TITULO: Metrópolis - Verbolario - Menhir,.
El lunes - 22, 29 - Enero , los lunes a partir de las 00:30, en La2, fotos,.
Verbolario - Menhir,.Varias esculturas-menhir se mantuvieron en la muralla exterior, que se construyó en torno al año 2900 antes de Cristo para ampliar el poblado, ocupando así el espacio de la antigua necrópolis,.
Arqueólogos de la Universidad de Granada han descubierto varias estatuas-menhir en la muralla exterior del asentamiento de Los Millares, que data de la Edad del Cobre y se sitúa en el municipio de Santa Fe de Mondújar, en Almería. Un hallazgo sorprendente,.
TITULO:
DIAS DE TOROS - El Juli se va, Roca renace y nuevas promesas,.
El Juli se va, Roca renace y nuevas promesas,.
La afición se renueva en un año que sube el número de festejos y también la cantidad de aficionados que pasan por las plazas,.
Acabamos el año con el temblor político que acecha con el nombramiento como ministro de Cultura a un ferviente antitaurino. ¿Alguien puede entender que el presidente de un país, encargado de velar por los intereses del conjunto de sus ciudadanos, elija proteger y fomentar la cultura a una persona que públicamente la denosta? Esto es España, nuestra España actual. La misma que Pablo Motos decía tras la aceptada amnistía para llegar a un pacto de poder por parte de Pedro Sánchez y gobernar a toda costa no sentirse orgulloso de ser de aquí. El año, que ahora despedimos, comenzó con mejores augurios. Tras la Feria de Fallas, llegamos a Sevilla para presenciar una de las mejores de la Historia. Sin duda. Épica. Como lo fue ver a Morante de la Puebla cortar, por fin, las dos orejas y el rabo a un toro en la bella Maestranza sevillana, porque el toreo fue un soplo de vida que nos llevó a todos los rincones olvidados de la torería. Al sentido último de la tauromaquia. A algo que, quizá, Urtasun, no entendería, pero no hay que estar tan loco, solo acercarse al toreo con la mirada limpia y sin prejuicios y abandonarse, como lo hizo el de La Puebla. Aquella tarde del 27 de abril se convirtió en un hito. Hacía 52 años que no ocurría desde que lo lograra Ruiz Miguel a un toro de Miura en 1971. En esta ocasión, el toro era de Domingo Hernández, la ganadería talismán de Julián López «El Juli», torero que sabríamos tiempo después que había preparado para este año su despedida después de cuarto de siglo en la misma cima. Para eso teníamos que transitar la feria de Santander, por el mes de julio.
En abril, en la veraniega feria de Sevilla, Daniel Luque pondría una de las primeras piedras de la que sería una temporada extraordinaria. Y El Juli logro cortar las orejas a un ejemplar de Cuvillo la emblemática fecha de Resurrección y lo bordó con uno de La Quinta, una vez más, el 30 de abril, aunque el palco mirara para otro lado. La feria de Roca Rey, Luque, Ginés Marín, Juli, Manuel Escribano, Tomás Rufo y Emilio de Justo con elevado nivel ganadero. Cuatro fueron los hierros premiados con la vuelta al ruedo: El Parralejo, Hernández, Matilla y Victorino Martín. Fue el ganadero de Galapagar quien lidió un encierro sobresaliente. No sería la única ocasión. También cerraría meses después en Madrid una temporada sobresaliente.
Después del boom de la Feria de Sevilla, Madrid nos colocó en otro sitio. Muchos menos éxitos en un serial que estrenaba formato. Más corto y con días de descanso entre semana. El éxito fue unánime en cuestión de asistencia de público y tenía mérito con la liberalización de los precios. En el informe que presentó Plaza 1, empresa gestora, informó de que 868,784 espectadores habían pasado por la plaza de toros en los 59 festejos celebrados durante la temporada. A pesar de que hicieron el paseíllo todas las figuras, la sorpresa la dio Fernando Adrián y lo hizo en dos ocasiones al abrir la Puerta Grande, tan cotizada como prestigiosa. A lo largo de todo el año, a hombros consiguieron salir seis toreros, Sebastián Castella, que volvía después del parón que decidió hacer en su carrera, Emilio de Justo, que regresaba tras una de las cogidas más duras de los últimos tiempos en las vértebras que le obligó a una recuperación lenta y compleja; El Juli, el emotivo día de su despedida, que merece un aparte, al igual que la emocionantísima de Borja Jiménez cuando la temporada llegaba a su ocaso. A caballo, Diego Ventura.
