TITULO : LA HORMA DE MI ZAPATO, EL OBJETO Y YO, ZAPATILLAS VIEJAS - MORTADELO Y
FILEMÓN - Revista Grada - Escribir con la mano izquierda .
Escribir con la mano izquierda,.
¿Escribirá Pedrosánchez con la izquierda? Aunque quizá la pregunta correcta sería: ¿escribirá Pedrosánchez? Y para mí que no; acostumbrado como está a plagiarlo todo, incluso a sí mismo, ya se buscará a alguien que le escriba, aunque sea con la boca o el pie como los dibujantes de artis-muti. ¿Y Pablo Iglesias, el otro?, pues tampoco, al parecer prefiere –como su papa Vladimir Ilich Uliánov alias Lenin– chacharear mejor que escribir, aunque sea disfrazándose de lobo bueno para engatusar a los caperucitos confinados. La diferencia es que en tiempos de Vladimir –hoy despojo momificado para turistas– no existían los archivos de sonido e imagen y ahora no solo existen, sino que todos los días nos llega alguno incluso oliendo a bulo en plan Marlaska. Y el resultado es demoledor para el charlatán. ¿Y los demás? Dada la dimensión del Consejo de ministros, ministras e Ivanes adyacentes, necesitaría páginas y páginas para reseñarlos. Así por encima yo diría que la ministra portavoz sí, seguro; de hecho, cuando habla está traduciendo lo escrito, de ahí su confusión habitual, como mi Yoli, la de trabajo. La de Educación no creo, es que es así de nacimiento. Pedro Duque el de Ciencia escribe en polvo de estrellas, no es de este mundo. La Montero de Igualdad solo escribe en la intimidad, presumo. Y los demás, pues no creo que escriban nada, ni con la izquierda ni con la derecha. Incluso se dice que hay un tal Castells Oliván que es ministro de Universidades, pero él no lo sabe, lástima de muchacho.
Pues miren, al final lo conseguí. Ma gauche est divine.
TITULO: Diarios de la cuarentena,.
Esta noche Martes -28- Abril a las 22:05 horas en La 1,.
foto / Fermín, que no. ¿Cómo voy a estar
desayunando tostadas
con mantequilla, con la de grasas
saturadas que eso tiene?
Yo desayuno muesli
y luego hago mi deporte.
Que sí.
Cristina, tu padre.
-Dile que ahora le llamo.
-Que ahora te llama.
-Mira lo que acaba de llegar.
-¿No te dije que te iba
a llegar un regalito?
-¡Eres un amor, cariño!
-Yo te digo
que esto te va a gustar.
-A ver, a ver.
¿Y esto?
-Eso digo yo.
-¿Un sacaleches?
Si quieres
que empiece a utilizarlo,
tienen que pasar otras cosas
que no están pasando.
-Que no, cariño,
que esto es un error.
Yo te había pedido otra cosa.
Maldito Richi.
-¿Cómo?
-Yo te había pedido
uno de esos cacharritos...
Un aparatito de estos que están
tan de moda entre las mujeres.
-Ya.
-Genial, ¿no?
-Tú te borras de la ecuación.
-¿Qué ecuación?
Ay, por favor.
Cómo se te va la cabeza.
Luis le ha regalado uno a María
y María está encantada.
-Pero Luis y María tienen
una vida sexual normal.
-Nosotros también.
-Nosotros no tenemos.
-Cuando la tenemos, es normal.
-¿Te lo has planteado alguna vez?
-¿El qué?
-La posibilidad de separarnos.
-¿Cómo?
-Lo que estás oyendo.
-¿Cómo puedes hablarme
de separación
cuando acabo de proponerte
tener un hijo?
¡Un sacaleches!
(Música)
Yo no sé si está nublado
o si es una niebla alta.
-¿Ahora?
-Sí.
-Ahora yo creo
que está nublado.
¿Te queda mucho?
Necesito entrar.
¡Está ocupado!
(CHISTA)
¿Como cuánto tiempo hay que estar?
Que me da el flato.
Papá, un poco más, que hay
que acelerar ese metabolismo.
Es que tengo 80 años,
no te olvides.
Es la mejor edad para entrenar,
es cuando más falta hace.
Que necesitas musculatura
para andar recto.
¿No has encontrado otro cobaya
para ensayar con tus clases?
