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REVISTA EPOCA - Economía - ¿Inversor millonario o estafado? ,.
REVISTA EPOCA - Economía - ¿Inversor millonario o estafado? ,. , fotos,.
¿Inversor millonario o estafado?
Una madre pacense denuncia que su hija ha sido captada por una especie de secta económica a través de las redes sociales. RedUne cree que hay cientos de afectados,.
Pronto trabajará en uno de los mejores bancos del mundo. Miles de personas le confiarán sus fondos y por cada inversor que consiga se llevará una suculenta comisión. Cuantas más personas valoren sus habilidades como 'trader', mayores serán los ingresos., etc,.
TITULO: Natural - Refugiados en tu casa ,.
Natural La Sexta emite este miércoles-21- Abril , a las 22:30 horas, fotos.
Refugiados en tu casa,.
Compartir piso a través de un alquiler social es la fórmula de una ONG española para favorecer la integración de las personas solicitantes de asilo. Ya llevan ochenta mudanzas en cinco años,.
Me gusta el hiphop porque puedo contar mi historia, mi vida. Solo quiero estudiar. Yo quiero estudiar. Solo eso», repite Mamadou, como si hiciera eco, mientras corrige en una libreta la letra de una canción. Es de Guinea-Bissau, de donde logró escapar con tan solo catorce años. Llegó a España después de pasarse siete dando tumbos. Es solicitante de asilo. Uno de los 54.065 que lo demandaron el año pasado. Se considera afortunado. Una española le abrió las puertas de su casa, lo que le facilitó la integración. Un grupo de entusiastas activistas importaron de Alemania hace cuatro años el proyecto de Refugees-Welcome (Bienvenidos-Refugiados), para intermediar entre desplazados y ciudadanos dispuestos a compartir su hogar bajo la fórmula de un alquiler social. Ya han conseguido hacer 80 mudanzas. Más de 600 meses de convivencia.
Los que prueban dicen que engancha. «Es una manera muy natural de abrir y ampliar la mente», asegura Pablo Suárez. «Y de trabajar por los derechos humanos a través de la acción y la experimentación», añade. Es uno de los cofundadores de la versión española. Ahora son treinta voluntarios que trabajan, principalmente, en los cuatro focos donde han conseguido montar un equipo estable: la isla de Mallorca y las provincias de Madrid y Barcelona, además de una persona que tienen implicada en Valencia. El funcionamiento es sencillo. Los refugiados se registran en su página web, al igual que los que quieren compartir su hogar. Ellos hacen de nexo y buscan perfiles compatibles. Luego dirigen las presentaciones y ayudan en la mudanza. También elaboran un seguimiento semanal. Si surge algún problema, intervienen. Si no, esperan a que pasen los seis meses, que es el tiempo mínimo establecido. A partir de ahí, el futuro ya depende de los nuevos compañeros de piso. Pueden prorrogar la convivencia o darla por terminada. «Pero no dejamos tirado a nadie. Si la persona de fuera necesita ayuda, seguimos actuando», subraya Pablo.
Esta organización no trabaja con casos en situación de emergencia, pero tampoco discrimina a los que no tienen papeles. «Disponer, o no, de un permiso de residencia solo hace referencia a una situación de regularidad o irregularidad administrativa», dejan claro. Su modelo se basa en lo que se denominó hace unos años 'cultura de la bienvenida'. Cuando los países europeos se tornaron reticentes a la hora de acoger al cada vez mayor número de desplazados. Más de la mitad de las entradas a la Unión Europea del año pasado, 123.641 según Acnur, fueron a través de España -65.383, un 53%-; el 26%, 32.497, por Grecia; y el resto, un 19%, 23.770, a través de Italia. Desde Refugees-Welcome evitan la palabra acogida -«acoger, acoge el Estado», afirman-. Ellos prefieren usar la expresión «solidaridad horizontal». Recomiendan el cobro de un alquiler social, nunca a precio de mercado, que se pacta previamente. Una cantidad simbólica en función de los ingresos de la persona refugiada. También, compartir los gastos cotidianos. «Es la mejor manera de que el trato sea de igual a igual. Hay quien no quiere coger el dinero. En esos casos, nuestra sugerencia es que lo metan en un sobre y se lo entreguen al final, a modo de ahorro», cuenta Pablo Suárez.
En datos
- Una evolución al alza
- La Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) contabilizó el año pasado 54.065 solicitantes de asilo en España. Una cifra que no para de crecer. Hace cinco años solo se registraron 5.947.
- 76%
- de las resoluciones de petición de asilo fueron rechazadas en España. En cifras, hubo 8.980 casos denegados del total de 11.875 resueltos por la Administración. El 24% restante fueron aceptados (2.895).
- Siria, a la cabeza
- El mayor porcentaje de solicitudes atendidas en España en 2018 correspondió a ciudadanos sirios, según un estudio realizado por Eurostat. 1.805 obtuvieron la protección subsidiaria y otros 30 el estatuto del refugiado. El Gobierno solo denegó la solicitud a 145 casos.
- Los venezolanos, a la espera
- Venezuela es el país que terminó 2018 con más ciudadanos a la espera de respuesta de solicitud de asilo en España. En total, 31.620. Le siguen, pero de lejos, Colombia (10.385), Ucrania (4.300), Honduras (3.690), El Salvador (3.685) y Palestina (2.510).
- 185.853
- peticiones de asilo recibió en 2018 Alemania, más del triple que España. Francia es el segundo país de la Unión Europea con mayor número, 122.743. El que menos contabilizó fue Suecia, que solo registró 21.502.
- Ochenta mudanzas
- La ONG española Refugees-Welcome ha conseguido propiciar 80 convivencias en España entre voluntarios dispuestos a abrir la puerta de su hogar, a través de un alquiler social, y personas desplazadas. El objetivo es llegar a quinientas en los próximos cinco años.
- La tarjeta roja
- El Ministerio del Interior expide este ansiado documento que, pese a su color, no es una amonestación. Reconoce a los solicitantes de asilo antes de pronunciarse sobre su caso. Es la tarjeta que les permite entrar de forma legal en el mercado laboral. Un trampolín para su futuro.
- Búsqueda de voluntarios
- Refugees-Welcome opera en Madrid, Barcelona, la isla de Mallorca y cuenta con una persona en Valencia. Aunque acumula ofertas y demandas de convivencia por toda España, no dispone de grupos locales para atenderlas. Busca voluntarios que quieran colaborar.
Actualmente hay 18 hogares de estas características en activo en España. El objetivo de la ONG es llegar en cinco años a las 500 convivencias. «Nos gustaría ser una alternativa real al mercado de alquiler, una forma más solidaria que redunda en beneficios más humanos», destacan desde dentro. Para ello necesitan ampliar su red nacional. Les resulta frustrante que haya oferta y demanda por todo el territorio, pero que no se pueda conectar porque no hay equipos de voluntarios en todas las provincias. «Animo a los que sientan curiosidad a que se junten, se pongan en contacto con nosotros a través de la web y formen un nuevo grupo local. Solo se necesitan ganas y energía», explica el cofundador del colectivo en España. Incluso han editado una guía en la que detallan todos estos pasos. «Es voluntario, no cobras, pero recibes mucho a cambio», explica Izaskun. «Conocer otras vidas me ha permitido ampliar mi visión del mundo, también poner en perspectiva mis problemas, que me he dado cuenta de que son menores», apostilla.
El vínculo local
Izaskun es chilena. Desempeña el rol que en el colectivo denominan vínculo local. La persona que se encarga de presentar a las partes, que facilita la conversación y el entendimiento en los temas importantes antes del comienzo de la convivencia. También echa un cable en la mudanza. No sirve cualquier cubículo. «Es como si tú fueras el que alquilara», explica Pablo Suárez. La casa tiene que ser un espacio tranquilo y seguro. Al menos, con una habitación amueblada. «No se puede ofrecer sofás para dormir ni nada parecido. Tienen que ser unas condiciones dignas», sentencia. El tiempo mínimo que se pacta son seis meses, aunque en la mayoría de casos se amplía. Otros, en cambio, acaban antes. No han dado con la fórmula maestra. A veces se encuentran sorpresas. Quince de las dieciocho convivencias actuales son en casas de personas mayores. En 2018, más de 2 millones de ciudadanos con más de 65 años vivían solos en España, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Muchos disponen de habitaciones vacías y para ellos es una forma de combatir la soledad con solidaridad. Es el ejemplo de César. Tiene 75 años y comparte su piso de Madrid con un refugiado sirio y otro senegalés. «Estamos los tres encantados. Esto es mejor que un Erasmus», explica entusiasmado.
