antigüedades. Entre otras cosas, allí estuvo buena parte del monasterio
cisterciense de Sacramenia (Segovia), comprado por el marchante Arthur
Byne por 40.000 dólares, que fue desmontado y llevado a Nueva York,
según el profesor José Miguel Merino. Por eso, miembros de la fundación
Re-habitar Tierra de Campos tienen previsto viajar pronto a Estados
Unidos.
Izaskun Villena ya ha contactado con Mary Levkoff, directora del
Castillo Hearst, y espera poder profundizar en las investigaciones. Su
deseo es constatar que la joya mudéjar de Cuenca de Campos forma parte
de ese mastodóntico palacio que es propiedad del Estado de California.
En 1972, el conjunto arquitectónico, que es visitable, fue incluido en
el Registro Nacional de Lugares Históricos. La dirección de este enorme
conjunto arquitectónico también ha expresado su disposición a ahondar
en el asunto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario