En abril se matricularon 24 turismos en Extremadura, como hace un siglo, en el año 1929
La caída de ventas en la región fue del 98% al matricularse 13 turismos en Badajoz y 11 en Cáceres, ningún híbrido, ni eléctrico ni de gas,.
En Extremadura el retroceso fue del 97,7%% en las ventas, bajada superior a la media nacional, pues en España la caída fue del 96,5%, con sólo 4.163 turismos y todoterrenos matriculados.
CIFRAS HISTÓRICAS
- Matriculaciones de turismos y todoterrenos en la región en los meses de abril
- Año Badajoz Cáceres
- 2020 13 11
- 2019 681 362
- 2018 819 424
- 2017 630 310
- 2016 728 374
- 2015 584 349
- 2014 459 285
- 2013 406 233
- 2012 412 216
- 2011 431 256
- 2010 1
- 061 601
- 2009 678 398
- 2008 1
- 131 607
- 2007 1
- 042 622
- 2006 1
- 024 570
- 2005 1
- 184 726
Quien más vendió en abril en la región fue Peugeot, con 8 vehículos, seguida por Hyundai (5) y Citroën y Ford (3). En la provincia de Badajoz líder del mes Peugeot (4), detrás Citroën, Ford e Hyundai (2). En la de Cáceres la más vendida fue Peugeot (4), seguida por Hyundai (3) y Citroën, Ford, Kia y Seat (1). A nivel nacional la más vendida fue Opel con 1.052 vehículos, liderazgo que no conseguía desde mayo de 2017.
En el acumulado del año en Extremadura la marca preferida en ventas es Dacia (234), segunda Citroën (203) y detrás Toyota (192). En la provincia de Badajoz líder Dacia (153), seguida por Citroën (128) y Toyota (122). En la de Cáceres la marca más vendida es Dacia (81), detrás Citroën (75), Peugeot y Toyota (70). En España Seat con 21.713, es líder tras 26 meses.
Los turismos preferidos son el Seat León (6.450), segundo el Dacia Sandero (4.790) y tercero el Toyota Corolla (4.516). En los todoterrenos sigue dominando el Nissan Qashqai desde enero de 2017 (5.856), segundo el Seat Ateca (4.897) y tercero el Seat Arona (4.622).
Por combustibles en abril a nivel nacional la compra de turismos y todoterrenos de gasolina fue del 60% (el año 2019 del 60%), en Badajoz del 62% y en Cáceres del 55%; los diésel en España fueron el 29% (28% en 2019), en Badajoz el 38% y en Cáceres el 45%; en tanto que los híbridos a nivel nacional fueron el 9% (364 vehículos, ninguno en la región); eléctricos han sido el 2% (86 turismos en España, cero en Extremadura); mientras que los de gas (GLP y GNC) supuso el 0,3% (15 vehículos, ninguno en la región.
TITULO: Para Todos La 2 - «El hoy es lo que cuenta» .
«El hoy es lo que cuenta»,.
Optimismo. El 95% de las personas fallecidas por Covid-19 tiene más de 60 años. Carme Ruscalleda, Mercedes Milá, Pedro Delgado, Ana Curra y Javier Moro los superan. Se sienten vulnerables pero no amedrentados. «No hay miedo al futuro, venga como venga»,.
De acuerdo con nuestra esperanza de vida, una de las más altas del mundo, les quedan por delante entre dos y tres décadas para explorar o volver a empezar. Hasta que la ola asesina de la Covid-19 barrió el planeta y nos dejó varados y sin rumbo en casa, eran los que mejor se las prometían. Pero la pandemia ha desbaratado todo, vidas y expectativas. Según los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 95% de las personas que ha fallecido a causa del virus tenía más de 60 años y ellos son los que copan las UCI.
Conforman el colectivo de mayor riesgo. Rasgarse la camisa para hablar de fragilidad, miedo, enfermedad, envejecimiento o muerte no es fácil. Muchos han declinado hacerlo. Pero otros son capaces de mirar de frente a la amenaza invisible y de sostener, al mismo tiempo, la sonrisa y el reprís. No es una pose.
