Adoro a Clinton. Tú sabes, travieso pero agradable, con una
voz muy sexy». La modelo Elizabeth Hurley mostraba hace más de tres
años a un tabloide británico una desinhibida y picante demostración de
lo mucho que le han atraído siempre los hombres poderosos como el
expresidente de Estados Unidos Bill Clinton.
«Echo tanto de menos a Tony (Blair). Es tan encantador y
viste tan bien. Tiene un buen cuerpo y buenas piernas.(...) Me
atraviesan sus ojos azules. Amo sus ojos. Y amo el poder que tiene en el
escenario». La empresaria Wendi Deng confiesa en un papel la atracción
irresistible que aún le produce el 'expremier' británico. Incluso cuando
era la mujer de Rupert Murdoch, uno de los hombres más poderosos del
planeta gracias a su cadena de prensa, pero 38 años mayor. Una pasión
larvada (y parece que consumada a finales de 2012), que ha puesto fin a
14 años de matrimonio.
«Estaba esperándote». La actriz Julie Gayet lleva semanas
huyendo de los paparazzi franceses tras descubrirse su noviazgo secreto
con el presidente François Hollande. Ha irrumpido con un mensaje lleno
de sugerencias y alimento para la especulación. Gayet protagoniza el
videoclip del dúo Minor Alps. Una melosa canción en la que vagabundea
con aire melancólico por parques y lavanderías mientras juega al
desencuentro con su amor. De fondo la letra en inglés: «Te espero en las
calles/ por la noche/ todo el tiempo».
Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia. Tres potencias con
acceso al botón nuclear 'desabrochadas' por la enésima demostración de
la erótica del poder. Salvo en el caso de la puritana norteamericana, en
la que un lío similar con la becaria Monica Lewinski le costó a Clinton
uno de los 14 'impeachment' (procesamientos) de la historia de EE UU
por perjurio y obstrucción a la justicia, el resto del mundo asiste a
estos 'saltos de cama' de sus mandatarios más por diversión que por
verdadera influencia en la vida colectiva de sus 'mandados'.
En el caso de Clinton, los efectos 'colaterales' pueden ir
más allá. Hillary ya le cruzó la cara de un tortazo por su desliz con la
becaria. ¿Qué puede decirle ahora, cuando ella estudia su nominación
para las presidenciales de 2016? Está por ver que los estadounidenses se
crean el desmentido que se precipitó a hacer ayer la Hurley en su
Twitter: «Historias ridículamente tontas sobre mí y Bill Clinton.
Totalmente falso. En manos de mis abogados. Bostezo». El embrollo es
digno de sus protagonistas. Clinton asistía en 1998 en la Casa Blanca a
una proyección privada de 'Salvar al soldado Ryan'. Junto a él,
protagonistas como Steven Spielberg (director), Tom Hanks o Ted
Sizemore, actor menor y más famoso por su relación con Hurley (después
de que lo dejara con Hugh Grant) y sus problemas con las drogas que por
sus películas. En una grabación telefónica obtenida por radar, Ted
confiesa que Clinton le acorraló aquel día. «¡Dámelo. Soy el comandante
en jefe de América. Dame el maldito número (de teléfono)!». Desde luego
contacto hubo y largo, ya que hay imágenes de Clinton y Hurley en una
fiesta de máscaras en Moscú en 2005.
Lo de Blair y Murdoch roza la comedia griega. Porque no fue
la ya extercera esposa del magnate la primera que se enamoró del
político, sino el mismo Murdoch, un ultraconservador que puso su
maquinaria de prensa al servicio del líder 'tory'. Hasta le hizo padrino
de Grace, su primera hija con Wendi. Tony y Deng también lo niegan,
pero el viejo Murdoch, muñidor de historias sensacionales (y, si hacía
falta, 'cocinadas'), arrancó la confesión a su servicio de confianza.
Las mil hectáreas de su rancho en California no fueron suficientes para
ocultar a Blair entrando por una puerta mientras el 'jefe' salía por
otra. «Son delirios de viejo», brama despechada Cherie, treinta años a
la vera de 'mister ojitos azules'. El día 28, Julie Gayet reaparecerá en
París en la entrega de los Premios César. Está nominada a mejor actriz
secundaria. ¿Superará a sus rivales?
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