A ver, que no te estoy
cobrando la clase.
Estaría bueno.
¿Quieres que se ponga tu madre?
Si la tienes a mano, genial.
Así practico el programa
para parejas.
Bueno, es que no está.
No está y, además,
dice que no puede ponerse.
Vamos a ver, si no está,
no te puede decir que no puede.
Bueno, es que no puede ponerse
y, además, no está.
O sea, las dos cosas a la vez.
Dile que se ponga,
que mientes fatal.
-Oye, hijo.
¡Hombre, mamá, guapa!
Hola, mi vida.
Mira, no es que no quiera,
es que no puedo
porque no me encuentro bien,
me va a bajar la regla.
La verdad es que sois
unos padres muy raros.
A ver si va a tener razón
mi hermano y soy adoptado.
Pobrecito tu hermano.
Está muy triste en esa pensión.
Sí, sí, muy triste, mucho.
Y con esa chica tan borde.
¿Qué chica?
Montse.
¿Montse?
Ah, ¿os ha hablado de ella?
Sí.
-Sí, sí.
La conocemos.
O sea, que sabéis
toda la verdad.
-Totalmente.
-Todo, sí.
Me parece muy bien
que os haya dicho la verdad.
-Nos ha dicho
que está en una pensión
que se llama Casa Montse.
Con una asistenta para ayudarle
que también se llama Montse,
por cierto.
¡Ah! ¿Eso os ha contado?
Sí.
-Pues sí.
¿Por qué lo preguntas?
No, por nada, papá, por nada.
-Eh.
Holas, ¿qué tal, cómo estáis?
-Hola.
-Hola, Cecilia, ¿qué tal?
Estamos un poco preocupados
por lo de Víctor.
-Ah, que ya os habéis enterado.
-De lo de Montse.
-No sé cómo se llama.
Pero vamos,
que se enrolló con él a fondo.
-¿Con la asistenta?
-Es muy desagradable que tu hijo
se acueste con una chica
y que se tenga que quedar
encerrado con ella.
Es muy fuerte.
-¿En la pensión?
-Pero ¿qué pensión?
Él está en la casa de ella.
Pero eso ya lo sabéis, ¿no?
-¿Mm?
-Ah, ¿que no?
(Móvil)
¿Sí?
-¿Qué cojones me habéis mandado?
-¿Usted es?
-¿Cómo que usted es?
Sabes perfectamente quién soy.
Me llamo José Luis.
-Sin nombres, sin nombres.
¿Qué desea?
-Vamos a ver, señor conseguidor.
Resulta que me ha llegado
el pedido que hice a casa.
Pero yo pedí un Satisfyer
de esos para mi mujer
y me habéis mandado
un sacaleches.
-Estoy mirando el albarán
de pedido.
Aquí pone que usted pidió
un succionador
y se le ha enviado
un succionador.
-Me habéis mandado
un succionador de teta
y yo quería uno de lo otro para
que mi mujer estuviese entretenida
y parece que le estoy insinuando
que quiero un crío.
-Debería haber sido
más explícito.
-¡No necesito ser más explícito,
no quiero tener niños!
-Conmigo, más explícito conmigo.
-¿Contigo?
-Debió especificar qué parte
del cuerpo debía succionar.
Yo soy el conseguidor,
no el adivino.
¿Algún problema con el vino?
-No, el vino, buenísimo.
Muy buen vino, muy buen vino,
excelente vino, vinazo, vinazo.
Por cierto,
quiero dos botellas más.
-Un momento,
que tomo nota del pedido.
Aquí estoy.
-¿Puede ser de la misma añada?
-No lo sé, tendré que mirar
el inventario
porque me parece
que nos quedan pocas.
-Que sean cuatro, cuatro.
-Cuatro.
-¿El sacaleches lo puedo devolver?
-No.
En objetos susceptibles
de haber sido utilizados
de manera íntima
no aceptamos devoluciones.
-Pero si mi mujer no lo ha usado,
no tiene leche.
-Ya. A veces se han dado casos
de utilización
por parte de sujetos
del género masculino.
Sí, no, no, Jorge, te llamaba
porque el otro día
me llamó tu hermana
y la verdad es que fue
una llamada muy rara.
Empezó a preguntarme que si estaba
bien, que me comprendía mucho.
Todo, un poco extraño.
No sé qué pasa.
