TITULO: DESAYUNO CENA FIN SABADO - La matemática del espejo - Roberto Corral ,.
DESAYUNO CENA FIN SABADO - La matemática del espejo - Roberto Corral , fotos,.
Roberto Corral ,.
Gala Placidia: esclava, reina visigoda y emperatriz romana,.
'Gala de Hispania' , la novela de la turbulenta peripecia de esta desconocida y olvidada hija, esposa y madre de emperadores en la decadencia romana, mereció el del VII Premio Narrativas Hispánicas de Edahsa,.
Reina de los visigodos y emperatriz romana, Elia Gala Placidia (392-450), es una gran desconocida. Pero su complejo y más que atractivo perfil ha dado pie a la novela 'Gala de Hispania. Reina y esclava', con la que Roberto Corral (Madrid, 1961) ganó el VII premio Edhasa Narrativas Históricas, dotado con 10.000 euros y fallado hace unos días. Poco se sabe de esta mujer, criada como patricia, hija, esposa y madre de emperadores, esclava y regente del Imperio Romano cuya «apasionante y turbulenta» historia rescata Corral.
( Desayuno )
«Fue una de las mujeres más influyentes del crucial siglo V, un cambio de era en el que Roma, tras 1.200 años de hegemonía, se parte en dos, rodeada por decenas de tribus bárbaras que se asientan y marcan la futura configuración de Europa, con germánicos, francos o helvéticos, y cuando la Iglesia parece a punto de desaparecer con la irrupción del arrianismo», apunta el escritor. «Pese a su importancia en la historia, hay muy poca documentación sobre ella, casi toda en Italia, con un único retrato y una moneda con su efigie», explica Corral, que se permite «ficcionar algunos pasajes» de su vida.
( Cena )
La novela comienza con Gala Placidia en su lecho de muerte, acompañada de dos esclavas, Helpidia y Maia. Repasan la vida exagerada de una mujer «tan admirada como vilipendiada», que llevó las riendas del gobierno en un momento de crisis económica, política y social y que se convirtió en moneda de cambio para lograr tratados de paz.
Se cree que Elia Gala Placidia nació en Constantinopla hacia el año 389. Hija del emperador Teodosio I el Grande, fue educada como princesa y se casó con el gran general de las legiones Estilicón. Cuando los godos acamparon a las puertas de Roma en el año 410 para saquearla, fue secuestrada por las huestes de Alarico y tomada como rehén para forzar un tratado de paz. Cuatro años después contrajo matrimonio en el sur de Francia con Ataúlfo, sucesor de Alarico.
Pasó de esclava a reina de los godos en un raro matrimonio entre un bárbaro y una patricia romana. Corral cree que se casó enamorada de su secuestrador, con quien llegó a Hispania huyendo de los romanos. Pero su felicidad fue fugaz. Los episodios más dolorosos de su vida acaecieron alrededor del año 415 en Barcino, la actual Barcelona, donde hoy tiene una plaza. Allí perdió a su primer hijo recién nacido, vio como asesinaban a su marido en las cuadra de palacio, se convirtió en esclava, fue vejada e intercambiada por trigo. «Barcino era una ciudad en pleno desarrollo, moderna y lo más cercano que había a Roma en Hispania. Sirvió de capital hasta que los visigodos la trasladaron a Toledo por cuestiones estratégicas», explica Corral.
Huida a Constantinopla
Devuelta a Roma como moneda de cambio, su hermano Honorio la casó con el futuro Constancio III. La muerte de este a los siete meses de reinado y las sospechas de conspiración que cercaron a Gala Placidia la obligaron a huir a Constantinopla con sus dos hijos: Honoria, que estuvo a punto de casarse con Atila, y Valentiniano, que sería reconocido como emperador de Occidente, lo que convirtió a su madre en regente del Imperio hasta la mayoría de edad de su vástago.
«Su vida, plagada de vicisitudes, penalidades y aventuras, reclamaba una novela, aunque daría para una enciclopedia», ironiza el autor. «Fue una mujer fuerte, capaz de entender que las adversidades forman parte de la vida. A pesar de tantas penalidades, nunca perdió su nobleza romana y mostró su personalidad y su increíble dignidad en sus momentos más duros», resume Corral.
Esta es su primera novela histórica y se la debe a su mujer, Lourdes. Se apasionó tanto hablándole de Gala Placidia «que me animó a escribir la novela y dejar en el cajón otros temas». Corral debutó en la narrativa con el cuento infantil 'Gulo, el elefante anoréxico' (2013). Su padre tenía alzhéimer y comenzó a escribirlo «buscando el modo de contárselo a mi hija». Luego publicó las novelas 'La ruta de los huesos' (2018), ambientada en un gulag de la antigua Unión Soviética, y 'El olor de las olas' (2020), finalista del Premio Nadal, en la que una anciana relata su vida desde una residencia. Licenciado en Historia del Arte, Corral ha dedicado su vida profesional a la formación de adultos y dirige una escuela de español para extranjeros,.