El número de solicitantes de asilo se ha multiplicado por cinco en el último lustro. Los países de origen que más demandas acumulan son, por este orden, Venezuela, Colombia, Siria, Honduras y El Salvador. El año pasado el Gobierno resolvió 11.875 peticiones. Tres de cada cuatro fueron denegadas. En otros casos, el problema es la espera. Eurostat cifró en 127.520, hasta agosto, las pendientes de resolver. Es vital para los refugiados despejar cuanto antes la incógnita de su futuro. El sistema de acogida de asilo en España funciona en dos fases bien diferenciadas. La primera dura medio año, con un apoyo integral por parte del Ministerio de Migraciones y todas las ONG que colaboran.
La segunda, llamada de inclusión, por un periodo similar, ofrece ayudas para el alquiler y las necesidades básicas. Es aquí donde Refugees-Welcome centra su base de acción y estrategia. La tarjeta roja que obtienen, lejos de ser una amonestación como en el fútbol y otras competiciones deportivas, es un deseado documento que les permite acceder de forma legal al mercado laboral. El mejor trampolín para poder quedarse aquí y no tener que regresar.
Sonríe hasta cuando pronuncia la palabra «miedo». Es su forma de afrontar el destino, que ahora se encuentra a varios miles de kilómetros de su casa en Pakistán. A Reno, que convive en Castelldefels (Barcelona) con Montse, una profesora que le ha alquilado una habitación, sus creencias religiosas le obligaron a emigrar. Era católica en un país de musulmanes. Su vida estuvo en peligro. Vio morir asesinadas a personas de su entorno por el simple hecho de profesar un credo diferente. Su familia pudo brindarle un futuro mejor. Primero Zaragoza, luego Barcelona y finalmente Castelldefels. Ahora espera que le concedan el estatuto de refugiada.
Reno casi no tiene tiempo para nada. Ni para nadie. Trabaja de lunes a sábado desde hace unos meses de cajera en un supermercado. Al menos eso le permite tener la cabeza ocupada y no pensar demasiado en lo que dejó atrás. Su familia le recomendó marchar y se sacrificó para que pudiera conseguirlo. Ya lleva dos años y medio aquí. A casa de Montse llegó gracias a Accem, una ONG que trabaja en contacto con Refugees-Welcome, pero antes no tuvo una buena experiencia en otra convivencia. Con Montse «está encantada». Se entendió desde el primer momento. «Me gusta mucho hablar con ella después de cenar. Es el mejor momento del día, cuando aprovechamos para ponernos al día y escucharnos la una a la otra», explica. Reno se esfuerza con el idioma, que es básico para una buena integración, y está empezando con el catalán.
«Me gusta hablar con Montse tras la cena. Es el mejor momento del día»»
«Una de las cosas que más me gustan de Montse es que me aporta mucha tranquilidad», añade. Es lo que más valora: saber que hay alguien detrás que la apoya y se preocupa. «Ahora estoy tranquila, muy tranquila», puntualiza. «Ya no paso miedo, antes tenía mucho», subraya. Que ambas sean católicas es uno de los puntos que más han fortalecido la relación. Reno ya se ha acostumbrado a vivir en España, un país muy diferente de Pakistán. Pero reconoce que, al principio, le costó. «Sobre todo que la gente beba y fume tanto. Me llamó muchísimo la atención», dice riendo. «Pero no es muy difícil relacionarse aquí. Los clientes en el trabajo me ayudan y me lo ponen fácil», cuenta. Otra cosa es la Administración. Aunque prudente, reconoce que «el trato hacia los refugiados podría ser mejor. Siempre se puede mejorar». La burocracia es lenta y uno de los mayores obstáculos.