Qué mal huele eso, ¿no?
¿Por qué?
Porque Cristina está
al borde de la separación.
¡Vaya por Dios!
¿No me digas?
Hombre, claro,
con ese marido...
Con ese marido, o sea,
qué te voy a contar.
El otro día estaba allí
pegándole que vamos...
Pimpla más que respira.
Esa pareja es una bomba
de relojería.
Por cierto, estaba pensando
justo ahora en una cosa.
¿Es posible querer
a tus dos hijos por igual?
Sí, claro, evidentemente.
¿Por qué no?
Eso es lo que se suele decir.
Pero yo no me lo creo, papá.
Exactamente al 50 por ciento
las cosas no son. ¿Me entiendes?
Hay uno que es tu favorito
y en este caso, soy yo.
Pero no, hombre, yo os quiero
a los dos por igual.
No se puede,
hay que elegir a uno.
¿A quién?
No, no. ¿Por qué?
Porque nos han invadido
los alienígenas, yo qué sé.
Pero ¿por qué?
¿Por qué qué?
Que por qué nos han invadido.
Porque a los marcianos
les ha salido de los huevos.
Por jodernos, por portarnos mal.
Venga, dilo ya.
Me pones en un compromiso, Jorge.
¡Ah!
Pues por eso te digo que no existe
la igualdad de la que hablas tú.
Siempre hay uno al que quieres más
y soy yo, ya está.
No, no, Jorge, no.
Lo he sabido desde siempre.
Bueno, y ojo.
Cristina también lo sabe.
¿Cristina lo sabe?
Claro que lo sabe.
Hombre, no me digas.
Pues eso no me gusta nada.
¡Ja!
O sea, que soy tu favorito.
¡Pero qué dices!
Has dicho que no quieres
que se entere Cristina.
Porque me has liado,
yo no he querido decir eso.
No te he liado, papá.
¡Uy, aquí está!
Por fin, vale, vale.
He encontrado mi proyecto
sobre la tienda para ciegos.
¿Recuerdas que te hablé de ello
antes de la cuarentena?
A lo mejor ahora mismo, papá,
te apetece
invertir unos dineritos majos
en tu hijo favorito.
Espera, no te oigo,
hay algo de comunicación.
No te oigo.
Sí me oyes, papá.
Sí me oyes.
No, no te oigo, de verdad.
Hombre, si me estás contestando,
es que me estás escuchando.
Te tengo que colgar,
es que no te oigo.
No te oigo.
No cuelgues, papá. No me cuel...
Me ha colgado.
¿Me dejas que te ayude?
No, no, gracias, ya puedo yo.
Oye, Montse, mira, yo creo
que debemos ser un equipo,
lo queramos o no.
O sea, que...
Debemos ayudarnos mutuamente
a cubrir
nuestras necesidades básicas.
Mira, yo, por ejemplo,
yo hago la compra.
Siempre, si tú quieres.
Salgo y me arriesgo
y no me importa.
Si a mí no me importa salir.
Total, el otro día saliste,
estuviste fuera 40 minutos,
llegaste con el carro vacío
y sudando como un cerdo.
A ver, mujer.
Si ellos hacen la ley, nosotros
tendremos que hacer la trampa.
Ya, claro.
Pero bueno, a lo que iba.
Lo importante en esta relación
es que colaboremos.
Quiero decir, cocinamos juntos,
limpiamos juntos.
¿Me sigues?
No.
Pues no sé,
que yo creo que deberíamos
poder hacer las otras
necesidades básicas juntos.
¿Qué te parece?
No.
Vale.
Oye, perdona.
¿Te importa que utilice
el dormitorio
para hablar con mi hermana?
¡30 pavos!
Joder.
Recetas de cocina.
No hay influencer que se precie
que no haya colgado un vídeo
cocinando su plato estrella.
-Ya.
¿Y el tuyo cuál es?
Porque macarrones con kétchup
me parece un poco cutre.
-Perdona, yo hago una pizza
cuatro estaciones de puta madre.
-Bueno.
-Bueno, no, buenísima.
¿Me vas a decir
que no está buena?
-Vale, no te lo digo.
-Perdona, tú te la comes
siempre que la hago.
-A ver, me la como por no hacerte
un feo, pero la pizza es un poco...
-Las verduras las compras tú,
así que tienes parte de culpa.