Carme Ruscalleda nació con un don para la cocina y con una incapacidad profunda para las imposturas y el abatimiento. «Siempre hay una salida», suena en su megafonía interior cuando vienen mal dadas. El viernes cumplió «67, no, 68» y volvió a sobresaltarse y a pensar «caramba, cuánto años y no los siento», para regresar de inmediato al cocido lento del agradecimiento. «Cada día, abro mi balcón, miro al cielo y pienso 'qué bien, un día más'. Hay que dar la gracias», prescribe con una voz cantarina en la que envuelve su deje catalán.
Lo cuenta desde la casa en la que nació, en Sant Pol de Mar, en el Maresme, la misma en la que vive con su marido, su hija y su madre, frente al icónico restaurante que hace apenas dos años dejó suspendido de las tres estrellas del cielo Michelin para cerrar tres décadas de entrega y gloria, y escribir otro capítulo vital y profesional. «Soy muy consciente de que viene un deterioro. Mire si lo soy que cuando cumplí los 65 mi marido y yo tuvimos claro que había que parar antes de perder en liderazgo y creatividad. A la única a la que no puedas engañar es a ti misma. Esa honestidad es lo que te hace fuerte y libre».
Aunque el coronavirus ha dejado en un limbo un montón de proyectos, Ruscalleda mantiene el pulso creador y su talante chispeante y luminoso. «Claro que he sentido que tenía más cromos que los demás para rellenar el álbum, pero no me torturo. Siempre fui consciente de que a este viaje he venido con el ticket de salida. Eso sí, voy a hacer todo lo posible por usarlo lo más tarde posible». «Estoy en mi época, porque estoy aquí, y esta pandemia es lo que ocurre ahora, así que me adapto. Nos habíamos vuelto idiotas consumiendo sin freno... Tenemos que reflexionar sobre el lujo....», desliza. «No hay miedo al futuro. Venga como venga. Lo que importa es el presente. La vida es un continuo reinventarse».
Hay al menos otra conocida catalana de la quinta, vitaminada y supermineralizada, a la que ni los años ni los virus se las arreglan para achantarla. Aunque vengan en formación de a dos. Mercedes Milá ha soplado 69 velas sin sobrecogerse. «No me siento mayor, como no me sentí joven cuando lo era. Yo me siento Mercedes», abre el fuego fiel a su estilo directo. «Nunca he sufrido por cumplir años. No me pesan. Será por mi genética, porque me cuido, porque me encuentro bien y porque no he dejado de hacer nada. Al contrario, tengo la sensación de que el tiempo me ha hecho más dúctil y menos exagerada, que lo sigo siendo mucho. Pero voy mejorando un poquito», se evalúa al otro lado del aparato desde su confinamiento, con cuatro amigos, en un paradero que le fió a Évole pero que no repite para evitar «rollos».
La «ancianidad» y otros clichés, asevera, se la traen al pairo. Pero sabe que el proceso está en marcha. Se lo certifican esas «manchas marrones que me salen en la piel y que las odio porque no se quitan. Hagas lo que hagas salen». La periodista y presentadora entra en harina con la misma receta que Ruscalleda. «La situación hoy para las personas se divide en dos: están los enfermos, que viven un calvario, junto con los que cuidan, que viven otro, y luego estamos el resto de la población, que vivimos con asombro y desconcierto. Yo cada día doy gracias por estar viva y por no estar enferma. Soy una privilegiada. No necesito una UCI, ni un respirador».
Acaba de volver a la tele, junto a su perro, con una remesa nueva de episodios de 'Scott y Milá' y la presentadora iba hasta arriba de adrenalina. Pero de pronto se ha sentido vulnerable. «Claro, sé que soy población de riesgo y que tengo que tener más cuidado. Por suerte, estoy rodeada de gente que me ayuda a tomar todas las precauciones y a limpiar cada paquete que entra a casa del súper». A la incertidumbre la pone a raya con la lectura, la meditación, las labores domésticas, una 'ropa vieja' que improvisa con las sobras de la semana y las enseñanzas de Eckhart Tolle, «el autor espiritual más popular de Estados Unidos», en palabras de 'The New York Times. «¿De qué sirve temer a la enfermedad y a la muerte si no han llegado? Lo inteligente es vivir en el ahora. Lo único que cuenta es lo que está pasando en este instante. No lo de ayer ni lo de luego».