Cocina y salsa
La cocina es otro de los nexos de unión en la convivencia. Cada una prepara su comida, pero muchas veces, cuando Reno llega a casa tras una dura jornada, es Montse quien le ha preparado algo de cenar. Incluso se han ido a bailar juntas. A Montse le gusta la salsa y en una ocasión le pidió que la acompañara a una clase. «No se atrevió a probar pero se lo pasó muy bien», explican desde Refugees-Welcome.
Reno es parca en palabras. Solo quiere tener cuanto antes los papeles para edificar su futuro con más seguridad. Mientras tanto, cuando sale del supermercado, comparte confidencias con sus amigas. Suele desplazarse con ellas a Barcelona. «También he conectado con los vecinos de enfrente, que son mayores. Pero, claro, es que trabajo tanto que apenas tengo tiempo para las relaciones sociales», explica.
Su viaje en Semana Santa al campo de refugiados de Moria, en la isla griega de Lesbos, frente a la costa turca, le cambió. «Quedé sensibilizada y prendada», admite. Montse, una profesora de Castelldefels, regresó con una convicción: «Sola no puedo cambiar el mundo, pero sí está en mi mano cambiar el mundo de una persona». Meses después, en septiembre, decidió recibir a una refugiada en su casa. Cumplió su promesa. La trayectoria de su nueva compañera de piso había dado un giro de 180 grados.
Montse es católica. Y eso fue clave. Refugees-Welcome buscó un perfil compatible. Prefería que fuera mujer -«vivo sola y para la intimidad me resultaba mucho más cómodo»-, que no fumara y que respetara sus creencias. Esas fueron sus condiciones. El resto le daba igual. Así llegó Reno a su domicilio. «Acertaron. Ha sido la bomba», afirma Montse para describir cómo fue la conexión entre ambas. «Antes de cenar oramos juntas. Y por la mañana nos intercambiamos un versículo. Ella me lo manda en inglés y yo en español», cuenta.
Enseguida organizaron todo. Reno paga un alquiler social y van a medias en los gastos más cotidianos. La relación ha evolucionado con el tiempo. Ahora, además de compañeras, son amigas. La cocina ha sido un territorio común, que las ha unido más. «Le encantan los huevos rellenos que le he enseñado a preparar. Ella me hace 'dhal' de lentejas, de color amarillo, con muchas verduras, que está buenísimo. No utiliza casi carne. Me dice que allí es un artículo de lujo», explica. Apenas se ven porque el trabajo de Reno en el supermercado la ocupa todo el día. «Desde que vive con una española, me cuenta, la respetan más». En este tiempo le ha visto mejorar. «Cuando llegó, dormía con la luz encendida. Por miedo», relata. «Ahora en lo que más me insiste, cuando le pregunto, es en que se siente segura, que está tranquila. Ya casi no enciende las luces por la noche», cuenta. Atrás dejó un pasado traumático. Su familia pudo darle la oportunidad de abandonar Pakistán. Tuvo que superar la muerte de amigos suyos, víctimas de bombas en iglesias. Quizás por eso, nada más llegar a España, lo que más llamó su atención fue «la seguridad». «Ella siempre me dice que en Pakistán todos los policías son corruptos, y aquí no percibe eso. En cambio, en algún lugar de su mente, algo le dice que este grado de seguridad no es posible en su país, que nunca llegará a estas cotas de desarrollo», explica.
Montse y Reno solo llevan dos meses viviendo juntas. Han pactado, como es norma en Refugees-Welcome, cuatro más. «No sé qué pasará cuando acabe», dice Montse. «Ella es joven y tiene por delante una vida entera por construir. Quizás quiera compartir piso con otras personas o encuentra pareja y prefiere establecerse con ella. Es normal. Pero si eso no sucede, yo no tendría ningún problema en renovar la convivencia hasta que ella sea capaz de volar por sí misma», concluye.
Asus 28 años ya es todo un veterano. Richard Lamah pagó «tres mil euros para entrar en Ceuta por mar en una patera». Allí comenzó su largo periplo por España. Había salido de Guinea-Conakri por motivos políticos. Ahora solicita asilo. Se encuentra en la segunda fase. En la ciudad autónoma estuvo seis meses en un centro de asistencia temporal para inmigrantes. Después pasó tres semanas en Mérida y medio año en Málaga, antes de recalar en Barcelona, donde está instalado. Gracias a su activismo y colaboración con varias ONG pudo conocer Refugees-Welcome. Es ingeniero informático y comparte piso con Ramón.