-Las verduras
no son el problema, cari.
-Ah, claro, lo que tú compras
no es el problema.
Qué casualidad.
-Es cómo la aliñas.
-¿Cómo la aliño?
La aliño de puta madre.
Lo que le pongo le da un sabor
más potente, más intenso.
-Pues eso,
que le pones de todo.
Y ponerle todo lo que tenemos
en el cajón de las especias
no le da más sabor,
le da más sabores.
-Es que eso es una explosión
de sabores.
Lo dicen en "Masterchef".
-Orégano, pimienta.
Eso te lo compro.
Pero ¿vainilla, canela?
-Eh, que la canela
le da un toque de distinción.
-Al arroz con leche,
a la pizza no.
-Me gusta explorar caminos nuevos,
buscar nuevas mezclas de sabores.
-Aunque lo de arriba no está mal
si lo comparas con la masa esa.
-Eh, oye, que mi masa
está que te cagas.
-Que te cagas literal.
-Oye, que utilizo
harina de gofio.
Y esa otra de paquete amarillo
que guardas donde el azúcar.
-¿Bicarbonato?
-Eso.
Mejor hacemos los macarrones.
-O podemos hacer la mía.
-Vale, una de las tuyas.
(SUSPIRA)
(RESPIRA AGITADAMENTE)
(RESPIRA AGITADAMENTE)
Pues nada, corazón.
Aquí me paso las horas muertas.
En esta habitación pequeñita,
sencilla.
Sin gatos.
Me ha llamado don Carlos.
¿El párroco de Laredo?
Igual tenemos
que posponer la boda.
Pero si es en junio.
Ya, pero es que parece ser
que ni en junio.
Pues ya habíamos enviado
todas las invitaciones.
Imagino que la gente
lo entenderá.
Es una situación de fuerza mayor.
No, ya, ya, claro.
Yo he cancelado
la lista de boda.
Sí, claro, qué remedio.
Oye, Víctor.
¿No puedes intentar conseguir
ropa de hombre?
No, corazón, disculpa.
Es que en la pensión
solo están doña Montse
y su hija y es lo que hay.
Bueno, tendré que acostumbrarme.
(ASIENTE)
Oye.
¿Te gustaría que...?
¿El qué?
Bueno, tú estás solo.
Yo estoy sola.
(RÍE)
Pero mujer, que tampoco
estoy tan solo.
Doña Montse tiene un oído
muy sensible y nos podría oír.
Tampoco es plan.
De verdad, qué señora
tan antipática la doña Montse.
¿Antipática, por qué lo dices?
Hombre, ya me dirás.
Te obliga a hacer la compra,
a fregar el suelo.
Y encima, con ese olor corporal
tan desagradable.
Pero ¿qué estás diciendo,
Bárbara, por favor?
Lo que me has contado.
No, bueno, a ver,
era una exageración.
Ella huele muy bien.
Ella huele a coco.
A esencia de vainilla.
Pero ¿qué dices?
¿Eh?
¿Que qué dices de vainilla?
¡Yo qué sé lo que digo!
Yo qué sé a qué huele doña Montse,
a qué huelen las nubes.
Porque me lías.
Hablamos otro ratito,
que te noto muy disperso.
Sí, mejor hablamos más tarde.
Venga.
(CARRASPEA)
(RÍE)
Ya lo he desinfectado,
estoy...
Estoy cabreadísimo.
Estoy cabreadísimo.
¿Qué te ha pasado?
Has tardado un montón.
Cariño, que sepas
que no vuelvo a tirar la basura.
Me voy a contagiar.
¿Por qué, había mucha gente?
Qué va, la calle está desierta.
¿Y entonces?
Los contenedores.
Los contenedores.
¿Qué le pasa a los contenedores?
No los están vaciando.
No, no, sí, eso sí.
Pero resulta que precisamente
ahora los han cambiado.
¿Recuerdas que se abrían
con el pie?
Sí.
Pues eso, los han cambiado.
Y ahora la tapa se abre así,
con las dos manos.
Con la cantidad de mierda que hay
y toda la gente que los toca,
¿en serio pretenden
que no nos contagiemos?
A ver, tranquilo, llevas guantes
y todo eso ridículo que te pones.
¿Quieres que use los guantes
de usar y tirar?
Cariño, esos guantes
cuestan un dineral.