Hacer meta en el sofá
Pedro Delgado acaba de estrenar la década prodigiosa, una llamada a ser de serenidad y plenitud hasta que la Covid-19 le colocó el rótulo de crítica. Su onomástica en reclusión le ha colocado sin esperarlo frente al espejo del paso del tiempo. A falta de nuevas carreras ciclistas, la televisión del coronavirus ha recuperado pruebas de los ochenta y los noventa, en las que él era uno de los protagonistas. Y lejos de sumergirse en una nostalgia donde corre aire viciado, el campeón segoviano la goza en su papel de espectador. «Ahora me pregunto lo que la gente me preguntaba entonces, '¿cómo podéis subir esos puertos con esa alegría'. Yo mismo me asombro de que pudiéramos hacerlo con aquellas bicicletas y desarrollos».Sus victorias desempolvadas sobre el asfalto, un piso «espacioso» en el centro de Madrid, una bicicleta en el rodillo, y una familia «casera» le han ayudado a llevar el encierro con un sosiego que solo se quiebra cuando se topa con transeúntes sin nariz ni boca. «Las mascarillas me impresionan mucho. Todo es muy triste...», admite. Aun así, no se siente expuesto frente a un virus que se ceba en los mayores. «Tengo muy buena salud y aunque sé que tengo mis riesgos, no tengo miedo», asegura.
26 años después de su adiós profesional, el ganador del Tour de 1988 asegura haber «aprendido a convivir con las circunstancias que no me gustan. Revolverte contra ellas es darte contra la pared. Claro que estoy preocupado con la salud y con la economía, pero vivir el momento es lo que te da calma y te equilibra. Trato de disfrutar lo que tengo. Cuando en la vida ocurre algo que no quieres, yo cambio de dirección pero no paro».
Urgencias e interrogantes
Atrapada en su piso en el barrio madrileño de Goya con su perro, Treze, y su expareja, la cantante y profesora de piano del Conservatorio de El Escorial Ana Curra va «a ratos» por el «tobogán» de cada día. A sus 61 años, la reina del punk español, referente de la Movida Madrileña más 'underground', había regresado a la pista de despegue para coger velocidad y hacer volar su nuevo disco, 'Huaca', en una gira por Latinoamérica. Pero se quedó en tierra. El Covid-19 ya había tomado tierra. «Tengo mucho ruido en la cabeza. La frustración se mezcla con la incertidumbre, la desconfianza y la falsa sensación de que el tiempo ha quedado en suspenso...», confiesa. «Intento refugiarme en mi mundo interior y en los míos».Se encontraba en otro momento «de urgencia», similar al de su juventud con Alaska y Los Pegamoides, primero, y con Parálisis Permanente, después, en aquella España ansiosa y efervescente por estallar de la post Transición. «Necesitaba volver a rular, viajar, dar conciertos. El cronómetro externo me trae sin cuidado, pero me había dado cuenta de que la vida pasa y de que hay que vivirla de forma activa antes de que la salud física te empiece a fallar. Aunque no la siento acechante, yo siempre he tenido muy presente la muerte».
A ratos, el vagón desbocado del encierro le conduce pozo adentro adentro de sus fantasmas internos y de los interrogantes sin respuesta: ¿tendré energía y ganas de volver al punto en el que estaba? ¿la gente dejará atrás el miedo para volver a los conciertos? «No es momento para acobardarse. De esta crisis unos vamos a salir más rebeldes porque hay un estado de control que va en aumento y al que no nos vamos a someter, y otros alienado y sumisos por el miedo. El punk hoy es un estado de alerta ante lo que no estamos dispuestos a conceder, que es nuestra libertad y nuestro derecho a divertirnos y a la alegría de vivir», reivindica.
Un dron en el salón
El escritor, viajero y periodista Javier Moro tenía pensando pasar el tránsito de los 64 a los 65 años «sin dramas», pero la Administración se ocupó de advertirle sin mucho tacto de que atravesaba una frontera peligrosa. «Ese día mi carné de conducir expiró automáticamente». Sin embargo, ni por esas consiguieron aguarle la fiesta. «Ya no tengo la capacidad de concentración de hace veinte años; ahora cada tres horas tengo que parar. Te despiertas y te duelen las articulaciones. Hace un año me detectaron un cáncer, del que me operaron. Han empezado a sonar campanas. Todo esto me hace ver que entro en el último tramo pero, si hay armonía en tu vida, no hay motivo de tristeza».El autor madrileño, premio Planeta en 2011 por 'El imperio eres tú', no esconde el bulto. «Ver los muertos en Madrid es tremendo. Claro que sobrecoge. Me ha parecido que de repente estábamos en la Edad Media», se despacha. «Yo me cuido y tomo todas las precauciones. Sé que este virus puede ser muy cabrón, pero no puedo vivir aterrado. Me niego».
