TÍTULO; Huracán Alicia,.
Huracán Alicia | |
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Huracán Categoría 3 (EHSS) | |
El huracán Alicia poco después de tocar tierra. |
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Duración | 15 de agosto de 1983 — 21 de agosto de 1983 |
Vientos máximos | 185 km/h (durante 1 minuto) |
Presión mínima | 963 hPa |
Daños | 2.6 millones (1983 USD) 5.6 millones (2009 USD) |
Fallecimientos | 21 directas |
Áreas afectadas | El este de Texas, particularmente alrededor de Houston y Luisiana en Estados Unidos |
Forma parte de la Temporada de huracanes en el Atlántico de 1983 |
El huracán Alicia golpeó al sureste de Texas, convirtiéndose en el primer huracán en golpear tierra firme estadounidense desde el huracán Allen en septiembre de 1980. El tiempo entre las dos tormentas totalizó tres años y ocho días (998 días). La racha fue la más larga desde el periodo ocurrido desde septiembre de 1929 hasta agosto de 1932.1
Historia meteorológica
Continuó su movimiento hacia el oeste hasta que la cresta frontal amainó al este.4 Alicia tomó rumbo hacia el norte el 18 de agosto, dirigiéndose hacia Port Arthur, Texas. Durante ese trayecto, el huracán comenzó a ganar fuerza en alrededor de 1 mb por hora, alcanzado los 963 mb con vientos de 185 km/h en la mañana del 18. Justo antes de tocar tierra, Alicia dejó ver un raro "doble ojo" por varias horas.5 La tormenta tocó tierra cerca de Galveston como huracán de categoría 3 alrededor de la 1:45 a.m CDT del jueves 18 de agosto.1 Alicia se debilitó rápidamente después de haber tocado tierra, perdiendo características tropicales y acelerando hacia el noroeste, y finalmente perdiendo su identidad en la esquina sureste de Nebraska el 21 de agosto.1
Acciones preventivas
Hubo varios avisos y advertencias emitidas con referencia a Alicia. Las primeras fueron un aviso de tormenta y una advertencia de huracán para el área de Corpus Christi (Texas) hasta Grand Isle (Luisiana) dada el 16 de agosto. El 17, una advertencia de huracán fue publicada de Corpus Christi hasta Morgan City (Luisiana) y posteriormente desde Port Arthur (Texas) a todo el sur.2Inicialmente, sin embargo, los residentes no se tomaron los avisos en serio. El alcalde de Galveston E. Gus Manuel, en contra del consejo del gobernador de Texas Mark White, ordenó solamente la evacuación de las áreas más cercanas al mar.6 (Cerca del 30 por ciento de la población de Galveston evacuó la isla cuando el huracán Allen amenazó la costa este de Texas en 1980; solo el 10 por ciento de la población que vivía detrás del rompeolas decidió irse cuando Alicia se acercó a tierra.7 ) Cuando avanzó el día, al incrementarse los vientos que comenzaron a causar daños a Galveston, las personas comenzaron a preocuparse. El alcalde finalmente emitió la orden general de evacuar la isla después de la medianoche del 18 de agosto, pero para entonces, los puentes a tierra firme estaban inutilizables.6
Impacto
Texas
Galveston reportó 197 mm (7¾ pulgadas) de lluvia, Liberty 241 mm (9½ pulgadas), Greens Bayou cerca de 254 mm (10 pulgadas). Centerville reportó más de 203 mm (8 pulgadas), y Normangee junto con Noxia reportaron más de 178 mm (7 pulgadas).8 El promedio máximo de precipitación en el área de Houston, en el condado de Harris fue de entre 254 y 279 mm (10 a 11 pulgadas), mientras que 203,2 mm (8 pulgadas) fueron anunciados en el condado de Leon y 229 mm en el área del río Sabine. Veloces ráfagas fueron reportadas a través de Texas, desde el bote guardacostas Buttonwood (WLB-306) con un máximo de 201 km/h emitido desde la punta noreste de la isla de Galveston.5 Pleasure Pier reportó marejadas de 2,6 metros, y Pier de 1,7 m. Baytown, Texas informó olas de 3 m y Morgan City de 3,7 m el máximo registrado por Alicia.8Veintitrés tornados fueron reportados asociados con Alicia, catorce de ellos localizados en el área de Galveston y del Aeropuerto Hobby. Los otros nueve se concentraron alrededor de Tyler y de Houston, llegando alrededor de F2 en la escala Fujita.9 Un gran derrame de petróleo ocurrió