Con una carta en las redes sociales anunció el torero madrileño Julián López «El Juli» que había llegado el momento de tomarse un descanso de manera indefinida en su carrera. Había transcurrido parte de la temporada. Todavía quedaba. Llevaba 25 años en la cima, tirando del carro, anunciado en todas las grandes ferias. Fue entonces cuando la gente se volcó. La traca final aguardaba con Madrid y Sevilla. Visto con la perspectiva de la historia escrita y a pesar de lo mucho que ha significado la Maestranza para él, donde recibió la cornada más perturbadora de su carrera, el orden debió ser a la inversa. Madrid lo despidió con honores y empujó para una Puerta Grande a la altura de su trayectoria, de lo que ha sido en el toreo. La emoción estuvo servida, el final feliz. En Sevilla faltó corazón. Cuando la temporada estaba vencida en Madrid, Borja Jiménez puso Las Ventas del revés en una de las tardes más potentes de la temporada. Se fue a hombros. Pasaron muchas cosas. Madrid unánime, ronco y gritón, como es esta plaza cuando la verdad se impone. Inesperado. A Borja no le pasó de largo la tarde. Fue consciente y disfrutón del milagro de triunfar en esta despiadada casa. En ese mal necesario que frustra tantos días de toros, pero cuando te lo da, lo hace como ninguna.
Un día antes había pisado plaza uno de los toreros más esperados del año, Juan Ortega, de prodigioso capote y dueño del tiempo, más bien capaz de ralentizarlo. Torea más despacio que nadie. Esa es la realidad. Este año en el tándem con José María Garzón ha encontrado su mejor versión y ha dado un paso más para llegar a toros que quizá antes se le resistían. Madrid espera, y más si es a lo bueno.
Roca Rey, el torero del Perú, que sigue siendo el más taquillero de todos, ha dejado tardes para la historia. Entre ellas una en la que volvió a nacer en la plaza de toros de Santander. Fue allí donde resultó cogido en varias ocasiones, pero una de ellas estampado contra las tablas y milagroso que no resultara herido de gravedad. Su compañero Cayetano Rivera Ordóñez, en aquel momento, no dudó en salir a cuerpo descubierto en dos ocasiones a quitarle el toro, y de hecho también resultó cogido. Una hermandad que no se entiende en otras profesiones.
Morante, que el año pasado firmó la temporada de su vida, sufrió una cogida con una lesión de muñeca que le ha dado muchos quebraderos de cabeza en un ir y venir hasta sumirle en la oscuridad y cortar temporada. Su ausencia es un boquete en la afición, en la ilusión, en el peregrinaje de quienes aman la tauromaquia, porque esto estimado ministro de Cultura habla de las pasiones, no de la barbarie.
Cerramos este 2023 con la incertidumbre en cuestiones políticas, algo que ha marcado el devenir de los últimos años, no hay más que ver lo que ocurrió en la plaza de toros de Barcelona, por poner un ejemplo. Lo cierto es que asomarse a las plazas de toros, de hacerlo, es observar que la tauromaquia, sin intervencionismo político, goza de salud y una renovación en el público, cada vez más joven. Sobran explicaciones si nos detenemos a ver cómo son las Puertas Grandes. Otra cosa es que no se quiera ver. Habrá que esperar. O desesperarse.
TITULO: Retratos con alma - Retrato de un golpista: encuentro inesperado con el general Armada ,.
La periodista Isabel Gemio regresa a la televisión para presentar 'Retratos con alma', el nuevo programa producido por RTVE en colaboración,.
Lunes - 22 , 29 - Enero a las 22:40 horas en La 1 / fotos,.
Retrato de un golpista: encuentro inesperado con el general Armada,.
Treinta y dos años después, el golpe del 23 de febrero de 1981 se mantiene como una delicia periodística. Tiene todos los elementos que provocan y construyen una gran historia. De las que décadas después continúan coleando. Y hace que nuevas generaciones de periodistas vuelvan a la carga. Como uno esos grandes documentales que te encuentras invariablemente en la televisión de los hoteles de Europa o Estados Unidos: el asesinato de JFK; los colaboracionistas en la Francia ocupada por los nazis; la guerra sucia en Italia entre el Partido Comunista y la Democracia Cristiana durante los años de plomo, la represión prosoviética en la Alemania de Este o la ambidiestra Revolución de los claveles, en Portugal, cuyo única víctima fue un soldado que murió en la cama.