«Uno de los principales motivos para marcharme fue que quería seguir estudiando», cuenta. «Para mí es muy importante. No quiero quitar el trabajo a nadie, quiero continuar con mi formación. Solo eso», explica con un marcado acento francés al otro lado del teléfono. Antes de abandonar Guinea-Conakri y llegar a Marruecos, donde buscó un contacto que le facilitó la forma de acceder a España, lo había intentado de mil maneras. «En mi país había un programa para que los francófonos pudieran estudiar en Francia. Hice todos los trámites, pero me pedían demasiado dinero y no lo tenía», cuenta. Decidió acabar la carrera. Luego comenzó a trabajar de contable en una ONG. Todo el dinero que consiguió ahorrar se lo pagó a la mafia que le facilitó un pasaje en la patera.
Es ingeniero informático y trabaja en Barcelona en una multinacional
Richard atiende a este periódico en una pausa laboral. Trabaja en la filial española de una multinacional japonesa dedicada a la electrónica y fabricación de fotocopiadoras. «También estudio programación de páginas web, así que me queda poco tiempo libre. Pero estoy a gusto», explica. En su caso, el idioma no ha sido una barrera. Aprendió español enseguida. Ahora practica el catalán con su compañero de piso. «Como mi intención es quedarme aquí, me hace falta para casi todos los trabajos», sentencia. «Me da igual los miles de papeles que tenga que rellenar, ya estoy acostumbrado. La burocracia, para mí, no es problema; aunque sea el principal escollo para otros refugiados», añade como declaración de intenciones.
Unidos por la 'Play'
Ramón también estudia, en su caso una oposición, así que solo coinciden a partir de última hora de la tarde. «Vemos juntos la tele, tomamos una cerveza y jugamos a la 'Play'. Es nuestro entretenimiento, y lo que más nos une», ríe Richard.
Su recorrido por España le ha permitido conocer bien su país de acogida. «No puedo decir que me haya tratado mal. Todo lo contrario. Estoy muy agradecido. En este tiempo nunca nadie me ha faltado al respeto. No todos, como yo, pueden decir lo mismo, desafortunadamente», afirma.
Pero su bagaje también le ha forjado su propia impresión. «Por ejemplo, en el sur la gente es más abierta que en el norte, muchísimo más abierta. Pero eso no lo digo yo solo, lo dicen ustedes. En Barcelona, sin ir más lejos, tienes que ser amigo de alguien para poder entrar en un círculo de amistades. Es como si alguien te tuviera que avalar», explica. «Solo quiero que entiendan que no todos los que hemos llegado a España ha sido para robar. Por favor, que no juzguen al resto por unos pocos. Yo solo quiero seguir estudiando», vuelve a insistir.
El caso de Joan es especial. No quiere dar sus apellidos ni su lugar de residencia ni hacerse una foto para proteger a la persona con la que convive en su casa, en un enclave rural de la provincia de Barcelona. Hamid es un refugiado económico sin papeles de Guinea. A Refugees-Welcome le da igual la situación administrativa de las personas que demandan un hogar. Para el colectivo, este es «un caso atípico» que está funcionando bien. Llevan dos años compartiendo techo. Y Joan tiene previsto ampliar la convivencia «hasta que su camino esté despejado y sea completamente seguro».
Todo comenzó para este activista catalán cuando regresó de Grecia. «Fui terco y me dije que tenía que seguir haciendo algo», explica. Así conoció esta iniciativa habitacional. «El problema era que yo residía en las afueras de Barcelona, así que me ofrecí a recibir a personas que necesitaran un tiempo de desconexión», añade. De esta forma llegó Hamid a su casa. «Su prioridad es conseguir los papeles, como sea», relata Joan. Aquí se ha topado con el primer obstáculo. «Esta gente se ve abocada a trabajar en negro, de forma clandestina e ilegal, sin cotizar y sin derechos. No pueden delinquir si quieren los papeles. Entonces, ¿cómo se las tienen que arreglar para subsistir?», reflexiona.