alrededor de Texas City, con cerca de sesenta galones que tuvieron que ser limpiados por el Servicio Meteorológico Nacional, y un remolcador marítimo zozobró a 80 kilómetros de la costa de Sabine Pass-10 La Coast Guard Air Station Houston (AIRSTA) (Estación Aérea de la Guardia Costera de Houston) sorteó a Alicia recibiendo pocos daños, asistiendo después a la evacuación de los residentes mediante helicópteros, llevando también suministros y haciendo vuelos de reconocimiento.11 La oficina del Servicio Meteorológico Nacional perdió temporalmente el uso del radar.12 Houston sufrió miles de millones en daños. Miles de paneles de vidrio en rascacielos al sur de la ciudad fueron golpeados por grava lanzada por los fuertes vientos desde los techos.7 Aunque Alicia fue un pequeño huracán categoría 3, destruyó un total de 2.297 viviendas, con más de 3.000 recibiendo daños mayores. Más de 10.000 residencias tuvieron daños menores,9 Houston Lighting and Power (Luz y fuerza de Houston) reportó que alrededor de 750.000 hogares fueron dejados sin electricidad después de que Alicia arremetiera. Muchas tiendas se mantuvieron cerradas debido al riesgo de que cayera vidrio en el área.13
Otros estados
Alicia trajo benéficas lluvias para las planicies del sur, que habían sufrido una sequía en gran parte de ese verano. Al final, Alicia mató a 21 personas causando 2 mil millones de dólares estadounidenses en daños ($5.270 millones en tasa del 2006).
Secuelas
La Cruz Roja tuvo que proveer comida y refugio a 63.000 personas como consecuencia del huracán, costando cerca de 166 millones de dólares,9 14 la FEMA aportó $32 millones (de 1983) a las víctimas de Alicia y al gobierno local. $23 millones de esa cantidad se destinaron para recoger los escombros esparcidos por el huracán.17 Más de 16.000 personas recibieron ayuda de los centros de servicio para el desastre de FEMA. La administración para la pequeña empresa, ayudó con 56 voluntarios, entrevistó a más de 16.000 víctimas, y se estima que cerca de 7.000 solicitudes de préstamo fueron admitidas. La Agencia Aseguradora Federal cerró 1.318 casos de seguros por inundación posteriores a Alicia, aunque al final solo recibieron el pago 782.17El 23 y 24 de septiembre de 1983, como consecuencia de Alicia, dos subcomités de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos sostuvo audiencias en Houston. La audiencia del 23 se destinó para examinar los temas clave del Servicio Meteorológico Nacional durante Alicia, la efectividad de NWS en procedimientos del momento, y el uso que se le daba a esa organización. La segunda audiencia, ocurrida el 24 de septiembre, trató el debate sobre el daño y los esfuerzos de recuperación posteriores a Alicia.17
Durante la audiencia del 23 de septiembre, los testigos estuvieron de acuerdo en que el Servicio Meteorológico Nacional había actuado bien antes y durante la emergencia causada por Alicia. Los pronosticadores del NWS también testificaron en lo que dijeron que daban gracias de haber hecho las predicciones exactamente "al objetivo" y que los planes locales de emergencia habían funcionado correctamente salvando muchas vidas. El alcalde Gus Manuel afirmó que el NWS hizo un excelente trabajo durante Alicia. Estaba también muy impresionado acerca de las predicciones del momento en que tocaría tierra el 17 de agosto, hechas antes de que tocara tierra.17
En la audiencia del 24 de septiembre, se presentó evidencia que demostraba la necesidad de mejorar la preparación para sobrellevar desastres, como Alicia. El alcalde Manuel mencionó que su ciudad necesitaba códigos más fuertes sobre la construcción, que seguían sobre revisión.17
Retiro del nombre
El nombre "Alicia" fue retirado en la primavera de 1984, convirtiéndose en la tormenta número 30 en retirar su nombre y no volver a ser utilizado para un huracán del Atlántico. Fue reemplazado por "Allison" en la temporada de 1989. El nombre "Allison" fue retroactivamente retirado, después de causar graves daños por una inundación en la misma área siendo la Tormenta Tropical Allison en junio de 2001.