A mesurar la amenaza le ayuda 'A flor de piel', su penúltimo libro, sobre la Expedición Filantrópica, contra la viruela, que a primeros del siglo XIX distribuyó la primera vacuna de la historia por el mundo entero de forma gratuita. «Para escribirlo tuve que documentarme sobre epidemias y pandemias y lo que descubrí es que estos fenómenos nos acompañan desde que el hombre es hombre. Además, la crisis gorda no es ésta, está a la vuelta de la esquina y es la climática», advierte.
En su confinamiento, Moro resucita en una novela a otro español de campanillas soterrado en el olvido, vuela su dron y amaga rescatar las acuarelas. «El futuro es bueno, al final acabamos todos saliendo y enamorándonos de salir y tomar algo en una terraza».
TITULO: Gigantes de La 2 - Marta Sanz ,. Jueves -14- Mayo ,.
Gigantes de La 2 - Programa de entrevistas, de cincuenta minutos de duración y emisión semanal, para La 2 Jueves -14- Mayo,. - 23:50 de Televisión Española. Presentado por Mari Cruz Soriano,.
Marta Sanz,.
«No quiero escribir literatura previsible»,.
foto - Marta Sanz,.
«Manipulo los géneros para construir un artefacto narrativo que no pueda ser clasificado», dice la autora de 'pequeñas mujeres rojas' /«Lo que hace político a un texto literario es la manera que eliges para representar la realidad»,.
–El confinamiento, ¿es el estado natural del escritor?
–Mi concepción de la literatura pasa por observar y estar en contacto con la vida. Es importantísimo escribir con las ventanas abiertas. Empaparte de realidad para reflejarla a través de ficciones o poemas que intervengan en ella. El mito romántico del escritor encerrado en su torre de marfil mirándose el ombligo, no lo entiendo muy bien.
–Sus novelas son siempre políticas. ¿Esta más?
–Pensamos que la literatura política es la que habla del precio de las patatas, del trabajo de una cajera o la violencia machista en los hogares. Pero lo que hace político un texto literario, más allá del tema, es la manera que eliges de representar la realidad que te preocupa. En literatura, lo político son las opciones formales. Ésta es política por ser la novela más poética que he escrito. Tendemos a leer muy deprisa, sumidos en la inercia y el vértigo de una vida irreflexiva y visceral. Su propuesta es política porque sugiere leer despacio, por debajo de la epidermis. Lucho contra una forma del estilo literario que está gentrificada. Contra la sensación de estar leyendo siempre el mismo libro.
«A muchas mujeres nos han enseñado a vivir el amor como una relación
de poder en la que siempre se nos sitúa en una posición de fragilidad»
–¿Recurre al género negro para transgredirlo?–Practico una fusión que permite reconocer los mimbres del cuento de hadas, el wéstern o la novela sentimental y, en especial, del género negro y de terror. Manipulando el género construyo un artefacto narrativo que no pueda ser clasificado dentro de ninguno. Me posiciono frente a los géneros como rutinas previsibles que se dirigen a clientes, no a lectores. No quiero escribir literatura previsible. Quiero que el lector se haga preguntas.
–¿Se toma la literatura como un juego contra las convenciones?
–Si quienes escribimos tenemos alguna obligación, es experimentar con nuestra materia de trabajo: el lenguaje. Utilizo la literatura como espacio de juego, una forma de transgresión y de crítica. Y es ahí donde surge la posibilidad de que el canon evolucione y se transforme, de modo que no todas las novelas tengan que ser sota caballo y rey. La literatura es un territorio de incorrección e intrepidez para el autor y para el lector. Nos permite reformular nuestros prejuicios. Por eso a veces se violentan las normas sintácticas y se llevan a cabo imprevisibles combinaciones de palabras para que los fantasmas de la realidad encuentren sus siluetas nunca nombradas así. La literatura no es historia ni periodismo. Es una manifestación artística en la que, como decía Francis Bacon, el sistema nervioso del artista se ve a través de sus modos de representación, de cómo hacemos las cosas. Y ese cómo a veces es transgresor.