El interés del 23-f sigue estando presente. Está cercano en el tiempo; algunos de sus protagonistas viven; es un acontecimiento irrepetible, transcurrió en un escenario teatral (el Congreso de los Diputados); provocó disparos aún visibles en el techo del hemiciclo, pudo provocar muertes inocentes; pudo provocar una guerra civil; el entonces joven Rey fue el héroe que se enfrentó a los golpistas, algunos de los cuales eran sus colaboradores desde niño y, al abortar la intentona, obtuvo su consagración como monarca democrático, un talismán que mantiene hasta hoy. Al golpe le siguió un juicio mediático transmitido en directo. Hubo grandes penas de cárcel; hubo muchos libros; corrió la tinta en los medios escritos (aún no había televisión privada). En el casting del drama (la mayoría de cuyos actores, todos hombres, maduros, de uniforme, armados, cargados de testosterona cuartelera y con aroma en muchos casos a sacristía, se sentían por encima del bien y del mal), había aristócratas, agentes secretos, espadones con apellido compuesto, fascistas de pistolón y franquistas resentidos, que secuestraron a tres centenares de diputados indefensos hasta rozar la tragedia. Y entre los buenos, como estrellas estelares que ya figuran en las páginas de la historia, tres que le echaron mucho valor a esas 14 horas: el joven y desclasado presidente Adolfo Suárez, el viejo vicepresidente militar franquista reconvertido en demócrata, Manuel Gutiérrez Mellado, y el carismático líder comunista, Santiago Carrillo. Y un cuarto, Sabino Fernández Campo, otro militar atípico proviniente del régimen anterior, pero que sirvió de lazarillo al monarca para indicarle por dónde iban los tiros y que no errara en ningún momento en su elección del bando adecuado.
Primeros minutos del Golpe. Abajo, en jarras, Gutiérrrez Mellado.
El golpe me obsesionaba. Cada vez que me entrevistaba para otro reportaje con alguien que lo hubiera vivido, especialmente con militares, intentaba conseguir información, testimonios, alguna clave. Pequeños retazos que me podían ayudar a reconstruir un puzzle a través del cual fui deduciendo que el Ejército, cuyo sector más conservador lo dominaba claramente desde el asesinato de Carrero por ETA en diciembre de 1973, estaba como un bloque por el golpe. En especial, si el Rey, su compañero de armas, uno de los suyos, el heredero designado por Franco, estaba detrás. Tenían terror por el divorcio, el aborto y la ruptura de España. ¿les suena? En esa línea, los militares más destacados estaban por un golpe institucional ("blando") apoyado por la derecha política, económica, mediática y religiosa del país, que buscaba institucionalizar una democracia vigilada, con el Ejército como árbitro, el Rey maniatado, las autonomías domesticadas y un general monárquico al frente. El 23 de septiembre de 1979, el diario ABC le daba al teniente general Jaime Milans del Bosch (durante el golpe el cabecilla militar de más alto rango, el monárquico más conspicuo y el hombre que echó los carros de combate a las calles de Valencia la noche del 23 de febrero) su portada dominical y él, un militar en activo (de un Estado constitucional europeo), se despachaba contra la democracia con sentencias filogolpistas ante el arrobo de la derecha: "El balance de la transición no ofrece un saldo positivo: terrorismo, inseguridad, inflación, crisis económica, paro, pornografía y, sobre todo, crisis de autoridad. Los militares hemos contemplado esa situación con actitud expectante y serena pero con profunda preocupación". Menos mal que ante ese panorama estaba él, Don Jaime, y sus amigos para solucionarlo. Sobre todo, Alfonso Armada: un general adinerado,integrista católico, con una mentalidad anterior a la Revolución francesa, refinado ultraderechista, que conocía bien el juego político y tenía una ambición sin límites. De los golpistas de febrero de 1981, Javier Fernández López, un teniente coronel demócrata y profesor universitario, más tarde delegado del Gobierno en Aragón en las dos legislaturas de Rodríguez Zapatero, me diría: "Se creían dioses; eran prepotentes y fanáticos; estaban excesivamente ideologizados y tenían una soberbia increíble. Eran muy aficionados a las conjuras de barra de bar. Y cuando vieron que aquel golpe se convertía en el camarote de los hermanos Marx, muchos se hubieran bajado en marcha, pero ya no pudieron. Eso sí, si el Rey hubiera dicho adelante, la mayoría se hubiera echado a la calle encantada"
En las décadas siguientes, la atracción periodística del último golpe de Estado de la historia de España, me animó a acercarme de oficio a algunos de sus protagonistas. A finales de 2000, el ex comandante Pardo Zancada (el superman del grupo de golpistas), me mandó literalmente a la mierda por teléfono. En 2001 logré entrevistar al coronel José Luis Cortina Prieto, el agente 007 del Cesid, absuelto en abril de 1983 de todos sus cargos y del que siempre hubo dudas de si se trataba de un caballo de Troya de los golpistas en los servicios secretos, o un topo-provocador de los servicios secretos entre los golpistas. Si era un héroe de la democracia o un filogolpista camuflado. Cortina no me lo aclaró. Nos reunimos en un hotel madrileño grande y anodino y ambientado con música de ascensor. Él se puso de cara a la puerta de la cafetería ("para prevenir un atentado"); me dio a entender que el Estado sabía todo del golpe antes de que se produjera porque el Cesid se lo había dicho. Nadie hizo nada. El resto fue una conversación circular, sin principio ni fin. Hoy, Cortina, retirado del Ejército sin pena ni gloria, dirige una próspera empresa editorial y de servicios de seguridad, donde ha logrado tener a sus órdenes a algunos de los más importantes generales de los últimos tiempos. Cuando los oficiales se retiran, su jubilación suele ser muy magra. Siempre han tenido que ampararse en el pluriempleo aunque el dinero venga de un ex agente de los servicios de inteligencia al que en su día crucificaron.