TÍTULO; LOS CIEGOS, EL ÉXITO A TIENTAS,.
Historia de Abdula, el mendigo ciego,.
-Comendador
de los Creyentes, he nacido en Bagdad. Con la herencia de mis padres y
con mi trabajo, compré ochenta camellos que alquilaba a los mercaderes
de las caravanas que se
dirigían a las ciudades y a los confines de tu dilatado imperio.
Una
tarde que volvía de Bassorah con mi recua vacía, me detuve para que
pastaran los camellos; los
vigilaba, sentado a la sombra de un árbol, ante una fuente, cuando
llegó un derviche que iba a pie a Bassorah. Nos saludamos, sacamos
nuestras provisiones y nos pusimos a comer fraternalmente. El derviche,
mirando mis numerosos camellos, me dijo que no lejos de ahí, una montaña
recelaba un tesoro tan infinito que aun después
de cargar de joyas y de oro los ochenta camellos, no se notaría
mengua en él. Arrebatado de gozo me arrojé al cuello del derviche y le
rogué que me indicara el sitio, ofreciendo darle en agradecimiento un
camello cargado. El derviche entendió que la codicia me hacía perder el
buen sentido y me contestó:
-Hermano,
debes comprender que tu oferta no guarda proporción con la fineza que
esperas de mí. Puedo no hablarte más del tesoro y guardar mi secreto.
Pero te quiero bien y te haré una
proposición más cabal. Iremos a la montaña del tesoro y cargaremos
los ochenta camellos; me darás cuarenta y te quedarás con otros
cuarenta, y luego nos separaremos, tomando cada cual su camino.
Esta
proposición razonable me pareció durísima, veía como un quebranto la
pérdida de los cuarenta camellos y me escandalizaba que el derviche, un
hombre harapiento, fuera no menos rico que yo. Accedí, sin embargo, para no arrepentirme hasta la muerte de haber perdido esa ocasión.
Reuní
los camellos y nos encaminamos a un valle rodeado de montañas
altísimas, en el que entramos por un desfiladero tan estrecho que sólo
un camello podía pasar de frente.
El
derviche hizo un haz de leña con las ramas secas que recogió en el
valle, lo encendió por medio de unos polvos aromáticos, pronunció
palabras incomprensibles, y vimos, a través de la
humareda, que se abría la montaña y que había un palacio en el
centro. Entramos, y lo primero que se ofreció a mi vista deslumbrada
fueron unos montones de oro sobre los que se arrojó mi codicia como el
águila sobre la presa, y empecé a llenar las bolsas que llevaba.
El
derviche hizo otro tanto, noté que prefería las piedras preciosas al
oro y resolví copiar su ejemplo. Ya cargados mis ochenta camellos, el
derviche, antes de cerrar la montaña, sacó de una jarra de
plata una cajita de madera de sándalo que según me hizo ver, contenía
una pomada, y la guardó en el seno.
Salimos,
la montaña se cerró, nos repartimos los ochenta camellos
y valiéndome de las palabras más expresivas le agradecí la fineza que
me había hecho, nos abrazamos con sumo alborozo y cada cual tomó su
camino.
No
había dado cien pasos
cuando el numen de la codicia me acometió. Me arrepentí de haber
cedido mis cuarenta camellos y su carga preciosa, y resolví quitárselos
al derviche, por buenas o por malas. El derviche no necesita esas
riquezas -pensé-, conoce el lugar del tesoro; además, está hecho a la indigencia.
Hice parar mis camellos y retrocedí corriendo y gritando para que se detuviera el derviche. Lo alcancé.
-Hermano
-le dije-, he reflexionado que eres un hombre acostumbrado a vivir
pacíficamente, sólo experto en la oración y en la devoción, y que no
podrás nunca dirigir cuarenta camellos. Si quieres creerme, quédate
solamente con treinta, aun así te verás en apuros
para gobernarlos.
