viernes, 8 de marzo de 2019

Documaster - Jane ,./ LUNES - 11 - MARZO - EN EL PUNTO DE MIRA -¿Es machista la tecnología?,./ LUNES - 11 - MARZO - Madridistas por el mundo - El rey del lavaplatos,.

Documaster - Jane - ver ahoraTITULO: Documaster - Jane,.

  Utilizando imágenes nunca antes vistas grabadas en los años 60, se dan a conocer las primeras expediciones de Jane Goodall en Tanzania, su innovador trabajo en terreno, la relación con su camarógrafo y esposo, Hugo Van Lawick, y los chimpancés, su sujeto de estudio. ( foto ),.


TITULO: LUNES - 11 - MARZO - EN EL PUNTO DE MIRA - ¿Es machista la tecnología? ,.

  LUNES - 11 - MARZO - EN EL PUNTO DE MIRA ,.

En el punto de mira es un programa de televisión que se emite en el canal Cuatro y que se estrenó el 26 de julio de 2016.1​ En este se tratan temas de actualidad y de investigación, ofreciendo como novedad en el formato, imágenes de cámaras 360° junto a grabaciones panorámicas hechas desde drones y sistemas de grabación oculta. Así, a manos de varios reporteros, profundizan en temas como la trata de animales, el negocio de las farmacéuticas o la caza ilegal. Lunes -  11 - MARZO  - a las 22:40h, etc.

 

¿Es machista la tecnología?,.

Es el momento de repensar nuestras prioridades, los modelos educativos y valorar más esos trabajos que incluso las máquinas más sofisticadas no son capaces de hacer por nosotros,.


¿Es machista la tecnología?

