martes, 11 de febrero de 2014

EL DESAYUNO DEL MARTES, JARUZELSKI SE ECHA AMANTE A LOS 92,./ LA CENA DEL MARTES, LOS JABALIES WESTMINSTER,.

TÍTULO: EL DESAYUNO DEL MARTES, JARUZELSKI SE ECHA AMANTE A LOS 92,.
  1. Jaruzelski se echa amante a los 92

    Últimamente los políticos salen más en las páginas del corazón que en cualquier otra sección del periódico. Hollande, Sarkozy, Clinton, Putin, ...
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    Últimamente los políticos salen más en las páginas del corazón que en cualquier otra sección del periódico. Hollande, Sarkozy, Clinton, Putin, Berlusconi... y ahora un general polaco de 92 años: Wojciech Jaruzelski, el último dictador de la Polonia comunista. El culebrón promete. Postrado en la cama, ha sacado fuerzas para enamorarse de su enfermera, a la que casi le dobla en edad. El romance lo está aireando la propia mujer del general.
    Barbara, de 84 años, ya estaría preparando los papeles para poner fin a su unión pese al qué dirán. «Sé que nuestro círculo no aprobaría el divorcio, pero es una cuestión de dignidad para mí», defiende la parte despechada después de haber celebrado juntos las bodas de oro.
    El último presidente comunista del país trata de quitarle hierro al asunto; considera que los celos de su esposa son excesivos. Pero Barbara está que arde: no para de desvelar detalles de lo más curiosos sobre el 'affair'. Como cuando la enfermera le llevó sopa al general en uno de sus últimos ingresos hospitalarios a causa del linfoma que sufre. Parece que la cosa no quedó ahí. La esposa engañada pregona que su marido se calentó con algo más que la sopa. Cuenta que la presunta amante esperó a que Barbara lo dejase solo para colarse en la habitación. Cuando volvió, la cazó «con la cabeza bajo las sábanas de la cama». Confirmó entonces lo que ya sospechaba.

    La enfermera se ha ido ganando poco a poco el corazón de un débil Jaruzelski al que lleva cuidando mimosamente desde hace cinco años en su casa. Tacones altos, muchas insinuaciones y golosinas han ido ablandando al general, al que incluso habría convencido para que le pasase parte de su pensión.
    «Nos roba las botellas»
    Así que Barbara se despacha estos días con 'piropos' como «manipuladora» y «conspiradora» cada vez que los periodistas le preguntan por el asunto. «No quiero ver a esa mujer en mi casa. Es una persona inmoral y una alcohólica. Nos roba las botellas. Ella se ha agarrado a mi marido y se pasa el día rondándole», recalcó en su última entrevista a un periódico.
    Ya puede gritar, que la enfermera sigue en casa. El general ha impuesto su poderío y no consiente que despidan a su cuidadora. A Barbara ya solo le queda el recurso del juzgado: «Si mi marido no se libra de esta mujer iré donde el juez y pediré el divorcio». El ultimátum tiene a media Polonia en vilo. Hay culebrones que superan la ficción con creces.

    Los jabalíes de WestminsterTÍTULO:  LA CENA DEL MARTES, LOS JABALIES WESTMINSTER,.

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    1. En cambio, los ciervos y los jabalíes son bichos poco raros, que ... pasó a manos de Gerald Grosvenor, sexto duque de Westminster y uno de ...

      GENTE

      Los jabalíes de Westminster

      Guillermo y Enrique han vuelto de caza a La Garganta, la finca española de uno de los hombres más ricos del Reino Unido