«Prorrogaremos la estancia hasta que Hamid tenga el camino despejado»
Hamid salió de Conakri. Tras muchos tumbos terminó en Libia. De allí a Francia, «en un viaje que prefiere olvidar». Acabó en España después de que le detuvieran en un par de ocasiones por las calles del país galo. Le amenazaron con deportarle. Joan y Hamid enseguida conectaron. Apalabraron un alquiler social; pero si Hamid no trabaja, no tiene que pagar. Aun así, Joan cree en la efectividad del modelo. «Al compartir gastos, la convivencia es más horizontal y equitativa. No es caridad». Durante todo este tiempo ambos han evolucionado. El idioma al principio fue un problema. «Hamid se recluía en su habitación y no salía para no molestar. No se atrevía. Le tuve que decir que podía deambular libremente por todo el espacio», cuenta Joan. Él tiene claro cuál es el rol de cada uno. «El activista soy yo, por tanto, el trabajo de comprensión debe ser mío», puntualiza. Nunca han tenido problemas. Hamid le acompañó el 8 de marzo para cambiar los nombres de las calles del pueblo en el que viven por el de mujeres, en una iniciativa para empoderar el papel de la mujer en su día internacional. «Al llegar a casa me dijo que en su país incluso era peor. Llegó a esta conclusión a la que, de no haberla visto aquí, quizás nunca hubiera llegado», relata Joan.
A la espera de ver lo que sucede con los papeles, este catalán tiene claro que repetiría la experiencia en un futuro. «Igual me tomo un descanso en el asunto de las convivencias, pero no cesaré en el activismo», sentencia. «Recomiendo a la gente que pruebe la experiencia. En esta parte del mundo donde vivimos, decidimos si cenamos carne o pescado. Pero en muchas otras es como lanzar una moneda al aire, pero para saber si podrán seguir viviendo o morirán. Somos privilegiados».
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Los Reporteros Canal Sur Televisión - El vacío emocional y
económico de la Feria de Abril de Sevilla,. Así son las fronteras de la
pandemia en Andalucía,Funerales por el Duque de Edimburgo.
El Sabado -17- Abril a las 21:30 por Canal Sur Televisión, fotos,.
El vacío emocional y económico de la Feria de Abril de Sevilla,.
Otra vez, sin farolillos y con poco revuelo de volantes: la pandemia y sus restricciones suponen la ruina de decenas de miles de familias que llevan 18 meses sin trabajar
En números rojos está también la moda flamenca, que mueve sus hilos para reinventarse
Se repiten las imágenes del año pasado: la portada y las casetas, empantanadas, a medio montar. El esqueleto del cuerpo que no llegó a tomar vida. Las grabamos, pensando que serían históricas, con la esperanza de que no se repitieran. Pero, su aspecto este año es muy parecido. Un enorme aparcamiento cercado, escenario de botellonas clandestinas. 'Los Reporteros' atraviesa sus vallas y va más allá de sus límites para atrapar el ambiente y el latido que quiere sobrevivir.
Lo saben bien Amparo Díaz, de la Asociación Círculo Rociero Pino Montano, y sus amigas y socias Beatriz, Aurora, Nati y María Dolores. Las cinco han esperado, pacientes, 22 años para conseguir el tesoro más preciado: un hueco en el Real de la Feria de Sevilla. En 2019, su asociación se estrenaba en la calle Joselito el Gallo. Hoy, bailan en el Real con la caseta sin montar.
Con 23 años de oficio, Iván Jiménez es uno de los 98 cocheros con licencia de la ciudad. Ahora, sin ferias ni turismo cuenta que "si esto sigue así, cambiar de oficio no pero cambiar de vida sí".
Enrique Bañuls es de la Asociación Industriales Feriantes Andalucía, Ceuta y Melilla. Nos cuenta que en España, son más de 30.000 las familias que llevan 18 meses sin trabajar, "algunas están en desahucio, la solución transitoria es hacer este tipo de eventos, parques de atracciones móviles, es una cosa pionera".
Son los supervivientes de una calle del infierno que se emigra para escapar de ese otro infierno, real y demoledor, que es la pandemia. Recorrerán ciudades andaluzas coincidiendo con las fechas de sus ferias.