El Rey y el general Milans del Bosch durante unas maniobras en 1977.
Alfonso Armada un par de años antes del golpe.
Por fin, en la navidad de 2011 surgió la oportunidad de hablar con el ex general Alfonso Armada, el cerebro político de golpe. El hombre que tenía que ser el nuevo presidente del Gobierno de esa democracia descafeinada. Condenado a 30 años de reclusión por un delito de Rebelión Militar, de los que sólo cumpliría ocho antes de ser indultado por motivos de salud. El hombre que perdería sus preciadas estrellas de general. Era el hombre del Rey, junto al que había pasado más de 20 años a su servicio, desde que llegó como su mero ayudante hasta convertirse en su secretario para todo y en poderoso secretario general de la Casa del Rey tras la muerte de Franco y ser apartado de su lado a finales de 1976 por el presidente Suárez, que olfateaba como nadie sus veleidades golpistas. Armada nunca perdonó ese desplante del Rey por persona interpuesta. El pretexto para hablar con el viejo marqués fue un reportaje en el que yo estaba trabajando titulado "Todos los hombres del Rey", en el que se explicaba la estructura de la Zarzuela desde el franquismo hasta el ascenso al trono de Don Juan Carlos y en el que se hacía un recorrido por las personas que habían trabajado a su lado desde 1954 hasta la actualidad. Lógicamente, en primera fila (y con vida) estaba Alfonso Armada.
El general Armada acompañado por un escoltra junto al Congreso en la madrugada del 24-f.
Armada ya había cumplido 90 años. Vivía entre su acomodado domicilio del centro de Madrid y su pazo gallego (hórreo, capilla y ciprés) que da nombre a su marquesado (Santa Cruz de Rivadulla), donde se dedicaba como todo un gentleman farmer británico al cultivo de las camelias. Hablamos por teléfono. Estaba con gripe. Pensé que era un pretexto. Sin embargo, una semana más tarde accedió a entrevistarse conmigo. Solo me hizo dos observaciones. La primera: "Tengo en torno a una hora para estar con usted; luego me iré a misa con mi hija". La segunda: "Si miente no le volveré a recibir y le puedo contar muchas cosas que en ese caso se perdería".
Madrugada del 24-f. Pardo Zancada llega al Congreso con 113 hombres.
Mi primera sorpresa fue que Armada vivía puerta con puerta con su compañero de golpe y enemigo mortal, el ex teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, que evitó que Armada se propusiera como candidato a la Presidencia a los diputados secuestrados (porque le pareció demasiado tibio con la izquierda) y con el que también compartía un amor a España de manual del Frente de Juventudes y un catolicismo preconciliar. La segunda es que el integrismo de Armada era muy superior al que había imaginado. Es difícil entender cómo el Rey aguantó durante tantos años un tipo tan ultraconservador a su lado. Tras acompañarme con ceremonia una sirvienta extranjera de uniforme a su presencia, el ex general, vestido impecable de jubilado acomodado (chaqueta azul de punto, corbata de lana, pantalón gris de franela y zapatos anatómicos de retirado), aseado y con un sonotone en el oído izquierdo -"he pegado muchos cañonazos en mi vida"-), me recibió con estas palabras en un tono agudo de timbre pero enérgico en el tono: "Yo soy católico, español y monárquico. Las dos primeras son para mí inseparables. En cuanto a monárquico, así me lo inculcaron en mi familia generación tras generación porque la monarquía es consustancial a España y es la institución que mejor la sirve y le da continuidad. Piense que mi padre de niño ya jugaba con Alfonso XIII. Éramos una familia muy católica (yo tengo tres hijos sacerdotes), muy considerada en sociedad y muy formal. Éramos monárquicos pero también creíamos en Franco. Y Franco nos tenía mucho aprecio. Y Franco le quería mucho al Príncipe (Juan Carlos). Le daba todo lo que le pedía. Que me digan ahora que el Príncipe no era franquista, ja ja, me muero de risa".