TITULO:
CARTAS AL CIELO - La escoba de Dios,.
La escoba de Dios,.
foto / A veces Dios es un trilero que esconde la santidad como si fuera una bolita en un cubilete. Parece que la hace brillar en tal o cual persona pero, al final, la deposita en aquel del que menos te lo esperas. Es lo que pasó con este joven mulato, que ni siquiera pudo entrar en el convento como todos los demás y que hizo de su escoba el arma de su santidad.
Martín nació en Lima cuando era la capital del virreinato del Perú. Su padre era un español de la baja nobleza y venido a menos que convivía con una mulata liberta que había sido esclava. No estaban casados porque él nunca lo quiso, pero al menos reconoció a sus hijos como suyos y pudo darles cierta educación.
A los 7 años, su padre dejó a Martín a cargo de otra mujer, en un barrio limeño donde vivían africanos, indios nativos y españoles pobres. Allí aprendió a leer y a escribir. En los comercios de la zona aprendió también los oficios de barbero, dentista y boticario. Con todo, él tenía la mirada puesta en el convento dominico de Nuestra Señora del Rosario. Con 15 años solicitó el ingreso. Pero al ser pobre, mulato y bastardo, solo le admitieron en la categoría de donado, la más baja de todas. Dentro del convento siguió haciendo lo mismo que fuera: cortar el pelo y sacar muelas. Después de su profesión religiosa, en 1603, Martín añadió a sus tareas la de campanero de la comunidad y, más tarde, las de enfermero y encargado del ropero. Eran trabajos modestos en los que nadie podría reparar. «Pasar desapercibido y ser el último», ese era su lema. La escoba que se le confió para mantener limpio el convento se convirtió en su cruz y su gloria, y le valió el apodo de fray Escoba.
A las puertas de la casa llamaban continuamente mendigos y gente con necesidad, y ninguno se iba de allí sin algo para comer y sin palabras para el alma. Durante una epidemia de sarampión llevó día y noche, por toda la ciudad, comida y ungüentos para los afectados. «No hay gusto mayor que dar a los pobres», decía. Gracias a su especial sensibilidad cuidaba hasta de los animales, algo muy chocante entonces. Se le sorprendió dando de comer en el mismo plato a un perro, un gato y un ratón, amansando a un perro rabioso y salvando de la muerte a una mula desahuciada.
Nadie le vio nunca ponerse unos zapatos nuevos ni usar cosa alguna como propia. Como no podía ser de otra manera, participaba en la oración comunitaria, pero también se escondía para estar ratos a solas con su Dios. No tardaron en manifestarse milagros atribuidos a su persona, en especial el de la bilocación. Se dice que, sin salir de Lima, fue visto en México, en África, en China y en Japón dando ánimos a los misioneros y cuidando en lugares muy distantes a enfermos y moribundos que padecían a solas. «Yo te curo, Dios te sana», solía decir. Pero su forma de interceder era llamativa por la desproporción entre los medios y los logros: una vez curó las piernas partidas de un niño untándolas con vino. En otras ocasiones lo hizo atando una suela de zapato a una pierna infectada o simplemente dando de beber un vaso de agua al enfermo. También se testificó que a veces levitaba durante la oración hasta tres metros de altura. Pero sobre todo hablaba de Dios a la gente, en particular a esclavos negros de los barrios más desfavorecidos.
«Esto fue lo más llamativo en su época», afirma el dominico Julián de Cos, uno de sus biógrafos. «En aquellos años, más de la mitad de la población de Lima estaba formada por esclavos, y era muy difícil evangelizarlos por las diferencias culturales y por el idioma», añade. Sin embargo, a san Martín de Porres «lo veían como uno de ellos, hablaba su idioma y conocía su cultura. Él sí podía hablarles de Cristo y así pudo hacer una labor de evangelización enorme en esos arrabales. Hizo real el Reino de Dios allí».
En 1639, fray Escoba falleció tras contagiarse de tifus en una de sus rutas por la ciudad. Toda Lima le lloró y su comunidad se animó a introducir su causa de beatificación, pese a que su origen hacía difícil que prosperase. «San Martín de Porres recupera la espiritualidad de los anawin, los pobres de Yahvé, que se ponen absolutamente en manos de Dios», afirma Julián de Cos. «Un mulato, un bastardo y un iletrado nos marca a nosotros hoy un estilo de vida distinto, en medio de esta cultura del empoderamiento y de la reivindicación de los caprichos».
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