      Por suerte, en La Garganta no hay tigres ni rinocerontes, al menos que se sepa. El príncipe Guillermo y su padre protagonizan estos días una campaña contra la caza de animales protegidos, que hace hincapié en esas dos especies, y habría quedado muy feo dedicar el fin de semana a exterminarlas un poco más. En cambio, los ciervos y los jabalíes son bichos poco raros, que abundan especialmente en esa finca enorme y reservada a unos cuantos privilegiados, así que el duque de Cambridge y su hermano Enrique no han sentido mayor escrúpulo al disparar contra ellos este último fin de semana.
      Los cachorros de la casa real británica son huéspedes habituales de La Garganta, una propiedad de 150 kilómetros cuadrados situada a caballo entre las provincias de Córdoba y Ciudad Real. Por ejemplo, Guillermo y Enrique pasaron allí, junto a un grupo de siete amigos, la Nochevieja de 2005, dedicados a acabar con las provisiones de whisky de la comarca y a diezmar su fauna: el primer día de su estancia, mataron 740 perdices, y el segundo pasaron ya a mayores, con una gran montería de jabalíes y ciervos. No fue aquella la única visita de los príncipes, que se han aventurado en repetidas ocasiones hasta este rincón de Sierra Madrona, en compañía de compinches entusiasmados y de novias como la mismísima Kate Middleton. También han tirado de escopeta por estas montañas, entre pinos, alcornoques y quejigos, el Rey Juan Carlos y políticos como Trillo o Álvarez Cascos. 

      La Garganta tiene su origen en la minería, porque hubo un tiempo en el que esta zona producía excelente plomo argentífero. En las tabernas, se pagaban algunas rondas con bellos cristales de plata nativa, y los pueblos florecieron hasta parecer más bien pequeñas ciudades. La finca era entonces propiedad de la compañía británica Rio Tinto, pero hace un siglo se cerraron las explotaciones y la vasta parcela fue adquirida por un grupo de terratenientes europeos, que la transformaron en coto de caza. En 2003, pasó a manos de Gerald Grosvenor, sexto duque de Westminster y uno de los hombres más ricos del Reino Unido, que empezó arrendándola y, según algunas fuentes, acabó pagando por ella casi cien millones de euros. Es mucho, sí, pero no tanto para alguien con una fortuna superior a los 9.000 millones, una cifra que multiplica por 25 la atribuida a la reina Isabel.
      Aunque en los últimos años hay ricachones de origen ruso o indio que le superan, podríamos decir que el duque es el mayor millonario británico de pura cepa. El título y el dinero le llegaron contra todo pronóstico, porque su padre era el sexto hijo varón del primer duque de Westminster, pero unos fallecieron antes de que les tocase el turno y otros, aunque llegaron a heredar, no procrearon o tuvieron solo hijas. En 1979, con 27 años, Gerald se hizo cargo de una fortuna que tiene su origen en unos terrenos muy particulares: la familia posee buena parte de los barrios de Mayfair y Belgravia, cogollito pijo y diplomático de Londres, además de solares incontables en los cinco continentes. El duque, que fue criado en Irlanda del Norte con la perspectiva de convertirse en señor rural y criador de vacas, es hoy un militar retirado de 62 años, esquivo con los medios, del que solo se suele recordar un escándalo: hace siete años, un tabloide publicó que frecuentaba a prostitutas con tarifas de miles de euros y que, vaya por Dios, regateaba a la hora de pagarles.
      El pueblo sitiado
      Ese expediente relativamente limpio es el que tiene en Inglaterra, porque si se pregunta en Córdoba y Ciudad Real no será difícil encontrar quien hable mal de él. El duque ha rehabilitado La Garganta, que hoy cuenta con lujosas villas, piscinas, helipuerto y gasolinera propia, pero también se ha esforzado por convertirla en una especie de fortaleza vallada, vigilada y casi inexpugnable. Los empleados firman acuerdos de confidencialidad y los guardas patrullan en todoterreno -la finca tiene una flotilla de veinte- y tratan de ahuyentar a quienes se adentran por la pista forestal. Los ecologistas detestan la gestión feudal del aristócrata inglés: le acusan de haber cerrado todos los caminos, de instalar vallas ilegales, de matar a los predadores para proteger la caza...
      Y también, por supuesto, de aislar a un pueblo entero. Dentro de su propiedad está lo que queda de Minas del Horcajo, una localidad que superó los 6.000 habitantes en los tiempos de esplendor, pero que hoy es un espectro en el que vive un puñado de resistentes, sitiados por las vías del AVE y las vallas del duque, como si fuesen otra especie en peligro de extinción de las que defiende Guillermo.

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