foto / ANA BOTÍNPresidenta Ejecutiva del Banco Santander 

La intelectual feminista Donna Haraway escribió en 1985 su texto más conocido, 'El Manifiesto Cyborg', en el que explicaba cómo las personas nos estamos convirtiendo en una parte inseparable de las máquinas que usamos. Para Haraway, la tecnología no es ni buena ni mala en sí misma, sino que somos nosotros los responsables de desarrollar tecnologías que mejoren nuestra sociedad.
El rápido desarrollo de la inteligencia artificial ha desatado de nuevo un intenso debate, con temores sobre el impacto que tendrá la tecnología en el empleo en las próximas décadas. Y un nuevo estudio del FMI señala consecuencias especialmente negativas para las mujeres: la automatización supone un riesgo mayor para las mujeres que para los hombres. El estudio establece que las mujeres ocupan puestos con tareas más rutinarias, esas tareas son las que mejor hacen las máquinas y, por tanto, las mujeres tienen más probabilidades de perder su trabajo por el desarrollo de la inteligencia artificial.
Según el FMI, el problema tiene que ver con el tipo de trabajo que hacen las mujeres y también con el hecho de que todavía hay pocas en puestos directivos. Las mujeres ocupan en mayor medida los trabajos más rutinarios y menos cualificados. Por el contrario, solo el 1% de las profesiones liberales y los puestos directivos corren peligro de ser automatizados. El grupo con peores perspectivas es, por tanto, el de mujeres con educación secundaria obligatoria o inferior.
¿Deberíamos concluir entonces que la tecnología tiene un sesgo favorable hacia el empleo masculino? No tan deprisa. El cambio tecnológico nos obliga a mirar no solo los puestos de trabajo que se pierden, sino también los que se crean nuevos.
David Deming, de la Universidad de Harvard, ha estudiado cómo, entre 1980 y 2012, los empleos con un alto componente de interacción social crecieron un 12% en EEUU. Sorprendentemente, además, los puestos muy matemáticos pero poco sociales se redujeron un 3,3%. De hecho, empleo y salarios crecieron de forma particularmente rápida en aquellos puestos que requerían tanto buen conocimiento matemático como habilidades sociales.
Otra investigación reciente de la Universidad de Zúrich apoya esta teoría y establece cómo ha descendido la probabilidad de que un hombre con estudios superiores acabe en un empleo altamente cualificado, mientras que para las mujeres ha sucedido lo contrario. La razón es que las habilidades sociales, más habituales en las mujeres, son cada vez más importantes en los puestos mejor remunerados. Y el cambio tecnológico trae una mayor demanda de este tipo de habilidades sociales en el empleo.
Las máquinas comenzaron sustituyendo nuestras tareas manuales, las cosas que hacíamos con las manos. Mark Carney, gobernador del Banco de Inglaterra, explica que gracias al desarrollo exponencial de la computación, la inteligencia artificial o el big data, hoy ya realizan actividades más inteligentes, cosas para las que nosotros usamos nuestro cerebro. Como dice Carney, nos queda solo «el corazón, es decir aquellas tareas que requieren inteligencia, originalidad y habilidades sociales como la persuasión o el cuidado de los demás».
Otro ejemplo que indica que quizá el panorama en realidad no es tan sombrío para las mujeres es el hecho de que hay sectores en crecimiento donde el «corazón», que podríamos llamar también empatía, es importante. Especialmente ahora que el envejecimiento es uno de los principales desafíos de los países desarrollados.
En EE UU, por ejemplo, las previsiones publicadas por la oficina federal de empleo indican que muchos de los 30 empleos más demandados en la próxima década serán puestos relacionados con la enfermería y la salud. De hecho, el empleo en el sector sanitario en España ha crecido un 35% desde la crisis financiera, más que ningún otro.
Y sin embargo, muchos de estos trabajos están peor pagados.
Es el momento de repensar nuestras prioridades, los modelos educativos y valorar más esos trabajos que incluso las máquinas más sofisticadas no son capaces de hacer por nosotros. Hace poco, Sarah O'Connor pedía en el Financial Times que podríamos empezar por eliminar de nuestro lenguaje términos como 'soft skills' (literalmente en español habilidades blandas o suaves), ya que normalmente tienen una connotación negativa y se asocian con feminidad y falta de rigor.
A menudo he dicho que con frecuencia animamos a las mujeres a «dar un paso al frente», a comportarse como un hombre o a ser más asertivas. Y sí, hay momentos y situaciones para ser asertivos, también para las mujeres. Pero también debería haber cada vez más espacios para escuchar, fomentar la comunicación y preocuparse por los demás, también para los hombres.
Donna Haraway aseguraba que las diferencias de género se difuminan a medida que nos convertimos en «cyborgs». Creo que Haraway aprobaría esta afirmación: deberíamos hablar a los niños y niñas de otra manera, decirles que las 'soft skills' no son solo deseables, son esenciales desde ya y lo serán aún más en un futuro en el que las máquinas dominarán la economía. Siempre digo que los valores humanísticos, la empatía, la colaboración activa y el respeto son esenciales para empleos básicos en el sector servicios, pero también para todos los directivos y los trabajos altamente cualificados. De hecho, serán lo que realmente nos diferencien de las máquinas.

 

TITULO: LUNES - 11 - MARZO - Madridistas por el mundo -El rey del lavaplatos,.


Realmadrid TV emite  - LUNES - 11 - MARZO- noche, a partir de las 22:30 horas, una nueva entrega de Madridistas por el mundo -El rey del lavaplatos,.

 

El rey del lavaplatos,.


fotos / Un hombre cocina con su hijo en brazos.

Bastaría un día ejerciendo de amo de casa a tiempo completo para entenderlo todo,.