-Tienes
razón -me respondió el derviche-. No había pensado en ello. Escoge los
diez que más te acomoden, llévatelos y que Dios te guarde.
Aparté
diez camellos que incorporé a los míos, pero la misma prontitud con que
había cedido el derviche, encendió mi codicia. Volví de nuevo atrás y
le repetí el mismo razonamiento,
encareciéndole la dificultad que tendría para gobernar los camellos, y
me llevé otros diez. Semejante al hidrópico que más sediento se halla
cuanto más bebe, mi codicia aumentaba en proporción a la condescendencia
del derviche. Logré, a fuerza de besos y de bendiciones, que me
devolviera todos los camellos con su carga de oro y
de pedrería. Al entregarme el último de todos, me dijo:
-Haz
buen uso de estas riquezas y recuerda que Dios, que te las ha dado,
puede quitártelas si no socorres a los
menesterosos, a quienes la misericordia divina deja en el desamparo
para que los ricos ejerciten su caridad y merezcan, así, una recompensa
mayor en el Paraíso.
La
codicia
me había ofuscado de tal modo el entendimiento que, al darle gracias
por la cesión de mis camellos, sólo pensaba en la cajita de sándalo que
el derviche había guardado con tanto esmero.
Presumiendo
que la pomada debía encerrar alguna maravillosa virtud, le rogué que me
la diera, diciéndole que un hombre como él, que había renunciado a
todas las vanidades del mundo, no necesitaba pomadas.
En
mi interior estaba resuelto a quitársela por la fuerza, pero, lejos de
rehusármela, el derviche sacó la cajita del seno, y me la entregó.
Cuando la tuve en las manos, la abrí. Mirando la pomada que contenía, le dije:
-Puesto que tu bondad es tan grande, te ruego que me digas cuáles son las virtudes de esta pomada.
-Son
prodigiosas -me contestó-.
Frotando con ella el ojo izquierdo y cerrando el derecho, se ven
distintamente todos los tesoros ocultos en las entrañas de la tierra.
Frotando el ojo derecho, se pierde la vista de los dos.
Maravillado, le rogué que me frotase con la pomada el ojo izquierdo.
El
derviche accedió. Apenas me hubo frotado el ojo, aparecieron
a mi vista tantos y tan diversos tesoros, que volvió a encenderse mi
codicia. No me cansaba de contemplar tan infinitas riquezas, pero como
me era preciso tener cerrado y cubierto con la mano el ojo derecho, y
esto me fatigaba, rogué al derviche que me frotase con la pomada el ojo
derecho, para ver más tesoros.
-Ya te dije -me contestó- que si aplicas la pomada al ojo derecho, perderás la vista.
-Hermano -le repliqué sonriendo- es imposible que esta pomada tenga dos cualidades tan contrarias y dos virtudes tan diversas.
Largo rato porfiamos; finalmente,
el derviche, tomando a Dios por testigo de que me decía la verdad,
cedió a mis instancias. Yo cerré el ojo izquierdo, el derviche me frotó
con la pomada el ojo derecho. Cuando los abrí, estaba ciego.
Aunque
tarde, conocí que el miserable deseo de riquezas me había perdido y
maldije mi desmesurada codicia. Me arrojé a los pies del derviche.
-Hermano -le dije-, tú que siempre me has complacido y que eres tan sabio, devuélveme la vista.
-Desventurado
-me respondió-, ¿no te previne de antemano y no hice todos los
esfuerzos para preservarte de esta desdicha? Conozco, sí, muchos
secretos, como has podido comprobar en el tiempo que hemos estado
juntos, pero no conozco el secreto capaz de devolverte la
luz. Dios te había colmado de riquezas que eras indigno de poseer, te
las ha quitado para castigar tu codicia.
Reunió
mis ochenta camellos y prosiguió con ellos su camino,
dejándome solo y desamparado, sin atender a mis lágrimas y a mis
súplicas. Desesperado, no sé cuántos días erré por esas montañas; unos
peregrinos me recogieron.
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