Y ahora toca ahorrar.
Oye, ¿y esa camiseta
tan colorida?
-De la Real.
-¿Y eso qué es?
-¿El qué?
Ah, ¿el cuadro?
Me lo regaló mi madre.
No me gusta mucho.
-No.
-Como suele venir,
lo tengo que dejar.
Aunque ahora igual...
-No.
-¿Eh?
-Que no digo el cuadro.
Que por cierto, es horrible.
Me refiero a la camiseta.
La Real. ¿Eso qué es,
es un local de copas,
es una página web,
es una marca?
-¡Coño, Richi,
es un equipo de fútbol!
¡La Real Sociedad, por favor!
-Ah, que es de fútbol.
No me interesa.
-Ah, que no te inte...
O sea, la camiseta te encanta,
pero si es de fútbol,
no te interesa.
-La camiseta me gustaba
por las franjas esas verticales.
Pero el azul me pone nervioso.
Quedaría mucho más bonita
con las franjas en rojo.
Rojo y blanco.
-¿Cómo que...?
¡Qué rojo, azul!
Blanquiazul, txuri urdin,
blanco y azul.
Rojo, no, rojo, sacrilegio.
-Si no es en rojo,
no me interesa.
-Ah, que no te interesa.
¿Y qué coño te interesa a ti?
¡Ah, ya sé lo que te interesa!
Los muñecotes de mierda
que tienes por toda la casa.
Eso te interesa un huevo.
Miles, millones de euros
te habrás dejado
en esa mierda
de cacharros, por favor.
Ocho años no tenemos ya.
Comparar eso
con mi Real Sociedad, por favor.
(Puerta)
(Ladridos)
¿No te vas a vestir?
-No.
Estoy probando a dejarme como tú,
a ver qué se siente.
A ver si de esta manera
puedo estar cerca de ti.
-Cariño, por favor, cariño.
Vamos a ser
un poquito razonables.
Que esto de estar encerrados
nos está afectando.
-¿No me digas?
-Antes estaba todo bien,
no sé qué pasa ahora.
-Que nos vemos,
eso es lo que pasa.
-No seamos tan radicales.
Nos damos una oportunidad.
¿Qué quieres, fiesta?
Organizamos nuestra propia fiesta.
¿Qué quieres, que no vaya
todo el día en chándal?
Pues me pongo un chaqué.
-No tienes.
-Si tuviese un chaqué,
me lo ponía.
¿Qué me dices?
-Con la camisa negra
de chorreras estás muy guapo.
-¿La de chorreras?
¿Entonces, qué,
cómo lo has abierto?
Pues he pensado:
"Coge un papel,
te lo pones en la mano,
lo usas para subir la mano
y así no tocas".
Bien pensado.
Sí, pero he mirado
en el suelo y no había nada.
Ni un papel, ni una colilla.
No he visto la calle
tan limpia en toda mi vida.
Normal, cariño.
Pero he visto debajo de un coche
un papelito arrugado.
Cuando estaba a punto
de cogerlo, he pensado:
"Seguramente alguien
se habrá sonado los mocos
con ese papel y va a ser peor".
¿Entonces?
Me he quedado todo tieso
pensando qué hacer.
Y cuando iba a regresar a casa
con las bolsas de basura,
he pensado: "Pero si dentro
de la bolsa hay servilletas,
coges una y ya está".
Qué asco, eso no lo hagas.
Oye, ¿qué pasa?
Esas servilletas las usamos
para restregarnos la boca.
Ya, pero una servilleta, cuando
entra en el cubo de la basura,
es eso, es basura.
Ya, pero es nuestra basura.
Un club histórico,
un escudo centenario, coño.
Un sentimiento que llena el alma
de toda una provincia.
¡Me cago en la puta!
¡Y este año, que estamos
en la final de Copa,
que estamos cuartos en Liga,
en puestos de Champions!
Y en vez de hacer
la realada nosotros,
la hace un puto virus.
¿Qué coño haces jugando
con el puto bicho ese feo?
Que te estoy abriendo
mi corazón txuri urdin.
-¿Sabes lo que me costó
este ejemplar
de Guerreros del Espacio,
de 1982,
en su blister original
y con las grapas?
-Sabiendo lo gilipollas que eres,
seguro que un pastón.
-900 euros.
-¿Te ha costado 900 euros?