Resultat d'imatges de El rey del lavaplatos,.Cautivo y desarmado el lavaplatos, he conseguido, por fin, conquistar el último reducto de la casa. Ya sé seleccionar las ranuras donde introducir los tenedores de mango ancho, sé en qué bandeja colocar las tazas grandes y en qué bandeja van los platos de postre, los platos hondos y también los llanos. En fin, una suerte de destrezas que he aprendido a lo largo de los casi tres meses en los que el hogar es mi territorio. Soy el amo, el amo de casa.
Resultat d'imatges de madridistas niñosBromas aparte, no he sabido hasta ahora lo que de verdad significa llevar una casa. Me sentía orgulloso de ser un varón colaborativo porque iba a hacer la compra de vez en cuando, porque recogía el lavaplatos, porque le daba el último toque a las comidas y preparaba de vez en cuando la cena. Incluso había días que dedicaba la sobremesa a fregar la loza grande que no cabía en el lavaplatos.
Como cualquier varón colaborativo, pensaba que con esas ayudas en casa merecía, por lo menos, la Medalla de Extremadura. Y si no una medalla, sí la gratificación moral de que en las comidas familiares mi suegra y mi mujer me ensalzaran. Pero qué equivocado estaba, qué cara más dura tenía y cómo los varones colaborativos nos engañamos a nosotros mismos creyendo que, por tres cosillas que hacemos en casa, merecemos que nos asciendan a los altares mientras esparcen incienso a nuestro paso y nos lanzan pétalos de rosa antes de coronarnos con una hoja de laurel y beatificarnos: honremos al beato patrón de los varones colaboradores.
Hace casi tres meses, en fin, mi mujer se fracturó la tibia y el peroné y desde entonces no me queda más remedio que colaborar de verdad so pena de no comer, de que la casa esté manga por hombro y de que la suciedad nos devore. Y ahora sí que sé en qué consiste eso de ser amo-ama de casa. Cuando hacia las diez de la noche acabo de comerme la tortilla francesa y me levanto de la mesa, me digo a mí mismo: «Bueno, recojo estas cuatro cosinas de nada y luego me tumbo en el sillón y veo alguna serie antes de acostarme». ¡Pobre iluso!
Recojo la loza y los cubiertos y los meto en su ranura precisa del lavaplatos. Tiro a la basura las cáscaras de los huevos. Barro las migas. Friego la sartén. Limpio la encimera. Lleno las jarras de agua. Dispongo los úitiles del desayuno, es decir, dos platos para los kiwis con sus respectivos cubiertos, dos tazas para el kéfir, muelo el lino dorado y el sésamo tostado, saco la bolsa de quinoa hinchada, coloco las dos tazas para el té, lleno la tetera de agua, escojo el té del día (bosque encantado, patios de la Alhambra, piña colada, ruta de la seda o mango-lima), saco los kiwis del frigorífico y, cuando me voy a ir a ver un rato la tele, recuerdo que al día siguiente también se come, así que abro el congelador y saco dos raciones de las lentejas que preparé el fin de semana y otras dos raciones de las carrilleras que cociné hace 15 días. Lo pongo todo sobre una bandeja para que se descongele sin llenar de agua la cocina y reparo en que no he sacado las servilletas ni el azúcar. Cuando ya me voy, me acuerdo de que he de llevar un vaso de agua. Vuelvo sobre mis pasos y cojo el vaso. ¿Por fin una serie? No, recuerda que has de colocar ropa en los armarios y en la cómoda y que debes hacer una lista de compras que no pueden esperar. Compras que no son como las que hacías antes (foie, vino, buey, cocochas) sino compras de verdad (vinagre, jabón Lagarto, carcasas de pollo, tomate triturado, manojo perejil). ¿Veo la serie? No, has de cerrar el pestillo de la puerta, apagar la calefacción. Creo que ya está todo. Sí. ¿Tele? No, gracias, mejor cama. Agotado, me acuesto y me duermo como un niño.
Esa es de verdad la vida de una mujer al uso, de una madre, de un ama de casa, además de trabajar fuera de casa, claro. No quiero que me santifiquen ni que me cuelguen una medalla, solo quiero decir que ahora lo entiendo todo y que cuando mi mujer vuelva a valerse por sí sola, seguiré llevando la casa como estos meses y sin esperar mimos a cambio. Lo prometo...

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