–Titular en minúsculas, ¿es la primera transgresión?
–Tiene un enorme sentido. Subraya cómo Paula, la protagonista, una mujer fuerte, comprometida, inteligente y muy lúcida, se empequeñece ante los sentimientos amorosos. Se aniña. Se vuelve vulnerable, muy frágil. Se debe a que a muchas mujeres nos han enseñado a vivir el amor como una relación de poder en la que siempre se nos sitúa en una posición de fragilidad. De ahí esa minúscula 'caligramática'.
–¿Es una novela contra el discurso del odio?
–Sí, pero también contra los bulos y los relatos pervertidos de la memoria que se corrompe con mentiras que nadie cuestiona. En la literatura española el relato de la memoria se ha teñido a menudo de una solemnidad y un sentimentalismo que no nos hace ningún favor. Planteo recuperar la memoria combatiendo los bulos e intentando construir nuestra calidad democrática a través del sentido del humor vitriólico y crítico, mediante un coro de niños perdidos y mujeres muertas que cuentan la realidad desde dentro de una fosa.
–Sí. Y que va del pasado al presente, para contar que el presente está lleno de pasado, y desde lo profundo de la fosa hacia arriba, con la metáfora de los pájaros, para dar una necesaria panorámica de la realidad. A veces nuestro punto de vista es sectario y pequeño. Una lástima. Es crucial escribir desde la profundidad de lo que hay bajo la realidad, de lo que damos por hecho, de los relatos históricos oficiales y de los propios relatos literarios. Esa es la hondura de la lectura crítica: mirar al mismo tiempo desde la raíz y desde arriba. Se trata de sacar el relato de la historia de las frases hechas y los tópicos.
–Está llena de ecos de Juan Rulfo, de Dashiell Hammett o Juan Eduardo Zúñiga.
–Encaja en mis ejercicios de coctelería con los géneros. Soy una lectora ecléctica. No renuncio al género negro a través de Dashiell Hammett, de quien tomo el juego de la transformación del topónimo Azafrán en Azufrón, cómo él hizo con Personville y Poisonville en 'Cosecha roja'. Tampoco renuncio a las voces de los fantasmas a los que somos permeables, que redundan en la idea de que cada ser humano es un orfeón de voces que nos construyen –familiares, históricas, legendarias–, como aprendí en 'Pedro Páramo'. O la potentísima referencia visual de Francis Bacon y la utilización del color, la distorsión de las formas. En la idea de que los artistas cuentan lo que hacen a través de sus opciones estilísticas.
–¿Por qué la trilogía?
–Cuando escribí 'Black, black, black', quería denunciar que vivimos en un sistema económico, social y político intrínsecamente violento. Que los relatos, narraciones, y géneros que se dan en ese sistema también son retóricamente violentos. Utilizan la repetición y se sirven de las reglas del mercado. No promueven la reflexión, y reducen la literatura al espectáculo. Pensé escribir solo una. A Jorge Herralde le gustó y me pidió una segunda: 'Un buen detective no se casa jamás'. Entonces supe que serían tres y que sus personajes principales, –Arturo Zarco, Luz Arranz y Paula Quiñones– se distribuirían las voces de una manera armónica y equilibrada. Con esta cierro el ciclo. Puede que escribas más novelas negras, pero no con estos personajes.
TITULO: ¡ Atención obras !-Acción, reacción y repercusión,.
Acción, reacción y repercusión,.
Esta semana la hemos recobrado para pasear y hacer deporte; y, después de lo vivido, todos hablan de los riesgos de los tumultos en determinadas zonas y horas y de la dificultad de cumplir en ellas las distancias de seguridad aconsejadas. Esto sería la acción.
La repercusión la sabemos: retroceso en lo avanzado, y, en el extremo, impotencia, en lo que a contención de víctimas de esta pandemia se refiere. Se necesita, pues, la reacción, tanto por parte nuestra, repartiéndonos horas y espacios, como de quienes desde el Ayuntamiento, ley en mano, deben procurar la fluidez en el uso peatonal de Badajoz y sus calles.
Bastaría, por ejemplo, con regular que, durante este proceso, algunos itinerarios a horas precisas sean de sentido único para deportistas y ciclistas. Con lo que, señor alcalde y señores concejales, reaccionen.
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