Tú estás loco.
¿Has pagado lo que yo tardo
en cobrar dos meses
por ese bicho feo de cojones
para tenerlo en una estantería?
-No, no, en una estantería no,
lo tengo metido en un cajón.
-¡Encima!
No me jodas, en un cajón.
Lo tienes que tener
al lado de la tele
para que te recuerde
todos los días lo tonto que eres.
Porque me admitirás que es feo,
feo, pero feo a matar.
-Hombre, dentro de la colección,
no es el más bonito.
-¿Y para qué te lo compras?
-Justo antes de que decretaran
la cuarentena, había quedado
con otro coleccionista
que me lo quería comprar.
¿Sabes cuánto me iba a pagar?
-Pues yo qué sé,
dos euros, tres.
-5000.
-¿5000 qué?
-500 euros.
-¿Te iba a pagar el tío
5000 pavos por ese bicho feo?
-Por culpa del coronavirus,
he perdido una venta
con un beneficio
del 555,5 por ciento.
-Qué putada, tío.
-Así que en estas circunstancias,
comprenderás que...
¡tu equipo de fútbol, la Liga,
la Copa y su puta madre
me importan una mierda!
-Oye.
-Al final, te he abierto yo
mi corazón.
Total, que has abierto la bolsa.
Ah, bueno, esta es otra.
Intenta deshacer el nudo
con esos guantes.
Lo has hecho a conciencia.
Parecía que estaba soldado
el puñetero nudo.
Cuando hago el nudo,
porque hago el nudo.
Y cuando no lo hago,
porque no lo hago.
La cuestión es quejarse.
Lo que he hecho
es levantar la bolsa,
la he rajado por el lado,
he metido la mano.
¿Y sabes qué he encontrado?
Un pañal del nene.
No.
Me lo he puesto en la mano
y he empezado a hacer fuerza
con la tapa, que estaba pegada.
La he abierto
y ha empezado a rezumar
como una manga pastelera.
¡Ay, qué asco!
Sí, pero eso no es lo peor.
TITULO: Peter Falk, el teniente Colombo y el perro -Un incendio destruye una nave de Rograsa en el polígono El Prado de Mérida .
Peter Falk, el teniente Colombo y el perro - Un incendio destruye una nave de Rograsa en el polígono El Prado de Mérida. , fotos,.
Un incendio destruye una nave de Rograsa en el polígono El Prado de Mérida.
El almacenaje de mucho material plástico ha complicado las labores de extinción llevadas a cabo por tres dotaciones de bomberos
Un incendio ha destruido esta noche una de las dos naves de la empresa Rograsa situadas en el polígono El Prado de Mérida. Las llamas, que comenzaron en torno a las 23.30 horas, provocaron el colapso de unas instalaciones que almacenaban unas 7.000 depósitos de plástico de 50 litros preparados para la recogida y reciclaje de aceite usado. La presencia de tanto material plástico complicó las labores de extinción. Han ardido «miles de contenedores», ha explicado a EFE el propietario, Ángel Rodríguez.
En las labores de extinción intervinieron dos dotaciones del parque de bomberos de Mérida y una tercera de refuerzo llegada desde Puebla de la Calzada. Los trabajos, que se prolongaron hasta las tres y media de la madrugada, permitieron que las llamas no alcanzaran a los depósitos metálicos con unos 20.000 litros de aceite y otro más con unos 5.000 litros de gasoil. Se pudieron recuperar los vehículos y depósitos que había en el interior antes del colapso de la edificación. Estos daños impedirán a la empresa seguir su actividad, de momento.
Además de destruir una de las dos naves de Rograsa, las llamas dañaron el recubrimiento de la techumbre de otra nave contigua. Los bomberos refrescaron también otra instalación situada enfrente para evitar la propagación del fuego.
A las 6.30 horas de la mañana los efectivos del parque de Mérida han vuelto para refrescar y evitar pequeños focos. Al lugar también se desplazaron agentes de la Policía Nacional y de la Local y no ha habido que lamentar daños personales.
TITULO: HOY LE TOCA - Microbios,.
Microbios,.
Con actitud monacal, los días de confinamiento son más cortos y llevaderos, y más intensas las llamadas de teléfono mientras se recorre una y otra vez el pasillo, la terraza, el claustro,.