-¿Cuál fue su papel el 23-f?
-Nada, nada, nada de lo que se ha dicho. Mi familia está enfadadísima. Yo solo cumplí órdenes. Hice lo que me mandaron. Y salvé la cabeza a los diputados y nadie me lo agradeció. Me jugué el cuello. Me ofrecí para cualquier gestión para que Tejero dejara libres a los diputados y eso es lo que hice, dejarlos libres. El rey mantuvo la democracia y yo liberé a los diputados. Nunca he entendido porqué mi jefe (el teniente general Gabeiras Montero) fue un héroe y yo estuve todo ese día a sus órdenes y a mí me condenaron.
-Quizá porque usted era mucho más ambicioso y se le vio demasiado el plumero...
-¿Ambicioso? ¡Nada! Dios me ha dado mucho más de lo que merezco. Una familia fantástica con decenas de nietos, una fortuna considerable y una salud que ya ve usted. Tengo un agradecimiento enorme a Dios.
-Usted estaba en la conspiración...
-Eso son cuentos de viejas.
-¿No se considera usted culpable?
_Nada. Culpable de nada. De cumplir con mi obligación.
-Cómo recuerda los primeros tiempos con el Príncipe?
-Yo le monté todo. Toda la Zarzuela. Me ocupaba hasta de la seguridad. Hice todo. Sin dinero, de prestado. No teníamos ni coche oficial, yo iba con el mío.
-Tenía mucha influencia en el futuro Rey.
-Hombre él era un muchacho... Yo le escribí un código de conducta. Tenía que ser un católico de una pieza. Su vida personal tenía que ser impecable, no tener amigos particulares, no hacer chistes, no chismorrear, vivir con la máxima sobriedad y ser muy moderado con la bebida.
MIlans del Bosch en 1977 cuando mandaba la División Acorazada.
La noche del 23-f en Valencia, con los tanques de Milans en la calle.
-Pero a usted no le gustaba la democracia.
-Yo era franquista, porque Franco era un gran hombre y un gran militar y le daba todo su sueldo a los pobres. Y, sobre todo, yo estaba en contra de las autonomías. Me adelanté a este tiempo. Eso era lo peor, lo contrario a España. Es como dividir España en 17. Yo creía que tenía que haber unas cartas forales pero nada de autonomías. Para eso estábamos los militares. Podía haber unos fueros, una descentralización administrativa, como decía Franco en su testamento, pero estábamos en un punto peligroso; en un galimatías de autonomías y había que parar eso.
-Y entonces usted se sumó al golpe.
-Yo lo único que hice fue decirle al Rey y a Gutiérrez Mellado lo que se avecinaba si no se corregía el terrorismo y la ruptura de España y el guti me dijo que yo soñaba. Que estaba loco. El guti me dijo que eso no era posible, que él sabía bien que no era así y los militares no se iban a levantar y que tenía muchas más fuentes y contactos que yo. Yo era un demócrata pero no con esa constitución. Y me tocó a mí salvar el cuello a los diputados.
Dos imágenes de Armada en la mañana del día 24 dirigiendo la función.
La conversación con Armada tocó a su fin. Una hija suya religiosa le
indicó que era hora de ir a misa. Y en privado me leyó la cartilla sobre
lo que iba a escribir. Después de misa, se pasarían por la Hermandad
del Refugio, una rancia institución benéfica creada en el siglo XVII,
dirigida por la alta sociedad madrileña (entre otros, los Oriol o el
marido de Esperanza Aguirre) y enclavada cerca del barrio de prostitutas
de Madrid de Ballesta y hoy zona cool de copas. En el Refugio,
presidido honoríficamente por el Monarca, fue la única y última vez
desde los días del golpe en que ambos se vieron. "Alguien les dijo que
yo estaba y los Reyes se acercaron a verme. La
Reina se saltó a otros para saludarme y me abrazó y el Rey me dio la
mano, pero no le
hizo ninguna gracia verme allí. No hemos vuelto a coincidir". Alguien
que asistió al encuentro, dice que el Rey le dijo algo al oído. "Pero lo
que se dijeron, no lo escuchó ni el que estaba a su lado".
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