Diseñadores, hosteleros y el propio ayuntamiento sevillano se han sumado ya una propuesta pensada para apoyar al sector de la moda flamenca.
Laura Sánchez, directora de 'We Love Flamenco', comenta que es una industria y que hay que vender trajes de flamenca. De ahí nace la idea de 'Somos Abril' cuyo objetivo es que se vean en las ciudades, en los bares y restaurantes a las mujeres vestidas de flamenca.
Además, añade, que este traje está encajonado en ferias y romerías, pero quien viene de fuera lo ve como un traje de alta costura. Raquel Revuelta, directora de SIMOF, cuenta que hace 27 años cuando se creó este Salón Internacional "no existía la moda, lo que había eran trajes regionales. El término 'moda flamenca' viene después, cuando esos diseñadores empiezan a crear sus colecciones. "Me enorgullece cuando veo a Valentino o a Armani, pero quiero que el mundo entero sepa que eso viene del sur de España", nos dice.
El vuelo de los trajes del diseñador Javier García fue breve: de la pasarela SIMOF en febrero de 2020 a las perchas de su tienda. Es uno de los impulsores del movimiento Lunar Off: con flamencas de luto riguroso, en plena pandemia, pidieron de esta forma ayudas a la administración. Tiene claro que "adaptarse o morir. Ese es el reto".
El mismo reto que tienen Daniel Alcaide, de flamenco folk, Rocío Montero, de moda flamenca Lina, Ana Morón que tiene su taller en la localidad sevillana de Umbrete.
Hay quien reclama que el traje de flamenca se declare Patrimonio de la Humanidad. Identidad tejida que duerme durante años en armarios, que se hereda, se presta, se disfruta. Traje mestizo y versátil, tan popular como exclusivo. Obra de arte efímera y eterna, que vuela sin alas hacia nuevos rumbos.
Así son las fronteras de la pandemia en Andalucía,.
'Los Reporteros' acude a los puntos de entrada y salida de la comunidad, cargados de paradojas
Restricciones que salen caras y controles para contener contagios pero ¿qué va a pasar cuando acabe el estado de alarma?
'Los Reporteros' viaja hasta los límites geográficos de Andalucía y a algunos de sus puntos de entrada y salida.
El puesto fronterizo de Castro Marim, en Portugal que hace no demasiado tiempo, ni siquiera se parecía a una frontera. Sin embargo, desde que la pandemia impuso sus reglas, se ha convertido en un muro infranqueable para muchas empresas y trabajadores autónomos que ya no encuentran oficio ni beneficio a este lado del rio Guadiana. Y los que sí logran pasar, perciben día tras día que ya no les compensa. Nos lo cuenta Lola Escudero, que se ha llevado veinte años al volante de su taxi, yendo y viniendo diariamente a Portugal, trasladando a turistas de toda Europa desde el aeropuerto de Faro a la Costa de la Luz y llevándolos de regreso.
La situación puede ser incluso más enrevesada. El empresario ayamontino Fran Molina que se ha dedicado desde hace años a la exportación a Portugal de alimentos secos y productos congelados no puede seguir haciéndolo porque carece de una delegación propia en el país vecino, condición ahora indispensable para que su camión de reparto cruce la frontera.
En el Campo de Gibraltar se ubican dos importantes fronteras, una en la del Puerto de Algeciras con el Puerto de África y otra la de La Línea de la Concepción con Gibraltar. Desde el Puerto de Algeciras en estos momentos sólo hay barcos para repatriación de españoles porque las líneas para pasajeros están suspendidas desde que hace un año Marruecos cerró sus fronteras.
La paradoja la encontramos aquí en esta frontera con Gibraltar donde el tránsito sí es normalizado y fluido en estos momentos. Hace una semana el gobierno levantaba las restricciones. Están libres de coronavirus en estos momentos. Para pasar por la aduana sólo se pide la documentación. Eso sí, aquellos viajeros que aterrizan por el aeropuerto de Gibraltar, procedentes de algunos de esos vuelos internacionales, deben presentar una PCR negativa.