Será una batalla larga, porque es difícil disparar contra una sombra que no se sabe si es cuerpo o fantasma, si es o no un ser vivo, pues no tiene células ni se reproduce ni sobrevive por sí mismo. Aunque ha nacido en el siglo XXI, de momento solo son efectivas contra él las armas del XIX: el aislamiento y la limpieza.
Cuando uno era niño no se hablaba de virus, se hablaba de microbios, palabra que se pronunciaba con ese temor y respeto que provoca lo desconocido. Los microbios eran invisibles y no resultaba fácil combatirlos en tiempos en que los combates eran encuentros físicos, a garrotazos goyescos. Por su diminuto tamaño, podían estar ocultos en todas partes sin ser detectados: en las manos sucias, en las comidas, en la pelambre de los animales domésticos y hasta en el aire. El microbio era el causante de misteriosas enfermedades que nos amedrentaban incluso por la longitud de sus nombres: ictericia, tuberculosis, disentería, brucelosis.
Quien más quien menos tenía algún familiar, obsesionado con la amenaza microbiana, que iba armado con un insecticida en espray con el que fumigaba alfombras y cortinas, los marcos de las ventanas y los muebles del salón. Luego cogía un sacudidor de mimbre y golpeaba mantas y alfombras colgadas en las barandillas de los balcones para arrojar a la calle las hordas microbianas.
Lo que hacía más temible al microbio era su vocación y su naturaleza infecciosa, pues llevaba en su ADN la invasión de territorios, nunca le parecían suficientes sus conquistas, no era como otros males, la migraña o el cólico, que se instalaban dentro de un órgano, pero dejaban en paz el resto del cuerpo. De modo que con el microbio solo cabía el exterminio: o el todo o la nada.
Frente al microbio antiguo y medieval, como ahora frente al COVID-19, se podían adoptar dos actitudes: la del prisionero o la del monje. La del prisionero que se asoma a la ventana con el rostro pegado contra las rejas mientras piensa en el momento de la fuga, pues aunque los barrotes sean de oro, siguen siendo barrotes.
O la del monje que, entrenado en encierros de escritura, se aísla voluntariamente durante un tiempo en una celda a depurar las ansiedades mundanas, a expulsar el spleen a latigazos y a acabar con el pensamiento débil, a la revisión de sus valores y creencias para intentar salir con las ideas más claras, receloso de que la frenética actividad del mundo a nada conduce y que la participación en reclamos y convocatorias solo es una manera de cansarse en vano y de no mirar hacia sí mismo. Entonces se da la paradoja de que el encierro es una protección, no una alambrada, de que la Trapa es un refugio, no una condena, de que en la celda se siente más libre que en el mundo, pues hasta allí no llegan sus presiones.
Y con esta actitud monacal los días de confinamiento son más cortos y llevaderos y más intensas las llamadas de teléfono mientras se recorre una y otra vez el pasillo, la terraza, las arcadas del claustro.
Hoy ha llamado una amiga inglesa, una valiente y lúcida anciana de 83 años que vive sola en un apartamento en la Costa del Sol y que le comenta que lo más extraño es el silencio de las calles, ayer ruidosas y hoy arrodilladas ante el miedo. La anciana, con la serenidad de quien ha vivido mucho, le cuenta que este estado de alarma es igual que el de la lejana guerra, que ella recuerda de cuando era niña: los controles, las horas encerrada en casa, la amenaza latente, el miedo al enemigo que venía por el aire. El miedo a contagiarse, el miedo a la tos seca y negra del COVID-19, a su ensañamiento con las personas de edad que viven solas.
Pero hoy no quiero terminar hablando del intruso. Preocupados por él, no nos damos cuenta de que es un abril extraordinario. Los árboles que hace un mes comenzaban a soñar con la primavera han visto cómo el sol y la lluvia han cumplido sus sueños y ya están llenos de hojas, las pequeñas y brillantes de las acacias, los grandes corazones de las catalpas. Apremiados por la primavera, los mirlos despliegan sus cantos nupciales con más brío y limpieza, pues no hay humos de coches que ensucien sus gargantas y saben que ahora los escuchamos en las mañanas silenciosas. Y crece el césped entre los adoquines de la parte antigua de Cáceres. Pronto saldremos a caminar por ella, en cuanto llegue de golpe el calor, como es habitual en estas tierras, y se trague las sombras de este encierro.
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