En la Autovía A-66, límite con Extremadura, un equipo del programa acompaña a una agrupación de tráfico que está controlando la movilidad entre Extremadura y Andalucía. Han parado a todos los conductores y le han pedido que justifiquen los motivos que regulan el decreto del presidente 2/2021. Estos motivos son médicos, estudios laborales o por cuidados de personas dependientes.
El aeropuerto de Málaga es el cuarto de España en volumen de pasajeros. En las colas de los vuelos nacionales, agentes de la policía realizan controles para comprobar los justificantes para salir de la provincia. En los vuelos internacionales, la mayoría de los países como España exigen a los pasajeros que presenten un test PCR negativo para volar. Desde marzo las pruebas de diagnóstico covid se pueden hacer en el aeropuerto.
Estación sevillana de metro. Marta Delso, usuaria del metro nos cuenta que se mueve en transporte público todos los días pero que no puede coger el tren para ver a su familia que vive en Zaragoza porque no puede cambiar de comunidad y no puede coger el AVE.
Estación de Santa Justa en Sevilla. Es la de mayor tránsito de toda Andalucía. Se realizan al día, al menos, cinco o seis controles aleatorios. Los agentes comprueban que los viajeros llevan el justificante para poder moverse entre las provincias o entrar y salir de la comunidad. En cada jornada suelen levantar 10 actas de infracción.
Con el fin del estado de alarma, los jueces tendrán el control de las restricciones. Nos lo explica José Pablo Sancha, profesor de Derecho Constitucional de la UPO. Probablemente cada comunidad autónoma establecerá un régimen de limitaciones distintas que deberán ser ratificadas por cada tribunal de justicia autonómico.
Antonio López, portavoz de Adif, comenta que con la finalización del estado de alarma no sabe exactamente en qué términos se va a aplicar. "Tenemos que apelar obviamente al sentido común y a la experiencia que ya tienen los viajeros que ya digo que ahora mismo es lo que mejor funciona", nos dice.
Para Francisco Arteaga, delegado institucional de Renfe Andalucía, los datos no son optimistas a partir del 9 de mayo. Sobre cien viajeros que viajaban en una relación concreta en el 2019, ahora viajan 30. Los trenes salen de origen perfectamente limpios y desinfectados. El riesgo de transmisión de la enfermedad del covid dentro de un tren es de un caso cada diez mil viajes.
El pasaporte covid de la UE facilita viajes seguros pero plantea dudas legales como señala Sancha al decir que este pasaporte puede suponer que se vean afectados derechos fundamentales de los ciudadanos como la libertad de circulación en la UE, la intimidad y, sobre todo, el principio de igualdad en el territorio europeo. Seguramente acabará ante el Tribunal de Justicia de la UE, que dictará la última palabra.
Funerales por el Duque de Edimburgo,.
Fue la sombra que iluminó a la Reina Isabel segunda. Esta sábado se celebran los funerales por el Duque de Edimburgo. Esposo de la monarca británica durante 73 años, acumuló en su biografía errores y aciertos que marcaron la deriva y la transición de la institución entre dos siglos,.
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Tierra y Mar - Los productores pesqueros siguen asociándose como propone Europa ,.
Los productores pesqueros siguen asociándose como propone Europa,.
El sector pesquero de Andalucía ha sumado tres nuevas organizaciones de productores, Adra (Almería), Barbate (Cádiz) y Motril (Granada). La actividad económica media de los tres últimos años de las tres nuevas OPPs suma más de 8,8 millones de euros.
El equipo de Tierra y mar viaja a Barbate, en Cádiz, donde un grupo de armadores han creado la Organización de Productores Pesqueros para mejorar la competitividad y defender los intereses de este sector.
Para no sólo sobrevivir, sino obtener unos beneficios que compensen su trabajo, 21 armadores se han unido para crear una organización de productores, que ha conseguido su reconocimiento oficial a mitad de febrero. Aglutina sobre todo modalidades de artes menores, cerco y también hay un buque de arrastre.
Este tipo de entidades, que regula la Comisión Europea, constituyen un mecanismo para la estabilización de los mercados mediante ajustes entre la oferta y la demanda, así como una herramienta para garantizar la renta de los productores.
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